- China ha avanzado mucho en el terreno de las nuevas industrias
- Gracias a los masivos estímulos promovidos por las autoridades
- Pero estos sectores no crean valor añadido y el tiempo se agota
Hasta hace unos años, cuando se hablaba de China como la 'fábrica del mundo', la mayoría de la gente pensaba en productos como sencillos juguetes con la pegatina 'Made in china' en su reverso. Ahora, cuando se emplea esa expresión, ya no se piensa solo en perecederos productos de plástico o ropa muy barata, también en imponentes vehículos eléctricos con tecnología puntera o en modernos y asequibles dispositivos electrónicos cuando no en aparatos robóticos. Lo que ha habido en medio es un ingente esfuerzo por parte de Pekín en potenciar las industrias más innovadoras, buscando por una parte una menor dependencia de Occidente (China ya no es el comprador por antonomasia de Alemania) y por otra dominar en el reparto de la tarta del comercio mundial. Aunque el avance en la materia es incuestionable, como reflejan las nuevas dinámicas mundiales en materia comercial, algo no termina de ir bien en la factoría china. Pese al empeño mostrado (en forma de masivas inversiones), esta determinación no se está traduciendo en una creación de valor económico y el tiempo se acaba: es una realidad que Pekín no podrá sostener en el tiempo este esfuerzo mucho más tiempo.
A primera vista, la política industrial de China parece ser exitosa. Gracias a las políticas industriales de Pekín, en particular al plan 'Made in China 2025' lanzado en 2015, se han dedicado grandes cantidades de recursos a promover la innovación nacional y la autosuficiencia tecnológica con el fin de reducir la dependencia de China respecto a Occidente. El plan abarca diez industrias clave, entre las que se incluyen las tecnologías de la información (TI), la robótica, las nuevas energías y la biotecnología.
Con este fin, China ha aumentado considerablemente su gasto en investigación y desarrollo (I+D). Si bien en 2015 este gasto representaba el 2% del producto interior bruto (PIB), en 2023 ya había aumentado hasta el 2,6%, acercándose a la media de la OCDE, que es del 2,7%, según los datos recogidos en un informe publicado por Commerzbank en julio. China ya gastaba más en I+D que la UE (2,1%), pero aún menos que Estados Unidos (3,5%). En términos absolutos, ajustado al poder adquisitivo, el gasto en I+D de China ya representaba el 95% del de EEUU. Por el contrario, la UE solo alcanzaba el 61% del nivel estadounidense.
Otro dato revelador reside en el número de patentes registradas en todo el mundo, con China ya por delante de EEUU con una cuota del 27% en 2022. Además, China ha recuperado terreno de forma especialmente notable en las patentes relacionadas con las tecnologías de la información y la comunicación y la biotecnología.
Según un estudio del Instituto Australiano de Política Estratégica (ASPI), China es líder en 37 de las 44 tecnologías evaluadas, y a menudo publica más de cinco veces más investigaciones de gran impacto que sus competidores más cercanos en áreas como la fabricación y los materiales avanzados, la inteligencia artificial (IA) y la informática, la energía y el medio ambiente, la informática cuántica, la biotecnología, la defensa, el espacio y la robótica (enlace a la clasificación). Otro estudio realizado por la Fundación para la Tecnología de la Información y la Innovación (ITIF) muestra que China es líder mundial en vehículos eléctricos y se encuentra cerca de los líderes mundiales en IA, robótica y computación cuántica.
¿Qué está fallando entonces? "Dadas las enormes inversiones de China en nuevas industrias, en teoría, estas industrias deberían superar al resto de la economía china. Sin embargo, esto no es así. La participación de estas industrias en el valor añadido total no ha aumentado significativamente, a pesar de que su participación en la inversión de capital ha aumentado considerablemente", explica Tommy Wu, economista sénior de Commerzbank, en el referido informe del banco alemán.
Como desarrolla Wu, el valor añadido, definido como la diferencia entre las ventas de una empresa (precios de venta multiplicados por volúmenes) y el valor de los insumos intermedios, es probable que sea el más afectado por la caída de los precios de venta debido al exceso de capacidad y la ruinosa competencia resultante. En los últimos tiempos han proliferado estos conceptos en las páginas de la prensa financiera.
El exceso de producción (sobrecapacidad) de una industria china inflada de estímulos oficiales ha sido abordado tanto por los recelos de Occidente (una China inundando regiones como Europa de bienes a precio de derribo y ahogando a los productores locales) como por las dinámicas internas en China (en medio de la perenne amenaza deflacionaria, feroces guerras de precios como se ha visto en los coches eléctricos, con la firma de referencia BYD anunciando escandalosos descuentos).
El hecho de que se haya producido este exceso de capacidad tiene mucho que ver con el papel de los gobiernos locales, subrayan desde Commerzbank. "Dado que China es un país muy extenso y cada provincia tiene recursos y culturas diferentes, el gobierno central de Pekín suele delegar la aplicación de la política económica a los gobiernos locales. Los gobiernos locales tienen que alcanzar sus propios objetivos de crecimiento del PIB, así como los objetivos de innovación, entre otros objetivos políticos asignados por Pekín. Para avanzar en sus carreras, los funcionarios locales deben cumplir en gran medida los objetivos. Por eso promueven las empresas de las nuevas industrias", desgrana Wu.
Un caso bastante clarificador. Si, por ejemplo, todos los gobiernos locales se esfuerzan por tener su propio fabricante de vehículos eléctricos, esto conducirá a una inversión excesiva y a un exceso de capacidad. La cuestión es que esto no solo ocurre en la industria de los vehículos eléctricos, sino que es bastante generalizado en toda la economía.
Además, los gobiernos locales también deben garantizar unos ingresos fiscales suficientes. Dado que el impuesto sobre el valor añadido (IVA) y el impuesto de sociedades representan más del 60% de los ingresos fiscales generales, no pueden permitirse perder a los grandes contribuyentes, por lo que siguen promoviéndolos incluso si las perspectivas de obtener beneficios decentes son escasas, agrega Wu.
Por supuesto, esta situación no va a cambiar drásticamente de la noche a la mañana. El informe de Commerzbank ve probable que China continúe con su política industrial a medio plazo (cinco años). "Esto se debe a que los dirigentes consideran que la innovación nacional y la autosuficiencia tecnológica son la máxima prioridad. En comparación con esto, la eficiencia económica es secundaria. China está dispuesta a pagar un precio por la innovación en forma de exceso de capacidad, distorsiones del mercado y competencia de precios ruinosa, especialmente porque al Gobierno le resulta difícil controlar la producción y los precios de las empresas privadas y gestionar de cerca a los gobiernos locales", resuelve Wu.
Sin embargo, a largo plazo, los problemas van en aumento. "Más allá de los próximos cinco años, a China le resultará cada vez más difícil mantener su actual política industrial", sentencia el analista del banco alemán. Por un lado, destaca, el coste de la innovación se encarece para lograr nuevos avances tecnológicos, especialmente porque no hay recursos ilimitados disponibles para subvencionar las nuevas industrias. Por otro, concluye, la deuda pública ya ha aumentado significativamente (más del 120% del PIB en 2024 según la medida empleada por Commerzbank) y es probable que siga aumentando debido a la disminución de la población activa.