martes, 16 de septiembre de 2025

SALUD MENTAL ¿Reír disminuye el estrés? Esto dice la ciencia



(istock)



Terapias de la risa como el yoga de la risa, sesiones grupales y películas cómicas mejoran la salud mental y aumentan la satisfacción con la vida, concluye un estudio



¿Ysi la risa fuera el antídoto más sencillo contra el estrés? Reír no solo es un acto espontáneo o muchas veces contagioso; también es una herramienta terapéutica científicamente validada. Un reciente estudio liderado por instituciones como la Universidad de Jaén ha demostrado que la risa puede reducir significativamente los niveles de ansiedad y aumentar la satisfacción con la vida; es decir: reír podría ser tan efectivo como otras formas de intervención psicológica, con la ventaja de que puedes hacerlo en cualquier momento, es económica, sirve para todo el mundo y no tiene efectos secundarios adversos (salvo si te da un ataque 'mortal' de risa como al filósofo griego Crisipo de Solos).

La investigación, publicada en la revista Journal of Happiness Studies y liderado por el investigador Yelsyn-Mauricio Porras-Jiménez, analizó 33 ensayos clínicos aleatorizados en más de 2.100 adultos de distintos países. Cada estudio incluyó dos grupos: uno que recibió risoterapia y otro que continuó con la atención estándar o sin intervención. Los resultados fueron claros: aquellos que siguieron una terapia de risa tuvieron una reducción significativa de la ansiedad y un aumento notable en la satisfacción con la vida. Concretamente, los participantes sometidos a terapias de la risa puntuaron entre 8 y 10 puntos menos en escalas de ansiedad y entre 10 y 12 puntos más en escalas de satisfacción vital que los grupos de control.

“A diferencia del humor espontáneo, la risoterapia es una intervención estructurada y deliberada que utiliza técnicas como el yoga de la risa, sesiones grupales guiadas o payasos terapéuticos para inducir la risa y generar beneficios psicoemocionales”, señalaron los investigadores.

Estas prácticas tienen efectos fisiológicos y psicológicos medibles, ya que reír activa el sistema parasimpático (el que se encarga de las funciones corporales durante el descanso y la recuperación como la digestión), reduce el cortisol (la hormona del estrés), libera endorfinas -nuestros analgésicos naturales- y fortalece nuestro sistema inmunitario.


La risa y su conexión con la salud mental

Los beneficios de la risa no son solo anecdóticos, ya que la risoterapia en sus múltiples formas opera en tres dimensiones clave del bienestar: biológica, reduciendo la tensión muscular, bajando la presión arterial y mejorando la oxigenación cerebral, psicológica, interrumpiendo pensamientos negativos y facilitando una reevaluación positiva de situaciones estresantes y, por supuesto, social, ya que este tipo de tratamientos fortalece los vínculos, mejora la comunicación y genera un entorno emocional más seguro.

La risa potencia el optimismo, y este no es un detalle menor: se vincula a un sistema inmune más robusto, a una salud cardiovascular más sana y a una mayor capacidad de sobreponerse ante la adversidad. Con el tiempo, cultivar el sentido del humor se convierte en un hábito protector que facilita adaptarse a los giros inesperados de la vida.

Dentro del análisis, el yoga de la risa mostró ser la técnica con mayor impacto tanto en la reducción de ansiedad como en la mejora de la satisfacción vital. ¿Y qué es el yoga de la risa? Se trata de una práctica que combina la risoterapia con respiración diafragmática generando beneficios en pocos minutos. Sus beneficios fueron válidos para todo tipo de personas y entornos: estudiantes, profesionales, ancianos en residencias, entornos familiares, pacientes con enfermedades crónicas...

Y es que la risa es una respuesta biológica compartida por muchas especies, lo que sugiere unas raíces evolutivas profundas. Con todo, la evidencia es clara: la risa terapéutica puede y debe formar parte de los programas de salud mental y bienestar emocional porque tiene muchos beneficios y un bajo coste. Ya sea en formato película, en una sesión grupal dirigida, o en la mencionada de risoterapia con yoga, reír de forma consciente puede ser una medicina poderosa al alcance de todos.



 



“Sólo hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana. Y no estoy tan seguro de la primera.” La frase atribuida a Einstein parece una boutade, pero funciona como una sentencia filosófica disfrazada de chiste. ¿Y si la estupidez fuera, como la gravedad, una constante del universo?



En la Grecia clásica, Aristóteles no solo definió al hombre como zoon politikon, un animal político, sino que fundó la lógica como disciplina. Fue el primero en convertir el razonamiento en método, en diseñar el silogismo como instrumento para separar lo verdadero de lo falso. La polis, pensaba, era el lugar donde esa razón podía desplegarse colectivamente: en el debate, en la organización, en la búsqueda de la vida buena. Pero en ese sueño de claridad ya acechaba una paradoja. Porque allí donde el filósofo esperaba orden y medida, brotaba también lo contrario: la ceguera compartida, el error que se multiplica, el gesto irracional que se propaga más rápido que cualquier argumento lógico. 

Dos milenios más tarde, un historiador económico italiano decidió observar ese fenómeno con la frialdad de quien examina un organismo al microscopio. Carlo M. Cipolla escribió primero, en 1976, un breve ensayo que circuló de forma privada entre amigos. Doce años después lo publicó en Italia dentro del volumen Allegro ma non troppo, y en 2011 apareció en inglés bajo un título que lo convertiría en referencia global: The Basic Laws of Human Stupidity. Lo sorprendente es que no se trataba de una sátira ligera, sino de un marco analítico con pretensión científica: una teoría sobre la estupidez concebida como categoría autónoma y mensurable. 

Cipolla definía al estúpido como aquel que perjudica a otros sin obtener beneficio alguno, e incluso dañándose a sí mismo. No hablaba de ignorancia ni de falta de información, sino de un patrón de comportamiento con efectos medibles en el deterioro del bienestar colectivo. Lo más inquietante era su conclusión: la proporción de estúpidos en cualquier sociedad es invariable, independientemente de la época, la cultura o el nivel educativo. Hay tantos estúpidos en un mercado medieval como en un parlamento contemporáneo, tantos entre campesinos como entre rectores universitarios o incluso entre premios Nobel. No es un accidente cultural: es una constante antropológica inscrita en nuestra naturaleza.

