miércoles, 15 de octubre de 2025

El Foro de Davos se enfrenta su mayor crisis tras la salida de su fundador

 


  • El Foro Económico Mundial sufre el escándalo protagonizado por Klaus Schwab y su esposa Hilde


No se puede afirmar que hayan incurrido en conductas delictivas, aunque sí se han detectado irregularidades administrativas y una gestión marcadamente personalista. Un informe confidencial de 37 páginas presentado en agosto ante la junta directiva del Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés) ha sacudido los cimientos de una de las instituciones más influyentes del planeta. El documento, elaborado por el despacho suizo Homburger tras una exhaustiva investigación interna, concluye que Klaus Schwab, fundador del Foro, y su esposa, Hilde, no incurrieron en conductas delictivas, aunque sí detectó irregularidades administrativas y una gestión marcadamente personalista.

El informe es el resultado de una revisión minuciosa: más de 100.000 correos electrónicos, 65.000 documentos y 59 entrevistas con empleados actuales y antiguos. El objetivo era esclarecer si Schwab, de 87 años, había convertido al Foro en una suerte de feudo familiar y en una fuente de beneficios personales.

Los hallazgos concluyen que no existió delito. Sin embargo, el reporte sí apunta a gastos sin justificación empresarial precisa, fronteras difusas entre lo personal y lo institucional, y un estilo de liderazgo autocrático. Para Schwab, el resultado fue una reivindicación; para otros miembros de la junta, una confirmación de los problemas estructurales que aquejan a la organización.

Durante la reunión del consejo, que contó con figuras como Christine Lagarde (presidenta del Banco Central Europeo) y Larry Fink (director ejecutivo de BlackRock), Schwab exigió una compensación económica y una declaración pública que lo exonerara de las acusaciones. La respuesta llegó en forma de comunicado del 15 de agosto, donde el Foro reconoció "pequeñas irregularidades derivadas de la confusión entre aportes personales y operaciones institucionales", pero insistió en que no hubo mala fe ni intención de lucro.

Fink y André Hoffmann, vicepresidente de Roche, fueron nombrados copresidentes interinos, mientras que Schwab no ha recibido el título de presidente honorario. "El próximo capítulo del Foro", indica el comunicado, "se guiará por la misión original de Klaus Schwab: unir gobiernos, empresas y sociedad civil para mejorar el estado del mundo".

Durante más de medio siglo, esa misión definió la agenda global. Desde su primera edición en 1971, la reunión anual de Davos se convirtió en un escenario donde líderes políticos, empresarios y pensadores debatían sobre los retos de la globalización. El Foro sirvió en ocasiones como mediador diplomático, impulsor de compromisos económicos y catalizador de iniciativas filantrópicas. Pero el contexto actual es radicalmente distinto.

El auge del proteccionismo, la desconfianza hacia las élites y la fragmentación del orden internacional han mermado el poder de convocatoria del WEF. A nivel interno, la organización enfrenta tensiones derivadas del liderazgo de su fundador, quien durante décadas concentró las decisiones estratégicas y financieras. La salida de Schwab marca no solo el fin de una era, sino también el comienzo de una crisis identitaria.

Las acusaciones contra él se intensificaron en abril, cuando un informante anónimo denunció presunto uso indebido de recursos del Foro para gastos personales y viajes familiares. También se lo acusó de intentar influir en el influyente Global Competitiveness Report y de querer beneficiarse con regalías de sus libros financiados por la institución.

El informe de Homburger, sin embargo, descartó la mayoría de las acusaciones. De 45.000 partidas de gasto revisadas, apenas se detectaron 5.000 francos suizos indebidamente imputados, los cuales fueron catalogados como errores no ocultos. Tampoco se hallaron evidencias de corrupción, acoso o manipulación de informes. Las polémicas iniciativas, como el proyecto del "Metaverso Global" o la adquisición de la villa Mundi en Ginebra, contaron con la aprobación del consejo directivo.

Aun así, el documento revela un patrón preocupante: una gobernanza concentrada en la figura de Schwab, con escasos mecanismos de control interno. Algunos consejeros afirman en FT que el fundador "dirigía el Foro como una empresa familiar", donde pocos se atrevían a cuestionar sus decisiones. La investigación también mencionó un intento no informado de trasladar la sede del WEF a Dubái, idea que fue finalmente descartada.

Tras la publicación del informe, Schwab y el Foro alcanzaron un acuerdo que incluye una compensación económica, una pensión vitalicia y una declaración formal que lo exoneraba. Sin embargo, la falta de transparencia en torno al documento desató acusaciones de encubrimiento. El propio Peter Brabeck-Letmathe, presidente interino y exdirector de Nestlé, dimitió poco después, denunciando un "ambiente laboral tóxico".

Dentro del Foro, las heridas siguen abiertas. Algunos empleados lamentan que la controversia haya empañado el legado de Schwab, quien fundó la institución en 1971 y la convirtió en un actor central del diálogo global. Otros, en cambio, consideran que su salida era inevitable. "Klaus fue un visionario, pero el Foro necesita modernizarse para sobrevivir", afirma un alto funcionario de Ginebra.

El reto ahora es monumental. A tres meses del próximo encuentro de Davos, previsto para enero de 2026, el WEF busca recuperar su prestigio y relevancia bajo el lema "Un espíritu de diálogo". La organización intenta asegurar la participación de líderes mundiales y figuras influyentes, conscientes de que un fracaso podría poner en riesgo la continuidad de muchos de sus patrocinadores.

"La próxima reunión será decisiva", advierte James Breiding, autor del libro Swiss Made. "El Foro enfrenta la mayor amenaza desde su fundación: la pérdida de confianza en las élites y el fin del consenso global que lo hizo posible".

Mientras el mundo multipolar redefine sus espacios de poder —de Riad a Pekín, pasando por Aspen—, el Foro Económico Mundial lucha por no convertirse en una reliquia de la globalización. Lo que está en juego no es solo la reputación de su fundador, sino la supervivencia misma de la institución que alguna vez simbolizó la esperanza del diálogo internacional.