martes, 4 de febrero de 2025

La gran arma de Europa frente a Trump: por qué EEUU tiene mucho que perder en el fuego de los aranceles

 

Trump con Ursula Von der Leyen (presidenta de la Comisión Europea) en el Foro Económico Mundial (Bloomberg)


  • La industria norteamericana necesita productos únicos de Europa para equiparse
  • Los aranceles a otras regiones darán a la UE "oportunidades estratégicas"
  • Los gravámenes provocarán una subida de precios y una apreciación del dólar



Trump ha iniciado su guerra comercial a gran escala. Tras anunciar un 25% de aranceles contra México y Canadá y un 10% contra China fue preguntado por si impondrá otros sobre Europa. "Definitivamente se implementarán. No se llevan nuestros coches ni productos y nosotros nos llevamos todo". Este problema se perfila como una de las grandes amenazas sobre el Viejo Continente. La misma Christine Lagarde, presidenta del BCE, ha dejado claro que para la recuperación de Europa es necesario que se recupere la demanda externa. Por lo tanto, la francesa reconoció que Trump es la gran amenaza sobre el futuro del Viejo Continente. "Si las tensiones comerciales aumentan, se podría frenar nuestro crecimiento y haría mucho más inciertas todas las perspectivas macro y de inflación de la zona euro".

Sin embargo, entre tantas turbulencias y amenazas, aún existen algunos rayos de luz que se pueden convertir en la gran esperanza de inversores y economistas. Con la ventaja que ofrece haber vivido esta situación en el pasado se puede deducir que la reacción de los mercados será corta y poco contundente… mientras que la economía no se verá seriamente golpeada en el medio plazo, dada la relativa facilidad de los flujos comerciales para redirigirse hacia otros puntos pese a la menor eficiencia. Juan Ignacio Crespo, un economista con dilatada experiencia, recuerda que la última vez que sucedió algo similar, el comercio siguió creciendo, la actividad económica se mantuvo en pie y los mercados solo sufrieron un pequeño susto.

Los aranceles y su impacto han levantado una densa niebla de guerra que está alterando tanto a la Fed, como al BCE y a las empresas de ambos lados del Atlántico que ven una posible guerra comercial como uno de los factores más desestabilizadores para ambas economías. El mismo Trump ya había hecho mención directa a la UE desde antes de llegar a la Casa Blanca. "La UE suena muy bonita, un excelente ambiente con pequeños países unidos. Pero no compran nuestros coches, ni nuestros productos agrícolas, mientras venden miles de millones en EEUU. No puede ser, tendrán que pagar un precio muy alto".

Ya en su primer mandato el republicano lanzó una batería de aranceles contra la UE tras la resolución de la OMC que resolvía que las ayudas a Airbus eran ilegales. En aquel entonces esta guerra comercial pudo convertirse en tregua pero ahora el Viejo Continente está en una situación muy comprometida. El crecimiento del PIB se ha estancado y la industria, en particular las de Alemania, Francia y otros países del centro y norte del continente, está en recesión ante los mayores costes y menor demanda externa. Esto podría hacer que un nuevo enfrentamiento termine de sacudir la maltrecha economía de la UE.

Sin embargo, los expertos apuntan a que a pesar de la 'destrucción mutua asegurada' de los aranceles, la realidad es que Europa cuenta con grandes argumentos que permitirían a sus empresas salir airosas de un intercambio de golpes con EEUU. De hecho, el país norteamericano tendría mucho más que perder si comienza una batalla como la de 2018.

Las cartas ganadoras de Europa

Para empezar, las cifras. Los datos de 2024 (sin contar diciembre, cuyas estadísticas no se han publicado) muestran un comercio, tal y como dice Trump, desigual. Si bien EEUU exporta cerca de 352.000 millones de dólares a Europa, importa de esta región cerca de 555.600 millones, generando un déficit en el balance comercial entre ambos de 213.700 millones. Así lo atestiguan los últimos datos del Departamento de Comercio de EEUU.