A partir de esta constatación, Cipolla trazó un diagrama dividido en cuatro cuadrantes que sintetizan la conducta humana. Están los inteligentes, que producen beneficios para sí mismos y para los demás. Los oportunistas, que ganan a costa de dañar a otros. Los ingenuos, que pierden mientras otros se benefician. Y, finalmente, los estúpidos, que dañan a los demás sin obtener nada, e incluso perjudicándose a sí mismos. Este último cuadrante es el más inquietante, porque su fuerza reside en la ausencia total de lógica: es imprevisible, imposible de anticipar, inmune al cálculo racional.

Lo verdaderamente alarmante no es la existencia de la estupidez, sino sus consecuencias macro-sociales. Mientras el oportunista redistribuye riqueza —toma de unos para quedarse con ello—, el estúpido destruye riqueza neta: empobrece al conjunto sin producir equivalente alguno. De ahí la advertencia de Cipolla: las sociedades en decadencia no son aquellas que tienen más estúpidos —el porcentaje es siempre el mismo—, sino aquellas que les conceden un margen de acción cada vez mayor. El declive comienza cuando la irracionalidad deja de ser marginal y empieza a ocupar posiciones de influencia.

Y este último factor, es quizás el más inquietante: la estupidez multiplicada por el poder. Un individuo estúpido puede arruinar una tarde; un estúpido con responsabilidades institucionales puede arruinar generaciones. La historia ofrece innumerables ejemplos: generales que sacrificaron ejércitos por vanidad, burócratas que bloquearon innovaciones por orgullo, líderes que, convencidos de su propia visión, precipitaron catástrofes sociales. La estupidez, cuando se sienta en el trono, multiplica su capacidad destructiva de manera exponencial.

Esto lleva a una pregunta más radical: ¿es la estupidez una categoría autónoma, como defendía Cipolla, o basta con recurrir a otras herramientas de la psicología y la economía para explicarla?

Daniel Kahneman, psicólogo israelí-estadounidense y premio Nobel de Economía en 2002, demostró que gran parte de nuestras decisiones no se toman desde la reflexión, sino desde lo que llamó pensamiento rápido o Sistema 1. Ese mecanismo intuitivo, eficaz para la supervivencia, está plagado de sesgos que nos conducen a errores sistemáticos. Muchas de las conductas que solemos etiquetar como “estúpidas” —decisiones impulsivas, prejuicios, reacciones emocionales— encajan perfectamente en este marco.

Pero aquí aparece el matiz inquietante de Cipolla: incluso aceptando la teoría de Kahneman, hay un resto irreductible, una irracionalidad que no puede explicarse ni por sesgos cognitivos ni por defectos de información. Es una propensión estructural a causar daño sin obtener nada a cambio. Esa es la esencia de su tesis: la estupidez no es un error corregible, sino una regularidad antropológica inscrita en nuestra especie.

La paradoja de nuestro tiempo es que, rodeados de algoritmos diseñados para calcular, predecir y optimizar conductas, no hemos reducido la irracionalidad: la hemos acelerado. Lo que antes quedaba como rumor en una taberna hoy se convierte en un vídeo en TikTok con 20 millones de visualizaciones en cuestión de minutos; lo que antes era una ocurrencia aislada hoy se convierte en “narrativa” política amplificada por sistemas que premian la emoción por encima del dato, la indignación por encima de la evidencia.

Yuval Noah Harari, historiador israelí y autor de Sapiens y Homo Deus, lo ha señalado con claridad: el mayor peligro no es que las máquinas superen nuestra inteligencia, sino que multipliquen exponencialmente nuestra estupidez.

El miedo funciona aquí como catalizador. Los algoritmos convierten el miedo en infraestructura de control social, explotando la vulnerabilidad del pensamiento rápido. Pero incluso en ausencia de miedo o manipulación, la estupidez persiste. Es como si la naturaleza hubiera introducido un freno en el diseño humano: una dosis constante de irracionalidad que impide que el progreso se despliegue sin resistencias. 

¿Existe, entonces, la estupidez? La respuesta de Cipolla es afirmativa y sin concesiones. No como insulto, sino como categoría empírica. Y lo perturbador es lo que implica aceptar esta premisa: no todos los fracasos sociales pueden explicarse por intereses ocultos, conspiraciones o estrategias de poder. Una parte proviene de esa capacidad humana de actuar contra la lógica y contra el propio interés. 

La conclusión, por tanto, no es resignarse, sino reconocer que la estupidez forma parte de nuestra ecología política. No desaparecerá con más educación ni con más tecnología. Solo podemos contener sus efectos: diseñar instituciones que la limiten, fomentar la crítica que la desenmascare y establecer mecanismos que la expongan públicamente. Como en el cuento El traje nuevo del emperador de Hans Christian Andersen, lo esencial es no concederle el blindaje de la solemnidad. Todo el mundo tiene derecho a expresar su opinión, incluso cuando es manifiestamente absurda; lo que nadie tiene es derecho a exigir que esa opinión sea considerada respetable. La función social de la crítica —y, llegado el caso, de la risa— es precisamente esa: despojar a la estupidez de cualquier pretensión de autoridad y evitar que el error se normalice bajo la apariencia de consenso.

