La plataforma IPBES pide una visión integral también en la gestión de las cuencas hidrográficas Xavier Jurio
Las actividades que dañan la Naturaleza reciben 35 veces más fondos que su protección
Los científicos estiman que los costes no asumidos por las políticas económicas comportan impactos negativos socio-ambientales cifrados entre 10 y 25 billones de dólares al año
Más de la mitad del PIB mundial depende de forma moderada o alta de la naturaleza, resalta la informe de la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (IPBES)
¿Cuánto nos cuesta la destrucción del planeta? ¿Le ponemos un precio? “Los sistemas económicos y financieros actuales destinan 35 veces más recursos a actividades económicas que dañan directamente el mundo natural y la biodiversidad que lo que destinan a apoyar la naturaleza”. Ésta es la respuesta que ofrece el nuevo informe de la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (IPBES), el “IPCC de la biodiversidad”, un organismo intergubernamental independiente formado por 150 gobiernos miembros.
Los científicos de esta plataforma estiman que los efectos perversos del conjunto del sistema económico (es decir, los costes no asumidos por las políticas actuales), y que comportan impactos negativos socio-ambientales, tienen un coste de entre 10 y 25 billones de dólares al año.
Todo esto se debe a que las crisis medioambientales, sociales y económicas —como la pérdida de diversidad biológica, la inseguridad alimentaria o la que causa la falta de agua, así como los riesgos sanitarios y el cambio climático— están interrelacionadas.
“Interactúan, se producen en cascada y se agravan mutuamente”; por ello, los esfuerzos que se puedan realizar por separado abordando las políticas de manera fragmentada y segmentada “resultan ineficaces y contraproducentes”, señala el documento.
La diversidad biológica (es decir, la riqueza y variedad de la vida en la Tierra) está disminuyendo a un ritmo de entre el 2 y el 6% por década en los últimos 30 a 50 años, según los diversos indicadores.
Y el resultado es que este declive tiene “repercusiones directas y nefastas” sobre la seguridad alimentaria y la nutrición, la disponibilidad de agua o la salud o bienestar, se señala.
Los costes no considerados
Sin embargo, los gobiernos siguen trabajando de forma fragmentada sin atender a estas interacciones (nexos), y el resultado es que esta forma de operar de las instituciones da lugar a objetivos contradictorios e incentivos negativos.
Así, el informe estima que los costes no contemplados en la actividad económica o externalidades negativas -y que repercuten sobre la biodiversidad, el agua, la salud y el cambio climático, incluidos los derivados de la producción de alimentos- ascienden a una cifra mínima de entre 10 y 25 billones de dólares al año, según las estimaciones centradas en los sectores de los combustibles fósiles, la agricultura y la pesca.
Por otra parte, las subvenciones públicas con efectos negativos sobre la biodiversidad ascienden a 1,7 billones de dólares al año.
Y todo ello actúa como una gran palanca que hace crecer los incentivos financieros privados hasta totalizar inversiones en actividades que dañan la naturaleza por valor de 5,3 billones de dólares al año, “a pesar de las crecientes pruebas de las amenazas biofísicas para el progreso económico y la estabilidad financiera”.
Una economía en manos de la naturaleza
Más de la mitad del producto interior bruto mundial -unos 58 billones de dólares de actividad económica anual en todo el mundo- depende de forma moderada o alta de la naturaleza. Y es una cifra moderada, dicen sus autores.
El problema es que “en la toma de decisiones se priorizan los beneficios económicos a corto plazo”, mientras se ignoran los costes que todo esto supone para la naturaleza, “sin que se exijan responsabilidades a los agentes que causan las presiones económicas negativas sobre el mundo natural”.
”Las políticas cortoplacistas orientadas a un crecimiento económico inmediato y para el beneficio de unos pocos actores van en contra de los objetivos que nos estamos planteando, como la protección de la biodiversidad, la salud, la seguridad alimentaria o el clima", sentencia Marta G. Rivera, una de las autoras del estudio.
