Contestar con un "ok" o un "vale" no es cuestión de educación, sino que responde al llamado dry texting, una tendencia que nos hace ser más bordes en redes.
Todo lo que pase con una pantalla mediante, puede dar lugar a equivocación y más cuando se trata de una conversación entre dos o más personas, en la que se echan en falta algunos factores:el tono de la voz de los interlocutores, su expresión corporal, sus silencios etc. que pueden dar buena pista sobre cuáles son sus intenciones y sentimientos.
Con la introducción de las redes sociales, las personas han dejado de relacionarse igual que antaño, cuando todo debía decirse a la cara (y, en ocasiones, por carta escrita de puño y letra) y nunca a través de una burbuja de mensajes, chats o a través decorreos electrónicos.
Todo ha cambiado demasiado y no es cuestión de nostalgia o de falta de medios para entender lo que pasa entre las personas cuando hablan por una app (¿llegará a inventarse la grafología online?), es una realidad a la que debemos enfrentarnos, sin negar que ha nacido una nueva manera de interactuar con los demás que en ocasiones es rápida y sencilla, pero en otras, no tanto.
Porque todos nos hemos encontrado alguna vez ante una respuesta mucho más breve de lo esperado, como un "vale" o un "ok" después de un temible párrafo de reproches y también hemos utilizado monosílabos a la hora de contestar a alguien para expresar que no estamos de acuerdo con algo sin más miramientos o bien para salir del paso en una situación incómoda.
Eso se llama dry texting, un neologismo traducido de manera literal como mensajes secos y que define una forma pasivo-agresiva de responder de manera tajante, soberbia y, en cierto modo, para dejar a la otra persona con la palabra en la boca cuando no tenemos que aportar nada más o no queremos hacerlo.
Esto, además, se hace golpe de emoticonos y frases cortas, con una contestación rápida y en muchas ocasiones malinterpretada por su receptor, que puede creer que quien le escribe se ha enfadado o no tiene nada que añadir a lo que le ha enviado. En definitiva, que no quiere seguir hablando con él.
Un 'jaja' sin reírse y un 'ok' sin emoticonos
Reconozcámoslo: a todos nos duele que no nos sigan la corriente y que quien se encuentre al otro lado de la pantalla termine la conversación pareciendo un borde, lo que genera una situación violenta que, a todas luces, no tendría lugar si la comunicación se diera en persona.
En realidad, en este el dry texting solo demuestra una falta de educación emocional inmensa, ya que los hay que se aprovechan una de las principales características de las redes sociales, que es su frialdad y desapego, para hacer un feo a quien les está prestando atención en ese momento.
Cierto es que hay quien combina diferentes modalidades de respuesta seca para que parezca que no lo es, como puede ser un "jaja" con una cara sonriente después o un "ok" con un pulgar hacia arriba... Y piensan que, con eso, es suficiente para contentar a la otra persona, pero no es así.
Eso solo puede romper el vínculo previamente creado entre los interlocutores así como generar desconfianza por la otra parte, según apuntan los expertos en la inteligencia emocional, que han focalizado este fenómeno entre los adolescentes, quienes más utilizan este tipo de plataformas para estar en contacto con los demás.
Desapego emocional
Frente a las llamadas telefónicas, que no son prioridad para los adolescentes, esta vía de comunicación se presupone más simple y directa, pero también, cobarde, ya que evidencia una falta de interés en hablar con claridad a quienes les rodean o se interesan por ellos y eso es un problema más grande de lo que parece.
Así lo han señalado expertos en inteligencia emocional, que consideran que los smartphones y las redes sociales ofrecen una vía fácil a estas personas para desentenderse de sus responsabilidades emocionales con los demás. Algo que, por cierto, también va muy ligado al ghosting, ya que las respuestas tajantes suelen anticipar una espantada sin contemplaciones.
De esa manera, la barrera de la comunicación, en la que falta una entonación o una expresión facial se suma a la física, al hablar a través de una pantalla y no cara a cara. Esto dificulta la resolución de conflictos y de desarrollar una relación más estrecha y, en definitiva, más real con otras personas.