Aristóteles, Einstein, Cipolla y Harari coinciden en un punto esencial: la racionalidad humana es frágil. Lo que varía no es la existencia de la estupidez, sino la escala de sus efectos. En tiempos analógicos podía arruinar familias o pueblos; en tiempos digitales puede arrastrar democracias enteras y alterar el curso de civilizaciones. La verdadera pregunta, por tanto, ya no es si la estupidez existe, sino si seremos capaces de convivir con ella sin permitir que se convierta en el motor de la historia.



por

Miguel Alexander Barreiro Laredohttps://retinatendencias.com/vida-digital/una-teoria-de-la-estupidez-en-tiempos-de-inteligencia-artificial/

¿Nos encaminamos a otro 1939? Los conflictos regionales se "conectan" y la UE alza la voz para no terminar en una Guerra Mundial



Los conflictos bélicos en 1939 y 2025.
CARLOS G. KINDELÁN



La falta de alianzas fuertes entre países, la disuasión nuclear y la interdependencia hacen difícil un conflicto a gran escala, explican expertos a 20minutos.Un ataque con drones rusos a Ucrania viola el espacio aéreo de Rumanía, que moviliza dos cazas, y cierra un aeropuerto en Polonia



El mundo se ha vuelto peligroso. Eso es un hecho incontestable y hay unas palabras de la Alta Representante de la UE, Kaja Kallas, que resumen el sentir de la realidad actual. "La forma en que se desarrollen los escenarios depende en gran medida de nosotros, de cómo reaccionemos ante esto", sostuvo esta semana la dirigente estonia sobre la guerra en un Ucrania. Y llenó su mensaje de avisos: "Durante la Segunda Guerra Mundial se cometió el error de considerar todos los conflictos del mundo como partes separadas, cuando en realidad estaban todos conectados", algo que según ella también pasa en la actualidad. Y puso como ejemplo no solo las intenciones de Rusia, sino también las ínfulas de China. "Creo que todos los países pequeños del mundo están en peligro", espetó.

Pero, las preguntas son: ¿es el mundo de 2025 parecido al de 1939 justo antes de que se desatase la Segunda Guerra Mundial con la que Europa quedó completamente arrasada y dividida?¿Está el planeta ahora mismo más cerca de la III Guerra Mundial?

David Gómez, de El Orden Mundial, explica a 20minutos que hay que huir de alarmismos aunque el término de una nueva guerra global tenga "cierto tirón mediático". La realidad es diferente. "No niego que ahora mismo estamos en un orden internacional más inestable que hace unos años que, en cierto modo, existen algunos paralelismos con otros contextos internacionales que terminaron desembocando en una guerra mundial, como en el caso de la Primera Guerra Mundial", asume Gómez, que reconoce que el multilateralismo está en crisis.

Aunque existan estas coincidencias, que se ven con "conflictos militares cada vez más potentes como la guerra de Ucrania, la situación en Oriente Próximo con la genocidio en Gaza, las tensiones entre India y Pakistán o una hipotética invasión china de Taiwán", la verdad, añade el analista, es que las posibilidades de una guerra a gran escala son "remotas". Por varias razones. "Primero, la más importante, la disuasión nuclear. Siempre tendemos a olvidar que la disuasión nuclear fue precisamente el factor que evitó una conflagración directa entre Estados Unidos y la Unión Soviética durante la Guerra Fría y ese factor sigue estando ahí", explica Gómez.

Tendemos a olvidar que la disuasión nuclear fue el factor que evitó una conflagración entre EE UU y la Unión Soviética durante la Guerra Fría y ese factor sigue estando ahí

"En segundo lugar, otro elemento importante también es el nivel de interdependencia económica entre los países en la era de la globalización. Ahora mismo hay un nivel de interconexión a gran escala, a escala global, que no existía hace 100 años y ya hemos visto, por ejemplo, las repercusiones de una guerra comercial como la que lanzó Donald Trump con sus aranceles el día de la liberación en abril. El impacto económico y la inestabilidad que estaba generando era tan grande que el propio Trump acabó reculando con la mayoría de países", desarrolla.

Y en último lugar, está también el asunto de las alianzas. "En la Primera Guerra Mundial y en la Segunda Guerra Mundial, teníamos bloques de alianzas bastante estables, bastante sólidas y bien preparadas para un conflicto militar. Y buena prueba de ello fue que un acontecimiento como el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria terminó desembocando en una reacción en cadena que derivó en la Primera Guerra Mundial", sostiene. Y eso ha cambiado hacia un escenario que dificulta un conflicto a gran escala. "Los países están priorizando sus intereses en diferentes áreas, o sea, economía, recursos a nivel energético, político... Están priorizando sus propios intereses por encima de esas alianzas multilaterales. Y el hecho de que se prioricen los intereses internos dificulta también que se formen bloques sólidos, bloques férreos que puedan enfrentarse entre sí", termina.

Todo lo anterior no cambia la foto que tenemos delante. Hay conflictos abiertos ahora mismo, perennes, a punto de estallar o en un punto muerto. La concentración de guerras a mayor o menor escala es indudable en 2025, especialmente en África y Medio Oriente. Sudán continúa sumido en una devastadora guerra civil entre el ejército y las Fuerzas de Apoyo Rápido, generando la mayor crisis humanitaria del planeta. En el este de la República Democrática del Congo, el grupo rebelde M23 mantiene control sobre zonas estratégicas pese a un reciente acuerdo de paz con Ruanda, mientras Etiopía enfrenta combates en la región de Amhara contra la milicia Fano. Somalia, Mali y otros países del Sahel siguen luchando contra insurgencias yihadistas que amenazan la estabilidad de la región.

Todo parece escrito ahora mismo en Europa, donde la invasión rusa de Ucrania sigue activa, con ofensivas y bombardeos que afectan la infraestructura energética y civil. Ya van más de tres años de ofensiva, pero si hablamos del este de Ucrania se trata de un conflicto latente desde 2014, con disputas en las zonas de Donetsk y Lugansk. Eso sí, en la fecha actual la invasión rusa de Ucrania sigue activa con Rusia controlando menos del 20% del territorio ucraniano, incluida casi toda Lugansk, tres cuartas partes de Donetsk y grandes partes de Zaporiyia y Jerson.

El conflicto ha dejado, hasta ahora, un saldo humano devastador: según estimaciones de la ONU y autoridades ucranianas, al menos 11.000 civiles ucranianos han muerto y más de 21.000 han resultado heridos, aunque se cree que las cifras reales son mayores por las zonas ocupadas de difícil acceso. Ucrania calcula que las fuerzas rusas han sufrido más de un millón de bajas entre muertos y heridos, junto con la destrucción de 11.177 tanques y 23.266 vehículos blindados. La guerra ha provocado el desplazamiento de más de seis millones de ucranianos al extranjero y millones más internamente, mientras los combates y bombardeos siguen destruyendo infraestructura energética y urbana.

