miércoles, 12 de febrero de 2025

El duelo en tiempos de la inteligencia artificial: "Usarla es una trampa, demora el proceso natural de aceptar las pérdidas"

 




El ensayo 'El duelo', de Gabriel Rolón, alerta sobre los riesgos de usar la tecnología durante el proceso de aceptar la pérdida



La historia y la tradición nos dicen que hablar de duelo implica -significa- hablar de muerte. Del proceso, más largo o más corto, más o menos hondo, que permite superar las pérdidas a lo largo de los años: madres, padres, hijos, hermanos, parejas, amigos, compañeros... Sí, habrá afortunados que lean estas líneas y puedan decir que a ellos no les ha tocado todavía, pero les tocará. Así que a todos sirve conocer la nueva ciencia del duelo que, por lo pronto, niega la mayor: hablar de duelo no es hablar de muerte sino de vida.

«Tenemos la creencia de que el duelo se emparenta con la muerte. Por el contrario, el duelo es la manifestación más potente de la vida. Es la batalla de un sujeto deseante que no piensa entregarse a pesar de sus pérdidas. La lucha de un hombre o de una mujer que se niegan a renunciar a sus sueños y se ponen en pie con todos sus muertos sobre los hombros», sostiene el escritor y psicoanalista argentino Gabriel Rolón en su ensayo El duelo. Cuando el dolor se hace carne (Paidós), que se publica esta semana en España.

Un volumen en el que, a través de casos clínicos y un sinfín de anécdotas literarias, cinematográficas y musicales relacionadas con el duelo, va desgranando como éste es la batalla más ardua, el combate más salvaje, que puede efectuar un ser humano. Es más, en muchos casos tendrá que volver a la pelea porque en esta vida la gente no deja de morirse nunca. Hasta uno mismo acaba muriendo, y se convierte así en un «fantasma» para los otros, a los que Rolón llama «ensombrecidos». Para salir de la sombra, la persona doliente ha de atravesar la pérdida y la representación de ella, que sería el fantasma. Hasta conseguir alojar en mente y cuerpo -razón y corazón- el recuerdo del que se fue, y que éste contenga hasta un poquito de alegría.




En ese «territorio oscuro, misterioso, casi inaccesible» que es el duelo, el individuo que transita la pérdida sufre, pero ese dolor, advierte Rolón en una entrevista por videollamada desde Barcelona, «no se produce por la muerte o la pérdida del amado, sino por el esfuerzo que realizamos para no morir con él». Para no quedarnos anclados a su representación y seguir viviendo. Incluso para seguir creando a partir de lo perdido.

Hay quienes viven en duelo permanente, incapaces de salir del bucle: a estos Rolón los llama «los melancólicos». Y hay otros que deciden emprender el viaje de la recuperación, el duelo con el duelo, la vivencia de «un dolor que es signo indiscutible del paso por una prueba: la de una separación irreversible». «El sufrimiento, en realidad, proviene del esfuerzo que inconscientemente hacemos para no desvanecernos con lo perdido», aclara este especialista.

Pero la nueva ciencia del duelo no se limita a reivindicar la vida, sino que aporta una interpretación ajustada a la época que habitamos y también a lo que necesitamos en 2025, donde la inteligencia artificial (IA) colisiona con el dolor de la pérdida, pues ya es posible conversar con nuestra persona fallecida gracias a la recuperación de los datos digitales (mensajes de texto, de voz, posts en redes sociales) del finado. ¿Es beneficioso alterar el duelo o es perjudicial alargar artificialmente la relación con nuestros muertos? ¿Se imagina usted, como en aquel capítulo de la serie Black Mirror, comprando un cuerpo-avatar en el que descargar el ser digital de su marido fallecido, o de su hijo, o de su abuelo?

«La realidad y el tiempo me darán la razón», asegura Rolón. «Hoy por hoy mi hipótesis es que la IA va a demorar los duelos, y a provocar que la gente se aparte de la vida real. Corremos el riesgo de no dejar a las futuras generaciones el maravilloso trabajo de construir quiénes son a partir de los relatos que reciben de sus padres, abuelos, bisabuelos...».

A este psicoanalista le preocupa el impacto psicológico y moral de los llamados deadbots, thanabots o griefbots, robots al fin y al cabo que se sirven de la IA para, presuntamente, facilitar el duelo del que sigue vivo y añora al muerto. El documental Eternal you, que se presentó en el Festival de Sundance 2024, lo analizaba a través de personas que empleaban un chatbot para comunicarse con su persona fallecida. Como si la IA pudiera también alterar el más allá.

