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Satélites Starlink pasan sobre el Bosque Nacional de Carson, Nuevo México, fotografiados poco después del lanzamiento. (M. Lewinsky/CC)
SpaceX va a aumentar radicalmente el número de satélites de su constelación Starlink para hacerse con el negocio de la telefonía en el espacio, sin importar el daño que está causando a toda la humanidad
La radioastronomía comenzó en la década de 1930 cuando Karl Jansky, un ingeniero de los Laboratorios de Teléfonos Bell, descubrió accidentalmente ondas de radio procedentes de la Vía Láctea. Estaba investigando fuentes de interferencia en las comunicaciones de radio transatlánticas; nadie esperaba que esto fuera el nacimiento de la radioastronomía. El hallazgo abrió una ventana completamente nueva al universo, una que podía observar a través de nubes, polvo y contemplar fenómenos invisibles para los telescopios ópticos.
Este campo realmente despegó después de la Segunda Guerra Mundial cuando el equipo de radar militar excedente estuvo disponible para los científicos y los grandes descubrimientos se sucedieron rápidamente, desde púlsares a cuásares, la radiación de fondo de microondas cósmicas y la estructura detallada de las galaxias. Los radiotelescopios en la actualidad, desde antenas parabólicas gigantes únicas como el telescopio FAST de 500 metros en China hasta grandes conjuntos de interferómetros como la Matriz del Kilómetro Cuadrado, continúan revolucionando nuestra comprensión del universo.
Pero existe un problema. Hasta hace poco, el cielo se había mantenido relativamente libre de polución de ondas de radio, pero los astrónomos del radiotelescopio de Matriz de Baja Frecuencia (LOFAR) hicieron un descubrimiento inesperado. Detectaron señales de radio de 47 de los 68 satélites que fueron observados, incluyendo señales dentro de bandas de frecuencia específicamente protegidas para la radioastronomía por regulaciones internacionales. Éstas no eran las señales de comunicación planificadas que los satélites utilizan para transmitir datos de internet a la Tierra. La emisión detectada procede de la electrónica de a bordo, y por tanto es distinta de las transmisiones de comunicación intencionadas. Estas emisiones de "radiación electromagnética no intencionada" (RENI) se filtran desde la electrónica interna de los satélites a través de amplias bandas de frecuencia.
"Los radiotelescopios como LOFAR están diseñados para detectar los rastros más tenues de radiación del Universo. Pero las mediciones revelan cada vez más interferencia de satélites que no estaban destinados a transmitir en esas frecuencias" - Dra. Emma van der Wateren del Instituto de Radioastronomía de Países Bajos.
Desafortunadamente, el problema está empeorando rápidamente. Un solo satélite no es un problema, pero con los miles de satélites que se lanzan en grandes grupos, juntos pueden cambiar fundamentalmente el entorno radioeléctrico del firmamento. Con empresas como SpaceX, Amazon y otras que planean lanzar aún más satélites para cobertura global de internet, el ruido de radio podría pronto volverse abrumador. El efecto acumulativo de emisiones no intencionadas de miles y miles de satélites de órbita terrestre baja podría tener un impacto significativo e incluso profundo en la radioastronomía, no sólo en las observaciones de LOFAR sino también en otros radiotelescopios, introduciendo ruido no deseado en frecuencias reservadas para la exploración del espacio profundo.
La interferencia es particularmente problemática porque la RENI es mucho más intensa, o brillante, que los objetos emisores de radio que ocurren naturalmente. Igual que la contaminación lumínica de pueblos y ciudades ahoga la luz de galaxias y nebulosas tenues, esta radiación puede potencialmente ahogar las señales débiles del espacio profundo. Aunque quizás resulte frustrante, empresas como SpaceX no están realmente infringiendo ninguna norma, ya que este tipo de señales no están cubiertas por ninguna regulación internacional. Mientras que la electrónica en la Tierra debe cumplir normas estrictas para prevenir interferencia, las mismas normas no se aplican a los satélites en órbita.
La iniciativa de incluir al Comité de Frecuencias de Radioastronomía (CRAF) en el Comité Internacional Especial sobre Interferencia de Radio (CISPR) es un paso muy positivo que da esperanza. El CISPR es el organismo internacional que establece normas para evitar que los dispositivos electrónicos interfieran entre sí y la pertenencia al CRAF da a los astrónomos voz en el establecimiento de políticas futuras.
Siempre comparo la astronomía con escuchar una orquesta. No sirve de nada sintonizar sólo el contrabajo o los platillos; hay que escuchar todos los instrumentos para apreciar plenamente la música. En astronomía, tenemos que estudiar el universo a través de todas las longitudes de onda del espectro electromagnético para aprender sobre la naturaleza de los objetos en el espacio. Si perdemos la capacidad de estudiar el cosmos en frecuencias de radio limitamos nuestra capacidad de explorar y aprender. Con nuevos radiotelescopios como la Matriz del Kilómetro Cuadrado (SKA) y otras nuevas instalaciones entrando en funcionamiento, el momento no podría ser mejor.
Este artículo fue publicado originalmente en Universe Today. Puedes leer el artículo original en inglés aquí.