El hecho de que se prioricen los intereses internos dificulta también que se formen bloques sólidos, bloques férreos que puedan enfrentarse entre sí

Pero en el viejo continente por ejemplo acaba de resolverse la disputa histórica entre Armenia y Azerbaiyán por el territorio de Nagorno Qarabaj y la maniobra de Moscú se extiende en forma de amenazas híbridas en otros países como Moldavia o Georgia. "En conjunto, estos conflictos generan millones de desplazados, crisis alimentarias y económicas, y mantienen al Consejo de Seguridad de la ONU en un estado de deliberación constante sobre posibles intervenciones y misiones de paz", resumen los expertos.

En Oriente Medio todo lo marca la situación en Gaza. Es una conflicto extendido desde los años sesenta y que se ha recrudecido de manera paulatina, con altos y bajos, con el paso de las décadas. El punto más grave es probablemente el actual, desatado por los ataques de Hamás sobre Israel el 7 de octubre de 2023 y con una respuesta de Tel Aviv que se alarga durante casi dos años. El grupo terrorista secuestró a 251 personas, algunas de las cuales ya han sido liberadas: según los datos más recientes 48 personas siguen en cautiverio y 83 han sido asesinadas.

En la otra parte, la ofensiva israelí en Gaza ha dejado alrededor de 64.656 palestinos muertos y 163.503 heridos según el Ministerio de Salud de Gaza, mientras que Israel reporta 454 soldados muertos y 2.870 heridos desde el inicio de su operación terrestre. Israel calcula que ha desplazado ya a 200.000 personas y controla cerca del 40% de ciudad de Gaza, con combates intensos en barrios como Al-Naser y Rimal. Solo en los últimos días se reportaron más de 100 palestinos muertos en distintos ataques, incluyendo civiles que buscaban alimentos, y se contabilizan 411 muertes por hambre, entre ellas 142 niños. Organismos internacionales alertan que las zonas de evacuación como Al Mawasi no cuentan con condiciones adecuadas para los desplazados, lo que agrava la crisis humanitaria en el enclave.

El conflicto proxy entre Irán e Israel ha escalado en los últimos tiempos, con ataques aéreos, drones y misiles que involucran también a grupos hutíes en Yemen y acciones puntuales de Estados Unidos. ¿Qué es en realidad un conflicto proxy? Es aquel en el que dos potencias o actores externos que utilizan a terceros (grupos armados, países o actores no estatales) para luchar entre sí en su lugar, financiándolos y apoyándolos para alcanzar sus objetivos estratégicos sin un compromiso directo de sus propias fuerzas militares. En ese punto, Yemen sigue atrapado en su guerra interna, con implicaciones en la seguridad marítima internacional debido a ataques a buques comerciales en el mar Rojo. En Asia, por otro lado, Myanmar continúa su guerra civil contra la junta militar, y la disputa fronteriza entre Camboya y Tailandia ha desplazado a cientos de miles de personas en la región. Asimismo, siguen existiendo las tensiones de China sobre Taiwán.

En América Latina, la violencia de grupos armados y el crimen organizado sigue generando inestabilidad: Colombia sufre enfrentamientos entre el ELN, disidencias de las FARC y fuerzas estatales, mientras Haití padece una grave crisis de seguridad debido al control de pandillas sobre amplias zonas de Puerto Príncipe.


¿Qué pasaba en 1939?

La realidad es que en 1939 el mundo estaba al borde de un conflicto global. La Segunda Guerra Sino-Japonesa, iniciada en 1937, era ya la guerra más grande en curso, con Japón ocupando vastas zonas de China y extendiendo su control en Asia oriental. En Europa, la Guerra Civil española había terminado en abril con la victoria del bando franquista, pero sus efectos seguían siendo evidentes: España quedó bajo una dictadura nacionalista, con cientos de miles de exiliados y la llegada de un régimen que se prolongó durante 40 años. Mientras tanto, en Asia Central se desarrollaba la batalla de Jaljin Gol entre Japón y la Unión Soviética, que concluyó en septiembre con victoria soviética, frenando la expansión nipona hacia Siberia.

Europa vivía un clima de tensión extrema. Alemania, bajo el régimen nazi de Adolf Hitler, había anexionado Austria en 1938 (Anschluss) y ocupado Checoslovaquia a comienzos de 1939, desafiando el orden internacional. El Pacto Ribbentrop-Mólotov, firmado en agosto de 1939 entre Alemania y la URSS, incluyó la partición de Polonia, dejando a las democracias europeas sin margen de maniobra. El continente entero se preparaba para una guerra que parecía inevitable.

Fuera de Europa, el imperialismo y los movimientos de resistencia también marcaban esos momentos. Japón seguía su expansión en China y el sudeste asiático, mientras que en África y Asia crecían los movimientos anticoloniales, especialmente en la India británica. La Sociedad de Naciones -embrión de lo que después se convirtió en la ONU-, debilitada por su incapacidad para frenar las agresiones japonesas en Manchuria y las invasiones de Italia en Etiopía, había perdido legitimidad y no podía evitar el derrumbe del sistema de seguridad colectiva.

La conclusión es que no, el mundo no es el mismo, y los riesgos tampoco: ahora existe la guerra cibernética, las amenazas híbridas, la lucha tecnológica, ejércitos más modernizados, fuerzas paramilitares y Estados que buscan espacio en el panorama global con estrategias cada vez más sofisticadas. El mundo de 2025 no es el de 1939, pero eso no quiere decir que la seguridad se pueda dar por sentada.



Internacional
Noticia  14 sep 2025 - 08:04
Emilio Ordiz  (DESDE BRUSELAS)
https://www.20minutos.es/internacional/nos-encaminamos-otro-1939-los-conflictos-regionales-se-conectan-ue-alza-voz-para-no-terminar-una-guerra-mundial_6294912_0.html

lunes, 15 de septiembre de 2025

Quién es Larry Ellison, el magnate que se convirtió en el hombre más rico del mundo

Larry Ellison, fotografiado en una reunión en la Oficina Oval a principios de este año, ha superado a Elon Musk en riqueza.

