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La foto olvidada de ayer ...
No eres de donde vienes .... eres adonde vas...
martes, 16 de septiembre de 2025
SALUD MENTAL ¿Reír disminuye el estrés? Esto dice la ciencia
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En la Grecia clásica, Aristóteles no solo definió al hombre como zoon politikon, un animal político, sino que fundó la lógica como disciplina. Fue el primero en convertir el razonamiento en método, en diseñar el silogismo como instrumento para separar lo verdadero de lo falso. La polis, pensaba, era el lugar donde esa razón podía desplegarse colectivamente: en el debate, en la organización, en la búsqueda de la vida buena. Pero en ese sueño de claridad ya acechaba una paradoja. Porque allí donde el filósofo esperaba orden y medida, brotaba también lo contrario: la ceguera compartida, el error que se multiplica, el gesto irracional que se propaga más rápido que cualquier argumento lógico.
Dos milenios más tarde, un historiador económico italiano decidió observar ese fenómeno con la frialdad de quien examina un organismo al microscopio. Carlo M. Cipolla escribió primero, en 1976, un breve ensayo que circuló de forma privada entre amigos. Doce años después lo publicó en Italia dentro del volumen Allegro ma non troppo, y en 2011 apareció en inglés bajo un título que lo convertiría en referencia global: The Basic Laws of Human Stupidity. Lo sorprendente es que no se trataba de una sátira ligera, sino de un marco analítico con pretensión científica: una teoría sobre la estupidez concebida como categoría autónoma y mensurable.
Cipolla definía al estúpido como aquel que perjudica a otros sin obtener beneficio alguno, e incluso dañándose a sí mismo. No hablaba de ignorancia ni de falta de información, sino de un patrón de comportamiento con efectos medibles en el deterioro del bienestar colectivo. Lo más inquietante era su conclusión: la proporción de estúpidos en cualquier sociedad es invariable, independientemente de la época, la cultura o el nivel educativo. Hay tantos estúpidos en un mercado medieval como en un parlamento contemporáneo, tantos entre campesinos como entre rectores universitarios o incluso entre premios Nobel. No es un accidente cultural: es una constante antropológica inscrita en nuestra naturaleza.
A partir de esta constatación, Cipolla trazó un diagrama dividido en cuatro cuadrantes que sintetizan la conducta humana. Están los inteligentes, que producen beneficios para sí mismos y para los demás. Los oportunistas, que ganan a costa de dañar a otros. Los ingenuos, que pierden mientras otros se benefician. Y, finalmente, los estúpidos, que dañan a los demás sin obtener nada, e incluso perjudicándose a sí mismos. Este último cuadrante es el más inquietante, porque su fuerza reside en la ausencia total de lógica: es imprevisible, imposible de anticipar, inmune al cálculo racional.
Lo verdaderamente alarmante no es la existencia de la estupidez, sino sus consecuencias macro-sociales. Mientras el oportunista redistribuye riqueza —toma de unos para quedarse con ello—, el estúpido destruye riqueza neta: empobrece al conjunto sin producir equivalente alguno. De ahí la advertencia de Cipolla: las sociedades en decadencia no son aquellas que tienen más estúpidos —el porcentaje es siempre el mismo—, sino aquellas que les conceden un margen de acción cada vez mayor. El declive comienza cuando la irracionalidad deja de ser marginal y empieza a ocupar posiciones de influencia.
Y este último factor, es quizás el más inquietante: la estupidez multiplicada por el poder. Un individuo estúpido puede arruinar una tarde; un estúpido con responsabilidades institucionales puede arruinar generaciones. La historia ofrece innumerables ejemplos: generales que sacrificaron ejércitos por vanidad, burócratas que bloquearon innovaciones por orgullo, líderes que, convencidos de su propia visión, precipitaron catástrofes sociales. La estupidez, cuando se sienta en el trono, multiplica su capacidad destructiva de manera exponencial.
Esto lleva a una pregunta más radical: ¿es la estupidez una categoría autónoma, como defendía Cipolla, o basta con recurrir a otras herramientas de la psicología y la economía para explicarla?