Al calor de estas cifras podrían cobrar sentido los argumentos de Trump de que hace falta corregir esta asimetría para que las importaciones y exportaciones se igualen. Sin embargo, la realidad es algo más complicada, pues estas grandes importaciones se han creado por un motivo: la UE es el corazón (en parte) de la fortaleza industrial de Estados Unidos. La potencia norteamericana compra bienes de equipo clave, pero sobre todo productos de importancia estratégica en el sector químico y farmacéutico.




EEUU también cuenta con productos de importancia totalmente estratégica y de oferta limitada. El ejemplo paradigmático es el gas, representando el 19,3% de todas las importaciones de la UE. Además Europa depende prácticamente en su totalidad del Berilio, una materia prima clasificada por la Comisión Europea como crítica dada su importancia para la industria de defensa, transporte y energía. La UE importa cerca del 60% de esta materia prima de EEUU y la gran mayoría de las reservas mundiales de la misma descansan en las montañas de Utah, lo que hace muy difícil encontrar un sustituto.

Sin embargo, el último informe realizado por ING muestra que en el intercambio de golpes de 'productos críticos' Europa sale ganando por goleada. "Europa comerció con 122 productos estratégicos pero solo 8 vinieron de EEUU, mientras que EEUU compra 32 productos a Europa". El banco neerlandés explica que, debido a ello, "Este equilibrio de dependencia favorece a la UE y le dará cierta influencia en las negociaciones con la administración de Trump".




Desde Scope Ratings lo tenían claro en su último informe, publicado la semana pasada. En el mismo comentaban que "a pesar de que muchos países europeos y sus principales empresas dependen de EEUU. Para los importadores estadounidenses productos como los bienes de equipo, químicos o medicamentos no pueden sustituirse fácilmente". Por lo tanto, "no hay motivos para el pánico".

Uno de los motivos clave es que, según señala la agencia, desde 2018 las empresas europeas "han construido coberturas naturales". El ejemplo más claro es la apertura de plantas en territorio norteamericano, que harían que mucha de la actividad en el país no sea considerado como 'exportaciones'. Sin embargo, es que estas mismas firmas pueden encontrar un refugio en un euro barato y en las guerras comerciales paralelas de Trump. De hecho, comentan que el efecto tectónico que traerían los aranceles a otros países "puede generar oportunidades para Europa".

La ventaja oculta de los aranceles

Sebastian Zank, responsable de calificaciones crediticias corporativas de Scope Ratings, se muestra confiado en las opciones de la UE alegando que "el aumento de la inflación en EEUU también podría hacer que las exportaciones europeas fueran competitivas con el tiempo, mientras que muchas empresas europeas tienen una cobertura natural a través de las instalaciones de producción con sede en EEUU. El aumento de los aranceles estadounidenses también puede crear oportunidades para que algunas compañías europeas refuercen su posición en el mercado mediante el suministro de materiales y componentes procedentes de mercados que necesitan reestructurar sus estrategias de exportación".

Respecto al impacto de los aranceles en la inflación de EEUU hay pocos que duden que hay una relación clara. De hecho desde la Fed estiman que sumarán cerca de un 0,7% a la subyacente ("sin contar precios de la energía y alimentos frescos". Esto además, implicaría un euro más barato (hoy mismo ha caído de forma relevante) y, por lo tanto, un incremento de la capacidad de EEUU.

Respecto a esto último se pronuncian los economistas de ABN AMRO alegando que "en última instancia el comercio estadounidense se traslada de los países afectados por los aranceles a la eurozona". El motivo es que estos países como China, Canadá o México, que también se ven amenazados por los aranceles de EEUU, ahora encuentran a Europa como una posibilidad más rentable para comprar sus productos ante un euro más débil.

