Los temores de una recesión agitan los mercados. Es cierto que los precios estaban sobrevalorados y esto puede ser simplemente una corrección, pero también hay señales de una desaceleración de la economía que deberían preocuparnos.
En una entrevista, el domingo pasado en Fox News, Trump eludió una pregunta sobre si podría haber una recesión en el futuro. "Hay un período de transición porque lo que estamos haciendo es muy grande -dijo-. Tengo que construir un país fuerte. No se puede estar pendiente de las bolsas".
Cuando más tarde se le preguntó por qué no descartaba una recesión, volvió a dudar: "¿Quién sabe?". Su ambigüedad sacudió a los mercados, pensando que tal vez no le importe una "pequeña perturbación". El Dow Jones y el S&P bajaron más del 2% y el Nasdaq casi el 4%, su mayor caída desde 2022. Los tres índices están muy por debajo de los niveles registrados en las elecciones de noviembre y de su estreno, el 20 de enero.
Trump tenía razón al señalar que un presidente no debería preocuparse por las reacciones de los inversores a corto plazo ante políticas económicas que impulsarán el crecimiento a largo plazo. Pero hay señales claras de que la economía estadounidense se está desacelerando.
En los últimos días, asesores como el secretario de Comercio, Howard Lutnick, han advertido que los aranceles podrían generar un aumento de los precios. El secretario del Tesoro, Scott Bessent, sugirió que la economía podría necesitar un reinicio después de años de crecimiento respaldado por el gasto federal y el alza de los activos.
Los riesgos abundan. Los esfuerzos por recortar el número de funcionarios sin afectar al desempleo dependerán de si el sector privado absorbe esos trabajadores. Pero ¿están las empresas preparadas para hacerlo cuando no saben en qué magnitud aumentarán los aranceles sobre los bienes que importan?
El gobierno estadounidense logró recortes fiscales significativos en el pasado. Los funcionarios se redujeron en más del 10% entre 1992 y 1998, pero el constante crecimiento permitió que eso ocurriera sin ninguna perturbación significativa.
En noviembre, la proporción de hogares que esperaban que su situación financiera mejorara el próximo año alcanzó un máximo de cuatro años y medio, según una encuesta de la Reserva Federal de Nueva York. La misma encuesta, publicada el lunes, mostró la mayor caída mensual en el sentimiento financiero de los hogares desde 2023.
La improvisación con los aranceles desconcierta a las empresas y a los consumidores
El último informe de empleo mostró un crecimiento en 151.000 puestos de trabajo en febrero, la mitad de los creados en noviembre y diciembre. El empleo cae, sobre todo, en el sector de ocio y hostelería, lo que puede indicar que los consumidores están reduciendo el gasto.
El índice de gestores de compras (PMI) registró un crecimiento en febrero, porque los precios alcanzaron el nivel más alto desde el verano de 2022, con la inflación en su punto máximo. Los encuestados señalaron que la incertidumbre sobre los aranceles mina la confianza e impide hacer previsiones. En su última presentación de resultados, el CEO de Inditex, Óscar García-Maceiras, renunció a hacer previsiones por los cambios constantes de Trump.
Las medidas arancelarias han creado un caos en la información y en los precios. Tras un repunte el pasado otoño, el índice de confianza del Conference Board se hundió en febrero a medida que subían las expectativas de inflación. Los consumidores sufren las consecuencias de cuatro años de inflación, con morosidad en los pagos de automóviles y tarjetas de crédito que se acercan a niveles que no se habían visto desde la recesión de 2008-2009.
Una corrección de las bolsas también perjudica, al revertir el llamado efecto riqueza que ha impulsado el gasto en los últimos años. El 10% de los que más ganan representa aproximadamente la mitad del gasto al consumo. El recorte del gasto público, si bien es necesario para liberar recursos, llega en el peor momento.
Los analistas consideraron particularmente trascendental el cambio de tono del presidente y sus asesores en los últimos días. Al principio, la administración restó importancia a los riesgos de un aumento de los rendimientos de los bonos como consecuencia de un repunte de la inflación o en culpar de manera preventiva a la administración saliente de Biden. Ahora, casi existe la sensación de que si algo va mal en la economía, no pasa nada. Los economistas de JPMorgan Chase elevaron el riesgo de una recesión al 40% desde el 30% debido a las "políticas extremas". Goldman Sachs, que suele ser optimista en sus previsiones, ahora dice que espera un crecimiento más débil que el resto de Wall Street. Sus economistas elevan la probabilidad de recesión en 12 meses al 20% desde el 15%.