Daniel Kahneman, psicólogo israelí-estadounidense y premio Nobel de Economía en 2002, demostró que gran parte de nuestras decisiones no se toman desde la reflexión, sino desde lo que llamó pensamiento rápido o Sistema 1. Ese mecanismo intuitivo, eficaz para la supervivencia, está plagado de sesgos que nos conducen a errores sistemáticos. Muchas de las conductas que solemos etiquetar como “estúpidas” —decisiones impulsivas, prejuicios, reacciones emocionales— encajan perfectamente en este marco.
Pero aquí aparece el matiz inquietante de Cipolla: incluso aceptando la teoría de Kahneman, hay un resto irreductible, una irracionalidad que no puede explicarse ni por sesgos cognitivos ni por defectos de información. Es una propensión estructural a causar daño sin obtener nada a cambio. Esa es la esencia de su tesis: la estupidez no es un error corregible, sino una regularidad antropológica inscrita en nuestra especie.
La paradoja de nuestro tiempo es que, rodeados de algoritmos diseñados para calcular, predecir y optimizar conductas, no hemos reducido la irracionalidad: la hemos acelerado. Lo que antes quedaba como rumor en una taberna hoy se convierte en un vídeo en TikTok con 20 millones de visualizaciones en cuestión de minutos; lo que antes era una ocurrencia aislada hoy se convierte en “narrativa” política amplificada por sistemas que premian la emoción por encima del dato, la indignación por encima de la evidencia.
Yuval Noah Harari, historiador israelí y autor de Sapiens y Homo Deus, lo ha señalado con claridad: el mayor peligro no es que las máquinas superen nuestra inteligencia, sino que multipliquen exponencialmente nuestra estupidez.
El miedo funciona aquí como catalizador. Los algoritmos convierten el miedo en infraestructura de control social, explotando la vulnerabilidad del pensamiento rápido. Pero incluso en ausencia de miedo o manipulación, la estupidez persiste. Es como si la naturaleza hubiera introducido un freno en el diseño humano: una dosis constante de irracionalidad que impide que el progreso se despliegue sin resistencias.
¿Existe, entonces, la estupidez? La respuesta de Cipolla es afirmativa y sin concesiones. No como insulto, sino como categoría empírica. Y lo perturbador es lo que implica aceptar esta premisa: no todos los fracasos sociales pueden explicarse por intereses ocultos, conspiraciones o estrategias de poder. Una parte proviene de esa capacidad humana de actuar contra la lógica y contra el propio interés.
La conclusión, por tanto, no es resignarse, sino reconocer que la estupidez forma parte de nuestra ecología política. No desaparecerá con más educación ni con más tecnología. Solo podemos contener sus efectos: diseñar instituciones que la limiten, fomentar la crítica que la desenmascare y establecer mecanismos que la expongan públicamente. Como en el cuento El traje nuevo del emperador de Hans Christian Andersen, lo esencial es no concederle el blindaje de la solemnidad. Todo el mundo tiene derecho a expresar su opinión, incluso cuando es manifiestamente absurda; lo que nadie tiene es derecho a exigir que esa opinión sea considerada respetable. La función social de la crítica —y, llegado el caso, de la risa— es precisamente esa: despojar a la estupidez de cualquier pretensión de autoridad y evitar que el error se normalice bajo la apariencia de consenso.
Aristóteles, Einstein, Cipolla y Harari coinciden en un punto esencial: la racionalidad humana es frágil. Lo que varía no es la existencia de la estupidez, sino la escala de sus efectos. En tiempos analógicos podía arruinar familias o pueblos; en tiempos digitales puede arrastrar democracias enteras y alterar el curso de civilizaciones. La verdadera pregunta, por tanto, ya no es si la estupidez existe, sino si seremos capaces de convivir con ella sin permitir que se convierta en el motor de la historia.
por
Miguel Alexander Barreiro Laredohttps://retinatendencias.com/vida-digital/una-teoria-de-la-estupidez-en-tiempos-de-inteligencia-artificial/
¿Nos encaminamos a otro 1939? Los conflictos regionales se "conectan" y la UE alza la voz para no terminar en una Guerra Mundial