El impacto en la economía y los mercados: calma

Al margen de estos argumentos, si la historia reciente sirve de guía, es posible que los efectos sean mucho más moderados de lo que sugieren los titulares alarmistas. Como señala el economista Juan Ignacio Crespo, "durante la primera presidencia de Trump, el mundo no se sumió en una gran depresión ni nada parecido". A pesar de la montaña rusa de medidas proteccionistas, el comercio global siguió expandiéndose, creciendo un 5,6% en esos años. Además, buena parte del daño se lo llevaría EEUU y el propio Donald Trump.

Para entender lo que puede ocurrir ahora, basta con observar lo que sucedió en 2018, cuando Trump impuso un arancel del 10% al aluminio y del 25% al acero. Aquella decisión iba dirigida contra China, pero terminó afectando también a aliados como Canadá, México y la Unión Europea. En aquel momento, el impacto sobre los precios de estos metales fue fugaz. "El precio del aluminio se disparó casi un 30% en abril, pero para finales de junio ya había vuelto al mismo nivel previo al anuncio", explica Crespo. Lejos de desencadenar una crisis, los mercados rápidamente digirieron la medida y los precios del aluminio siguieron bajando durante el resto del año.

Lo mismo sucedió con las bolsas. A pesar de la incertidumbre inicial, los mercados reaccionaron con relativa calma. "Las bolsas subieron sin despeinarse tras la elección de 2016 y hasta bien entrado 2017", recuerda Crespo, añadiendo que el comportamiento actual no es tan distinto al de entonces. La incertidumbre genera volatilidad, sí, pero las dinámicas económicas profundas suelen imponerse sobre los sobresaltos políticos.

"Lo que terminó provocando una recesión no fueron los aranceles, sino un virus llegado de China"

El verdadero impacto de los aranceles dependerá de su alcance y duración. En su primer mandato, Trump aplicó y retiró exenciones de manera errática, dejando a muchos países y productos atrapados en una constante negociación. Este escenario de "hacer y deshacer" generó cierta incertidumbre, pero no fue suficiente para frenar el crecimiento global. "Lo que terminó provocando una recesión no fueron los aranceles, sino un virus llegado de China", subraya Crespo, en referencia a la pandemia que estalló en 2020.

Si bien no hay que minimizar los efectos de los aranceles, tampoco hay razones para exagerar su impacto. La historia muestra que el comercio global es resiliente y que las economías encuentran maneras de adaptarse a nuevas barreras. El pánico de los mercados suele ser pasajero, y como se ha visto en el pasado, una vez que los inversores evalúan los efectos reales, las aguas tienden a calmarse. Como concluye Crespo, "quienes tienen más interés en entender lo que pasa que en la propaganda necesariamente tienen que tomarlo con más calma".

Trump, como en su primer mandato, probablemente utilizará los aranceles como una herramienta de negociación más que como una estrategia de largo plazo. Su política económica se caracteriza por el uso de medidas de presión extrema para luego ceder en ciertos aspectos a cambio de concesiones. En este sentido, es probable que veamos muchas declaraciones incendiarias, pero pocos cambios estructurales en el comercio global.

El otro elemento a tener en cuenta es la capacidad de respuesta de la Unión Europea. A diferencia de lo ocurrido en 2018, ahora Bruselas está más preparada y tiene un margen de maniobra mayor para negociar contramedidas o acuerdos alternativos. Además, en un contexto de desaceleración económica global, incluso Estados Unidos podría mostrarse más pragmático para evitar un golpe innecesario a su propio crecimiento.

En definitiva, si bien los aranceles pueden generar ruido y tensiones comerciales, la experiencia reciente sugiere que su impacto será limitado. El mundo ha aprendido a convivir con las turbulencias de Trump y, como en 2018, es probable que el alboroto inicial se disipe más rápido de lo que muchos temen. Como señala Crespo, "se comprende el alboroto entre los enemigos políticos de Trump, pero quienes realmente quieren entender lo que pasa deben tomárselo con más calma". Y quizás, ese sea el mejor consejo ante esta nueva tormenta política y económica.

