Ilustración de palomas robot basada en una foto de Tayssir Kadamany.
(Tayssir Kadamany/Pexels)
A lo largo de la historia, las agencias de inteligencia han experimentado con el uso de animales como espías. Algunos fueron un auténtico desastre y otros tuvieron un gran éxito
La muerte de un espía rara vez es noticia debido al secretismo que la rodea. Sin embargo, cuando en septiembre se halló muerto en aguas noruegas a un beluga blanco sospechoso de espiar para Moscú, el animal pronto se convirtió en una celebridad menor.
Hvaldimir (un juego de palabras entre el término noruego para ballena, “hval”, y el nombre del presidente ruso) recibió incluso una autopsia oficial por parte de la Dirección de Pesca de Noruega.
La ballena fue descubierta como espía en 2019 y se suma a una larga lista de animales utilizados por los servicios de inteligencia. Entre ellos destaca un programa soviético para entrenar animales marinos como espías y asesinos, que terminó de repente en 1991.
Estados Unidos también llevó a cabo experimentos similares con animales, algunos de los cuales datan de los años 60. Uno de los intentos más inusuales de la CIA para emplear animales como espías fue la Operación 'Acoustic Kitty'.
La idea consistía en implantar un micrófono y una antena en un gato para que pudiera escuchar conversaciones potencialmente relevantes. Sin embargo, la prueba del “prototipo” fue un desastre cuando el gato se apartó y fue atropellado por un taxi, lo que llevó al rápido abandono del programa.
La historia de las palomas espías
Un ejemplo más exitoso fue el uso de palomas espías. Equipadas con pequeñas cámaras, las palomas podían acceder fácilmente a zonas restringidas y “tomar fotos” sin levantar sospechas, regresando luego con seguridad a su base gracias a su extraordinaria capacidad de orientación.
Lo que se convirtió en un programa muy exitoso de la CIA durante la Guerra Fría se inspiró en los esfuerzos británicos durante la Segunda Guerra Mundial.
Con el tiempo, la tecnología creó oportunidades para explotar la discreción de los animales eliminando su imprevisibilidad. El Proyecto Aquiline buscaba desarrollar un dron con forma de ave, equipado al estilo de los aviones espía tradicionales, pero más pequeño y versátil para acercarse más a los objetivos.
Otra versión incluso más diminuta fue el 'insectothopter' desarrollado por la CIA en los años 70. Aunque ni los diseños de Aquiline ni los del 'insecto helicóptero' llegaron a ser plenamente operativos, se les reconoce como precursores de los drones actuales.
En los años 90 emerge el bagre robótico 'Charlie' de la CIA, como parte de varios drones submarinos que resultaron ser más efectivos y menos vulnerables que el desafortunado Hvaldimir.
Ratas explosivas
Sin embargo, la efectividad no siempre se mide por el éxito de un método de espionaje inusual.
Un plan británico de la Segunda Guerra Mundial consistió en rellenar cadáveres de ratas con explosivos y distribuirlos en las salas de calderas de las fábricas alemanas para que explotaran al ser introducidos en una caldera. El plan parecía condenado cuando el primer envío de unas 100 ratas fue interceptado por los alemanes.
Sin embargo, el descubrimiento de las ratas y la pura ingeniería del plan generaron tal paranoia que “los problemas causados fueron un éxito mucho mayor... que si las ratas se hubieran utilizado realmente”.
Aunque trabajar con animales a menudo demostró ser problemático, los intentos de obtener ventaja disfrazando dispositivos como objetos inanimados también resultaron fuente de vergüenza. Uno de estos intentos involucró a la estación del MI6 en Moscú para mejorar la técnica de “intercambio de mensajes” dejando información secreta en una ubicación previamente acordada.
En lugar de arriesgarse a dejar información secreta en un lugar, el MI6 ideó un receptor oculto en una roca falsa, situada cerca del ministerio en cuestión. La información podría transmitirse electrónicamente a este receptor y luego ser descargada al pasar cerca. Sin embargo, la actividad sospechosa de varios hombres con trajes en esa parte del parque llevó al descubrimiento de la roca.
La revelación de la operación en 2006 causó una gran vergüenza al gobierno del Reino Unido. Los titulares ridiculizaron la roca espía de Moscú como “más Johnny English que James Bond”.
Aunque las organizaciones de inteligencia siempre buscan medios innovadores para mejorar sus técnicas de espionaje, probablemente la aplicación más exitosa de la inteligencia sea la improvisación humana. Un ejemplo notable fue la extracción clandestina de Oleg Gordievsky en 1985, tras ser descubierto como uno de los agentes dobles más valiosos de Occidente.
Una bolsa de patatas útil
Un equipo de dos diplomáticos británicos y sus esposas tuvo que pasar por tres puntos de control soviéticos y dos fineses. Al acercarse el primer perro guardián, uno de los miembros ofreció al pastor alemán un aperitivo de queso y cebolla, distrayéndolo del rastro de Gordievsky, escondido en el maletero del coche.
Cuando otro perro comenzó a olfatear el maletero, una método más ingenioso entró en juego. La esposa de uno de los diplomáticos colocó a su bebé de 18 meses sobre el maletero, le cambió el pañal y dejó caer el contenido al suelo, distrayendo con éxito al perro y a su manejador.
Estas acciones nunca formaron parte del plan de extracción de Gordievsky, pero fueron una improvisación igual de instintiva y brillante por parte de quienes estaban acostumbrados a operar en entornos hostiles y a engañar la atención no deseada de agentes enemigos.
Los presupuestos elevados de investigación y los avances tecnológicos prometedores ofrecen ventaja en ciertas circunstancias, pero las técnicas de espionaje más efectivas aún pueden depender de la aplicación de un pensamiento rápido y acción audaz e intrépida.