Noticia 14 sep 2025 - 08:04
Emilio Ordiz (DESDE BRUSELAS)
lunes, 15 de septiembre de 2025
Quién es Larry Ellison, el magnate que se convirtió en el hombre más rico del mundo

Larry Ellison, fotografiado en una reunión en la Oficina Oval a principios de este año, ha superado a Elon Musk en riqueza.
Getty Images
Larry Ellison, cofundador de Oracle y aliado del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, arrebató a Elon Musk su título como la persona más rica del mundo.
Según el índice de multimillonarios de Bloomberg, la fortuna de Ellison alcanzó los US$393.000 millones el miércoles por la mañana, superando así los US$385.000 millones de Musk.
Las acciones de Oracle subieron más de un 40% después de que la empresa de software para bases de datos presentara a los inversores unas perspectivas sorprendentemente positivas para su negocio de infraestructura en la nube y sus acuerdos en el ámbito de la inteligencia artificial.
Ellison, cuya fortuna está ligada al éxito de la empresa, ha ido acumulando su riqueza de forma constante durante las últimas cinco décadas.
Musk ostentó el título de la persona más rica del mundo durante casi un año.
El consejo de administración de Tesla propuso un plan de remuneración para él que podría alcanzar US$1 billón, si logra una serie de objetivos ambiciosos en la próxima década.
Sin embargo, las acciones de Tesla, la empresa más valiosa de Musk, han caído este año.
La compañía de vehículos eléctricos ha tenido que lidiar con la desconfianza de los inversores ante la reversión de las iniciativas para la electrificación del transporte por parte del gobierno de Trump, además de la reacción negativa de los consumidores ante la postura política de Musk.
Por otro lado, Oracle se ha beneficiado recientemente del creciente interés por la infraestructura de centros de datos.
En el informe de resultados trimestrales publicado el martes, la empresa proyectó que los ingresos de su división de servicios en la nube aumentarán un 77% este año, alcanzando los US$18.000 millones, con un crecimiento aún mayor previsto para los próximos años.
Oracle ha registrado un fuerte aumento en la demanda de sus centros de datos por parte de empresas de inteligencia artificial, lo que contribuyó a la considerable subida de sus acciones.
La directora ejecutiva, Safra Catz, declaró esta semana que la empresa firmó cuatro contratos multimillonarios con clientes durante el último trimestre y prevé cerrar varios acuerdos más en los próximos meses.
Un aliado de Trump que quiere comprar TikTok

Fuente de la imagen,Getty Images
Ellison, de 81 años, cofundó Oracle en 1977 y alcanzó la fama en la década de 1990, convirtiéndose en una figura pública conocida tanto por su extravagante estilo de vida como por la empresa de bases de datos que le generó su fortuna.
Fue director ejecutivo de Oracle hasta 2014 y actualmente es presidente y director de tecnología de la compañía. Además, se ha posicionado como un aliado del presidente Trump.
Cuando el mandatario republicano regresó a la Casa Blanca en enero, Ellison apareció junto a Sam Altman de OpenAI y Masayoshi Son de SoftBank para anunciar un proyecto llamado Stargate, destinado a desarrollar la infraestructura de inteligencia artificial en Estados Unidos.
Oracle también se ha postulado como posible comprador de TikTok, la aplicación propiedad de la empresa china ByteDance. TikTok podría ser prohibida en Estados Unidos si no se separa de ByteDance.
En enero, cuando se le preguntó si estaba de acuerdo con que Musk comprara TikTok, Trump respondió: "Me gustaría que Larry también la comprara".
Las ambiciones de Ellison en el sector de los medios de comunicación van más allá de TikTok.
Financió la mayor parte de la oferta de US$8.000 millones que su hijo realizó para adquirir Paramount, propietaria de CBS y MTV.
Dicha operación, que involucró a Paramount y a la empresa de medios Skydance, controlada por su hijo David, se cerró el mes pasado.
Un multimillonario hecho a si mismo