Lo que dice la teoría económica sobre los aranceles

No solo que el impacto fuera fugaz en los mercados, además los aranceles son un arma de doble filo. Si alguien puede salir perjudicado es EEUU y Trump. ¿Por qué Trump podría pensárselo dos veces? Lo cierto es que los aranceles no son gratis, tienen consecuencias en la economía. Según la teoría económica, el daño supera a los beneficios. Los aranceles benefician al principio a los sectores protegidos, pero perjudican de forma amplia al conjunto de los consumidores que pagan unos precios más altos por unos bienes y servicios que antes eran más baratos.

De una forma un pelín más técnica, se suele decir que los aranceles, impuestos a las importaciones de bienes y servicios, han sido utilizados históricamente como herramientas de política comercial para proteger industrias nacionales y fomentar la producción interna. Sin embargo, la teoría económica ha demostrado que estas barreras al comercio tienden a generar más perjuicios que beneficios para la economía que las impone. Al encarecer los productos importados, los consumidores se ven obligados a pagar precios más altos por bienes que antes podían adquirir a menor costo, lo que reduce su poder adquisitivo y afecta el consumo. Este fenómeno es especialmente grave cuando los productos afectados son insumos esenciales para la industria local, lo que encarece la producción y reduce la competitividad de las empresas nacionales.

Otro efecto negativo de los aranceles es la respuesta de los países afectados, que suelen imponer medidas de represalia sobre los productos del país que ha iniciado la guerra comercial. Este tipo de represalias perjudican a sectores clave de la economía, especialmente aquellos que dependen de las exportaciones, generando caídas en la producción y en el empleo. A largo plazo, esta dinámica puede derivar en una espiral de proteccionismo que afecta negativamente el crecimiento económico global, como ocurrió en los años treinta con la Ley Arancelaria Smoot-Hawley en Estados Unidos, que exacerbó la Gran Depresión.

El encarecimiento de bienes y servicios debido a los aranceles también tiene un impacto en la inflación. Si los consumidores deben pagar más por los productos importados, los precios internos tienden a subir, lo que puede obligar a los bancos centrales a adoptar políticas monetarias más restrictivas. Esto se traduce en tipos de interés más altos, lo que encarece el crédito y desincentiva la inversión y el consumo. De este modo, los aranceles pueden contribuir al enfriamiento de la economía, agravando los problemas que supuestamente buscaban solucionar.

Las empresas que dependen de cadenas de suministro globales también sufren el impacto de los aranceles. Muchas industrias, especialmente las manufactureras, requieren componentes importados para la producción de bienes finales. Cuando estos insumos se encarecen debido a los aranceles, las empresas pueden optar por trasladar los costos a los consumidores, reducir su margen de beneficio o incluso recortar empleos para compensar el aumento de costos. En cualquier caso, el resultado es una pérdida de eficiencia y competitividad que puede afectar el crecimiento de largo plazo.

Además, los aranceles pueden provocar distorsiones en la asignación de recursos dentro de la economía. En un entorno proteccionista, los sectores beneficiados por las barreras comerciales pueden expandirse artificialmente, aunque sean menos eficientes en comparación con sus competidores internacionales. Esto puede generar un uso ineficiente del capital y del trabajo, desviando recursos de sectores más productivos hacia industrias menos competitivas que solo sobreviven gracias a la protección arancelaria.

El caso de EEUU en 2018 y 2019

El caso de Estados Unidos durante la administración de Donald Trump es un claro ejemplo de cómo los aranceles pueden afectar negativamente a la economía. Según Bloomberg, cuando Trump impuso aranceles en 2018 y 2019, lejos de provocar un auge industrial, la economía se desaceleró. En 2019, el país perdió 43.000 empleos manufactureros, la producción industrial se contrajo y la inversión empresarial se estancó. Además, los ingresos reales de los hogares cayeron por primera vez en cinco años, mientras que los consumidores estadounidenses pagaron 8.200 millones de dólares más debido al encarecimiento de los productos importado, según datos recopilados por Bloomberg.