La firma del tecnoempresario tiene múltiples contratos con Defensa
El montante conjunto es desconocido, pero supera los 11.000 millones
Hasta tres programas de satélites espía interconectados utilizan a SpaceX
Aunque Donald Trump y Elon Musk se divorciaron políticamente hace un par de meses, el presidente de EEUU sigue necesitando los extensos recursos del empresario. Toda la arquitectura de defensa espacial, incluida su Cúpula Dorada, descansa en la tecnología de SpaceX, la firma de cohetes y satélites de Musk. Al menos tres programas de espionaje y comunicaciones militares por satélite dependen directamente de los aparatos e ingenieros del tecnoempresario. Las cifras completas son una incógnita, pero los diferentes proyectos arrojan una estimación inicial de ingresos para SpaceX superior a los 11.000 millones de dólares en los últimos cuatro años.
A pesar de la polémica entre sudafricano y neoyorquino, Trump sigue necesitando de Musk para acometer sus aventuras espaciales. El empresario, por su parte, se beneficia enormemente de una Administración que no tiene miramientos en engordar el presupuesto de Defensa a costa del resto de partidas públicas.
¿Enemigos? Hasta cierto punto
SpaceX es el principal contratista del Gobierno de Estados Unidos a la hora de proveer tecnología para explorar el cosmos. En abril, justo cuando Trump puso el mundo patas arriba con sus aranceles mundiales y la relación entre el presidente y el magnate comenzó a resquebrajarse, la firma de Musk se hizo con un contrato para responsabilizarse de los lanzamientos de la Fuerza Espacial de EEUU.
Valorado en 6.000 millones de dólares, SpaceX pondría a disposición de la división sideral del ejército norteamericano los cohetes Falcon Heavy y el módulo Starship para colocar en órbita satélites y otros activos militares. Aunque el contrato del Gobierno contemplaba utilizar otras firmas como Blue Origin o United Launch Services, el dominio de SpaceX es indiscutible, con el 60% de las misiones adjudicadas a la empresa de Musk.
A este primer contrato se le añadirán dos más, según ha revelado el medio norteamericano Breaking Defense:
Proyecto Cobertura de Transporte: una red de satélites especializada en transmisiones militares entre sensores y sistemas de ataque. Por ejemplo; fuerzas avanzadas que envíen datos para que se disparen misiles con más precisión.
Programa MILNET: una constelación de satélites de comunicaciones de órbita baja como la red Starlink. Se desconoce el propósito o más detalles de este programa.
Según los medios estadounidenses, el secretismo que rodea a MILNET se debe al supervisor del programa: la Oficina Nacional de Reconocimiento (NRO, por sus siglas en inglés). La NRO es el servicio de espionaje que gestiona la red de satélites militares de EEUU. Según The Wall Street Journal, SpaceX firmó un contrato clasificado en 2021 por valor de 1.800 millones de dólares, que tendría conexión directa con el NRO.
Tanto el proyecto MILNET como el contrato del NRO se basan en utilizar la red de satélites militares Starshield (hermana de Starlink) para operaciones de inteligencia, vigilancia y reconocimiento. La vinculación entre el proyecto Cobertura de Transporte, el programa MILNET y la propia NRO (u otras agencias de inteligencia, como la CIA) es incierto.
Darpa se rinde y la NASA espera
El impacto que el sector privado está teniendo en los desarrollos tecnológicos ha llevado a que Darpa, la agencia que diseñó Internet hace casi 70 años, haya desechado uno de sus proyectos más ambiciosos. La división de I+D del Ejército de EEUU ha enterrado un programa quinquenal para desarrollar un motor termonuclear para naves espaciales, que agilizarían los viajes y disminuirían los costes de combustible. La razón es que los cohetes de SpaceX son mucho más baratos que la inversión científica, lo que puede suponer más ingresos para la firma en el futuro.
Los tentáculos de Musk se extienden sobre todos los programas celestiales de Washington. El proyecto más importante de la empresa es su colaboración con la NASA en el programa Artemis, cuyo objetivo es llevar de nuevo a la humanidad a la Luna. El plan pasa por utilizar los módulos Starship, sin embargo, la cascada de explosiones de las últimas semanas en diferentes pruebas auguran un considerable retraso del programa estrella de la NASA.
Aunque Musk ha criticado duramente el programa lunar, ya que su prioridad es llegar a Marte, Artemis supone una suculenta fuente de ingresos para SpaceX. El contrato de la compañía privada con la agencia espacial para desarrollar un módulo donde puedan viajar los astronautas asciende a unos 3.000 millones de dólares, según ABC News.