Fuente de la imagen,Getty Images
La madre de Ellison, Florence Spellman, estaba soltera y con 19 años de edad cuando él nació.
Siendo un bebé de 9 meses, Ellison enfermó de neumonía y su madre decidió enviarlo a Chicago para que viviera con sus tíos, Lilian y Louis Ellison, quienes lo adoptaron.
Ellison tenía planes de convertirse en médico y se matriculó en la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign, pero abandonó los estudios en 1964.
Unos años después, se matriculó en la Universidad de Chicago, donde tampoco duró.
Finalmente, se mudó a California donde trabajó como programador de computadoras en varias empresas y, en 1977, fundó junto a dos socios una empresa llamada Software Development Laboratories (SDL), cuyo objetivo era prestar servicios de software a otras empresas.
Tras trabajar en un contrato con la Agencia Central de Inteligencia para crear una base de datos, Ellison y sus socios lanzaron en 1979 el programa Oracle, uno de los primeros programas de base de datos relacionales de uso comercial.
Rápidamente, el programa adquirió popularidad y en 1986, la empresa de Ellison -ahora rebautizada como Oracle- empezó a cotizarse en la bolsa. Un año más tarde, ya era la companía de manejo de bases de datos más grande del mundo.
A lo largo de su vida pública, Ellison ha sido conocido por su estilo de vida ostentoso en el que destaca la construcción de una villa valorada en US$200 millones en Palo Alto (California), así como la compra de la sexta isla más grande de Hawái.
- Danielle Kaye
- Título del autor,Reportera de negocios de BBC News
"Los millonarios de Silicon Valley tienen propuestas mesiánicas, pero no dejan de ser negocios que benefician solo al 1% de la humanidad"

Michel Nieva, autor del ensayo Ciencia ficción capitalista.
Coni Rosman
"Hoy vivimos el futuro que los magnates de Silicon Valley vieron en Terminator, Alien o Robocop".
Así es como el escritor y filósofo argentino Michel Nieva describe el mundo en el que Mark Zuckerberg, Elon Musk, Jeff Bezos y otros tech bros multimillonarios se han apoderado de las fantasías de la ciencia ficción para ponerlas al servicio de sus mega corporaciones capitalistas.
Esa es la tesis de Nieva en su ensayo Ciencia ficción capitalista: Cómo los multimillonarios nos salvarán del fin del mundo (Anagrama, 2024).
En su libro, Nieva explora cómo estos magnates se apoderan de "ideas mesiánicas" como colonizar Marte, hacer minería de bitcoins en el espacio, desarrollar una inteligencia artificial que automatice todo el trabajo humano o incluso lograr la inmortalidad.
Bajo esa lógica, la ciencia ficción termina convertida en la "fase superior del capitalismo", según escribe en su ensayo.

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En entrevista con BBC Mundo, Nieva describe un mundo en el que la ciencia ficción ha quedado secuestrada al servicio de esas ideas "que solo benefician al 1% de la población" y que, a manera de monopolio, dejan por fuera otras formas de imaginar el futuro.
Nieva es profesor en la Universidad de Nueva York y en 2021 fue seleccionado por la revista Granta como uno de los mejores escritores jóvenes en español.
BBC Mundo habló con él en el marco del Hay Festival Querétaro, que se realizó entre el 4 y el 7 de septiembre en esa ciudad mexicana.