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Larry Ellison, cofundador de Oracle y aliado del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, arrebató a Elon Musk su título como la persona más rica del mundo.

Según el índice de multimillonarios de Bloomberg, la fortuna de Ellison alcanzó los US$393.000 millones el miércoles por la mañana, superando así los US$385.000 millones de Musk.

Las acciones de Oracle subieron más de un 40% después de que la empresa de software para bases de datos presentara a los inversores unas perspectivas sorprendentemente positivas para su negocio de infraestructura en la nube y sus acuerdos en el ámbito de la inteligencia artificial.

Ellison, cuya fortuna está ligada al éxito de la empresa, ha ido acumulando su riqueza de forma constante durante las últimas cinco décadas.

Musk ostentó el título de la persona más rica del mundo durante casi un año.

El consejo de administración de Tesla propuso un plan de remuneración para él que podría alcanzar US$1 billón, si logra una serie de objetivos ambiciosos en la próxima década.

Sin embargo, las acciones de Tesla, la empresa más valiosa de Musk, han caído este año.

La compañía de vehículos eléctricos ha tenido que lidiar con la desconfianza de los inversores ante la reversión de las iniciativas para la electrificación del transporte por parte del gobierno de Trump, además de la reacción negativa de los consumidores ante la postura política de Musk.

Por otro lado, Oracle se ha beneficiado recientemente del creciente interés por la infraestructura de centros de datos.

En el informe de resultados trimestrales publicado el martes, la empresa proyectó que los ingresos de su división de servicios en la nube aumentarán un 77% este año, alcanzando los US$18.000 millones, con un crecimiento aún mayor previsto para los próximos años.

Oracle ha registrado un fuerte aumento en la demanda de sus centros de datos por parte de empresas de inteligencia artificial, lo que contribuyó a la considerable subida de sus acciones.

La directora ejecutiva, Safra Catz, declaró esta semana que la empresa firmó cuatro contratos multimillonarios con clientes durante el último trimestre y prevé cerrar varios acuerdos más en los próximos meses.

Un aliado de Trump que quiere comprar TikTok


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Pie de foto,Larry Ellison acudió a la Casa Blanca recientemente, donde se anunció un gran plan de inversión en infraestructura para IA.

Ellison, de 81 años, cofundó Oracle en 1977 y alcanzó la fama en la década de 1990, convirtiéndose en una figura pública conocida tanto por su extravagante estilo de vida como por la empresa de bases de datos que le generó su fortuna.

Fue director ejecutivo de Oracle hasta 2014 y actualmente es presidente y director de tecnología de la compañía. Además, se ha posicionado como un aliado del presidente Trump.

Cuando el mandatario republicano regresó a la Casa Blanca en enero, Ellison apareció junto a Sam Altman de OpenAI y Masayoshi Son de SoftBank para anunciar un proyecto llamado Stargate, destinado a desarrollar la infraestructura de inteligencia artificial en Estados Unidos.

Oracle también se ha postulado como posible comprador de TikTok, la aplicación propiedad de la empresa china ByteDance. TikTok podría ser prohibida en Estados Unidos si no se separa de ByteDance.

En enero, cuando se le preguntó si estaba de acuerdo con que Musk comprara TikTok, Trump respondió: "Me gustaría que Larry también la comprara".

Las ambiciones de Ellison en el sector de los medios de comunicación van más allá de TikTok.

Financió la mayor parte de la oferta de US$8.000 millones que su hijo realizó para adquirir Paramount, propietaria de CBS y MTV.

Dicha operación, que involucró a Paramount y a la empresa de medios Skydance, controlada por su hijo David, se cerró el mes pasado.

Un multimillonario hecho a si mismo


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Pie de foto,Las regatas son una de las aficiones de Larry Ellison.

La madre de Ellison, Florence Spellman, estaba soltera y con 19 años de edad cuando él nació.

Siendo un bebé de 9 meses, Ellison enfermó de neumonía y su madre decidió enviarlo a Chicago para que viviera con sus tíos, Lilian y Louis Ellison, quienes lo adoptaron.

Ellison tenía planes de convertirse en médico y se matriculó en la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign, pero abandonó los estudios en 1964.

Unos años después, se matriculó en la Universidad de Chicago, donde tampoco duró.

Finalmente, se mudó a California donde trabajó como programador de computadoras en varias empresas y, en 1977, fundó junto a dos socios una empresa llamada Software Development Laboratories (SDL), cuyo objetivo era prestar servicios de software a otras empresas.

Tras trabajar en un contrato con la Agencia Central de Inteligencia para crear una base de datos, Ellison y sus socios lanzaron en 1979 el programa Oracle, uno de los primeros programas de base de datos relacionales de uso comercial.

Rápidamente, el programa adquirió popularidad y en 1986, la empresa de Ellison -ahora rebautizada como Oracle- empezó a cotizarse en la bolsa. Un año más tarde, ya era la companía de manejo de bases de datos más grande del mundo.

A lo largo de su vida pública, Ellison ha sido conocido por su estilo de vida ostentoso en el que destaca la construcción de una villa valorada en US$200 millones en Palo Alto (California), así como la compra de la sexta isla más grande de Hawái.


    • Danielle Kaye
    • Título del autor,Reportera de negocios de BBC News

"Los millonarios de Silicon Valley tienen propuestas mesiánicas, pero no dejan de ser negocios que benefician solo al 1% de la humanidad"

Michel Nieva, autor del ensayo Ciencia ficción capitalista.

Coni Rosman



"Hoy vivimos el futuro que los magnates de Silicon Valley vieron en Terminator, Alien o Robocop".

Así es como el escritor y filósofo argentino Michel Nieva describe el mundo en el que Mark Zuckerberg, Elon Musk, Jeff Bezos y otros tech bros multimillonarios se han apoderado de las fantasías de la ciencia ficción para ponerlas al servicio de sus mega corporaciones capitalistas.

Esa es la tesis de Nieva en su ensayo Ciencia ficción capitalista: Cómo los multimillonarios nos salvarán del fin del mundo (Anagrama, 2024).

