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(Facebook - Asgardia - James Vaughan)
Bebés flotantes, radiación cósmica y partos en condiciones de gravedad cero. Un experto explica lo que realmente podría suponer dar a luz en el espacio
Amedida que se aceleran los planes para las misiones a Marte, también surgen interrogantes sobre cómo podría hacer frente a este viaje el cuerpo humano. Un viaje de ida y vuelta al planeta rojo proporcionaría tiempo más que suficiente para que alguien se quedase embarazada e incluso diese a luz. Pero ¿podría concebirse y llevarse a término de forma segura un embarazo en el espacio? ¿Y qué ocurriría con un bebé nacido lejos de la Tierra?
La mayoría de nosotros rara vez consideramos los riesgos que tenemos que sobrevivir antes del nacimiento. Por ejemplo, aproximadamente dos tercios de los embriones humanos no viven lo suficiente como para nacer, produciéndose la mayoría de las pérdidas en las primeras semanas tras la fecundación; a menudo antes de que una persona sepa siquiera que está embarazada. Estas pérdidas tempranas e inadvertidas suelen producirse cuando un embrión no logra desarrollarse adecuadamente o implantarse con éxito en la pared del útero.
El embarazo puede entenderse como una cadena de hitos biológicos. Cada uno debe producirse en el orden correcto y cada uno tiene una determinada probabilidad de éxito. En la Tierra, estas probabilidades pueden estimarse mediante investigación clínica y modelos biológicos. Mi investigación más reciente explora cómo estas mismas etapas podrían verse afectadas por las condiciones extremas del espacio interplanetario.
La microgravedad, la sensación de ingravidez casi total experimentada durante los vuelos espaciales, haría que la concepción fuese más incómoda físicamente, pero probablemente no interferiría mucho en mantener el embarazo una vez que el embrión se hubiese implantado.
Sin embargo, dar a luz y cuidar de un recién nacido sería mucho más difícil en gravedad cero. Después de todo, en el espacio, nada permanece quieto. Los fluidos flotan. Las personas también. Eso hace que el parto y el cuidado de un bebé sea un proceso mucho más desordenado y complicado que en la Tierra, donde la gravedad ayuda con todo, desde el posicionamiento hasta la alimentación.
Al mismo tiempo, el feto en desarrollo ya crece en algo parecido a la microgravedad. Flota en líquido amniótico con flotabilidad neutra dentro del útero, amortiguado y suspendido. De hecho, los astronautas se entrenan para los paseos espaciales en tanques de agua diseñados para imitar la ingravidez. En ese sentido, el útero ya es un simulador de microgravedad.
Pero la gravedad es solo parte del panorama.
Radiación
Fuera de las capas protectoras de la Tierra, existe una amenaza más peligrosa: los rayos cósmicos. Estos son partículas de alta energía —núcleos atómicos "despojados" o "desnudos"— que atraviesan el espacio a casi la velocidad de la luz. Son átomos que han perdido todos sus electrones, dejando solo el núcleo denso de protones y neutrones. Cuando estos núcleos desnudos colisionan con el cuerpo humano, pueden causar daños celulares graves.
Aquí en la Tierra, estamos protegidos de la mayor parte de la radiación cósmica por la densa atmósfera del planeta y, dependiendo de la hora del día, por decenas de miles a millones de millas de cobertura del campo magnético terrestre. En el espacio, esa protección desaparece.
Cuando un rayo cósmico atraviesa el cuerpo humano, puede golpear un átomo, despojar sus electrones y estrellarse contra su núcleo, expulsando protones y neutrones y dejando atrás un elemento o isótopo diferente. Esto puede causar daños extremadamente localizados, lo que significa que células individuales, o partes de células, se destruyen mientras el resto del cuerpo podría permanecer inalterado. A veces el rayo pasa directamente sin golpear nada. Pero si golpea el ADN, puede causar mutaciones que aumentan el riesgo de cáncer.
Incluso cuando las células sobreviven, la radiación puede desencadenar respuestas inflamatorias. Eso significa que el sistema inmunitario reacciona de forma exagerada, liberando sustancias químicas que pueden dañar el tejido sano y alterar la función de los órganos.
En las primeras semanas del embarazo, las células embrionarias se dividen, mueven y forman rápidamente tejidos y estructuras tempranas. Para que el desarrollo continúe, el embrión debe mantenerse viable durante todo este delicado proceso. El primer mes después de la fecundación es el momento más vulnerable.
Un solo impacto de un rayo cósmico de alta energía en esta etapa podría ser letal para el embrión. Sin embargo, el embrión es muy pequeño, y los rayos cósmicos, aunque peligrosos, son relativamente raros. Por tanto, un impacto directo es improbable. Si ocurriese, probablemente resultaría en un aborto espontáneo inadvertido.
Riesgos del embarazo
A medida que progresa el embarazo, los riesgos cambian. Una vez que la circulación placentaria —el sistema de flujo sanguíneo que conecta madre y feto— está completamente formada al final del primer trimestre, el feto y el útero crecen rápidamente.
Ese crecimiento presenta un objetivo más grande. Un rayo cósmico tiene ahora más probabilidades de golpear el músculo uterino, lo que podría desencadenar contracciones y potencialmente causar un parto prematuro. Y aunque los cuidados intensivos neonatales han mejorado drásticamente, cuanto antes nazca un bebé, mayor es el riesgo de complicaciones, particularmente en el espacio.
En la Tierra, el embarazo y el parto ya conllevan riesgos. En el espacio, esos riesgos se magnifican, pero no son necesariamente prohibitivos.
Pero el desarrollo no se detiene en el nacimiento. Un bebé nacido en el espacio continuaría creciendo en microgravedad, lo que podría interferir con los reflejos posturales y la coordinación. Estos son los instintos que ayudan a un bebé a aprender a levantar la cabeza, sentarse, gatear y finalmente caminar: todos movimientos que dependen de la gravedad. Sin esa sensación de arriba y abajo, estas habilidades podrían desarrollarse de maneras muy diferentes.
Y el riesgo de radiación no desaparece. El cerebro de un bebé continúa creciendo después del nacimiento, y la exposición prolongada a los rayos cósmicos podría causar daños permanentes, afectando potencialmente la cognición, la memoria, el comportamiento y la salud a largo plazo.
Entonces, ¿podría nacer un bebé en el espacio?
En teoría, sí. Pero hasta que podamos proteger a los embriones de la radiación, prevenir el parto prematuro y asegurar que los bebés puedan crecer de forma segura en microgravedad, el embarazo espacial sigue siendo un experimento de alto riesgo, uno para el que aún no estamos preparados para intentar.