Y de hecho puede. Porque no sólo quien atraviesa un duelo puede usar apps para replicar su ser querido, sino que cualquier individuo consciente de su pronta muerte puede crear su propia versión digital, a disposición de familiares, amigos y conocidos. Más sencillo: ¿recuerda haber visto las últimas Navidades, y a lo largo del pasado año, vídeos de abrazos generados por IA? Ahora un niño puede tener un vídeo abrazando a un abuelo que nunca conoció, basta con descargar la app, subir las fotos y esperar la magia. Y esto a Rolón no es que le parezca intolerable, es que cree que puede hacernos daño. «Las personas de cierta edad no tenemos ya acceso a todo ese material, tenemos fotografías, algún que otro vídeo, pero es importante que la persona tenga que construir dentro de sí sus propios recuerdos», añade.

El argentino cree, incluso, que esto forma parte del descenso (catábasis, del griego, lo llama él) a los infiernos y el posterior ascenso (anábasis) a la vida que toda persona realiza cuando recorre un duelo. E insiste en que tengamos presente la «prueba de realidad»: «Cuando uno vive el duelo, hay una pelea en su interior. En tu mente, en tu psique, está luchando tu deseo de que eso no haya ocurrido, de que sea mentira, que se abra la puerta y tu papá entre como cada tarde cuando volvía del trabajo. Pero la realidad te demuestra que no entra más».

-¿Y qué ocurre ahora?

-Viene la tecnología y te da la posibilidad de que eso sí ocurra. ¿Cómo alcanzamos entonces la prueba de realidad si todas las noches tu hermano te sigue dando las buenas noches aunque lleve muerto tres años? A otros les dirá: 'Mi amor, que descanses, mañana hablamos'. La psique ha de enfrentar la dificultad extra de matar algo (alguien) que sigue ahí. Porque la prueba de realidad que te demuestra que no existe más no aparece. Por tanto no estás transitando el duelo porque vivís en una realidad ficticia que deja fuera el mundo real».

Frente a esta perspectiva, Rolón reivindica al «duelista»: es decir, «aquel que ha sufrido y ha construido un recuerdo y con él en la mochila se enfrenta al desafío de vivir». «¿Por qué si no a mi paciente, al que ha dejado su novio o su marido, yo le digo: 'No leas las cartas, no leas los mails donde te decía que te amaba, no te encierres a escuchar música melancólica, ver fotos y leer mensajes'? Porque te retienen en algo que ya no existe».

Y en las líneas anteriores surge otro de los pilares de esta nueva manera de interpretar la vida y la muerte. Sostiene Rolón que no sólo de personas que mueren realizamos duelos, sino de todo aquello que a lo largo de la vida vamos perdiendo: un trabajo, un amor que se acaba, una amistad que también... E insiste: «Pues yo ahora tengo que decirle a alguien: 'Cuidado con esto de ver todas las noches un vídeo, de escuchar su voz, cómo te saludaba, porque esa IA genera en tu mente la sensación de que el otro no ha muerto, y nadie duela lo que no murió».

Sucede entonces lo que menos conviene: «El proceso de duelo se retarda». Rolón cree que, desde el punto de vista de la salud mental, debemos plantearnos seriamente que hay ciertas cosas que no deberíamos permitir a la inteligencia artificial. «Debemos propiciar que se cuente el relato de la vida de alguien a través de quienes le conocieron», sostiene. «Mi nieta dirá que su abuelo fue escritor, mostrará mis libros, tu sobrino dirá 'mi tía era periodista'. Me parece importante que existamos en los que vienen como ese cuento, no como una trampa de la IA».

Un estudio de la Universidad de Cambridge publicado en mayo de 2024 aportaba conclusiones muy similares a las de Rolón. En Griefbots, deadots, postmortem avatars on responsible applications of generative AI in the Digital Afterlife Industry (DAI), los investigadores Tomasz Hollanek y Katarzyna Nowaczyk alertaban de sus peligros: «El despliegue de la IA en la industria de la vida futura digital demuestra que se necesitan barreras de seguridad adicionales en el desarrollo de estos servicios y garantizar que el uso de la DAI no conduzca a consecuencias sociales perjudiciales».

Y emplean términos como tanatosensibilidad y reclaman que la propia IA «valore y genere la idea de la muerte como una experiencia humana fundamental, en lugar de ignorarla, y que fomente el pensamiento crítico sobre la inmortalidad digital». Llegan a afirmar que este tipo de apps «corren el riesgo de causar una enorme angustia y que el impacto psicológico, en un momento de por sí difícil, podría ser devastador».

¿Qué hacer, entonces, cuando el duelo, o los duelos acumulados, parecen enraizarse en la persona? Alguien que no consigue vivir porque no es capaz de dejar marchar sus fantasmas. Rolón propone el psicoanálisis: «Es la clínica del duelo. Nadie llega al consultorio si no ha perdido algo que ama. Todo paciente es un ensombrecido. Un guerrero. El diván es el campo de batalla. Y allí peleamos juntos hasta que un día el dolor duele menos. Los enemigos son la depresión y la melancolía. Por eso el psicoanálisis. Porque es aquí y es ahora donde puede jugarse nuestro destino».



Rebeca Yanke y José Aymá

Actualizado Jueves, 6 febrero 2025 - 00:03
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