Nueva era espacial
SpaceX lleva siendo la referencia de la industria espacial occidental dos décadas. Después del último alunizaje estadounidense en 1972, los países se desinteresaron por la exploración espacial. Las inversiones públicas en agencias reconocidas mundialmente como la NASA o Roscosmos se recortaron, lo que apagó el desarrollo espacial.
Una mezcla de visión empresarial y pasión por el universo animó a una serie de ricos empresarios a lanzarse a una nueva carrera espacial. Esta maratón tecnológica, de carácter privado, buscaría cazar la mayor parte de los contratos públicos del Gobierno de EEUU, así como las necesidades de otras firmas privadas de poseer telecomunicaciones por satélite auspiciadas por el rápido desarrollo de Internet.
Empresas como Blue Origin o SpaceX lapidaron miles de millones de dólares, según las estimaciones, en desarrollar prototipos funcionales mediante modelos de ensayo y error, o sistemas de desarrollo iterativos. Los dueños de estas firmas, como Jeff Bezos o Elon Musk, utilizaban los beneficios provenientes de otras compañías para impulsar sus empresas aeroespaciales.
Con la nueva competición entre diferentes naciones por el firmamento, el interés de EEUU ha regresado mediante el desarrollo de programas espectaculares y muy costosos, más basados en la propaganda que en un avance real. El mejor ejemplo es la Cúpula Dorada, que puede desembocar en una militarización del cosmos. Los empresarios de la órbita de Silicon Valley han aprovechado este volumen de gasto para captar los contratos federales tanto de administraciones civiles como del siempre lucrativo Ejército de los Estados Unidos de América. Y la mejor posicionada es la firma de Musk.
Aunque la ciudad de Chongqing sea más conocida por el metro que atraviesa uno de sus rascacielos, también se puede asistir a este espectáculo tradicional de emparejamiento
Son las once de la mañana de un sábado veraniego en Chongqing y un parque cercano al Monumento a la Liberación del Pueblo (Jiefangbei, en chino), en pleno centro de la ciudad china, está a rebosar. No es una protesta, ni una clase colectiva de tai chi. Aunque la megalópolis es más conocida por su metro que atraviesa un edificio, estamos en el corazón de otra curiosidad del país asiático: el mercado de solteros.
El parque construido a varias alturas, como toda la ciudad, está albergando un ritual social semanal tan fascinante como desconcertante donde los propios interesados, padres, madres y hasta abuelas exponen a sus hijos como si fueran perfiles de una app de citas, aunque en este caso en papel.
A nuestro alrededor, centenares de personas pasean entre carteles plastificados colgados en cuerdas o directamente tirados en el suelo. La mayoría de ellos incluyen una fotografía, edad, altura, peso, nivel de estudios, sueldo, signo zodiacal y estado civil. En algunos casos incluso hay bonus track: si el interesado tiene coche, piso o expectativas de ascenso laboral.
"Soy varón, nacido en 1985, buey, mi altura es de 178 cm, peso 85 kilos, estoy divorciado, graduado universitario, con un rango salarial cercano a los 350.000 yuanes, poseo dos empresas, dos apartamentos y un Mercedes-Benz", reza uno de los carteles.
También hay simples portafolios, fotografías enmarcadas y hasta hojas manuscritas donde se describen las virtudes de jóvenes candidatos al matrimonio. Todos ellos con un código numérico o un QR con el que identificar al ofertado para ponerse en contacto con ellos.
Aunque la mayoría sean simples folios desprotegidos para tener una primera impresión, como si de Tinder se tratara, también hay familiares que sostienen las ofertas de sus hijos y los venden a los interesados. Este último es el caso de una madre que anuncia a su hijo nacido en 1998, cuyo signo es tigre, tiene un título universitario e “ingresos laborales de 5.000 yuanes”.
Varias madres intentando 'vender' a sus hijos. (F.S.B)
La amplia mayoría de ofertas que se pueden leer son de hombres jóvenes, aunque también aparecen algunas de mujeres.
Chongqing, una de las mayores megalópolis de China, hierve de contradicciones. A pocas calles del skyline futurista, este parque ofrece un viaje antropológico a la tradición, al papel de la familia y a la presión social que aún impera sobre los jóvenes solteros. Lo curioso es que muchos de ellos ni siquiera saben que sus datos circulan por este mercado.