Todos coinciden en que el crecimiento será más lento en el futuro, incluso si la economía evita la recesión. Dado que es probable que los aranceles hagan subir los precios al menos en el corto plazo, los funcionarios de la Reserva Federal probablemente se moverán más lentamente para reducir las tasas de interés. Lo contrario que hicieron el año pasado, cuando la inflación estaba disminuyendo.
Durante el último año, las autoridades se han centrado exclusivamente en lograr un aterrizaje suave que reduzca la inflación sin provocar una recesión. Ahora, los nuevos pilotos maniobran para corregir el rumbo, lo que podría provocar un aterrizaje brusco.
La culpa de todo es de los aranceles. El problema con las guerras comerciales es que, una vez que comienzan, pueden escalar rápidamente y descontrolarse. La desregulación de Trump y la extensión de la reforma tributaria de 2017 deberían impulsar la inversión empresarial en el largo plazo. Pero los mayores costos y la incertidumbre causada por sus aranceles dañan la economía.
El S&P 500 roza la zona de corrección, con una caída de casi el 10%, después de que Trump amenazara con aranceles del 200% a las importaciones de alcohol de la UE. Incluso si no se materializan o si los aranceles a Canadá y México finalmente se reducen, el patrón de anuncios e imposición de aranceles de manera improvisada inquieta a los mercados y hace temblar su crecimiento. El problema es que Europa, con una economía más dependiente del exterior, puede sufrir mucho más por estas incertidumbres.
PD. -El dialogo dentro de la patronal está roto. Saltó por los aires después de que el presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, se negara a aceptar las condiciones del de Cepyme, Gerardo Cuerva, para marcharse. Ahora Cuerva está dispuesto a dar la batalla hasta el final. Quizá aprendió la lección de cuando todo el mundo le animó a presentar una candidatura alternativa a la presidencia de la CEOE, pero desistió por "lealtad" a la institución.
El presidente de Cepyme estaba dispuesto a irse en un año si se pactaba una lista única
Garamendi también se prepara para la guerra. En vísperas de los premios anuales de Cepyme, celebrados el miércoles, 5 de marzo, filtró el nombre de su candidata, Ángela de Miguel, quien compartió banquillo con el resto de los asistentes al acto. La sorpresa no sentó bien en Cepyme, que lo consideró una treta para arruinar la celebración de su día grande.
Cuerva valoró la posibilidad de aceptar la presidencia de las pymes europeas, además de una vicepresidencia de la CEOE, que le ofreció Garamendi. Pero pidió unas garantías, que dieron al traste con la negociación.
El presidente de Cepyme propuso presentar una candidatura única, encabezada por él, que acogería en sus listas a los miembros que sugiriera Garamendi, incluida su candidata. En un año, se comprometía a renuncia al cargo y Garamendi podría retomar el control de la patronal gemela de CEOE. Cuerva lograba así su objetivo, repetir al frente de Cepyme, con el compromiso de irse. Pero Garamendi se negó en redondo.
Con el no en el bolsillo, la única manera de asegurarse que concurría como candidato a Cepyme era tumbar la reforma sobre la delegación de voto, como aprobó el comité ejecutivo y la junta el miércoles. El polémico cambio del sistema de votación debatido en el anterior comité ejecutivo requería la ratificación de la asamblea, compuesta por más de 500 socios, sobre los que no había un control posible.
Garamendi y, sobre todo su secretario general, José Alberto González-Ruiz, recobran así la capacidad de maniobra y también de coerción para lograr el mayor número de delegaciones de voto. Las reglas éticas son difusas y las presiones se imponen. Los votos, en este caso, están mucho más repartidos que en la CEOE. Las pequeñas provincias tienen tantas opciones como las grandes. Son los socios, que sufren los problemas económicos del día a día y no encuentran amparo en la gran patronal, el caldo de cultivo con el que Cuerva piensa ganar. Como dijo el César, antes de cruzar el Rubicón: Alea iacta est.