Los aranceles de Trump también obligaron a la Reserva Federal a ajustar sus previsiones de crecimiento a la baja. De acuerdo con la Fed de San Francisco, los impuestos a las importaciones fueron un "shock negativo para la demanda" y afectaron la confianza empresarial. Como resultado, la Fed recortó los tipos de interés en 2019 para contrarrestar la desaceleración. Según Bloomberg, los analistas de la Reserva Federal calculan que las guerras comerciales de Trump redujeron el crecimiento del PIB en un punto porcentual, un impacto significativo en una economía del tamaño de la estadounidense.

"La incertidumbre puede generar volatilidad en los mercados, reducir la inversión y frenar el PIB de EEUU"

El problema ahora es que Trump planea aplicar nuevos aranceles, esta vez de forma más amplia y agresiva. Bloomberg advierte que las tarifas que propone podrían tener un impacto aún más severo en la economía de Estados Unidos que las de su primer mandato. En 2018 y 2019, las tarifas se dirigieron a bienes específicos, como acero y aluminio, pero esta vez Trump amenaza con imponer un arancel del 10% sobre todas las importaciones. Esto afectaría a sectores clave como la tecnología, la automoción y la industria energética, encareciendo productos esenciales y elevando aún más la inflación.

Si estos aranceles se extienden a Europa, el impacto podría ser devastador para las relaciones comerciales transatlánticas. La Unión Europea es uno de los principales socios comerciales de Estados Unidos, y cualquier medida proteccionista podría provocar represalias que afectarían a sectores clave de la economía estadounidense, como el aeroespacial y el agrícola. Según Bloomberg, los economistas de Goldman Sachs advierten que la incertidumbre comercial puede generar volatilidad en los mercados y reducir la inversión empresarial, lo que podría traducirse en un menor crecimiento del PIB en 2025.

En última instancia, los aranceles suelen ser presentados como una solución para proteger el empleo y la industria nacional, pero la experiencia demuestra que los efectos pueden ser justamente los contrarios. En el caso de Estados Unidos, la primera guerra comercial de Trump no solo no logró repatriar empleos, sino que debilitó la manufactura y frenó la inversión. Si el presidente vuelve a repetir esta estrategia, especialmente contra Europa, podría desencadenar un nuevo episodio de incertidumbre global con consecuencias negativas tanto para Estados Unidos como para sus socios comerciales.

El impacto sería importante

En cualquier caso, a pesar de que la UE puede llegar cargada de argumentos para negociar con EEUU y que esta pueda resultar realmente dañada, la realidad es que el Viejo Continente sentiría el impacto. Según las estimaciones de BBVA unos aranceles del 10% de EEUU tendrían un impacto directo del 1,5% para el PIB de la región que incluso podría escalar hasta el 2%.

La cuenta la pagarían especialmente las empresas automotrices. Clarissa Hahn, de Oxford Economics, defiende que "los fabricantes de automóviles europeos exportaron vehículos y componentes por valor de 56.000 millones de euros a Estados Unidos, lo que representa el 20% del valor total de sus ventas al exterior". Esto llevaría a que, "según nuestras estimaciones apuntan a que las exportaciones automovilísticas alemana e italiana podrían caer un 7,1% y un 6,6% respectivamente."

Eso sí, de ABM explica que "creemos que los aranceles estadounidenses tendrían un impacto desinflacionario sobre la eurozona, incluso en el caso de que la UE tomara represalias". Esto se debe a que el impacto directo al alza sobre la inflación "sería modesto", mientras que el impacto a la baja a través de un menor comercio y de los precios de las materias primas, "probablemente sería significativo". Este es un factor importante que "sustenta nuestra opinión de que los tipos de interés del BCE acabarían reduciéndose al 1%".

