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Un ziggurat, antiguo templo sumerio en Irak.
(iStock)
En parte por la globalización (aunque hay otras causas) las lenguas minoritarias desaparecerán, mientras una potente lengua vehicular global tendrá el protagonismo
Después del Diluvio, los descendientes de Noé hablaban un solo idioma y vivían en la llanura de Sinar, en Mesopotamia. Allí construyeron una torre que aspiraba a llegar al cielo. Estamos en el capítulo 11 del Génesis, y asistimos a una alegoría sobre la diversificación de las lenguas. Al ver Dios su orgullo y desafío, confundió sus idiomas para que no pudieran entenderse. Abandonaron la construcción de la torre y se dispersaron. La ciudad se llamó Babel, y la lengua común se fragmentó en varias lenguas. Es lo que viene sucediendo desde siempre: las lenguas tienden a fragmentarse en cuanto sus hablantes se distancian unos de otros.
Lo que está sucediendo en las últimas décadas es que avanzamos en sentido contrario. Los idiomas corren sus propios destinos y los hablantes, de manera espontánea, tienden a adoptar aquel que les resulta más útil para la comunicación. Lo novedoso es que la tendencia apunta hacia una reunificación porque los contactos entre naciones se multiplican, porque crecen los hablantes con dos lenguas maternas o ambilingües, porque se acelera la desaparición de lenguas, porque se consolida una lengua vehicular global y un sistema de escritura predominante: el alfabeto latino.
Según estimaciones recientes, se realizan más de cien mil vuelos diarios en el mundo, que desplazan a unos 9,2 millones de viajeros, es decir, más de 3.350 millones al año. Aunque el 78% de la población mundial nunca ha viajado en avión, este movimiento constante transforma costumbres y favorece intercambios.
El 75% de la población mundial tiene acceso a Internet. Las estadísticas varían según el criterio, pero todas coinciden en situar al inglés como lengua principal y, a bastante distancia, al español, seguidos por el chino, el ruso y el francés… En plataformas como Facebook, Wikipedia o YouTube, el inglés y el español ocupan las primeras posiciones, nuevamente con amplia ventaja del primero.
Entre los grandes cambios contemporáneos, la globalización refleja la tendencia. Aunque suele considerarse un fenómeno económico, abarca también dimensiones sociales, culturales, políticas y medioambientales. De una clasificación de países desarrollados, en vías de desarrollo y del llamado Tercer Mundo, hemos pasado a un mercado mundial articulado en tres grandes áreas: América del Norte, Europa Occidental y Asia Oriental, quedando el resto con menor peso relativo en la economía global. La globalización se expresa en las migraciones, la expansión de las telecomunicaciones, la densidad de redes de comunicación, la proliferación de reuniones y organizaciones internacionales, las redes de ONG de derechos humanos, las medidas medioambientales y la interdependencia mundial creciente.
Cada vez más personas estudian y usan otras lenguas. El bilingüismo es un paso importante, pero el ambilingüismo —uso cotidiano de dos lenguas para comunicarse— reduce paulatinamente el número de hablantes monolingües. En España, Francia, Italia, Rusia y Estados Unidos solo subsiste un idioma con hablantes monolingües (el español, francés, italiano, ruso e inglés, respectivamente). Todas las demás lenguas presentes en esos países dependen de una de las citadas para asegurar la comunicación. Las lenguas neolatinas, sirva de ejemplo, suman varias decenas, pero solo cinco mantienen hablantes exclusivamente monolingües: español, francés, portugués, italiano y rumano. En América, más de mil lenguas conviven con el español, el inglés o el portugués; en África, Asia y Oceanía, la necesidad de hablar dos o tres lenguas, una de ellas vehicular (inglés, francés, suajili, fulani, wólof, hausa, ruso, indonesio, tok pisin...), es muy común. Estados Unidos es un ejemplo claro de sustitución lingüística: la llegada de inmigrantes con lenguas diversas dio paso, en pocas generaciones, a la hegemonía del inglés.
Cuando una lengua es sustituida, acaba por desaparecer. El número de lenguas que se extinguen supera hoy al de nacimientos. Casi el 90 % de las lenguas acaban debilitadas por el contacto con otras más fuertes. La transmisión intergeneracional se interrumpe cuando los jóvenes eligen la más útil y la enseñan a sus hijos, dejando la otra relegada. Podemos llamarlo "muerte" de las lenguas, aunque quizá sea menos dramático hablar de "ruptura de la transmisión generacional". En cualquier caso, las lenguas débiles se encaminan a la extinción mientras crecen las vigorosas.
El ambilingüismo —uso cotidiano de dos lenguas para comunicarse— reduce paulatinamente el número de hablantes monolingües
Y las lenguas vigorosas se expanden en la medida en que los contactos se multiplican. El inglés, hablado como lengua materna por unos 400 millones de personas –y utilizado habitualmente por más de mil millones–, domina como idioma global. Según el British Council, alrededor de dos mil millones de personas se sirven a diario del inglés o lo estudian. El liderazgo se explica, aunque nunca del todo, por la fortaleza económica de Estados Unidos, su desarrollo industrial y tecnológico desde principios del siglo XX, y el desarrollo de los vuelos internacionales, el cine, la televisión y, sobre todo, Internet. La música popular anglosajona y la publicación de textos científicos en inglés refuerzan la posición.
Pese a resistencias iniciales en países como Francia o Rusia, la inercia global hace improbable un retroceso. El inglés es la lengua que menos necesita de otra y la más demandada en los cinco continentes.
Y el alfabeto inglés –de origen latino–, resulta familiar para hablantes de casi cualquier lengua, aunque no es universal. Nació en la península itálica, inspirado en el etrusco y este, a su vez, en el griego. El Imperio romano lo llevó por el Mediterráneo; más tarde, lo adoptaron las lenguas germánicas y muchas eslavas. El resto de la expansión se debió al español, el francés, el portugués y, más recientemente, al inglés.
El liderazgo del inglés se explica, aunque nunca del todo, por la fortaleza económica de Estados Unidos
Tras la expansión inicial romana, los alfabetos latinos se difundieron a través del español, francés y portugués; más recientemente, el inglés lo ha llevado a América del Norte, África, Asia y Oceanía. Hoy lo utilizan miles de idiomas, aunque muchos más lo conocen como sistema auxiliar, incluido el chino (con su pinyin) y el japonés (con el rōmaji). En un sentido amplio, casi todo el mundo desarrollado entra en contacto con el alfabeto que utilizaron los romanos, presente en señalética, tecnología y comunicación internacional.
Babel a la inversa
La tendencia contemporánea hacia la homogeneización lingüística, impulsada por la globalización, es una evidencia. El incremento de contactos internacionales y la consolidación del inglés, la extinción acelerada de las lenguas y la universalización del alfabeto latino confirman la tendencia. Lo que está sucediendo invierte la tendencia habitual. Las lenguas minoritarias desaparecen, mientras una potente lengua vehicular global y otras en menor escala concentran el protagonismo.
Las lenguas actuales son las que la humanidad ha considerado necesarias, y la tendencia natural es la unificación. Vivimos una Babel al revés: muchas lenguas se apagan para que unas pocas brillen.