domingo, 1 de septiembre de 2024

Las bacterias del fondo del Ártico podrían acabar con la resistencia a los antibióticos (que mata a 100 personas al día)



El océano Ártico en Illusat, ciudad de Groenlandia. 
(Getty Images/Sean Gallup)



Intervenciones quirúrgicas, trasplantes, cuidados intensivos y la salud de las personas con sistemas inmunitarios debilitados a causa de una enfermedad como el cáncer se ven comprometidos por la resistencia a los antimicrobianos




Cien personas al día perdieron la vida en Europa durante 2020 a causa de una bacteria resistente. La cifra va en aumento y se ha convertido en una preocupación mundial. El 70% de estas infecciones se producen en entornos sanitarios, así lo revelaban los últimos datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).

Intervenciones quirúrgicas, trasplantes, cuidados intensivos y la salud de las personas con sistemas inmunitarios debilitados, que padecen una enfermedad como el cáncer, se ven comprometidos por la resistencia a los antimicrobianos. De hecho, para estos últimos una simple infección puede desencadenar la muerte.

Otro problema añadido es el ritmo de descubrimiento de nuevos antibióticos, que generalmente es lento. Por este motivo, los investigadores buscan cada día una alternativa para revertir la situación.

Un nuevo estudio, publicado este viernes en la revista científica Frontiers in Microbiology, demuestra que la prospección de nuevos hábitats, como el océano Ártico, puede producir nuevos medicamentos antivirulentos que tienen menos probabilidades de seleccionar resistencia.

El escrito asegura que alrededor del 70% de todos los antibióticos son derivados de un tipo de bacterias que se encuentran en el suelo. Se las conoce como actinobacterias y muestran una ventaja, ya que la mayoría de entornos de la Tierra aún no han sido explorados.

Y ese fue el inicio, un barco de investigación noruego, el Kronprins Haakon, que partió hacia Groenlandia y que recorrió también el mar de Noruega y el de Barents en agosto 2020. Allí los investigadores tomaron muestras de sedimentos y se extrajeron sus bacterias. Tras este primer estudio, cuyos resultados se publicaron en la misma revista en noviembre de 2022, los científicos centraron su trabajo en la búsqueda de actinobacterias. El objetivo era encontrar nuevas moléculas que redujeran la virulencia de las cepas resistentes.

"Aquí mostramos cómo los ensayos pueden identificar metabolitos antivirulentos y antibacterianos a partir de extractos de actinobacterias. Explicamos lo beneficiosos que pueden ser los métodos avanzados de detección fenotípica para descubrir nuevos candidatos a antibióticos y cómo se pueden integrar para estudiar productos naturales marinos donde la cantidad de muestra puede ser muy limitada", narra Päivi Tammela, profesora de la Universidad de Helsinki y autora del artículo, a este periódico.

Del mismo modo, comenta que con los métodos utilizados han podido estudiar las propiedades antivirales del compuesto, que, según describe, afectan a los efectos patógenos de la bacteria Escherichia coli enteropatógena (EPEC), una de las principales causas de diarrea en niños menores de dos años en países en vías de desarrollo.

A su vez, analizaron las propiedades antibacterianas de las actinobacterias del Ártico, que inhiben el crecimiento de EPEC, sin afectar a su crecimiento: "De esta manera, detectamos diferentes tipos de actividades a partir de muestras marinas, lo que mejora los descubrimientos realizados. Sin embargo, será necesario estudiar mucho más los compuestos antes de saber si son buenos candidatos para nuevos antibióticos. El objetivo de la virulencia en lugar de matar las bacterias se investiga como una de las opciones para tratar las infecciones y se considera que tiene menos riesgo de resistencia a los antimicrobianos".

Los compuestos probados estaban derivados de cuatro especies de actinobacterias que se cultivaron para posteriormente extraer sus células. Después, su contenido se separó en fracciones para hacer experimentos in vitro contra la EPEC unida a células cultivadas de cáncer colorrectal.

"La virulencia de la EPEC se debe a que se adhiere a los enterocitos y causa daños en el epitelio intestinal caracterizados por la destrucción de las microvellosidades, un fenómeno llamado lesiones de adhesión y borrado (A/E). Una vez anexionada con la célula, la EPEC emplea un sistema de secreción para entregar varios factores de virulencia a las células huésped, que utilizan la maquinaria de nucleación de actina de la propia célula para inducir cambios patológicos. Entre los factores secretados se encuentra el receptor de intimina translocado (Tir), que es fundamental para la formación de lesiones A/E. Por esta razón, para poder estudiar la adhesión de la EPEC en el laboratorio, utilizamos células de cáncer de colon", continúa Tammela.

Los investigadores encontraron así dos compuestos desconocidos con fuerte actividad antivirulenta o antibacteriana, ambos pertenecientes a cepas desconocidas. La primera, llamada T091-5, era del género Rhodococcus, y la segunda, T160-2, del género Kocuria.

A diferencia de los compuestos de T160-2, T091-5 no ralentizó el crecimiento de las bacterias EPEC. Esto significa que T091-5 es la cepa más prometedora de las dos, ya que es menos probable que la EPEC desarrolle resistencia.

"Los descubrimientos descritos son preliminares y aún no se han probado en ratones"

Asimismo, los científicos determinaron que el compuesto activo de T091-5 probablemente es un fosfolípido, un tipo de molécula grasa que contiene fósforo y desempeña funciones importantes en el metabolismo celular.

Igualmente, Tammela insiste en que los descubrimientos descritos "son muy preliminares": "Aún no se han probado en ratones ni en humanos. Los investigadores noruegos están volviendo a cultivar las especies más interesantes, con el objetivo de aislar los compuestos bioactivos en mayor cantidad, lo que permitiría una caracterización estructural detallada de los mismos, así como sus estudios biológicos posteriores".