Los astronautas del Skylab 2 comiendo comida espacial en la sala de oficiales del Skylab trainer, en 1973.
(Wikimedia)
Miguel Herrero, investigador en el CSIC, desgrana qué compondrá esta acción cotidiana que va más allá de la nutrición y donde influyen componentes sociales y culturales
Mucho se habla de cómo se alimentarán los humanos en un futuro: si lo harán como los astronautas, si se incorporarán nuevos productos como insectos o algas, e incluso si se podrá hacer carne en 3D. Pero, ¿qué hay de real en todo esto? Miguel Herrero, científico en el Instituto de Investigación en Ciencias de la Alimentación (CIAL, CSIC-UAM), muestra su escepticismo ante grandes cambios, especialmente algunos concretos, y recuerda que en esta acción cotidiana, la cultura y el propio placer tienen mucho que decir.
"En un futuro muy lejano podría ser que comiéramos como astronautas, pues no sabemos cómo va a evolucionar el planeta y qué vamos a disponer, pero en un futuro cercano está claro que no. Estos están durante un tiempo limitado en un lugar sin mucho espacio y lo que tienen que hacer es nutrirse. Para el resto, esta actividad, además de nutrir y dar energía, tiene un componente social que es innegable. Y esta manera de alimentarse va en contra de la parte hedónica de la alimentación", asegura.
La parte cultural también tiene un gran peso en una acción tan cotidiana como es comer. Por tanto, Herrero no cree que a corto plazo se incorporen alimentos alternativos, como los insectos, en nuestra dieta. Actualmente, existen cuatro especies que ya han sido aprobadas para su producción y uso como alimento dentro de la Unión Europea (larvas de Tenebrio molitor, gusano de la harina; Locusta migratoria, langosta migratoria; Acheta domesticus, grillo doméstico; y Alphitobius diaperinus, escarabajo de estiércol). La composición nutricional de estos "no está nada mal", debido a la gran cantidad de proteína y poca cantidad de grasa e hidratos de carbono. Es más, la grasa "tiene un perfil más o menos saludable". "Dependiendo de cómo alimentes a estos insectos, estas grasas también se pueden modificar", afirma.
Sin embargo, su consumo inmediato es improbable. "Es un salto cultural bestial, a pesar de que sí que consumimos gambas, por ejemplo, que morfológicamente son parecidas. No obstante, sí pueden usarse como ingredientes y hacer harinas de insectos que se pueden utilizar en el desarrollo de otros alimentos", asegura.
¿Cultivar carne es posible?
Otro de los productos que pueden aparecer son los derivados de la fermentación. Este doctor en Ciencia y en Tecnología de los Alimentos comenta que hoy en día se está investigando mucho cómo producir proteínas de leche con microorganismos. De esta manera, en vez de utilizar leche para hacer un yogur, se puede obtener proteínas de dicha leche para hacer un yogur, pero esas proteínas vienen directamente de un microorganismo.
Herrero ha publicado recientemente un libro llamado Los bulos de la nutrición (CSIC-Cataratas). En el capítulo dedicado a la alimentación del futuro, el investigador también habla sobre la carne de laboratorio o carne cultivada. “Está en una etapa muy incipiente, pero no sería nada más que cultivar las células musculares para asemejarse a la carne. De esta manera, serían células de animales que crecen de manera artificial, pero composicionalmente serían similares”, detalla. Además, considera que se expandirá, especialmente, en alimentos que están siendo investigados para conocer qué propiedades tienen para la salud y cuáles previenen enfermedades.
"No tiene por qué haber diferencias nutricionales. Estamos hablando de cultivos de células que serían iguales. No es que se hayan inventado la carne, sino que simplemente multiplican las células para hacer un 'músculo falso'", ahonda. En las propiedades de sabor o textura, la situación es diferente y aún queda "mucho que hacer".
Precisamente, la carne cultivada es una de las dos vías que se están siguiendo para la impresión en 3D de alimentos. Hasta ahora se viene utilizando como prototipo para intentar dar unas características parecidas a las de un filete. La cuestión es que, de momento, no se ha conseguido ninguna "revolución" porque "no hay resultados sorprendentes".
Hacia un futuro más ecológico, también en la comida
Aunque si hay algo que Herrero tiene claro que protagonizará los próximos años, es la comida mejor para el medioambiente. "Todas estas estrategias que están investigando se implementarán para que la producción alimentaria sea más ecológica", insiste.
A fin de cuentas, la alimentación tiene un papel destacado en la sostenibilidad ambiental y su producción supone un componente muy importante en cuanto al cambio climático, especialmente en la emisión de gases de efecto invernadero o contaminantes.
"Se está estudiando mucho, hay muchas líneas abiertas para intentar hacerla mucho más sostenible: cómo hacer que puedan rotar los cultivos o cómo conseguir que los animales emitan menos gases modificándoles la alimentación, por ejemplo", sostiene.