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Imagen del libro 'Fashion First' sobre Diane Keaton.
(Rizzoli)
Le tenía miedo a la muerte y Woody Allen le dijo que la muerte era una colonoscopia, que lo difícil es la vida, que es el preoperatorio. Se va la Katharine Hepburn de nuestro tiempo
Diane Keaton se ha ido, pero siempre seguirá recorriendo las calles de Manhattan ataviada con un sombrero y una mirada limpia de todo mal. La actriz nos deja a los 79 años en circunstancias que no han sido aclaradas por la familia. Se va la Katharine Hepburn de nuestro tiempo, fuerte, independiente y tapada con tanta ropa que parecía que quería ocultar su belleza poco convencional, como dijo Woody Allen.
Keaton se forjó en el teatro, pero empezó a ser conocida en el mundo del cine por interpretar a otra Katherine. Kay Adams, la mujer de Michael Corleone (Al Pacino) en ‘El Padrino’. Diane Keaton siempre fue una mujer natural, y en ella encontramos a esas personas que son atractivas porque son auténticas y a la vez sencillas. Algo nada fácil de encontrar.
En una comida del casting de ‘El Padrino’, Pacino cuenta que Marlon Brando presidía la mesa como si del auténtico Vito Corleone se tratara. Se presentó a la joven actriz: “Señorita Keaton, soy Marlon Brando”. Y ella respondió con un lacónico: “Ajam”.
Porque a Keaton no le impresionaban las estrellas de Hollywood, y quizá por eso muchas de ellas la perseguían. Con Pacino mantuvo una relación intermitente y un cariño que permaneció hasta el fin de los días. Cuando el actor tenía una entrevista de trabajo, la pareja discutió y al salir de la casa, Diane Keaton se asomó al balcón para gritarle: “¡Sobre todo no digas que eres un artista!”.
Y la vida siguió y se enamoró de Woody Allen, ese loco ingenioso que le dio el papel coprotagonista de Annie Hall. Una película por la que ganó un Oscar en 1978. Su discurso apenas duró un minuto.
Woody Allen fue una de las personas que mejor conoció a Keaton. En el premio honorífico del American Film Institute la ensalzó de la siguiente forma:
“Hemos recorrido un largo camino... No sé como describírosla. Su belleza no es convencional, por convencional me refiero a agradable a la vista. Viste para ocultar su sexualidad y siempre ha vestido así. Ha hecho un gran trabajo porque nunca ha emergido. Pero es una chica preciosa y nunca ha sucumbido a arreglos de cara, siempre ha preferido parecer vieja. A lo largo de los años hemos sido muy amigos, hemos paseado, debatido de todo en general, la vida, la muerte... Tiene miedo a la muerte y le digo que no tema. Es como una colonoscopia. Te ponen una inyección y todo es un sueño agradable. Lo malo es que la vida es como el preoperatorio. Es una escritora maravillosa y no sabía que me amaba tanto como dice en sus libros. Tampoco sabía que era bulímica. Cuando éramos pareja cenábamos, me decía que me quería y luego se iba a vomitar. Y yo la llevaba a restaurantes de lujo, de 400 dólares la cena, para que luego vomitase. Si lo llego a saber le hubiera llevado a un Pizza Hutt y habría ahorrado una fortuna”.
La filmografía de Allen no se entiende sin su musa de pantalones anchos caminando Nueva York como en ‘Annie Hall’, ‘Sueños de un seductor’ o ‘Manhattan’. Junto a su amiga Meryl Streep conformaron el nuevo canon de belleza femenina de los 70, mujeres sofisticadas que no necesitaban que el típico héroe clásico les salvase de un apuro.
Diane Keaton también salió con uno de los seductores natos de Hollywood, Warren Beatty. Siempre tuvo buenas relaciones con sus exparejas, por muy disparatados que fueran. En aquellos tiempos se interesó por ella Jack Nicholson, que respetó a su amigo Beatty y mantuvo una sincera amistad con la actriz.
Con el paso de los años Keaton supo envejecer con dignidad, y reivindicó el amor adulto, el de los sesentones, ese en el que las arrugas importan menos que el espíritu. Una de las actuaciones que más valoro de Keaton es su papel en 'Cuando menos te lo esperas' (2003), la comedia romántica que coprotagonizó con Nicholson y que le permitió ganar un globo de oro.
“¡Si sumas la edad de los protagonistas hacemos 125 años!”, exclamó desde el escenario mientras Nicholson se llevaba las manos a la frente. Una película en la que Diane Keaton inundaba la pantalla y conseguía que te enamorases de una personalidad, esa que tanto llevó a gala como actriz, escritora y directora.
No sé si la muerte será una colonoscopia, y tampoco calificaría de preoperatorio la parte en la que nos toca vivir, pero Manhattan sin duda perderá mucho sin sus huellas. Los ecos de aquellos zapatos que hablaron a una generación seguirán resonando, como aquella cita en un lugar sencillo donde entendiste que una conversación te puede elevar a lo alto del Empire State. Y que en los lugares más ocultos están las cosas bellas, como bajo un sombrero o tras unos pantalones anchos.
Don’t look at the moon tonight
You’ll never be never be never be Manhattan
Cat Stevens