jueves, 2 de mayo de 2024

¿Por qué nos cuesta cada vez más concentrarnos en tareas que requieren nuestra atención?



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(Drazen Zigic para Freepik)



La respuesta está en la cultura del 'multitasking' y la hiperestimulación en la que nos encontramos y en la que la tecnología es esencial, pero no la única culpable



Hace apenas unos días, Héctor García Barnés publicaba en El Confidencial un texto titulado Esa gente a la que le gustaba leer y que hoy es incapaz de hacerlo. En él hacía alusión a la falta de concentración, cada vez más habitual, que hace mella entre todo tipo de población. Incluso a los muy lectores les cuesta cada vez más sacar un rato sin distracciones.

Pues bien, parece que los ciudadanos le dan la razón. O al menos sí un estudio realizado por la aseguradora de salud Cigna, según el cual el 26% de la población española confiesa tener problemas para concentrarse, debido al estrés. Es lo que se ha dado en llamar la ‘sociedad de la distracción’.

Es frecuente culpabilizar de esa dificultad para la concentración a las nuevas tecnologías. Aunque Pedro García Suárez, profesor del Máster en Didáctica de la Lengua y la Literatura de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) e investigador principal del grupo ‘LECTUNIR’ de esta universidad, no lo tiene tan claro.

Los motivos que este experto encuentra tienen más que ver con “la cultura del multitasking y la hiperestimulación” en la que estamos sumidos. “La sociedad funciona de una manera y el cerebro de otra, por lo que es muy complicado encontrar una buena conciliación entre lo que necesitamos y el mundo al que nos exponemos diariamente”. Es cierto que hay relación con la digitalización, pero “es muy complicado diferenciar si la cultura del multitasking deviene de la tecnología o viceversa”, concluye.


La tecnología no es la culpable

En efecto, parece que la tecnología en sí misma no es responsable de nuestras distracciones. Para Elena Luengo, directora de Innovación de Cigna Healthcare España, la clave está en cómo la usamos: “Su uso inapropiado y excesivo puede contribuir a la disminución de atención en las tareas que se realizan. A esto se suma la necesidad de estar conectados constantemente, que produce una disminución de la capacidad de estar presentes”.

García Suárez está de acuerdo e incide en la importancia de la formación. “El problema principal es que no tenemos una educación suficiente sobre cómo, cuándo y para qué utilizar el móvil. Si se tuviese, el móvil nunca iría en contra de nosotros, sería uno de nuestros principales aliados. Véanse, por ejemplo, la cantidad de aplicaciones súper interesantes centradas en el trabajo en la concentración”.

De hecho, el investigador pone de ejemplo las aplicaciones que existen “para meditar y, de esta forma, trabajar la capacidad de concentración”. Y añade: “Si somos capaces de darle a la tecnología el lugar que se merece, va a ser nuestra mejor aliada. El problema llega cuando nos absorbe y nos vinculamos a la vida directamente a través de una pantalla”.


Diferencia de generaciones

Aunque los adultos nos dejamos absorber cada vez más por la tecnología, el móvil e incluso las redes sociales, es cierto que es un problema aún más acuciante en las nuevas generaciones, que suelen abusar de su uso con más frecuencia.

Si me pongo a leer un libro en papel, puedo decidir apagar el teléfono

Una de las razones, sin duda, tiene que ver con que ellos “tienen una mayor competencia digital”. Pero la principal diferencia es que “las generaciones más adultas suelen utilizar la tecnología como vehículo comunicativo. Sin embargo, para las generaciones más jóvenes, es el canal más habitual para vincularse con su entorno” a todos los niveles.


Apagar el móvil

“Estamos expuestos a mil estímulos y esto hace que nos cueste focalizarnos en una tarea en concreto. Vamos yendo de una cosa a otra sin ni siquiera detenernos a pensar que nuestra cabeza está a punto de estallar”, apunta el profesor de la UNIR.

Sin embargo, nada nos obliga a estar constantemente mirando qué pasa alrededor, si estamos enfrascados en cualquier tarea que nos pida atención. Y pone un ejemplo práctico: “Si me pongo a leer un libro en papel, yo puedo decidir apagar el teléfono y ya está. Ahora bien, ¿cuántas personas lo hacen?”. Sus palabras no son muy alentadoras: “Estamos aún muy lejos de hacer un buen eso de la tecnología”. Para conseguirlo, sus tres recomendaciones son: “Educar, educar, educar”.