La autoventa de los más mayores
Aunque en menor medida, también es posible encontrar a solteros que se ofertan a sí mismos cartel en mano, como es el caso del Sr. Liu, que se describe como “experto en masajes de medicina china, alegre, vital y saludable”. Este hombre de 1979 busca “una dama nacida en 1983, 1987 o 1990”. Años elegidos porque su signo zodiacal, la cabra, es compatible con los de esos años: el cerdo, el conejo y el caballo, respectivamente.
El Sr. Liu ofertándose a sí mismo. (F.S.B.)
En una escalera, se sientan señoras más talluditas que parecen ofertarse a sí mismas mientras sonríen a los turistas occidentales que pasa por allí. Con mucha efusividad, señalan el cartel que sostienen e intentan interactuar, sin mucho éxito, por la barrera idiomática.
El espectáculo es hipnótico en este parque situado entre las calles Minzu y Wusi. Todo el mercado parece estructurado como un tablón de anuncios humano, sostenido por los nervios (y la esperanza) de una generación que no está presente físicamente. A menudo, los protagonistas del deseo matrimonial ni siquiera están allí.
La película siguió las reglas de Hollywood para cambiarlas.
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Cuando se estrenó en 2005, Brokeback Mountain se popularizó de una forma excepcionalmente inusual para una película de temática queer.
Incluso quienes no eran cinéfilos supieron de la "película de vaqueros gay", como se la describía a menudo en la prensa, y la controversia subsiguiente cuando perdió el Premio de la Academia a la mejor película ante Crash, un filme policial de mala calidad que ahora aparece regularmente en las listas de las peores ganadoras del Oscar de la historia.
Brokeback Mountain, titulada "Brokeback Mountain: En terreno vedado" en España y "Secreto en la montaña" en Hispanoamérica, se llevó tres Óscar, incluyendo un prestigioso premio a mejor director para Ang Lee, y sigue siendo una referencia icónica para el público gay.
El actor Paul Mescal se quejó recientemente de que resulta "perezoso y frustrante" comparar su próxima película, The History of Sound, un romance de época en el que él y Josh O'Connor interpretan a dos amantes viajeros, con el tierno neowestern de Lee sobre los pastores de ovejas Ennis Del Mar (Heath Ledger) y Jack Twist (Jake Gyllenhaal), quienes se sienten atraídos románticamente.
Estés de acuerdo o no con Mescal, las constantes comparaciones son una señal del impacto y la popularidad duraderos de Brokeback Mountain.
Adaptada por los guionistas Larry McMurtry y Diana Ossana de un cuento de Annie Proulx de 1997, el largometraje fue una propuesta relativamente novedosa en 2004.
"El hecho de que sus dos protagonistas fueran apuestos astros de primera línea y que mostrara a sus personajes en una historia romántica juntos fue revolucionario", afirma Tim Teeman, autor de "In Bed With Gore Vidal".
Esa opinión es ampliamente compartida por el crítico de cine queer Manuel Betancourt, autor de "Hello Stranger: Musings on Modern Intimacies", quien afirma que el éxito de la película, tanto entre la crítica como entre el público, se sintió como el inicio de una "nueva era de representación gay [en la pantalla]".
En su momento, Brokeback Mountain parecía un giro inesperado del director Ang Lee, quien recientemente había dirigido la película de superhéroes Hulk en 2003, aunque sus otros créditos como director abarcaban desde una aclamada adaptación de Jane Austen ("Sentido y sensibilidad", de 1995) hasta una película de artes marciales de enorme éxito ("El tigre y el dragón", del año 2000).
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Anne Hathaway y Michelle Williams, como las esposas de Jack y Ennis, completaron el cuarteto de nuevas y brillantes estrellas que protagonizaron la película.
El reparto principal de la película estaba formado por un cuarteto de prometedoras estrellas veinteañeras: Ledger y Anne Hathaway ganarían premios Óscar por sus posteriores papeles, mientras que Gyllenhaal y Michelle Williams rara vez se alejan de la conversación en la temporada de premios.
