Fotograma de 'Apocalipsis Z: El principio del fin'.
(Prime Video)
Un día sería más que suficiente para poner patas arriba a una civilización que depende por completo de internet
El impacto de internet en nuestras vidas supone uno de los mayores puntos de inflexión en la historia de la humanidad, y ya es una parte indisociable de nosotros, pese a quien pese, si todavía hay alguno. Esta dependencia, unida a las consecuencias de algunas caídas temporales de redes sociales como Facebook o Instagram, ha sembrado la pregunta de cómo repercutiría en la civilización un corte masivo a nivel global.
A pesar de que nuestra vida sea difícil de concebir sin internet, este depende de unos cables submarinos sorprendentemente frágiles que, a lo largo de cientos de miles de kilómetros, transmiten una inconcebible cantidad de datos por segundo. La creciente incertidumbre con motivo de la actividad militar rusa en torno a estos cables, ha desatado la preocupación y ha abierto la veda a especular en torno a este escenario que solo podríamos tildar de apocalíptico.
Situando el impacto en las primeras 24 horas de esta hipotética crisis, la debacle tendría una fuerte onda expansiva tanto desde el punto de vista financiero, como gubernamental y militar. Si bien durante un primer momento esta caída no resultaría significativa, afectando ligeramente a algunos sistemas dependientes de la nube o a los centros de control de tráfico y hospitales, un período superior a cinco minutos podría empezar a resultar alarmante.
Las primeras horas
Durante la primera media hora, los hospitales y fuerzas de seguridad habrían activado sus planes de contingencia, iniciando comunicaciones por radio y satélite, mientras que las líneas telefónicas permanecerían saturadas. Por su parte, los establecimientos no podrían hacer cobros con tarjeta de crédito o débito, lo que, irremediablemente, daría lugar a un éxodo masivo a los cajeros, que quedarían colapsados. Asimismo, los sistemas de control de tráfico y la logística de transporte se verían afectados, ralentizando la movilidad y la distribución de productos esenciales.
Apenas unas horas después, los servicios hospitalarios carecerían de acceso a los historiales clínicos digitales, debiendo recurrir a los registros físicos, ralentizando la atención y aumentando las posibilidades de errores médicos. Por su parte, las fuerzas de seguridad tendrían que comunicarse por radio y satélite, con las limitaciones que ello comporta. Al rebasar las 6 horas, llegaría el colapso de la economía, debido a que los mercados no podrían operar, desencadenando el pánico entre los inversores.
12 horas
Transcurrido medio día, las fuerzas de seguridad tratarían de mantener el orden en un escenario donde las únicas fuentes de información serían la radio y, en algunos casos, la televisión. Los servicios de emergencia, por su parte, se verían saturados ante la imposibilidad de coordinarse, lo que daría lugar a un caos total en el que las colas de los bancos serían cada vez más largas y los robos y actos vandálicos aumentarían exponencialmente, ante la caída de los sistemas de seguridad.
24 horas después
No haría falta esperar mucho más de un día para que el clima catastrófico fuera palpable en una sociedad que, de repente, ha vuelto al mundo analógico de forma repentina. La atención sanitaria se ralentiza, y la distribución de alimentos se ve paralizada por completo. Las comunicaciones entre gobiernos se ven mermadas, con la consiguiente falta de coordinación ante la repentina crisis. El caos es inasumible.