Con la dieta mediterránea sobran las vitaminas de bote
Si ya en el desayuno despliegas todo un arsenal de píldoras, polvos o líquidos que ningún médico te ha recetado, convencido de que los necesitas para sobrevivir, párate un momento a pensar por qué lo haces. Es más que probable que te lo haya aconsejado un amigo o hayas leído en una revista que a tu edad es imprescindible el Omega 3, que no vas a salir adelante sin tu dosis diaria de magnesio o que la falta de hierro te debilita.
No eres el único, ya que según una encuesta de la OCU (Organización de Consumidores y Usuarios) es lo que hacen un 30% de españolesde entre 17 y 74 años de edad. Y la tendencia va en aumento. El calcio ocupa el primer lugar en las preferencias de los españoles (9%), siguen los ácidos grasos Omega 3, magnesio-potasio, vitamina D, complejos multivitamínicos, (8%); vitamina C y hierro (7%) y vitamina B (6%).
Paradojas de la vida
Quienes los toman están convencidos de que gracias a esos productos van a vivir más y mejor, se mantendrán jóvenes durante mucho más tiempo o evitarán sufrir determinadas enfermedades. Lo cierto es que no está para nada demostrado que les vayan a evitar dolencias o a curar las que ya tienen. Sí es posible que les ayuden a mantenerse más sanos y en forma, pero lograrían los mismos (o mejores) resultados con una dieta rica en vegetales y frutas, en pescado blanco y azul, frutos secos, alimentos integrales, etcétera.
Del estudio realizado por la OCU se desprende que los más propensos a tomar nutrientes son quienes menos los necesitan, porque son a la vez quienes más se preocupan por seguir una dieta sana, toda una paradoja.
La dieta mediterránea, el mejor nutriente
Los que no, podrían prescindir fácilmente de vitaminas, minerales, ácidos grasos y lo que sea que se tomen si incorporaran a su menú alimentos que son la columna vertebral de la dieta mediterránea. Lo cierto es que tomar nutrientes que no se precisan, aparte de afectar a la economía doméstica, ya que no son precisamente baratos, es en el mejor de los casos inútil y en el peor, una actividad de riesgo.
No se consideran medicamentos, sino alimentos, y su producción y comercialización, se rigen por los de la industria alimentaria. Lo que significa que están sometidos a controles muy distintos y menos rigurosos que las medicinas. Y en ningún caso se pueden publicitar como tales. Es posible que pasarse de nutrientes sea inocuo, pero no siempre. Aunque lo peor es considerar que puedan revertir el curso de una enfermedad crónica, o mejorar los síntomas de otras, ya que no está científicamente demostrado, aunque la publicidad sugiera lo contrario. Ese innegable que determinadas patologías derivan en una carencia de nutrientes y en esas situaciones, hay que recurrir a los que se encuentran en el mercado.
Cuando los suplementos se hacen imprescindibles
Por ejemplo, muchas mujeres pueden precisar hierro añadido durante el embarazo y calcio en la menopausia; los lactantes, ácido fólico y vitamina D, también conveniente para quienes viven en zonas con poco sol en invierno. Otros grupos de personas que suelen recurrir a estos suplementos son los veganos y vegetarianos, por razones obvias, ya que hay grupos de alimentos (carne, pescado, lácteos) de los que prescinden.
Pero en éstos, y en todos los casos, hay que consultar al médico o a un nutricionista. Decidir de motu proprio, o de oídas, qué suplementos nos convienen es arriesgado, porque aunque vitaminas, minerales o hierbas medicinales pueden ser beneficiosos para determinadas afecciones, también son susceptibles de resultar contraproducentes.
Los científicos tienen mucho por investigar
Y aún existe otro peligro y es que interfieran y disminuyan la eficacia o contrarresten los efectos de medicamentos que se toman para enfermedades concretas. Por ejemplo, hasta hace poco se creía que los suplementos de vitamina E reducían el riesgo de sufrir cáncer de próstata. Hasta que las investigaciones de un grupo de científicos después de realizar un estudio con 29.000 hombres que los tomaban les llevó a concluir que ocurría exactamente lo contrario.
Es indudable que la comunidad científica tiene aún mucho camino por recorrer en este terreno. En Estados Unidos, donde más de la mitad de la población recurre a los suplementos alimentarios, se han realizado numerosos estudios al respecto.
El cáncer no se cura con hierbas
Uno de los temas que más preocupa es si los enfermos de cáncer han de incluirlos en su dieta mientras están sometidos a tratamientos de quimioterapia. El asunto es importante porque se ha comprobado que hasta un 87% de mujeres con cáncer de mama los consumen, y a menudo sin consultarlo ni informar a sus médicos.
Aunque el mayor peligro, advierten, es pensar que pueden sustituir a los medicamentos, también hay riesgos cuando se toman al mismo tiempo que los tratamientos convencionales. Según muchos especialistas, pueden interferir con la quimioterapia y reducir su efectividad o provocar efectos secundarios que afecten al metabolismo de los medicamentos. No todos los suplementos nutritivos son perjudiciales y algunos se han mostrado eficaces parapaliar los problemas provocados por la quimioterapia. De ahí la importancia de consultar siempre con el oncólogo antes de lanzarse a consumir sin saber muy bien qué y para qué.
Estos son algunos de los suplementos más consumidos por los españoles y los alimentos en que pueden encontrarlos
Vitamina D. Se encuentra en el pescado azul, huevos, queso y yogures. Vitamina C. Se obtienen comiendo buenas raciones de frutas y verduras crudas.
Omega 3. Su principal fuente es el pescado azul. Bastaría con un par de raciones semanales de atún, sardinas, caballa o boquerones.
Calcio. Está en los lácteos de todo tipo.
Hierro. Lo proporciona la carne, un alimento que en España tiene un consumo entre medio y alto, en general, suficiente.
Magnesio. Está en los frutos secos, cereales y pan integrales, legumbres, verduras lácteos y pescado.
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