Por qué fue pionera
"Es fácil dar por sentado cómo Brokeback Mountain, con su elenco estelar y su director de primera línea, transformó profundamente la representación LGBTQ+ en el cine convencional", argumenta Kyle Turner, autor de "The Queer Film Guide: 100 Films That Tell LGBTIA+ Stories".
Turner señala que "la ola de movimientos queer en el cine convencional de los 90" tendía a "alternar entre dramas relacionados con el sida como 'Filadelfia' (1993) e 'Y la banda siguió tocando' (1993), y comedias más ligeras como 'La jaula de pájaros' (1996) e In & Out ('¿Es o no es?', 1997)".
En su opinión, Brokeback Mountain forjó un nuevo nicho como película "directa y seria" que ganó una "nueva respetabilidad" para una historia romántica entre amantes del mismo sexo.
Esa historia comienza en la zona rural de Wyoming en 1963, cuando los vagabundos Ennis y Jack son contratados por un ranchero local para pastorear ovejas en los pastos de la Montaña Brokeback.
Una noche, desinhibidos por la luz de la Luna, Jack se le insinúa a Ennis y los dos hombres tienen relaciones sexuales en una tienda de campaña, una escena muy audaz para una película comercial de 2005.
Cuando se estrenó en diciembre de 2005, la guionista Ossana, quien también era productora de la película, se aseguró de asistir a las proyecciones en algunos de los estados más conservadores de Estados Unidos para evaluar la reacción del público.
"Las salas estaban abarrotadas, y en todas pasaba lo mismo: después de la escena de la tienda, cinco o seis personas se levantaban para irse", le cuenta a la BBC.
El film se vuelve más triste y angustioso después de que Ennis y Jack consumen su relación.
Su verano pastoreando ovejas termina con los dos hombres peleándose, presumiblemente frustrados por los sentimientos románticos que no se atreven a reconocer.
Ennis se casa entonces con su prometida Alma (Williams), mientras que Jack conoce y se casa con la jinete de rodeo Lureen (Hathaway).
Pasan cuatro años antes de que los dos hombres se reencuentran, momento en el que Jack le pide a Ennis que deje a Alma y comience una vida con él.
Desgarradoramente, es un gran salto que Ennis no se atreve a dar.
"Todo el mundo habla de los años 60 como una época de 'amor libre', pero en realidad fue una época muy cerrada y restrictiva para mucha gente en Estados Unidos; contra eso se rebelaban los hippies", dice Ossana.
Para Ennis, la perspectiva de vivir una relación homosexual con Jack es simplemente insoportable, así que durante los siguientes 20 años, su pasión se limita a esporádicas salidas de pesca, ajenas a su vida cotidiana.
Los hombres sufren una homofobia externa manifiesta: cuando Jack regresa a la Montaña Brokeback, un ranchero prejuicioso le dice que allí no hay trabajo para hombres "que se dedican a cortar las rosas", un eufemismo engañosamente elegante para referirse al sexo homosexual.
Pero, en última instancia, es la homofobia profundamente arraigada de Ennis la que frustra su posible felicidad.
Los desafíos para lograr su producción
La homofobia apenas disimulada -esta vez en el Hollywood de principios de la década de 2000- convirtió a Brokeback Mountain en un enorme desafío para Ossana y su compañero productor, James Schamus.
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Heath Ledger fue elegido para interpretar a Ennis en la película después de una prolongada búsqueda para encontrar un actor que asumiera el papel.
Tras leer el relato de Proulx en 1997, Ossana y su compañero guionista, McMurtry, convencieron al autor para que les permitiera adaptarlo al cine.
"Annie dijo: 'No veo una película ahí, pero adelante'", recuerda Ossana.
Completaron el guion en tres meses, pero tardaron casi 8 años en empezar a producir la película.
"El mayor problema fue elegir a Ennis. Los actores se comprometían y luego se echaban atrás, o simplemente les daba mucho miedo lo que les decían sus representantes", explica, porque para un aspirante a protagonista masculino en aquel momento, interpretar a un personaje gay se consideraba un "suicidio profesional".
Tras la incorporación de Lee al proyecto en 2001, los productores encontraron a un actor dispuesto a interpretar a Ennis, pero este abandonó el proyecto unos cinco meses después.
"Presentía que podría echarse atrás", dice Ossana, en alusión a la inquietud generalizada por interpretar a un personaje gay.
