- Los analistas creen que explica la discrepancia entre los datos de PIB y empleo en EEUU
- La tecnología puede reforzar a los empresarios en su pulso con los trabajadores
Tras varios años de intenso 'sobrecalentamiento', con un récord de vacantes sin cubrir y una tasa de renuncias de trabajadores disparada, el mercado laboral estadounidense ha entrado en un estado de aparente 'glaciación', en el que las empresas parecen haber renunciado a buscar mano de obra. Un escenario que está empezando a traducirse en incrementos de la tasa de paro, pero no porque haya despidos, que también se mantienen en mínimos, sino porque caen las contrataciones. Aún así, nada de esto está lastrando el crecimiento del PIB, una paradoja en la que algunos analistas ven un indicio de que las empresas que hace apenas año y medio sufrían los estragos de la 'Gran Dimisión' están utilizando la inteligencia artificial y otras tecnologías para "exprimir" la productividad de los trabajadores de los que disponen.
Una de las pocas preguntas que un chatbot no se atreve a responder es cuándo, exactamente, empezarán la economía y el empleo a notar los efectos tangibles de la inteligencia artificial. Esta duda ha enfriado el entusiasmo de muchos inversores que no dudan del potencial de estas tecnologías, pero ven que aún queda recorrido para que se materialice.
La pregunta es simple y a la vez enormemente compleja: ¿cómo medir el peso económico real de una tecnología cuyo potencial es tan difuso? Aunque la inteligencia artificial es utilizada desde mucho antes de la pandemia en la automatización de procesos en muchas empresas, desde la organización del trabajo a los procesos de recursos humanos, el interés se ha disparado por la llegada de una nueva generación de algoritmos que ha dado lugar la denominada inteligencia artificial generativa (IAG). Una variante que, además, es mucho más fácil de utilizar por cualquiera y de aprovecharse en una lista de tareas que parece inabarcable.
El éxito de estas herramientas es parte del problema. La IAG no es un producto final en sí mismo, como fueron las suites ofimáticas en los años noventa del pasado siglo o los robots industriales o los smartphones, sino que se integra en otros ya existentes (como editores de texto o e imagen o buscadores de Internet). Esto explica que las empresas que mayor tajada sacan ahora de su implantación no son los desarrolladores, sino los fabricantes de hardware necesario para que los equipos informáticos tengan capacidad para trabajar con ella.
Pero los analistas empiezan a sospechar que los avances tecnológicos pueden estar detrás de uno de los misterios económicos de estos últimos meses: la contradictoria evolución de la economía y el empleo en Estados Unidos.
Jaque a la Ley de Okun
Parece incomprensible que los datos del mercado laboral estadounidense, cuya tasa de paro ha subido varias décimas en el último año, no se hayan trasladado al PIB, que ha crecido tres puntos en el mismo periodo y aleja el fantasma de una recesión. Se diría que la macroeconomía está beneficiándose de las rebajas de tipos de la Fed bastante más que la economía real y el empleo. Un comportamiento que contradice además la correlación entre PIB y paro definida en la conocida 'Ley de Okun.'
En el mar de especulaciones sobre las causas de este desajuste, muchos apuntan a errores en las mediciones de una o las dos métricas. Sin embargo, un reciente análisis sobre esta discrepancia, Neil Irwin y Courtenay Brown, de Axios, aventuran que la desconexión puede reflejar que "las empresas ya utilizan la IA u otras tecnologías para exprimir un mayor rendimiento económico de los trabajadores existentes".
Es decir, una mejora de la productividad vía tecnología que, si bien no se basa en la sustitución de trabajadores, es decir, la destrucción de empleo, sí los hace más 'eficientes'. Una máquina no sustituye a un humano, pero puede servir para que un humano cubra dos o incluso más puestos. Esto explicaría que aunque la actividad económica se mantenga al alza, lo que supone una demanda elevada, la empresas puedan permitirse reducir sus vacantes y con ello las contrataciones. En consecuencia, los trabajadores se lo piensan dos veces antes de renunciar a su empleo.
Dicho de otra forma: que tecnologías como la robotización y la IA no puedan, hoy por hoy, sustituir masivamente a los humanos, no debe hacernos olvidar que ya permiten automatizar bastantes tareas menores. Y aunque esto no se traduzca en despidos, estaría marcando la diferencia entre contratar o no. O subir salarios.
En un momento en el que las empresas y trabajadores aún mantienen un pulso por las demandas salariales, la tecnología es un elemento que puede decantar la balanza hacia la empresa. Lo acabamos ver con la reciente huelga de los estibadores. Aunque finalmente se ha alcanzado un acuerdo temporal en los referente a los salarios, la presión de los trabajadores portuarios para reducir el peso de la automatización en los empleos sigue siendo un importante punto de fricción.