Los británicos fueron los primeros en instalar cables submarinos. Y también fueron los primeros en cortarlos.
La modernización de la flota de submarinos de Rusia y su creciente actividad cada vez preocupa más a Occidente, que las ve como una potencial amenaza para los cables de internet tendidos en el fondo del mar.
La semana pasada, el comandante de las fuerzas armadas británicas -el mariscal del aire Sir Stuart Peach- advirtió públicamente sobre la amenaza que los sumergibles rusos representaban para los cables, vitales para la comunicación global.
Y esta semana la OTAN confirmó que estaba redoblando sus actividades de rastreo de submarinos, según un reportaje de The Washington Post.
De acuerdo al periódico estadounidense, la organización también está trabajando para reactivar o desarrollar capacidades vinculadas al tema que se habían descuidado después del final de la Guerra Fría.
Todo para tratar de reducir el riesgo de interferencia en las líneas, especialmente en aquellas que comunican a Europa con Norte América.
Para el almirante Peach, "los cables submarinos son la infraestructura indispensable de nuestro tiempo, esenciales para nuestra vida moderna y la economía digital".
"¿Se imaginan un escenario en el que esos cables sea cortados o se vean interrumpidos?", preguntó el pasado 15 de diciembre, para inmediatamente advertir que las consecuencias serían "potencialmente catastróficas para nuestra economía y otras dimensiones de nuestra vida".
Y los británicos ciertamente saben de qué están hablando, pues Reino Unido fue el primer país que desarrolló y aplicó técnicas para cortar cables submarinos, al inicio de la Primera Guerra Mundial.
Bajo control británico
Cuando estalló el conflicto, hace poco más de 100 años, Reino Unido contaba con el sistema de cables telegráficos más avanzado del mundo.
Dado el alcance del Imperio Británico, los mismos prácticamente le daban la vuelta a todo el globo, y los estrategas militares estaban decididos a sacarle provecho a esa fortaleza.
Pero, como explica el analista de temas de seguridad de la BBC Gordon Corera, para ello primero había que lidiar con los cables tendidos por el Imperio Alemán.
Corera cuenta que justo después de la medianoche del 5 de agosto de 1914, el día que Reino Unido le declaró la guerra a Alemania, un telegrama llegó al puerto de Dover.
Estaba escrito en clave, así que su significado no lo habría entendido nadie más que su destinatario, el superintendente Bourdeaux.
"Estábamos corriendo un riesgo considerable", contó en su reporte Bourdeaux. A las 01:52 estaba a bordo del barco Alert, cuando este se hizo a la mar. Y cuando a las 03:15 la embarcación llegó a su destino, echó el ancla y empezó a dragar, la mayoría de la tripulación todavía no sabía el objetivo de la misión.
"Bourdeaux y el Alert estaban ejecutando una de las primeras acciones estratégicas de guerra de información del mundo moderno", explica Corera.
"Unas pocas horas más tarde, el Alert ya había cortado prácticamente todas las líneas de comunicación de Alemania con ultramar. Había bajado el interruptor".
Mina de oro
Como explica Corera, el corte de los cables alemanes había sido concebido originalmente como una forma de limitar la capacidad de comunicación del enemigo.
Pero pronto se hizo evidente que la medida también ofrecía otras posibilidades en materia de inteligencia.
El 4 de agosto, justo antes de que zarpara el Alert, un hombre llegó a la estación de Porthcurno en Cornualles, donde tocaban tierra los cables de telégrafo que cruzaban el Atlántico. Su título oficial era "censor".
Mientras, en la oficina de la Eastern Telegraph Company, en la colonia británica de Hong Kong, otro "censor secreto" también entró a su nueva oficina, y lo mismo hicieron muchos otros en todos los rincones del Imperio Británico, de Malta a Singapur.
"Un sistema internacional de interceptación acababa de ser instituido", resume Corera.
Conocido como "censura", el objetivo de este sistema era "evitar que el enemigo recibiera información de inteligencia e interrumpir la correspondencia del enemigo con sus agentes".
Reino Unido estaba aprovechando su control sobre la infraestructura internacional del sistema de telégrafo para crear el primer sistema global de vigilancia de las comunicaciones, de El Cairo a Ciudad del Cabo, de Zanzíbar a Gibraltar.
Así, 50.000 mensajes diarios pasarían por las manos de los 180 censores ubicados en las oficinas en Reino Unido. Otros 400 trabajaban en 120 estaciones de todo el mundo.
En total, 80 millones de mensajes serían objeto de censura durante la guerra.
La combinación del corte de los cables alemanes con su necesidad de usar las líneas británicas para su comunicación, terminó siendo una mina de oro en términos de inteligencia.
Por ejemplo, entre los mensajes interceptados por Reino Unido durante la Primera Guerra Mundial está el llamado "Telegrama Zimmermann", el que puso al descubierto el plan alemán de ofrecerle a México territorio de Estados Unidos y ayudó a que EE.UU. se sumara al conflicto del lado británico.
De la Guerra Fría al presente
Este tipo de interferencia continuó durante la Guerra Fría. La Central de Inteligencia de EE.UU. (CIA) y su Agencia Nacional de Seguridad (NSA) tenían una operación llamada Ivy Bells para interferir los cables militares soviéticos que fue descubierta por culpa de un traidor.
Y hoy por hoy los cables no sólo siguen siendo vitales, sino que siguen un trazado muy similar al del sistema de telégrafos imperial.
En enero de 2002, por ejemplo, una tormenta que azotó Porthcurno dejó al descubierto en la playa una serie de cables que incluían viejos líneas telegráficas, ya en desuso, pero también dos cables de fibra óptica que transportaban esa luz llena de los ceros y unos que conectan al mundo moderno.
En total se estima que actualmente hay 293 cables de ese tipo, entre "activos" y "en construcción", que suman más de 1 millón de kilómetros.
Pero una de las primeras revelaciones del exagente de la NSA Edward Snowdenfue que tanto sus exempleadores como la agencia de seguridad británica GCHQ han podido acceder a varios de esos cables para escanear y filtrar las comunicaciones globales para así juntar evidencia sobre sus blancos.
La posible recopilación de información de inteligencia por parte de Moscú es, de hecho una de las grandes preocupaciones de la OTAN. Y, por supuesto, también sigue vivo el temor de que algún país pueda volver a bajar el interruptor e interrumpir todo el tráfico.
Para Gordon Corera, esto probablemente sólo podría pasar en caso de guerra abierta, como ocurrió en 1914.
"Pero dada la dependencia mundial de las comunicaciones digitales, hoy las consecuencias serían mucho más serias que cuando el Alert zarpó a cumplir su misión", advierte nuestro corresponsal.
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