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Las autoridades chinas creen que la decapitación de Al Qaeda provocará que Estados Unidos intente encender la mecha de una “primavera árabe” en su territorio y están dispuestas a utilizarlo como excusa para seguir incrementando la represión de los opositores al régimen.
La segunda potencia mundial lleva inquieta desde la misma semana en la que se produjo el asesinato de Osama Bin Laden. Aquel jueves, el diario semioficial Global Times publicó un editorial en el que se preguntaba si Washington pasaría a convertirse en un enemigo ahora que había terminado con el mayor enemigo de su guerra contra terror.
El modo de neutralizar el ascenso del gigante asiático consistiría, según Pekín, en impulsar a los opositores al régimen que reclaman reformas democráticas. Por eso, el Ministerio de Exteriores ha manifestado este sábado que EEUU nunca será capaz de provocar una “primavera árabe” en su territorio.
La mayoría de los analistas, como Daniel Kliman del German Marshall Fund, están de acuerdo con China cuando dice esperar más atención y más presiones por parte de Estados Unidos tras la muerte del líder de Al Qaeda. No es una excusa más de las que suelen emplear las dictaduras para arrancar los brotes de libertad que surgen bajo el hormigón del Estado.
Lo que sí es una coartada es justificar la represión de los opositores aduciendo que actúan poco menos que de mercenarios de la Casa Blanca cuando el motivo del fuerte aumento en las detenciones, desapariciones y secuestros de activistas desde febrero está relacionado con los vientos de democracia que han surgido espontáneamente en Oriente Medio y la sucesión en la cúpula del poder comunista.
Siempre hay excusas
El pasado fin de semana, el ministro de Exteriores del gigante asiático, Yang Jiechi, se reunió con su homólogo ruso, Sergei Lavrov, para preparar en principio la visita de Hu Jintao del mes que viene. El diario Asia Times aclaró en una información que el verdadero objetivo del encuentro era acordar una postura común para impedir la intervención de occidente en ayuda de los rebeldes árabes y, más concretamente, el eventual despliegue las tropas de la OTAN en Libia.
El pasado fin de semana, el ministro de Exteriores del gigante asiático, Yang Jiechi, se reunió con su homólogo ruso, Sergei Lavrov, para preparar en principio la visita de Hu Jintao del mes que viene. El diario Asia Times aclaró en una información que el verdadero objetivo del encuentro era acordar una postura común para impedir la intervención de occidente en ayuda de los rebeldes árabes y, más concretamente, el eventual despliegue las tropas de la OTAN en Libia.
Por otro lado, la lucha sucesoria, apunta el grupo de analistas internacionales de Stratfor en un documento reciente, está provocando profundos enfrentamientos dentro de la cúpula del Partido Comunista hasta el punto de hacer concebible una escisión antes de que el nuevo líder asuma el poder en 2012. La detención y secuestro de los opositores sería una demostración de poder de la rama más conservadora del partido frente a los deseos de ampliar ciertas libertades de la rama más progresista.
En cualquier caso, la represión, aunque se ha recrudecido últimamente, no es un fenómeno novedoso. Pekín ha incrementado durante los últimos años su gasto en vigilancia y “seguridad interior” hasta superar, según los cálculos de Financial Times, en 2011 la partida destinada al ejército.
Las excusas para hacerlo se han acumulado desde 2008 y abarcan desde la necesidad de reforzar la vigilancia en eventos como las Olimpiadas, los aniversarios de la masacre de Tiananmen y el triunfo de Mao en la guerra civil hasta la celebración de la Exposición Universal de Shanghái o la respuesta del Estado a la concesión del Premio Nobel de la Paz a Liu Xiaobo.
Por Gonzalo Toca from Expansion.com 14/05/2011
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