martes, 11 de noviembre de 2025

Tendencias en la era del malestar: antes duraban cuatro años, ahora apenas unas semanas


Las cuatro tendencias que dominaran la temporada otoño/invierno 2025 
Getty Images


Más que predecir modas, el 'coolhunter' escucha y traduce los cambios sociales, culturales y estéticos en percepciones útiles que definirán los próximos años


Nada ocurre por casualidad. Todo pasa por algo. Cuando hablas de coolhunting, no se trata simplemente de seguir las modas o identificar lo que será popular mañana. Es, ante todo, entender el presente, descifrar el contexto y reconocer los patrones (semi)invisibles que anticipan hacia dónde vamos como sociedad. Porque cuanto más comprendemos el ahora —la vida de los consumidores, el pulso de la calle, lo que emociona o irrita al mundo—, más capacidad tenemos de adaptar productos, mensajes y servicios a las verdaderas necesidades de las personas. Los coolhunters no predecimos el futuro, pero sí detectamos las primeras señales.

Pero, ¿qué es realmente el coolhunting? Es una especialidad interdisciplinar que combina observación de comportamiento, análisis cultural y creatividad aplicada. No se trata solo de captar estilos o colores que arrasarán, sino de entender cómo las personas viven, sienten y consumen. Desde el street style hasta las subculturas digitales, cada detalle aporta información que, bien interpretada, permite a las marcas conectar de forma auténtica con su público.

El análisis de tendencias es una herramienta poderosa

El análisis de tendencias es, en este sentido, una herramienta poderosa. Permite transformar observaciones en estrategias concretas: desde colecciones de moda hasta campañas de comunicación o experiencias de marca.

Como coolhunter, mi proceso combina investigación directa, observación de comportamientos, síntesis y recomendación, apoyándome siempre en referencias visuales que refuerzan la narrativa: un color que se repite, una conversación en un aeropuerto, una exposición en Berlín, una playlist de TikTok, un nuevo ritual urbano o gestos cotidianos que anticipan cambios de consumo.

Además, las tendencias no surgen en el vacío: son un reflejo de la cultura y de los cambios sociales. La sostenibilidad, por ejemplo, es mucho más que un tema de moda; surge de valores colectivos, hábitos de consumo y nuevas prioridades culturales. En este sentido, el coolhunting funciona como un puente entre cultura y comercio, ayudando a las marcas a tomar decisiones y a ser auténticas y relevantes.

Una presentación dedicada a la práctica que resalta la importancia de estar presente

Una presentación dedicada a la práctica que resalta la importancia de estar presente

 Sergi Sala

Ser coolhunter es, al final, entrenar la mirada, mirar diferente. Es aprender a ver más allá de lo evidente, a leer el presente con atención y a traducirlo en ideas que conecten con personas, emociones y contextos. Porque, en el fondo, anticipar el futuro no es más que entender profundamente lo que está pasando hoy.

Del 'cool' al contexto

La figura del cazador de tendencias nació el 17 de marzo de 1997, cuando el escritor y columnista Malcolm Gladwell publicó The Coolhunt en The New Yorker, describiendo a Dee Dee Gordon, una publicista que rastreaba las calles en busca de señales de cambio cultural. Aquello fue el germen de una profesión que, décadas después, se ha convertido en esencial para entender el consumo contemporáneo.

Hoy, marcas globales como Inditex, Roca o Seat integran equipos especializados en análisis de tendencias. Otros recurren a nosotros, coolhunters y consultores independientes, que elaboramos trend reports ad hoc o anualmente, según la empresa. En ambos casos, el objetivo es el mismo: anticipar el movimiento antes de que suceda.

El ciclo de vida de las tendencias, que antes se asumía que podía durar cuatro años, se ha comprimido hasta límites impensables

El ciclo de vida de las tendencias, que antes se asumía que podía durar cuatro años, se ha comprimido hasta límites impensables. En una era marcada por la hiperconexión y la inmediatez, la moda, el diseño y la cultura son espejos acelerados de la sociedad. Los coolhunters observamos esos reflejos para entender qué emociones, valores o ansiedades se esconden detrás.

Tendencias que nacen del malestar (y de la búsqueda de sentido)

Hoy asistimos a una transformación profunda. Ya no compramos por necesidad, sino por instinto y afinidad: elegimos aquello que nos representa, que se alinea con nuestros valores o que proyecta la identidad que deseamos tener.

De ahí surgen fenómenos que, si se magnifican, terminan siendo tendencia, como el Speak up —esa necesidad de alzar la voz ante lo que no nos gusta o importa— o el auge del movimiento Quiet: la búsqueda del silencio, la calma y la reconexión con lo físico en medio de tanto ruido digital.