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Tu ensayo describe cómo los tech bros se han apropiado de la ciencia ficción para su propio beneficio y alimentar el capitalismo. ¿Cómo llegaste a esa conclusión?
Escribí este libro al darme cuenta de cómo muchas de las estéticas y las narrativas corporativas de Silicon Valley estaban directamente influenciadas y aludían a películas o libros de ciencia ficción.
Por ejemplo, todos los trajes de SpaceX y sus naves espaciales, las diseña José Fernández, un diseñador de Hollywood que es quien hace los trajes de Marvel, Batman o los cascos de Daft Punk.
Muchos nombres de las misiones de Spacex o de Blue Origin aluden a los libros de ciencia ficción de Isaac Asimov o Kim Stanley Robinson.
El nombre de Meta, la empresa de Mark Zuckerberg, es tomado del metaverso al que alude la novela Snow Crash, de Neal Stephenson.
Esos ejemplos son un síntoma de cómo la ciencia ficción clásica norteamericana se volvió un motor mitológico de los proyectos tecnológicos del capitalismo, que involucran enfrentar grandes desafíos de nuestra época como el cambio climático, o la unión de la inteligencia humana con la artificial.
Y esto se muestra como una utopía que que es muy atractiva, porque se constituye en un contexto en el que no hay otras utopías de ningún color político que se contrapongan a estas a estas propuestas, ni que tampoco tengan una intersección con una idea de futuro, con los avances de último momento de tecnología.
No existe ningún otro lugar que no sea Silicon Valley que tenga una propuesta política con la tecnología.

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¿Y en qué momento se vuelve problemática esa visión que Silicon Valley propone para el futuro de la humanidad basado en la ciencia ficción?
Es un poco la ironía que plantea el subtítulo del libro "cómo los multimillonarios nos salvarán del fin del mundo". Es esta fantasía que está muy instalada en la cultura occidental: la figura del patriarca que va a salvar a la humanidad con tecnología de punta.
La ironía es que estos millonarios de Silicon Valley vienen con propuestas mesiánicas, como llevar a la humanidad a Marte, o resolver grandes dilemas existenciales como la mortalidad, pero en realidad no dejan de ser negocios de corporaciones de magnates que benefician solo al 1% de la humanidad.
Entonces ese es el contraste que plantea el libro, son propuestas muy megalómanas que supuestamente van a ayudar a todo la humanidad, pero que en realidad son negocios de una minoría, en un contexto en el que cada vez es mayor la desigualdad entre los que más tienen y los que menos tienen.

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Pero también es cierto que los grandes innovadores han impulsado el desarrollo de tecnologías que han beneficiado a toda la humanidad…
Sin duda, la tecnología es la herramienta más importante de la humanidad desde su origen.
Obviamente la necesitamos, pero también hacen falta otras propuestas que no sean solamente el lucro corporativo de una minoría, sino pensar la tecnología al servicio de las mayorías.
Hoy en día las únicas propuestas concretas con tecnologías como la inteligencia artificial involucran cómo automatizar procesos humanos para dejar a personas sin trabajo, o cómo poner estas herramientas al servicio de las guerras.
La gran carrera entre China y Estados Unidos por la inteligencia artificial general (un tipo de IA capaz de imitar el funcionamiento del cerebro humano) está canalizada para la guerra.
La experimentación más de punta con automatización está puesta en Ucrania o en Gaza.
Entonces sí, necesitamos la tecnología, pero hoy está en manos de grupos que la ponen al servicio de intereses corporativos muy reducidos, para las guerras, para el control migratorio y los conflictos geopolíticos.