Para entonces, ya estaba convencida de que Ledger era perfecto para el papel, basándose en su conmovedora actuación en el drama romántico de 2001, Monster's Ball (titulada en Colombia, México y Venezuela El pasado nos condena, y en Argentina Cambio de vida).
Además, crucialmente, ya había interpretado a un adolescente gay en una telenovela en su Australia natal, por lo que Ossana esperaba que fuera más abierto que sus colegas estadounidenses.
Su presentimiento resultó atinado, pero los ejecutivos del estudio se mostraron inicialmente reacios a elegir a Ledger porque sentían que no era lo suficientemente "macho" para interpretar ni siquiera a un "aspirante a vaquero".
"Probablemente ayudó, en términos de la penetración de la película en el público general, que [Ennis y Jack] fueran dos hombres que habitan una masculinidad convencional", dice Turner.
Betancourt cree que Brokeback Mountain logró marcar un antes y un después en la representación LGBTQ+ precisamente porque se basó en clichés hollywoodenses ya conocidos.
"Como western y melodrama, se incorporó a dos géneros muy conocidos y les infundió a ambos una nueva vitalidad, principalmente debido a que es una historia de amor entre dos hombres", afirma.
Además, la película se adhiere a otro cliché hollywoodense: lo que Teeman describe como la representación del "amor queer, bello pero condenado al fracaso", una narrativa que se desarrolla en películas como "La hora de los niños" (1961) y "Filadelfia" (1993).
El romance fugaz entre ambos se extingue finalmente cuando Jack muere en circunstancias ambiguas.
Lureen le cuenta a Ennis por teléfono que Jack murió al explotar un neumático, aunque al mismo tiempo vemos imágenes de Jack siendo brutalmente golpeado por un grupo de hombres.
Ennis imagina, de forma muy creíble, a su amante asesinado en un crimen de odio homofóbico.
Su legado discutible
Quizás porque se atuvo a las reglas y las desafió al mismo tiempo, el lugar de Brokeback Mountain en la historia del cine está asegurado.
En 2018, fue seleccionada para su preservación en el Registro Nacional de Cine de Estados Unidos, que reconoce obras con "significancia cultural, histórica o estética".
Ocupa un lugar igualmente integral, aunque más complejo, en el panteón del cine queer.
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The Kids Are All Right(2010) fue una de las películas de temática queer que siguieron los pasos de Brokeback.
"Como pieza cinematográfica, sigue siendo tan fascinante y cautivadora como siempre", argumenta Betancourt, "pero como punto de inflexión para la representación queer, sigue siendo tan singular pero limitante como lo fue entonces".
Es, después de todo, la historia de dos hombres homosexuales o posiblemente bisexuales que, en su vida cotidiana, "se hacen pasar" por heterosexuales.
Aunque el film sigue siendo importante e influyente, es difícil cuantificar su impacto a largo plazo en la representación LGBTQ+.
Teeman señala que Hollywood dio luz verde a varias películas convencionales de temática queer tras su estreno, y destaca en particular...
Milk: Un hombre, una revolución, una esperanza en Hispanoamérica y Mi nombre es Harvey Milk en España (2008)
The Kids Are All Right (Mi familia en Hispanoamérica, Los chicos están bien en España y Los niños están bien en México y Venezuela, 2010)
Carol (2014)
Moonlight (Luz de Luna en Hispanoamérica, 2016) y
Call Me by Your Name (Llámame por tu nombre, 2017).
Sin embargo, también cree que "hay poca consistencia y regularidad en el flujo de historias y personajes principales de temática queer que llegan a la pantalla".
Para Teeman, "la televisión y el teatro son [todavía] más radicales que el cine en lo que respecta a la representación queer".
Brokeback Mountain también conserva una relevancia única debido a su lugar en el debate actual sobre si los actores heterosexuales deberían interpretar papeles gay.
Se presume ampliamente que tanto Gyllenhaal como Ledger, fallecido en 2008, son heterosexuales, y Ossana afirma que, como productora, "no era asunto mío" preguntarles sobre su orientación sexual.
"Es un clásico, y Brokeback Mountain es el ejemplo perfecto", afirma Teeman.
Pero incluso con estas salvedades, sigue siendo una obra cinematográfica impactante y desgarradora que ofrece un duro recordatorio de que negar la propia identidad es una tragedia que puede descarrilar varias vidas a la vez.
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