Nomade Cafe

Nomade Cafe fomenta la desconexión digital 

 Clara de Nadal Trias

Barcelona, Madrid, Amsterdam, Viena, Londres, Tokio, Seúl… se han convertido en laboratorios vivos de estas nuevas formas de vivir. En la capital catalana —por ejemplo— proliferan los retiros urbanos donde se invita a meditar y aprender del silencio como Inspyria. Y cafés silenciosos en Madrid, como Nomade Café, un espacio acogedor que fomenta la desconexión digital y se promueve una zona sin portátiles.

En paralelo, el diseño en moda adapta poco a poco un lenguaje más sobrio: materiales naturales, líneas puras y ausencia de logotipos. Es el llamado quiet luxury, una estética minimalista que prioriza la calidad sobre la ostentación. No es para todos, claro, pero cada vez tiene más adeptos.

La era del menos pero mejor

Pero esta tendencia silenciosa trasciende la moda. Se manifiesta también en la arquitectura, como en el caso de EstudioQBarcelona, que apuesta por diseñar espacios que hagan sentir a las personas más cómodas tanto en su hogar como en el trabajo. Sus proyectos ofrecen dobles utilidades a los entornos para hacerlos más humanos y funcionales, además de incorporar elementos sensoriales y zonas de calma.

En la gastronomía, se refleja en el auge del slow food, los menús de kilómetro cero y propuestas de reaprovechamiento como la iniciativa Gastrorecup. Incluso en el ocio, cada vez más jóvenes optan por fiestas diurnas sin alcohol en cafeterías —como el Cafè de les Paraules, en Barcelona— y por espacios creativos donde la música convive con la conversación consciente.

A la vez, crece una fatiga tecnológica: muchos jóvenes han optado por publicar menos —ahora conocido como “publicar cero”— sobre su vida personal o hacerlo en grupos cerrados. Esta generación de digital detox busca más contacto real, relaciones tangibles y experiencias físicas que contrarresten el exceso de pantallas. Y eso es exactamente lo que ofrece la start-up Balance Phone, con el objetivo de prevenir adicciones y reducir el tiempo que se pasa delante de la pantalla.

En un contexto global de incertidumbre —guerras, crisis económica, climática y emocional— están resurgiendo también las creencias holísticas y espirituales: astrología, tarot (Horoscoffee en Barcelona, por ejemplo), rituales de autocuidado, técnicas para transitar las emociones a través del movimiento y prácticas ancestrales mezcladas con tecnología que aportan calma y sentido, como las que ya ofrece, desde hace unas semanas, Umbral, en Buenos Aires. Y es que, lejos de ser una moda pasajera, este retorno a lo simbólico es una forma de resistencia ante un mundo fragmentado.

Los nuevos arquetipos del consumo post-2025


Este año se habla de cuatro grandes perfiles de consumidor que comienzan a redefinir el mercado global. Estos arquetipos no son simples consumidores: son brújulas culturales que marcan hacia dónde se dirigen los valores del mañana.

El radical ético. Cada compra es un manifiesto. Exigen transparencia, sostenibilidad y compromiso social. La moda es una herramienta de cambio, no de adorno. Ejemplo: el auge de marcas como Patagonia o Ternua, que comunican su impacto ambiental con datos verificables.

El nómada digital. La libertad es el nuevo lujo. Prefiere movilidad, tecnología portátil y experiencias globales. En España, espacios como CoWorkStudio Las Palmas encarnan esta nueva forma de vivir.

El hedonista consciente. Busca placer con propósito: experiencias sensoriales, lujo ético y belleza sostenible. Casas como Aesop o el hotel boutique La Bionda en Begur traducen esta sensibilidad en diseño emocional y narrativa estética. También se refleja en accesorios de viaje, como las maletas de NORTVI, que combinan diseño sofisticado, lujo funcional y detalles pensados para una experiencia de uso refinada.

El minimalista sensorial. Menos es más. Prioriza calidad, textura y profundidad. En un mundo saturado, el lujo está en el silencio, en un tejido noble o en una casa donde entra la luz. Ejemplo: la firma de moda francesa Polène o el auge de la artesanía contemporánea española como los maestros tejedores Belategui Regueiro, recientemente galardonados con el Premio Academia de la Moda Española por sus tejidos exclusivos para Teresa Helbig que forman parte de la colección 1832 Sur Mer

Mirar diferente

Cinturon de Pierre Cardin

Un cinturón de Pierre Cardin puede ser una fuente de inspiración para un cazador de tendencias con ojo experto 

 Clara de Nadal Trias

En un mundo donde la velocidad y la saturación marcan el ritmo, los coolhunters nos detenemos a escuchar, observar y conectar. Porque el futuro no llega de golpe: se insinúa en los márgenes, en los gestos pequeños, en los detalles que la mayoría pasa por alto.

Y es ahí donde nace el verdadero valor del coolhunting y la pasión del coolhunter: en nuestra capacidad para traducir señales dispersas en significado y convertir la observación en estrategia para contribuir a crear un mundo más justo, cómodo y, ojalá, más accesible para todos. O, al menos, esa es la huella que me gustaría dejar. Porque, en la vida en general y en el coolhunting en particular, el secreto no es ver más, sino mirar diferente.