Lo contrario sucede con la Fed y el precio del dinero. Ian Smith, corresponsal senior de mercados del Financial Times explica que "traders han reaccionado a los anuncios arancelarios del presidente Donald Trump aplazando sus expectativas de recortes de tipos de interés en Estados Unidos (expectativas de más inflación y de menos bajadas de tipos, como es lógico), mientras los inversores vuelven a centrarse en la amenaza inflacionaria de los aranceles a la economía nacional". Esta perspectiva de menores recortes está fortaleciendo sobremanera al dólar (lo que puede acabar siendo una especie de tiro por la culata para Donal Trump, puesto que un dólar fuerte reduce la competitividad de los bienes producidos en EEUU y abarata los del exterior), que vuelve a atraer flujos financieros del exterior ante la expectativa de unos tipos de interés más elevados en la economía de EEUU.

"Los inversores descontaban un recorte en julio, ahora este movimiento se ha retrasado y se prevé que la Fed actúe en la reunión de septiembre, según los niveles implícitos en los contratos de swaps", asegura el experto del FT. "El mercado quiere un refugio seguro dada la destrucción del crecimiento, pero el impacto inflacionario predomina", sostiene Gordon Shannon, gestor de fondos de bonos gubernamentales de TwentyFour Asset Management. Los rendimientos de los bonos del Tesoro a dos años sensibles a los tipos aumentan en 0,04 puntos porcentuales a 4,28% a medida que el precio de la deuda cayó, mientras que el dólar sube más de un 1% frente al euro y se sitúa en 1,0237 dólares por cada euro, muy cerca de la paridad.

"Europa podría aumentar sus compras de productos estadounidenses impulsando las compras de gas y defensa"

Sin embargo, desde ING creen que los próximos meses serán clave y que habrá dos factores que definen por completo la situación. En primer lugar si la UE "podría abrir iniciativas de financiación de defensa a empresas no pertenecientes a la UE". Con esta opción contribuiría a una gran exigencia de Trump, que se eleve el gasto militar el 3% del PIB al tiempo que "esas compras podrían ser una manera fácil de reducir el superávit comercial bilateral". Esto podría ayudar a 'reparar' la injusticia que Trump ve en el déficit comercial desatado con sus socios al otro lado del Atlántico sin embargo el otro elemento clave y que ya está sobre la mesa es el gas.

"Europa podría aumentar sus compras de productos estadounidenses impulsando las compras de gas", comenta la firma. Esta opción ya la ha puesto encima de la mesa la misma Ursula Von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea el mismo día que Trump ganó las elecciones. Al ser preguntada sobre la posibilidad de una guerra comercial la alemana afirmó que "antes deberíamos dialogar sobre intereses comunes. Todavía importamos energía de forma significativa a Rusia pero, ¿por qué no sustituirlo por GNL estadounidense, más barato y que reduce los precios de la energía?".

Esto ya ocurrió en 2018 en la primera guerra comercial con Europa a raíz de las ayudas a Airbus y la sentencia por parte de la OMC, que trajeron una batería de gravámenes desde Washington. En aquel entonces los envíos de GNL se dispararon un 181% en un solo año. Algo que fue clave en la distensión y que llevó a Trump a presumir de que "Europa ahora es un comprador a escala masiva de gas estadounidense".

Ahora queda por ver si la jugada puede repetirse y, a pesar de las advertencias de Trump, Europa puede evitar una guerra comercial abierta. En el caso de que esta se produjese la destrucción económica entre ambas está asegurada. Sin embargo, desde el Viejo Continente tienen bastantes cartas para sentarse a negociar con un EEUU que tiene también mucho que perder en un intercambio de golpes. Los próximos días podrían definir el futuro de ambas economías para los próximos años.