jueves, 20 de septiembre de 2018

El nuevo negocio de la mendicidad: "Ya da más pena mendigar con perros que con niños"

El rumano Ionut Banciu mendiga en una calle de Barcelona con dos perros que posteriormente le fueron incautados por la Guardia Urbana. VIGILANCIA SOLIDARIA


Ellas son el nuevo negocio de las redes de la mendicidad. La prueba es Ionescu, al que en agosto la Guardia Urbana de Barcelona quitó cinco perros

Decenas de animales robados son traídos por las mafias del Este y puestos a pedir limosna con mendigos. Son más rentables que pedir con niños



Pena. Según la Real Academia Española: «Dolor, tormento o sentimiento grande de tristeza». La padecen los protagonistas de cuatro patas de esta investigación. Y, después, las personas que circulan a su lado, que se rascan los bolsillos por... pena.

Esta reacción la provocan hombres como Ionut Banciu. Hace 15 días estaba en Barcelona mendigando con cinco perros. La Guardia Urbana se los quitó. El hombre se esfumó. Y esta semana apareció en la Puerta del Sol de Madrid con un cachorro chihuahua y un presa canario.

La escena se repite a diario. La de hombres y mujeres pidiendo limosna acompañados de perros de distintas razas, que se postran adormilados junto a sus dueños. Les llaman «perros mendigos» porque los utilizan para despertar la caridad de los viandantes. Y su pasividad se debe a los golpes o al orfidal que les suministran.

Un guardia urbano de Barcelona lo detalla mejor: «Antes, estos mendigos, rumanos de etnia gitana, llevaban a niños. Pero eso ya no conmueve. Con un perro sacan mucho más». En muchos casos, detrás de este tipo de mendicidad, hay un negocio en manos de mafias de Europa del Este. Para estas redes, pedir limosna tiene un precio. «Estas organizaciones ponen a los mendigos y a los perros en las calles. Luego se quedan con una parte de lo que recaudan. Está todo muy planificado», aseguran fuentes policiales que investigan a estas bandas.

Empecemos en Barcelona de la mano de Andrea Prada, presidenta de la asociación animalista Vigilancia Solidaria. Ella y sus cinco compañeros llevan un año y medio recorriendo a diario las calles, investigando y documentando a las personas que piden dinero con los canes.

«Empezamos cuando una señora de Montjuic nos pidió ayuda porque le habían robado a su perro. Cuatro meses después lo encontramos con un mendigo», cuenta Andrea. «Semanas más tarde, mendigando frente al Corte Inglés de las Ramblas, encontramos, con ayuda de la Guardia Urbana, a Blanca, una perra que habían adoptado de una protectora de animales».

Muchas de las fotos que aporta la asociación tienen algo en común: el mismo hombre, moreno con barba, con distintos perros. Su nombre: Ionut Banciu. «Se encarga de conseguir a los animales, cambiarles el chip y darles de alta con cartillas que traen de Rumanía o que pagan 80 euros en clínicas de su confianza, donde hacen la vista gorda», asegura la animalista, convencida de que ese hombre trabaja para una banda organizada que dirige el negocio de la mendicidad en Barcelona.



Ionut Banciu (el mismo hombre de la fotografía superior) mendigando en la Puerta del Sol de Madrid con otros dos canes diferentes. VIGILANCIA SOLIDARIA

La Policía también lo cree. Le han multado y quitado a los perros que no estaban a su nombre en cuatro ocasiones. Aunque el tipo siempre se declara insolvente y nunca abona la sanción administrativa.

Andrea también expone el caso de Princesa, un cachorro, mestiza de bodeguera. Según su dueño, Ionut la robó y le cambió el chip. La Guardia Urbana la rescató hace tres meses. Incluso desde la asociación muestran fotos de días distintos de este rumano con varios perros en una clínica veterinaria del barrio barcelonés de Sants.

«Lo de mendigar con perros es una práctica que no deja de crecer», denuncia Laura Duarte, portavoz del partido animalista PACMA. «En Europa del Este hay fábricas de cachorros que se exportan a España. Llevamos tiempo alertando de que los perros están entrando hacinados en camiones por la frontera del Pirineo. El Seprona los ha interceptado varias veces».

Para Javier Molinera, inspector jefe de la Sección de Consumo, Medioambiente y Dopaje del Deporte de la Comisaría General de la Policía Judicial, la mayoría de los animales que salen de criaderos clandestinos de Europa del Este acaban en tiendas del centro de Barcelona o Madrid.

«Traen los cachorros en jaulas desde las granjas de Rumanía, y muchos llegan muertos o enfermos. Pero los que normalmente llegan de este modo son razas cotizadas (yorkshires, bulldogs franceses, labradores y chihuahuas) que se venden a un alto precio. Los mendigos pueden conseguir a los perros en cualquier sitio. Si vas por la calle ves al hombre pidiendo una semana con un perro y a la siguiente está con otro distinto», afirma el inspector Molinera.

«Esto es competencia de las policías locales, que lo saben e identifican a los animales. Pero al tener el chip con los datos del mendigo, pueden ponerle una multa administrativa, pero pocas veces se los pueden quitar», añaden desde PACMA. En Barcelona, por ejemplo, la ordenanza de protección animal prohibe «exhibir los animales de manera ambulante como reclamo». La ley lo considera una infracción grave que está sancionada con hasta 1.500 euros.

En Madrid, en las inmediaciones del parque del Retiro, una mujer, de nombre Catina, está desde primera hora de la mañana pidiendo limosna acompañada de un pequeño doberman. Ella duerme en un colchón roto bajo el puente de la calle Bailén. Cuenta que a su perro lo rescató su primo de una perrera. Lo mismo dicen los otros hombres que están mendigando en compañía animal en medio de la Gran Vía y en la Plaza de las Descalzas. Y en la Puerta del Sol, hace unos días, estaba el nombre con barba de Barcelona, Ionut, con otros dos perros. La Policía Local se los requisó.

Parte de este submundo, el de la mendicidad en Madrid, está controlado por las mafias. Y, a diferencia de Barcelona, es un negocio más organizado y rentable. Las personas que están en la calle son el eslabón más frágil de la cadena. Como la joven Sevian, también pidiendo con un bichón maltés en la selecta calle Serrano. Llegó hace tres años desde la localidad rural de Tandarei, al sur de Rumanía. Hace dos pedía limosna ella sola, sujeta a una muleta, en el semáforo de Plaza España.

Chicas como Sevian son parte de la mano de obra barata de estas redes. Los cabecillas suelen buscar a familias muy pobres con menores o discapacitados a su cargo. Ofrecen a los padres dinero para que dejen a sus hijas venir a España, asegurándoles un ficticio trabajo digno. Les compran un billete de bus y después de 48 horas de viaje les reparten por las calles a pedir dinero: unas al semáforo con una muleta y otras con perros en las esquinas.

Después entran los «supervisores», hombres que vigilan y que dejan claro que mendigar en el centro de Madrid no es gratis. Por eso no dejan que cualquier persona sin hogar se instale en «sus esquinas». Al acabar la «jornada de trabajo», se reparten entre todos las monedas que sacan.

«No paramos de ver al mismo perro con distintos mendigos. Y también al revés. La Policía se los incauta y al día siguiente están en la misma esquina con otro cachorro», dice Mati Cubillo, presidenta de la asociación Justicia Animal. Un negocio, el de la mendicidad con animales, que no deja de prosperar en las dos grandes ciudades de España.



19 SEP. 2018 02:01
http://www.elmundo.es/cronica/2018/09/19/5b9c0174e5fdead01d8b463f.html

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