miércoles, 9 de febrero de 2011

Los humanos hablamos con nosotros mismos para comprender el mundo

Foto from cnn.com

Toda la vida hablando
Hablamos, hablamos y hablamos. Y hablamos hasta cuando no hablamos. De hecho, cuando estamos en silencio hablamos más que cuando conversamos.
Nuestro cerebro se pasa la mayor parte del tiempo hablando y nuestro monólogo interior podría exceder en mucho al número de palabras que decimos en voz alta.
¿Estamos locos? No, parece que la mayoría de nuestras experiencias mentales son verbales, de acuerdo con un estudio de la Universidad de Nevada, en Estados Unidos.
“El 70% de las experiencias verbales se queda en la mente”, calcula también Lera Boroditsky, de la Universidad de Stanford en California.
Este alto volumen de palabras sin vocalizar sugiere que el lenguaje es más que un mero utensilio para comunicarse con otros.
Nombrar las cosas nos ayuda a clasificarlas y a memorizarlas, y nuestra voz interior cambia la forma en que experimentamos el mundo, según el científico Gary Lupyan, de la Universidad de Wisconsin, Estados Unidos.

Hablar y hablar, cuestión de "etiqueta"
Gary Lupyan pidió a 44 adultos que observaran una serie de imágenes de extraterrestres imaginarios. Tenían que suponer quién era amigo y quién enemigo.
A 11 participantes se les comentaba por anticipado que los alienígenas amistosos se llamaban leebish y los hostiles grecious, mientras que a otros 11 se le decía justo lo contrario. Para los otros 22, no tenían nombre.
Quienes tenían nombres, es decir, una etiqueta que la voz interior de los participantes podía utilizar para clasificarlos, fueron detectados más rápidamente.
Eso se debe, según el experto, a que poner etiquetas ayuda a nuestra mente a construir un prototipo típico del objeto dentro del grupo, a expensas de las características individuales.
¿Y cuándo empieza nuestro monólogo? Al parecer, desde muy temprano en la vida.

Los niños también hablan
Nos pasa desde niños.
Estudios realizados a finales de la década de 1990 indican que los pequeños desarrollan más capacidad para agrupar objetos en categorías si ya han aprendido a nombrarlas.
Una investigación publicada en 2005 por Dedre Gentner, de la Northwestern University, sugirió que el razonamiento espacial de los niños mejora si se les recuerdan palabras como “arriba”, “en medio” y “abajo”.
Esto parece deberse a que las palabras mejoran los sistemas visuales del cerebro conjurando una imagen mental que nos vuelve más sensibles a los estímulos cuando vemos un objeto.
Un 20% de los comentarios que los menores de 10 años hacen en voz alta no van dirigidos a nadie, según concluyeron los investigadores del Laboratorio de Neurolingüística de Massachusetts.
¿A qué se debe? A esa voz interior con la que hablamos y hablamos y hablamos con nosotros mismos desde esa edad.

Hablar es percibir
Según Gary Lupyan, las palabras que dices, piensas y escuchas tienen un impacto sumamente real sobre tu modo de ver las cosas.
Él y la investigadora Emily Ward mostraron a los voluntarios una imagen de una calabaza, que podían ver con un ojo, mientras con el otro veían una masa de garabatos, con la intención de enmascarar la percepción del objeto.
Algunos de los voluntarios oían al mismo tiempo el nombre del objeto, otros oían el nombre de uno diferente y los demás no oían nada.
Luego las imágenes desaparecían y se les preguntaba qué habían visto. Los sujetos que escucharon el nombre del objeto lograron el mayor porcentaje de identificación; 85% de las veces.
Esto parece deberse a que las palabras mejoran los sistemas visuales del cerebro conjurando una imagen mental que nos vuelve más sensibles a los estímulos cuando vemos un objeto.
El investigador concluye que las palabras son más evocadoras que los estímulos no verbales.

El soliloquio nos hace razonar
Lupyan cree que nuestro soliloquio tiene un efecto significativo sobre la cognición.
“No creo que necesitemos oír las palabras en alto o verlas escritas para que tengan un impacto sobre nosotros”, explica.
Él y otro investigador, Daniel Swingley, de la Universidad de Pensilvania en Filadelfia, pidieron a unos voluntarios que encontraran cajas de cereal o envases de refresco escondidas en fotos de un supermercado.
A la mitad de los participantes se le pedía que se repitieran el nombre del producto a sí mismos, lo que les ayudó a encontrar sus objetivos con mucha más eficacia.
“El lenguaje es un revestimiento que modifica cómo razonamos y vemos”, dice Clark.

Esas 'vocecitas interiores'
Así que si hablas solo, no estás realmente solo: todos lo hacemos.
El grupo de Facebook, Hablar solo, en el que los usuarios escriben cosas como “Me acabo de contar un chisme”, tiene 13,000 usuarios.
Pero si eso no basta, quizá quieras saber que 80% de las experiencias mentales de los humanos son verbales y no visuales o emocionales, según un experimento realizado en la Universidad de Nevada en el que se les pidió a los voluntarios que explicaran la forma de sus pensamientos (es decir, si eran imágenes, palabras o sensaciones).
Además, 5% de los adultos habla a solas y en voz alta mientras duerme, según un estudio del Departamento de Lingüística de la Universidad de Puerto Rico.
La próxima vez que te sorprendas hablándote a ti mismo no te asustes, no estás loco: solo estás conociendo el mundo.
Por David Robson (QUO) from cnn.com  07 de febrero de 2011

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