En su libro, Nieva explora cómo estos magnates se apoderan de "ideas mesiánicas" como colonizar Marte, hacer minería de bitcoins en el espacio, desarrollar una inteligencia artificial que automatice todo el trabajo humano o incluso lograr la inmortalidad.

Bajo esa lógica, la ciencia ficción termina convertida en la "fase superior del capitalismo", según escribe en su ensayo.

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Los emprendedores de Silicon Valley se han inspirado en películas como Terminator, según el filósofo Michel Nieva.

En entrevista con BBC Mundo, Nieva describe un mundo en el que la ciencia ficción ha quedado secuestrada al servicio de esas ideas "que solo benefician al 1% de la población" y que, a manera de monopolio, dejan por fuera otras formas de imaginar el futuro.

Nieva es profesor en la Universidad de Nueva York y en 2021 fue seleccionado por la revista Granta como uno de los mejores escritores jóvenes en español.

BBC Mundo habló con él en el marco del Hay Festival Querétaro, que se realizó entre el 4 y el 7 de septiembre en esa ciudad mexicana.

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Emprendedores como Elon Musk quieren que los humanos colonicen Marte.

Tu ensayo describe cómo los tech bros se han apropiado de la ciencia ficción para su propio beneficio y alimentar el capitalismo. ¿Cómo llegaste a esa conclusión?

Escribí este libro al darme cuenta de cómo muchas de las estéticas y las narrativas corporativas de Silicon Valley estaban directamente influenciadas y aludían a películas o libros de ciencia ficción.

Por ejemplo, todos los trajes de SpaceX y sus naves espaciales, las diseña José Fernández, un diseñador de Hollywood que es quien hace los trajes de Marvel, Batman o los cascos de Daft Punk.

Muchos nombres de las misiones de Spacex o de Blue Origin aluden a los libros de ciencia ficción de Isaac Asimov o Kim Stanley Robinson.

El nombre de Meta, la empresa de Mark Zuckerberg, es tomado del metaverso al que alude la novela Snow Crash, de Neal Stephenson.

Esos ejemplos son un síntoma de cómo la ciencia ficción clásica norteamericana se volvió un motor mitológico de los proyectos tecnológicos del capitalismo, que involucran enfrentar grandes desafíos de nuestra época como el cambio climático, o la unión de la inteligencia humana con la artificial.

Y esto se muestra como una utopía que que es muy atractiva, porque se constituye en un contexto en el que no hay otras utopías de ningún color político que se contrapongan a estas a estas propuestas, ni que tampoco tengan una intersección con una idea de futuro, con los avances de último momento de tecnología.

No existe ningún otro lugar que no sea Silicon Valley que tenga una propuesta política con la tecnología.

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Los trajes de los astronautas de SpaceX fueron diseñados por José Fernández, quien también diseñós los cascos del dúo musical Daft Punk.

¿Y en qué momento se vuelve problemática esa visión que Silicon Valley propone para el futuro de la humanidad basado en la ciencia ficción?

Es un poco la ironía que plantea el subtítulo del libro "cómo los multimillonarios nos salvarán del fin del mundo". Es esta fantasía que está muy instalada en la cultura occidental: la figura del patriarca que va a salvar a la humanidad con tecnología de punta.

La ironía es que estos millonarios de Silicon Valley vienen con propuestas mesiánicas, como llevar a la humanidad a Marte, o resolver grandes dilemas existenciales como la mortalidad, pero en realidad no dejan de ser negocios de corporaciones de magnates que benefician solo al 1% de la humanidad.

Entonces ese es el contraste que plantea el libro, son propuestas muy megalómanas que supuestamente van a ayudar a todo la humanidad, pero que en realidad son negocios de una minoría, en un contexto en el que cada vez es mayor la desigualdad entre los que más tienen y los que menos tienen.

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Elon Musk con SpaceX y Jeff Bezos con Blue Origin lideran la carrera espacial privada.

Pero también es cierto que los grandes innovadores han impulsado el desarrollo de tecnologías que han beneficiado a toda la humanidad…

Sin duda, la tecnología es la herramienta más importante de la humanidad desde su origen.

Obviamente la necesitamos, pero también hacen falta otras propuestas que no sean solamente el lucro corporativo de una minoría, sino pensar la tecnología al servicio de las mayorías.

Hoy en día las únicas propuestas concretas con tecnologías como la inteligencia artificial involucran cómo automatizar procesos humanos para dejar a personas sin trabajo, o cómo poner estas herramientas al servicio de las guerras.

La gran carrera entre China y Estados Unidos por la inteligencia artificial general (un tipo de IA capaz de imitar el funcionamiento del cerebro humano) está canalizada para la guerra.

La experimentación más de punta con automatización está puesta en Ucrania o en Gaza.

Entonces sí, necesitamos la tecnología, pero hoy está en manos de grupos que la ponen al servicio de intereses corporativos muy reducidos, para las guerras, para el control migratorio y los conflictos geopolíticos.

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En tu libro planteas el ejemplo de colonizar Marte como un nuevo hogar para la humanidad, pero con la misma lógica que está destruyendo la Tierra…

Si, tenemos estas propuestas transgresoras y muy audaces, pero que están ligadas a una matriz productiva del capitalismo, de su origen, que es la emisión de gases de efecto invernadero.

El plan de salvar a la humanidad del cambio climático de la Tierra es calentar Marte.

Marte es un planeta muy frío, con temperaturas promedios de -50 °C. Carece de una capa atmosférica, de aire respirable y de agua líquida (que está congelada en los polos).

Lo que proponen estas tecnologías capitalistas es liberar masivamente gases de efecto invernadero para que se derritan los hielos y los polos y constituir lentamente una atmósfera en Marte.

Entonces eso es como acelerar en otro planeta el proceso que destruyó la Tierra, esa la paradoja que plantea el libro en cuanto a esta utopía espacial de los magnates de Silicon Valley.

Inspirarse en la ciencia ficción para crear inventos y tecnologías reales no es nuevo. En tu libro mencionas como ya en 1903 Julio Verne decía que el escritor de ciencia ficción «escribe en papel lo que después otros esculpirán en acero". ¿Qué tiene de distinto hoy esa inspiración?