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En tu libro planteas el ejemplo de colonizar Marte como un nuevo hogar para la humanidad, pero con la misma lógica que está destruyendo la Tierra…
Si, tenemos estas propuestas transgresoras y muy audaces, pero que están ligadas a una matriz productiva del capitalismo, de su origen, que es la emisión de gases de efecto invernadero.
El plan de salvar a la humanidad del cambio climático de la Tierra es calentar Marte.
Marte es un planeta muy frío, con temperaturas promedios de -50 °C. Carece de una capa atmosférica, de aire respirable y de agua líquida (que está congelada en los polos).
Lo que proponen estas tecnologías capitalistas es liberar masivamente gases de efecto invernadero para que se derritan los hielos y los polos y constituir lentamente una atmósfera en Marte.
Entonces eso es como acelerar en otro planeta el proceso que destruyó la Tierra, esa la paradoja que plantea el libro en cuanto a esta utopía espacial de los magnates de Silicon Valley.
Inspirarse en la ciencia ficción para crear inventos y tecnologías reales no es nuevo. En tu libro mencionas como ya en 1903 Julio Verne decía que el escritor de ciencia ficción «escribe en papel lo que después otros esculpirán en acero". ¿Qué tiene de distinto hoy esa inspiración?
En el libro trazo una genealogía de cómo Julio Verne diseña el submarino Nautilus que después inspiró a un montón de ingenieros para desarrollar submarinos que incluso tenían el mismo nombre.
Wernher von Braun, un ingeniero de la NASA que en realidad era un ingeniero nazi que diseñó los misiles V2 que bombardearon Londres en la Segunda Guerra Mundial, se volvió ingeniero por leer a Kurd Lasswitz, un escritor alemán equivalente a Julio Verne o H. G. Wells.
Y bueno, toda la industria espacial desde su origen está directamente influenciada por la lectura de estos primeros maestros de la ciencia ficción.
Pero en un tiempo más contemporáneo, la ciencia ficción además se pone al servicio de la especulación financiera.
Porque muchas veces son proyectos que parecen muy audaces, pero son completamente irrealizables, como por ejemplo, llevar los procesadores de minería de bitcoins al espacio donde la temperatura es muy baja y no hace falta enfriarlos. Y entonces se inventa una empresa que patenta ese proceso y se lanza la bolsa de valores y se compran y se venden acciones, pero eso solo va a ser factible por ahí dentro de 300 años.
Entonces en lo contemporáneo se vuelve más específico la forma en que se conecta la ficción especulativa con la especulación financiera, ideas de la ciencia ficción que se lanzan a una imaginación financiera, pero que son irrealizables.

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¿Cómo funciona hoy ese proceso de inspiración?
Lo que empezó a ocurrir cada vez más es que estas empresas contratan a escritores de ciencia ficción en puestos creativos.
Por ejemplo Neal Stephenson, autor de Snow Crash, que es de donde sale el concepto del metaverso que después toma Mark Zuckerberg, fue empleado de Blue Origin.
Entonces no es solo que los escritores digan "voy a escribir esto para que después quizá lo vea Elon Musk", sino que son personas que trabajan en Silicon Valley.
Esa mezcla es un concepto que ya existía: la ideología californiana que empieza en la década del 70 en Silicon Valley, que mezcla el hippismo y el uso de psicodélicos con los yupis, y la idea desarrollar una industria computacional.
De ahí se da esta mezcla entre corporaciones y ciencia ficción.
O sea, que se da directamente dentro de las empresas que contratan escritores de ciencia ficción. No es solo inspiración leyendo libros, que también ocurre.

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En tu libro notas que la mayoría de los voceros de la ciencia ficción capitalista, incluyendo Jeff Bezos, Mark Zuckerberg, Bill Gates, Richard Branson Larry Page, son todos hombres, blancos y "gringos". ¿Por qué es importante notarlo?
La visión de estos personajes es la de que cualquier problema que haya es porque no hay suficiente tecnología para solucionarlo.
Entonces, si está ocurriendo un cambio climático no es porque se liberó irresponsablemente dióxido de carbono, sino porque hay que inventar una tecnología que resuelva este problema.
Entonces en el libro tomo esta cuestión del hombre que va a salvar a la humanidad, tipo Jeff Bezos o Elon Musk, que combinan lo patriarcal con lo tecnológico para estas propuestas mesiánicas.
También está la ironía de que como nosotros los hombres blancos occidentales fuimos quienes generamos esto, somos los únicos que tenemos herramientas para solucionarlo.
Y también tiene que ver con que para estos personajes la idea de ponerse límites les genera un tipo de violencia.
En el libro, por ejemplo, menciono movimientos como Rolling Coal en el midwest de Estados Unidos, que son personas que se juntan a liberar dióxido de carbono como protesta antiambientalista por el cambio climático.

