sábado, 8 de noviembre de 2025

China consigue una fuente de energía virtualmente infinita, limpia y segura



El reactor de torio chino. 
(Xinhua)


Por primera vez en la historia, científicos chinos afirman haber convertido torio en uranio dentro de un reactor experimental de sal. Un avance que les acerca a una fuente de energía limpia, segura y prácticamente ilimitada



Si lo que afirman es cierto, China ha dado un paso decisivo en su carrera para conseguir energía virtualmente infinita, segura y limpia: científicos e ingenieros chinos afirman haber convertido torio en uranio dentro de su reactor de sal. Un logro que parece de ciencia ficción o un cuento de la piedra filosofal, pero que es física pura aunque no se haya conseguido hasta ahora.

El Instituto de Física Aplicada de Shanghái (SINAP) ha culminado las pruebas iniciales de su reactor experimental de sales fundidas y torio (TMSR-LF1), ubicado en Wuwei, en el desierto de Gobi. Su conclusión es inequívoca: funciona. No es una tecnología nueva, sino la resurrección de un concepto que Estados Unidos abandonó hace medio siglo. Según el profesor Yan Rui del SINAP, "se espera que los reactores a pequeña escala desempeñen un papel clave en la futura transición a la energía limpia". Para Pekín, este no es solo un experimento, sino el primer paso hacia una nueva era para su sector energético.

La historia del éxito chino comienza con una decisión estratégica de Occidente. En la década de 1960, el Laboratorio Nacional de Oak Ridge en Estados Unidos operó con éxito un reactor de sal fundida durante cinco años, demostrando que el concepto funcionaba. Sin embargo, el proyecto fue cancelado por la administración Nixon. La política de la Guerra Fría favoreció los reactores que producían plutonio, material para armas nucleares. El ciclo del torio no genera plutonio armamentístico, por lo que fue descartado. China, con una necesidad acuciante de energía, ha retomado la tecnología que EEUU desechó.


La piedra filosofal nuclear

Para entender lo que China ha conseguido, hay que imaginar una transmutación a nivel atómico. El torio, un metal plateado abundante en la corteza terrestre, es un elemento 'fértil', pero no fisible. No puede iniciar una reacción en cadena por sí mismo, de la misma forma que un leño húmedo no arde con una sola cerilla. Lo que los científicos chinos han hecho es 'cocinar' ese torio bombardeándolo con neutrones. Al absorber neutrones, el torio-232 se transmuta en uranio-233, que sí es fisible y puede sostener una reacción nuclear para generar calor. En esencia, han convertido un material abundante en combustible nuclear. Sólo uno de los depósitos de torio en China tiene suficiente material para 1.000 años de producción energética.

El diseño del reactor es distinto al de las centrales nucleares convencionales. En lugar de utilizar barras de combustible sólido de uranio, el reactor chino disuelve el torio en una sal de fluoruro líquida. Este cóctel de sal y combustible fluye a través del núcleo, donde se produce la fisión. El calor generado se transfiere a otro circuito de sal (sin combustible), que a su vez calienta agua y genera vapor para mover una turbina y generar electricidad. Este diseño líquido permite que el combustible se queme de forma más completa, aprovechando más del 99% de su potencial energético, frente a menos del 5% en los reactores tradicionales.


Seguridad pasiva e intrínseca

Una ventaja clave de esta tecnología es su seguridad intrínseca. Los reactores de agua presurizada operan a presiones 150 veces superiores a la atmosférica. Un fallo en esa contención puede provocar una explosión, como ocurrió en Chernóbil. El reactor de sal fundida, en cambio, opera a presión atmosférica. No hay riesgo de una explosión por sobrepresión.

Su sistema de seguridad es pasivo y se basa en la física, no en sistemas activos. En la base del reactor hay un 'tapón de congelación' ('freeze plug'): una válvula hecha de la misma sal, mantenida en estado sólido por un ventilador. Si el reactor se sobrecalienta o se produce un corte de energía, el ventilador se apaga, el tapón se derrite y el combustible líquido se drena por gravedad a tanques de contención subterráneos. Allí, la geometría de los tanques impide que se alcance una masa crítica y la reacción se detiene por sí sola, sin intervención humana ni sistemas electrónicos. El combustible se enfría y solidifica, atrapando los productos radiactivos.

El problema de los residuos nucleares también se reduce. Los reactores de torio producen hasta 1.000 veces menos residuos de larga duración que los de uranio. La mayoría de los subproductos tienen una vida media de unos 300 años, en lugar de las decenas de miles de años de los residuos convencionales. Esto transforma un problema de gestión geológica casi eterno en uno manejable a escala humana. El reactor chino abre la puerta a que futuros reactores de este tipo puedan 'quemar' los residuos existentes de centrales nucleares antiguas.

Este renacimiento tecnológico no habría sido posible sin la visión estratégica a largo plazo de Pekín, que ha apostado fuerte por estos reactores. Mientras Estados Unidos se centraba en reactores que servían a sus intereses militares, China, enfrentada a una contaminación atmosférica severa y a su dependencia de los combustibles fósiles, invirtió miles de millones desde 2011 para desarrollar la tecnología que EEUU dejó de lado. El éxito del TMSR-LF1 ha sido el resultado de una apuesta estratégica gestada durante más de una década.

Este reactor experimental de 2 megavatios es solo el comienzo. China ya planea construir un reactor de demostración de 373 megavatios para 2030, con el objetivo de iniciar un despliegue comercial. Para un país que consume más carbón que el resto del mundo, la promesa de una fuente de energía nacional, limpia y casi inagotable supone un punto de inflexión. Significaría la independencia de los mercados internacionales de petróleo, gas y uranio, y una herramienta para cumplir sus objetivos de neutralidad de carbono. Si China decide exportar esta tecnología, podría ofrecer al mundo una solución al cambio climático y una fuente de energía capaz de impulsar el desarrollo global.