En el libro trazo una genealogía de cómo Julio Verne diseña el submarino Nautilus que después inspiró a un montón de ingenieros para desarrollar submarinos que incluso tenían el mismo nombre.

Wernher von Braun, un ingeniero de la NASA que en realidad era un ingeniero nazi que diseñó los misiles V2 que bombardearon Londres en la Segunda Guerra Mundial, se volvió ingeniero por leer a Kurd Lasswitz, un escritor alemán equivalente a Julio Verne o H. G. Wells.

Y bueno, toda la industria espacial desde su origen está directamente influenciada por la lectura de estos primeros maestros de la ciencia ficción.

Pero en un tiempo más contemporáneo, la ciencia ficción además se pone al servicio de la especulación financiera.

Porque muchas veces son proyectos que parecen muy audaces, pero son completamente irrealizables, como por ejemplo, llevar los procesadores de minería de bitcoins al espacio donde la temperatura es muy baja y no hace falta enfriarlos. Y entonces se inventa una empresa que patenta ese proceso y se lanza la bolsa de valores y se compran y se venden acciones, pero eso solo va a ser factible por ahí dentro de 300 años.

Entonces en lo contemporáneo se vuelve más específico la forma en que se conecta la ficción especulativa con la especulación financiera, ideas de la ciencia ficción que se lanzan a una imaginación financiera, pero que son irrealizables.

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Escena de la película Veinte mil leguas de viaje submarino (1954), basada en la novela de Julio Verne, en la que aparece el submarino Nautilus.

¿Cómo funciona hoy ese proceso de inspiración?

Lo que empezó a ocurrir cada vez más es que estas empresas contratan a escritores de ciencia ficción en puestos creativos.

Por ejemplo Neal Stephenson, autor de Snow Crash, que es de donde sale el concepto del metaverso que después toma Mark Zuckerberg, fue empleado de Blue Origin.

Entonces no es solo que los escritores digan "voy a escribir esto para que después quizá lo vea Elon Musk", sino que son personas que trabajan en Silicon Valley.

Esa mezcla es un concepto que ya existía: la ideología californiana que empieza en la década del 70 en Silicon Valley, que mezcla el hippismo y el uso de psicodélicos con los yupis, y la idea desarrollar una industria computacional.

De ahí se da esta mezcla entre corporaciones y ciencia ficción.

O sea, que se da directamente dentro de las empresas que contratan escritores de ciencia ficción. No es solo inspiración leyendo libros, que también ocurre.

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El movimiento hippy de los 70 en California, fue uno de los elementos que hoy define la filosodía de Silicon Valley.

En tu libro notas que la mayoría de los voceros de la ciencia ficción capitalista, incluyendo Jeff Bezos, Mark Zuckerberg, Bill Gates, Richard Branson Larry Page, son todos hombres, blancos y "gringos". ¿Por qué es importante notarlo?

La visión de estos personajes es la de que cualquier problema que haya es porque no hay suficiente tecnología para solucionarlo.

Entonces, si está ocurriendo un cambio climático no es porque se liberó irresponsablemente dióxido de carbono, sino porque hay que inventar una tecnología que resuelva este problema.

Entonces en el libro tomo esta cuestión del hombre que va a salvar a la humanidad, tipo Jeff Bezos o Elon Musk, que combinan lo patriarcal con lo tecnológico para estas propuestas mesiánicas.

También está la ironía de que como nosotros los hombres blancos occidentales fuimos quienes generamos esto, somos los únicos que tenemos herramientas para solucionarlo.

Y también tiene que ver con que para estos personajes la idea de ponerse límites les genera un tipo de violencia.

En el libro, por ejemplo, menciono movimientos como Rolling Coal en el midwest de Estados Unidos, que son personas que se juntan a liberar dióxido de carbono como protesta antiambientalista por el cambio climático.

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El CO₂ es uno de los causantes del efecto de invernadero.

¿Si existe una ciencia ficción capitalista, existe una ciencia ficción con una ideología opuesta? Una ciencia ficción comunista, por ejemplo…

Vivimos una época que a veces carece de contrapunto histórico para pensar en otra perspectiva, otra referencia.

En otro momento de la historia hubo movimientos políticos que tuvieron otra idea de la tecnología y la vanguardia.

En Rusia, por ejemplo, existió un movimiento que se llamó Cosmismo ruso, que tenía la idea justamente de tomar la tecnología para pensar proyectos espaciales que llevaran el socialismo a otros planetas, o incluso también lograr la inmortalidad.

Creo que eso es una urgencia de nuestra época: pensar la tecnología como otra manera de entender la política y el futuro que no sean solamente las de Silicon Valley, que son ya el presente en el que vivimos.

¿Qué papel juega América Latina en este panorama de imaginar el futuro?

Las fantasías de ir a Marte funcionan porque suprimen qué va a pasar con el resto del planeta o de la humanidad, entonces nuestra región se vuelve relevante al momento de pensar un futuro que nos competa a nosotros.

Por ejemplo, los autos eléctricos de Elon Musk que supuestamente son amigables con el medio ambiente, dependen del litio que se extrae de México, de Argentina, de Bolivia y Chile, y que tiene un costo ambiental muy alto.

Entonces somos regiones que parecen marginales, pero al mismo tiempo son las que tienen los recursos de las que dependen mucho estas tecnologías.

El Amazonas es vital tanto por ser un pulmón planetario, como por la cantidad de recursos farmacológicos que hay ahí.

Entonces creo que es vital tratar de pensar otra manera de relacionarse con el ambiente y con los propios recursos que son de nuestra región.

Y eso lleva también a pensar otro tipo de ciencia ficción, porque hoy en día el futuro le pertenece a esa ciencia ficción norteamericana y a Silicon Valley.

Eso plantea la necesidad de hackear ese futuro del norte, o tratar de pensar otros futuros que no nos hagan pensar que ese es el único futuro posible.

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La extracción de litio tiene un alto costo ambiental.