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¿Si existe una ciencia ficción capitalista, existe una ciencia ficción con una ideología opuesta? Una ciencia ficción comunista, por ejemplo…
Vivimos una época que a veces carece de contrapunto histórico para pensar en otra perspectiva, otra referencia.
En otro momento de la historia hubo movimientos políticos que tuvieron otra idea de la tecnología y la vanguardia.
En Rusia, por ejemplo, existió un movimiento que se llamó Cosmismo ruso, que tenía la idea justamente de tomar la tecnología para pensar proyectos espaciales que llevaran el socialismo a otros planetas, o incluso también lograr la inmortalidad.
Creo que eso es una urgencia de nuestra época: pensar la tecnología como otra manera de entender la política y el futuro que no sean solamente las de Silicon Valley, que son ya el presente en el que vivimos.
¿Qué papel juega América Latina en este panorama de imaginar el futuro?
Las fantasías de ir a Marte funcionan porque suprimen qué va a pasar con el resto del planeta o de la humanidad, entonces nuestra región se vuelve relevante al momento de pensar un futuro que nos competa a nosotros.
Por ejemplo, los autos eléctricos de Elon Musk que supuestamente son amigables con el medio ambiente, dependen del litio que se extrae de México, de Argentina, de Bolivia y Chile, y que tiene un costo ambiental muy alto.
Entonces somos regiones que parecen marginales, pero al mismo tiempo son las que tienen los recursos de las que dependen mucho estas tecnologías.
El Amazonas es vital tanto por ser un pulmón planetario, como por la cantidad de recursos farmacológicos que hay ahí.
Entonces creo que es vital tratar de pensar otra manera de relacionarse con el ambiente y con los propios recursos que son de nuestra región.
Y eso lleva también a pensar otro tipo de ciencia ficción, porque hoy en día el futuro le pertenece a esa ciencia ficción norteamericana y a Silicon Valley.
Eso plantea la necesidad de hackear ese futuro del norte, o tratar de pensar otros futuros que no nos hagan pensar que ese es el único futuro posible.

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Esto tiene que ver con tu idea del gauchopunk…
Ell gauchopunk es como llamo a mi propio proyecto de escritura, que tiene que ver con el cyberpunk, un subgénero de la ciencia ficción en el que se piensa un futuro que es peor que el presente, a partir de la tecnología puesta al servicio solamente de los intereses corporativos.
La propuesta del gauchopunk es pensar un futuro situado en el sur, que es algo que nunca aparece en esta ciencia ficción del norte.
¿Y cómo crees que luciría ese futuro?
Yo tengo un poco la idea de que el futuro ya existe, en tanto ya fue imaginado por el norte. Entonces lo que se puede hacer es hackear ese futuro, tratar de insertar lo que fue expulsado de ese futuro.
En mi escritura trato de pensar: ¿qué pasaría en Sudamérica mientras los multimillonarios llegan a Marte?
El escenario es un poco apocalíptico porque cuando los multimillonarios viajen a Marte será porque en este planeta ya no va a quedar nada. Pero bueno, ahí trato de pensar algunas derivas que sean un poco más esperanzadoras.
¿Y por dónde ves esas esperanzas?, ¿qué te hace pensar que hay esperanzas?
Trato de tener alguna esperanza porque para mí lo que tiene la distopía es que incluye también una posible utopía, ese es su valor político.
En mi escritura trato de pensar otras maneras de asociación de lo humano con lo ambiental que sea más amigable con la Tierra.
Por ejemplo, hay un movimiento que se llama Solar punk que intenta pensar un futuro que tenga que ver con tecnologías amigables con el medio ambiente, como para terminar con un momento en el que hay un presente tan distópico que se alimenta de futuros distópicos.
No soy un político, entonces no es que tenga propuestas o un programa para salvar a la humanidad, pero sí al menos trato de incluir a los sudamericanos en esos futuros en los que muchas veces no aparece.

