Wingle, una startup fundada por Iñigo Merino Arribillaga y Pol Quintana, invita a los que van a bordo de un avión a conocerse sin necesidad de una conexión a internet
Existen dos tipos de personas: quienes apenas se sientan en un avión se colocan gafas de sol, se ponen los auriculares y abren un libro, que probablemente no leerán, solo para dejar claro a sus vecinos que no tienen intención de socializar; y quienes, por el contrario, comienzan a mirar a su alrededor como un lémur en busca de compañía que los distraiga del aburrimiento, la ansiedad y, en general, el suplicio físico y psicológico al que la falta de teletransporte aún obliga a todos los viajeros.
Sin embargo, hasta el más sociópata de los pasajeros probablemente haya soñado al menos una vez con vivir un romance entre las nubes, algo que no parece tan imposible, como confirma incluso una serísima encuesta del banco inglés HSBC. Al parecer, una de cada cincuenta personas entrevistadas habría encontrado al amor de su vida en un avión, demostrando que el romanticismo aéreo persiste incluso en la era de las low-cost.
La idea nace del deseo de transformar una experiencia a menudo alienante como el vuelo en algo más placentero
A lo largo de los años, diversas iniciativas han intentado, con fortuna desigual, facilitar encuentros entre los aerotransportados: aplicaciones como Btrfly, creada para conectar viajeros en una amplia red de aeropuertos, o Planely, una plataforma pensada para quienes están en tránsito. En 2012, la compañía KLM lanzó el programa Meet and Seat, que permitía conocer al vecino de asiento antes de embarcar, asociando el perfil de Facebook o LinkedIn. Por su parte, Delta Airlines en colaboración con Coca-Cola, distribuía a los pasajeros servilletas donde se invitaba a escribir el número de teléfono: “Porque estás en un avión lleno de personas interesantes... y nunca se sabe”.
La última aventura de este tipo es Wingle, una startup con sede en Madrid que pretende vencer el aburrimiento en los cielos. Descrita como el Tinder de los aviones, esta aplicación va más allá del ligoteo e invita a los pasajeros a conocerse y chatear sin necesidad de una conexión a internet. De hecho, usando solo los receptores bluetooth y wifi del dispositivo móvil, el software crea una red mesh que permite la comunicación entre los usuarios dentro del mismo avión. La app es completamente gratuita y está disponible para iOS y Android.
Los fundadores son Iñigo Merino Arribillaga y Pol Quintana Fortiana, nacidos el mismo día del mismo año, 1994, en Bilbao y Barcelona, respectivamente. Se conocieron en Dubái hace seis años, donde ambos trabajaban en el sector tecnológico. La idea de Wingle comenzó a tomar forma en 2020, pero se concretó solo en 2023, cuando los dos amigos decidieron dejar sus respectivos trabajos y dedicarse completamente al proyecto. Hoy la aplicación ya cuenta con más de 13.000 usuarios y busca crecer gracias a nuevos acuerdos con inversores interesados.
Hoy la aplicación ya cuenta con más de 13.000 usuarios y busca crecer gracias a nuevos acuerdos con inversores
La idea nace del deseo de transformar una experiencia a menudo alienante como el vuelo en algo más placentero. “Ambos somos viajeros y yo en particular soy un friki de la aviación”, cuenta Iñigo. “Soy de los que hablan con las paredes y, a veces, conversando con la persona del asiento de al lado, he pensado: ‘¿y si me estoy perdiendo una conversación mejor con otro pasajero?'". La app busca resolver este dilema, permitiendo descubrir e interactuar con quienquiera que esté interesado en hacer nuevas amistades en el mismo avión.
Wingle es sencilla de usar. Los usuarios deben registrarse, crear un breve perfil que refleje su personalidad y hacer el check-in virtual. La app, de hecho, muestra todos los vuelos que salen del aeropuerto de origen y da la posibilidad de seleccionar el propio. La privacidad es una prioridad: los usuarios no pueden visualizar ni enviar fotos sin el consentimiento del otro y la posición del asiento no se muestra para evitar interacciones no deseadas. “Hemos diseñado todo para garantizar que los usuarios puedan socializar de forma segura y respetando la privacidad de los demás", asegura Pol.
A pesar de su breve recorrido, Wingle ya ha obtenido resultados prometedores y en un vuelo de Londres a Palma del pasado verano, la app fue utilizada simultáneamente por veintiuna personas, demostrando el gran interés por este tipo de servicio. Además, con 30.000 vuelos diarios solo en Europa, las oportunidades de crecimiento son enormes. “No dependemos de las aerolíneas: es una comunicación directa de dispositivo a dispositivo. Esto nos da mucha libertad y nos permite crecer sin restricciones,” subraya Iñigo.
Si es cierto, como explica Pol, que “todos hemos fantaseado con conocer a alguien en la puerta de embarque y salir del avión con una historia de película”, el aspecto romántico no es el único punto fuerte de Wingle. “El objetivo no es solo encontrar el amor, sino también ofrecer una oportunidad de socialización y networking," argumentan los dos fundadores. La aplicación se puede usar para encontrar compañeros de viaje con quienes explorar el destino, o simplemente pasar el tiempo durante el vuelo con una conversación estimulante o jugando a tres en raya. Además, puede servir para grupos de amigos sentados en filas distintas que quieren seguir chateando durante el trayecto.
Todos hemos fantaseado con conocer a alguien en la puerta de embarque y salir del avión con una historia de película”
Wingle también ofrece servicios adicionales para mejorar el viaje a 360 grados: acceso a salas vip, fast track, gestión de compensaciones en caso de retrasos o cancelaciones, experiencias en tierra o playlists musicales personalizadas según el destino. En resumen, ofrece la experiencia de viajar en business pagando como turista, gracias a la colaboración con varias empresas proveedoras de servicios.
Aunque se haya perdido casi todo ese glamur elitista que acompañaba los vuelos de Panam de los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, con azafatos de librea y comidas opíparas, el romanticismo ligado a la precariedad de encontrarse en el aire sigue vivo. Lo cual es sorprendente, si se consideran los trolleys, las camisetas sudadas, las lasañas recalentadas, las loterías y el faquirismo obligatorio para caber en unos asientos cada vez más estrechos. Ya se sabe, cuando el oxígeno escasea, el corazón manda sobre la razón.