Esto tiene que ver con tu idea del gauchopunk…

Ell gauchopunk es como llamo a mi propio proyecto de escritura, que tiene que ver con el cyberpunk, un subgénero de la ciencia ficción en el que se piensa un futuro que es peor que el presente, a partir de la tecnología puesta al servicio solamente de los intereses corporativos.

La propuesta del gauchopunk es pensar un futuro situado en el sur, que es algo que nunca aparece en esta ciencia ficción del norte.

¿Y cómo crees que luciría ese futuro?

Yo tengo un poco la idea de que el futuro ya existe, en tanto ya fue imaginado por el norte. Entonces lo que se puede hacer es hackear ese futuro, tratar de insertar lo que fue expulsado de ese futuro.

En mi escritura trato de pensar: ¿qué pasaría en Sudamérica mientras los multimillonarios llegan a Marte?

El escenario es un poco apocalíptico porque cuando los multimillonarios viajen a Marte será porque en este planeta ya no va a quedar nada. Pero bueno, ahí trato de pensar algunas derivas que sean un poco más esperanzadoras.

¿Y por dónde ves esas esperanzas?, ¿qué te hace pensar que hay esperanzas?

Trato de tener alguna esperanza porque para mí lo que tiene la distopía es que incluye también una posible utopía, ese es su valor político.

En mi escritura trato de pensar otras maneras de asociación de lo humano con lo ambiental que sea más amigable con la Tierra.

Por ejemplo, hay un movimiento que se llama Solar punk que intenta pensar un futuro que tenga que ver con tecnologías amigables con el medio ambiente, como para terminar con un momento en el que hay un presente tan distópico que se alimenta de futuros distópicos.

No soy un político, entonces no es que tenga propuestas o un programa para salvar a la humanidad, pero sí al menos trato de incluir a los sudamericanos en esos futuros en los que muchas veces no aparece.

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La energía solar se ha propuesto como una alternativa más limpia que las energía que dependen del petróleo y el carbón.

Qué tanto se parecen personajes como Bezos, Zuckerberg o Musk a la figura del hacker rebelde de la ciencia ficción?

En la ideología californiana la figura del hacker fue muy importante.

Supuestamente era alguien contestatario, con la idea de enfrentarse al Estado opresor.

Muchos de estos personajes piensan el Estado como algo que los limita, que limita la creatividad en sus corporaciones, pero en realidad es una gran hipocresía porque sus corporaciones dependieron de subsidios enormes del Estado, sin los cuales no se hubieran podido desarrollar ni SpaceX ni Blue Origin.

Entonces, magnates como Elon Musk o Jeff Bezos son en realidad los máximos parásitos del Estado.

Quieren recortar fondos de salud o educación, pero son los que más recibieron beneficios estatales y siguen recibiendo.

Entonces se ha alimentado muy hipócritamente esta figura del hacker iconoclasta que se opone al Estado, cuando en realidad es todo lo contrario.

Y además, tienen esta cuestión mesiánica de salvadores de la humanidad en una época en la que hay pocas propuestas utópicas que convoquen a la mayoría, y eso los vuelve atractivos, pero no dejan ser el 1% de la humanidad respondiendo a ese interés del 1%.

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Mark Zuckerberg, director ejecutivo de Meta; Lauren Sanchez, periodista y filántropa, esposa de Jeff Bezos, fundador de Amazon y Blue Origin; Sundar Pichai, director ejecutivo de Google; y Elon Musk, director ejecutivo de SpaceX durante la posesión presidencial de Donald Trump el 20 de enero de 2025.

¿Y qué podemos hacer quienes vivimos ese futuro imaginado por otros?

Supongo que tratar de entender que puede haber otra manera de entender la tecnología o tener una relación menos ingenua con ella.

Vivimos una época en la que como nunca antes estamos completamente atravesados por lo tecnológico y carecemos de espacios donde reflexionar sobre esa tecnología.

Darnos cuenta de dónde vienen las tecnologías, de dónde vienen los minerales con los que se construyen, a qué intereses corporativos responden las personas que los crean.

Creo que vivimos un presente que es consecuencia de la pandemia.

En ese momento estábamos encerrados y pensamos que la tecnología nos hacía libres porque nos permitía comunicarnos, pero no nos dimos cuenta de que en realidad nos volvimos rehenes de dos o tres empresas que son ahora las que dominan el mundo.

Eso quedó claro en la asunción de Trump, en la que estaban ahí Elon Musk, Jeff Bezos, Mark Zuckerberg.

Entonces ahora es un momento de pensar otras otras tecnologías, otros medios de relacionarse, que no solo sea ser rehenes de tres corporaciones.

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En abril Blue Origin lanzó un vuelo espacial tripulado solo por mujeres. En la nave viajaron la ingeniera Aisha Bowe; la activista Amanda Nguyn; la productora de cine Kerianne Flynn; la periodista Gayle King; la cantante Katy Perry; y Lauren Sánchez, periodista esposa de Jeff Bezos.

¿Qué sientes al ver, por ejemplo, el lanzamiento del primer vuelo espacial tripulado solo por mujeres de 1963?

A mí no me emociona ver a Jeff Bezos llevando a su esposa y un par de famosas al espacio como un jueguito, mientras hay personas que se mueren de hambre en distintas partes del mundo por guerras o desigualdad social.

Sin duda, la exploración espacial es importante, pero hoy en día está completamente privatizada el servicio de corporaciones que dependen de subsidios estatales, o sea que no es que ni siquiera son empresas competitivas en sí mismas.

Entonces creo que hay que pensar otros imaginarios del espacio que no sean solo los multimillonarios llegando a Marte.

Hoy en día quizá sea difícil imaginarlo y eso creo que es la gran crisis del presente: carecemos de imaginaciones de poder efectuar eso, pero bueno, en mi libro trato de relativizar lo "maravilloso" que es esto cuando en realidad son un par de millonarios que están jugando al turismo con fondos estatales mientras las desigualdades sociales son cada vez mayores.


  • Carlos Serrano
  • Título del autor,BBCMundo@HayFestivalQuerétaro
  • 14/09/2025
  • https://www.bbc.com/mundo/articles/c701420e172o