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Qué tanto se parecen personajes como Bezos, Zuckerberg o Musk a la figura del hacker rebelde de la ciencia ficción?
En la ideología californiana la figura del hacker fue muy importante.
Supuestamente era alguien contestatario, con la idea de enfrentarse al Estado opresor.
Muchos de estos personajes piensan el Estado como algo que los limita, que limita la creatividad en sus corporaciones, pero en realidad es una gran hipocresía porque sus corporaciones dependieron de subsidios enormes del Estado, sin los cuales no se hubieran podido desarrollar ni SpaceX ni Blue Origin.
Entonces, magnates como Elon Musk o Jeff Bezos son en realidad los máximos parásitos del Estado.
Quieren recortar fondos de salud o educación, pero son los que más recibieron beneficios estatales y siguen recibiendo.
Entonces se ha alimentado muy hipócritamente esta figura del hacker iconoclasta que se opone al Estado, cuando en realidad es todo lo contrario.
Y además, tienen esta cuestión mesiánica de salvadores de la humanidad en una época en la que hay pocas propuestas utópicas que convoquen a la mayoría, y eso los vuelve atractivos, pero no dejan ser el 1% de la humanidad respondiendo a ese interés del 1%.

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¿Y qué podemos hacer quienes vivimos ese futuro imaginado por otros?
Supongo que tratar de entender que puede haber otra manera de entender la tecnología o tener una relación menos ingenua con ella.
Vivimos una época en la que como nunca antes estamos completamente atravesados por lo tecnológico y carecemos de espacios donde reflexionar sobre esa tecnología.
Darnos cuenta de dónde vienen las tecnologías, de dónde vienen los minerales con los que se construyen, a qué intereses corporativos responden las personas que los crean.
Creo que vivimos un presente que es consecuencia de la pandemia.
En ese momento estábamos encerrados y pensamos que la tecnología nos hacía libres porque nos permitía comunicarnos, pero no nos dimos cuenta de que en realidad nos volvimos rehenes de dos o tres empresas que son ahora las que dominan el mundo.
Eso quedó claro en la asunción de Trump, en la que estaban ahí Elon Musk, Jeff Bezos, Mark Zuckerberg.
Entonces ahora es un momento de pensar otras otras tecnologías, otros medios de relacionarse, que no solo sea ser rehenes de tres corporaciones.

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¿Qué sientes al ver, por ejemplo, el lanzamiento del primer vuelo espacial tripulado solo por mujeres de 1963?
A mí no me emociona ver a Jeff Bezos llevando a su esposa y un par de famosas al espacio como un jueguito, mientras hay personas que se mueren de hambre en distintas partes del mundo por guerras o desigualdad social.
Sin duda, la exploración espacial es importante, pero hoy en día está completamente privatizada el servicio de corporaciones que dependen de subsidios estatales, o sea que no es que ni siquiera son empresas competitivas en sí mismas.
Entonces creo que hay que pensar otros imaginarios del espacio que no sean solo los multimillonarios llegando a Marte.
Hoy en día quizá sea difícil imaginarlo y eso creo que es la gran crisis del presente: carecemos de imaginaciones de poder efectuar eso, pero bueno, en mi libro trato de relativizar lo "maravilloso" que es esto cuando en realidad son un par de millonarios que están jugando al turismo con fondos estatales mientras las desigualdades sociales son cada vez mayores.
- Carlos Serrano
- Título del autor,BBCMundo@HayFestivalQuerétaro
- 14/09/2025
- https://www.bbc.com/mundo/articles/c701420e172o