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Tanto en el amor como en la guerra, cuenta más disponer de unas buenas armas que nunca vas a usar, que utilizarlas de manera desesperada. Ahí radica la diferencia entre el que es "coqueto" de verdad y el que pretende serlo
27 de octubre de 1962. El destino del mundo está en manos de un hombre ruso llamado Vasili Arkhipov. Pocos minutos antes, el submarino en el que va a bordo junto a otros dos oficiales de la flota soviética ha sufrido un apagón eléctrico debido a las cargas de profundidad de la armada estadounidense, obligándoles a ascender a la superficie. Estas bombas antisubmarinas, por suerte, no ocasionaron el hundimiento del buque ruso, pero sí forzar un apagón en su sistema eléctrico, haciendo que la temperatura en su interior empezara a ascender hasta los 55 grados.
Un presentimiento fugaz, pero profundo, pasó por la mente de Valentín Grigórievich Savitsky, el capitán del submarino ruso: el destino les había escogido a ellos para empezar y, a la vez terminar, la guerra final entre las dos superpotencias mundiales que todo el planeta temía. En su vehículo submarino había una ojiva nuclear capaz de crear una destrucción sin parangón. Savitsky, al ver que la situación estaba fuera de control y que era cuestión de tiempo que la armada estadounidense les hundiera en el fondo marino frente a las costas de Cuba, propuso hacer lo que se esperaba de él: detonar la bomba.
Pero Arkhipov se opuso. El otro comandante a bordo, el oficial político Iván Semiónovich Máslennikov, estaba de acuerdo con Savitsky, y si no llega a ser por la tozudez de Arkhipov, quien quería subir a la superficie y esperar la orden de Moscú, el mundo que ahora habitamos tal vez no existiría. La historia es así: tan absurda y caprichosa como para colocar el destino de la humanidad entera en un solo hombre, en su capacidad para contradecir a los altos mandos (era el segundo a bordo) y no dejarse amedrentar por el miedo o la gravedad de la situación. En ese momento, el hecho de negarse a lanzar el misil podía provocarle la muerte y que su país perdiera la guerra, pero algo le decía que no debían lanzarlo, que el mundo podía acabarse en cuestión de minutos. It's just a shot away, como cantaban los Rolling Stones en aquella época.
El "coqueteo inofensivo", según Yoon, es esa no-técnica de ligar que eleva la tensión sexual sin buscar nada de antemano
Y precisamente es la canción a la que nos acabamos de referir, Gimme Shelter, la que nos dará la llave para entender por qué a veces, tanto en la guerra como en el amor, es mejor contenerse y no dar el paso. Fue Mick Jagger quien intercaló los términos "love" y "war" a lo largo del estribillo, que además de rimar son antitéticos, y ambos están a un "disparo de distancia"; en el caso de la guerra un misil, y en el caso del amor, un beso.
Desde hace años viene dándose una proliferación de contenidos dirigidos a los hombres que quieren gustar a las mujeres. Lo que antes se impartía en talleres a puerta cerrada (como bien parodió la película de Paul Thomas Anderson, Magnolia) o en libros de autoayuda masculina, ahora campa a sus anchas en plataformas digitales como YouTube o TikTok. Contenidos que exhortan al hombre a tomar la iniciativa, a que deje de masturbarse y salga al mundo real, charlas motivacionales en las que se ofrecen recetas psicológicas para causar una reacción en las mujeres; en definitiva, la seducción vista como un trabajo en el que hay que esforzarse.
Ser coqueto no es lo mismo que "coquetear"
Una doctoranda en filosofía de la Universidad de Pennsilvania llamada Youngbin Yoon ha hecho una analogía con la negativa de Savitsky a disparar la bomba nuclear durante la mayor crisis entre Estados Unidos y la Unión Soviética en el marco de la Guerra Fría con el acto de seducir o, para ser más precisos, "ser coquetos" (que, como veremos a más adelante, no es lo mismo). En un artículo reciente publicado en la revista Aeon, Yoon defiende que eres más sexy cuanto menos te esfuerzas en serlo, es decir, cuanto menos trabajas para ello y adoptas un papel seductor que no busca el disparo, el beso, el desenlace final en el que todo se precipita.
"El coqueteo inofensivo es un esfuerzo asintótico, que demora continuamente la gratificación, que es el beso, y nunca termina en romance o en sexo"
Para ella, hay una diferencia sustancial entre "ser coqueto" y "coquetear". Basándose en las premisas de Carrie Jenkins, otra filósofa que publicó un libro sobre el tema, "alguien que se comporta de manera coqueta actúa según los estándares sociales aceptados del flirteo, pero puede actuar coquetamente sin llegar a coquetear: imagina que en una cita, tu interlocutor te mira fijamente a los ojos durante demasiado tiempo, no porque tenga un interés romántico o sexual en ti, sino porque está despistado y se queda mirando a los demás sin responderles". No lo hace porque esté intentando provocar una reacción por tu parte, sino porque es así, y aun así el interlocutor se quedaría pensando que, efectivamente, tiene un interés erótico o sensual en él.
El valor de no cruzar la línea roja
Yoon habla de un "coqueteo inofensivo" para referirse a esa no-técnica de ligar que eleva la tensión sexual sin pretensiones, sin buscar nada de antemano. Esto se da cuando dos personas hablan con actitud seductora, sabiendo de que ninguna de las partes está realmente interesada en ir más allá. "El coqueteo regular y serio implica esforzarse en retrasar la gratificación, construyendo y relajando la tensión hasta ese momento crítico", en el que por fin surge el beso. "El coqueteo inofensivo, en cambio, es un esfuerzo asintótico, demorando continuamente la gratificación", asegura. "Y nunca acaba en el romance o el sexo. No puedes besar ni desarrollar sentimientos. Eso sería cruzar la línea roja".
"Al actuar de manera lúdica, aunque nunca eleve la tensión sexual hasta el final, consigo que me tomen como un serio candidato romántico o sexual"
Al igual que muchos estrategas ven el desarrollo de armas nucleares como un camino para asegurar una paz mundial duradera, solo como un elemento disuasorio frente al desastre global que supondría utilizarlas, el ligón supremo es aquel que tiene a su disposición un sinfín de herramientas por las que gusta a los demás, pero nunca busca su máxima realización. "Al actuar de manera lúdica, aunque nunca eleve la tensión sexual hasta el final, consigo que me tomen como un serio candidato romántico o sexual", asegura Yoon.
Afortunadamente, Arkhipov tuvo la suficiente sangre fría como para sobreponerse a la situación angustiante del submarino y no lanzar el misil. Un temple divino como para no pasar a la historia, siendo el directo responsable de un conflicto internacional de gran envergadura, que hubiera hecho sonar las trompetas del apocalipsis. Y, en cierta medida, ambas naciones comprendieron que necesitaban a su enemigo para poder existir y ser más fuertes, la mejor garantía de conquista era no llegar nunca a derrotarles. Y, aplicándolo al mundo de las relaciones, podríamos decir que en el terreno erótico parece que cuanto más lo buscas, menos lo encuentras. Lo peor, en todo caso, es caer en la desesperación y pensar que hay algo mal en ti; en lugar de ello, apunta con el misil, pero nunca dispares. En cualquier momento, vendrán a por ti.