Alexandre Arnault y el director ejecutivo de LVMH, Bernard Arnault, asisten a la primera fila de Christian Dior durante la Semana de la Moda de París
La industria de la moda parece haberse quedado muda ante la victoria de Donald Trump, pero no todos sus miembros han sido pillados por sorpresa. Bernard Arnault, CEO de LVMH, y su hijo Alexandre Arnault, miembro de la junta del conglomerado y CEO de Tiffany, llevan años preparándose para este momento.
La combinación de un determinado tono de pelirrojo y cierto nivel de bronceado artificial nunca ha gozado de mucha popularidad en el mundo de la moda. Por lo menos en el lado de los creativos, en la parte en la que se estila la defensa de los derechos del colectivo LGTBIQ+, la igualdad de las mujeres y su derecho a decidir sobre su propio cuerpo, la parte que recibe con los brazos abiertos a quien ha cruzado fronteras y afrontado el precio que cuesta hacerlo.
Por supuesto, la moda no son sólo diseñadores, editores o modelos. La industria de la moda son, especialmente, los ejecutivos que mueven sus hilos, aquellos que garantizan que el sistema siga funcionando (y generando ingresos) con el brío del segundero de un reloj suizo, incluso si esto significa abrazar el mal gusto.
La combinación de un determinado tono de pelirrojo y cierto nivel de bronceado artificial nunca ha gozado de mucha popularidad en el mundo de la moda
Para ilustrar esta dicotomía no hay mejor episodio que el desencadenado por la fotografía de la inauguración de la fábrica de Louis Vuitton en Texas en 2019. En ella, Alexandre Arnault, tercer hijo de Bernard Arnault, miembro de la junta de LVMH y en la actualidad CEO de Tiffany, Michael Burke, entonces CEO de Louis Vuitton, Arnault padre, Donald Trump y su hija Ivanka cortan la cinta que daría inicio al proceso de producción de algunos modelos de bolsos de la firma francesa en territorio estadounidense. “No estoy aquí para juzgar ningún tipo de política”, dijo en presidente de LVMH en el momento. “Esto muestra dos compromisos: uno, el de LVMH con el mercado americano; y dos, el compromiso del presidente Trump con el trabajador americano”.
Un agente creativo de su compañía, precisamente el director artístico de la línea femenina de Louis Vuitton, Nicolas Ghesquière, sí consideró conveniente manifestarse políticamente entonces: “Soy un diseñador de moda que rechaza esta asociación", pudo leerse en un post que subió a sus redes sociales, seguido de #trumpisajoke #homofobia.
En aquella foto de la inauguración muchos confundieron a Alexandre, de 32 años, con Jared Kushner, el marido de Ivanka Trump. Fue medio chiste, medio premonición, porque Alexandre y su mujer desde 2021, Géraldine Guyot-Arnault, y los Kushner-Trump han acabado formando parte del mismo grupo de amigos. La última vez que se les vio públicamente juntos fue el pasado septiembre en la apertura de una tienda de Destree, firma creada por Alexandre y Géraldine, aunque la última vez que podría habérseles visto juntos públicamente fue en el último mitin del partido republicano en el Madison Square Garden de Nueva York, pero los Kushner-Trump no acudieron como parte de su estrategia de distanciarse de la figura de Donald Trump. Sí estuvo Alexandre Arnault, alternando en uno de los palcos para donantes, según Puck y WWD. Por alguna razón, esta vez la noticia no generó escándalo, ya que ni siquiera trascendió a los medios de forma generalizada.
Alexandre y su mujer también recalaron en Mar-a-Lago en febrero de 2023, tal y como Donald Trump contó en Truth Social: “Fue genial tener a Alex Arnault de LVMH y a su maravillosa esposa, Géraldine, para cenar en Mar-a-Lago”, dijo Trump en Truth Social, sin especificar cuándo tuvo lugar la cena. “Es un joven en ascenso, el hijo de uno de los grandes hombres de negocios y líderes de Europa y del mundo. “Alex está muy entusiasmado con la reapertura de Tiffany. ¡Será una renovación realmente espectacular y llevará a Tiffany a una nueva era de éxito y crecimiento fabuloso!”
Alexandre Arnault, que venía de cosechar éxitos en Rimowa —no solo simplificando operaciones y aumentando la producción, sino también con colaboraciones junto a marcas como Off-White y Supreme, que posicionaron al fabricante alemán de maletas como la firma preferida de los pasajeros de primera clase y de quienes consiguen un upgrade con puntos—, tiene sobre su mesa la tarea de hacer de Tiffany, la firma de joyería establecida en 1837 y adquirida por LVMH en 2021 por 16 mil millones de dólares, un referente al estilo de Cartier en Europa. No es tarea fácil, entre otras cosas, porque el comprador de lujo sigue valorando más lo que viene de este continente y porque Tiffany, además de alta joyería, tiene un importante catálogo de piezas de plata que no pueden considerarse lujo.
Para cumplir su objetivo, contó con sus también amigos Beyoncé y Jay-Z, además de un Basquiat propiedad del matrimonio, para la primera campaña bajo su mando. Tiffany es una casa legado, los Carter son lo más parecido a la realeza que hay en Estados Unidos y Equals Pi, la obra de Basquiat que tiene un fondo en un tono similar al azul Tiffany, comunicaron de forma efectiva la era en la que se adentraba la firma. Además ha puesto en marcha colaboraciones entre Tiffany y Nike, Tiffany y Supreme o Tiffany y Rimowa.
¿Dónde está la línea que separa llevarse bien de llevarse demasiado bien? Una cosa es la cercanía y, a juzgar por las manifestaciones de cariño, la familiaridad; y otra muy distinta es posicionarse con una aparición pública en un acto político. LVMH y el CEO de la única empresa de origen estadounidense del conglomerado necesitan llevarse bien con Trump, sobre todo después de que en una ocasión amenazase con imponer un arancel del 100 % al vino francés en represalia por un impuesto sobre empresas estadounidenses que operan en Francia (la batalla comercial entre Airbus y Boeing que comenzó en 2004 fue el origen de este enfrentamiento). La sangre no llegó al río y finalmente la mayoría del vino, el queso y los bolsos quedaron protegidos, pero el presidente sí impuso un arancel del 25% a determinados productos, entre los que se encontraba el coñac importado de Francia. Sólo se aplicó durante unos meses antes de ser suspendido temporalmente por Biden, pero en cualquier momento puede restablecerse.
Puede que sea casualidad que una de las firmas favoritas de Melania Trump pertenezca al grupo LVMH. La futura primera dama por segunda vez llevó Dior para ir a votar y volvió a llevar Dior en su primera aparición tras conocerse la victoria de su marido. No cabe duda de que paga por cada cosa que lleva porque, más que primera dama, Melania siempre ha sido compradora de lujo. Lo que sí que no es casual es que no eligiese Michael Kors o Tory Burch, las dos firmas que más aportaron a la campaña de financiación de los demócratas y Kamala Harris.