Comercio de vida silvestre, madera y pesca
Las actividades ilegales de extracción de recursos se cifran entre 100.000 y 300.000 millones de dólares
Además de todo ello, retrasar el logro de los objetivos de biodiversidad podría llegar a duplicar los costes y aumentar la probabilidad de pérdidas irreemplazables, como la extinción de especies.
La demora en la acción para abordar el cambio climático genera al menos 500.000 millones de dólares adicionales al año en costes para alcanzar los objetivos establecidos para estabilizar el sistema climático.
El valor anual de las actividades ilegales de extracción de recursos, incluidas las relacionadas con el comercio de vida silvestre, madera y pesca se cifran entre 100.000 y 300.000 millones.
Por su parte, el gasto anual destinado a mejorar el estado de la biodiversidad se sitúa en 200.000 millones de dólares.
La DANA y el coste de no hacer nada
Marta G. Rivera Ferre se refiere a cómo la DANA de Valencia sirve de ejemplo paradigmático de hasta qué punto es necesaria una gestión integral, incluido el caso de las cuencas hidrográficas. “El coste de no hacer nada es mayor que el no haber prevenido; mayor que si se hubiera actuado incorporando este enfoque integral en las políticas”, dice Rivera. “En aquel momento pudieron parecer medidas muy costosas, y hoy se ve que hubieran sido migajas”, vistos los daños, añade. El informe recomienda en este punto la recuperación de los bosques de ribera en las cuencas fluviales,
El bucle de los diversos efectos entrelazados de la crisis ambiental
El informe es una llamada de atención que urge a entender la necesidad de salir del laberinto que suponen los diversos efectos entrelazados de la crisis ambiental, lo cual exige apoyar las políticas integrales.
Un ejemplo. Los gusanos parásitos causan una enfermedad que afecta a más de 200 millones de personas en todo el mundo, especialmente en África. Tratada sólo como un problema de salud —generalmente suministrando con medicamentos—, esta enfermedad reaparece una y otra vez, a medida que las personas se vuelven a infectar. El enfoque sanitario resulta insuficiente.
Sin embargo, un proyecto llevado a cabo en una zona rural de Senegal puso la diana en combatir la contaminación del agua y en eliminar las plantas acuáticas invasoras, lo que redujo el hábitat de los caracoles que albergan los gusanos parásitos trasmisores de la enfermedad. Esto se tradujo en “una reducción del 32 % de las infecciones en niños, un mejor acceso al agua dulce y nuevos ingresos para las comunidades locales”, indicó la profesora Pamela McElwee (EE. UU.).
Repercusiones desiguales
“Otro mensaje clave del informe es que los efectos cada vez más negativos de las crisis mundiales entrelazadas tienen repercusiones muy desiguales y afectan desproporcionadamente a unos más que a otros”, afirmó la profesora Paula Harrison, otra de las autoras del informe.
El 41 % de la población vive en áreas en las que la biodiversidad ha disminuido mucho entre 2000 y 2010. Y más de la mitad de la población mundial habita en áreas que experimentan los mayores impactos derivados del declive de la biodiversidad, la disponibilidad del agua y la seguridad alimentaria, y en donde aumenta los riesgos para la salud y los efectos negativos del cambio climático. Estas cargas afectan especialmente a los países en vías de desarrollo, incluidos los pequeños Estados insulares, los pueblos indígenas y las comunidades locales, así como a aquellos en situaciones vulnerables en países de ingresos más altos.
Se reconocen los esfuerzos en campos como la investigación, la educación y las regulaciones ambientales que han tenido un éxito parcial en la mejora de esas tendencias pero se estima “poco probable” que tengan el efecto deseado si no se abordan de forma más integral las interrelaciones y se atajan los factores indirectos, como el comercio y el consumo.
Si se mantienen las tendencias actuales (“si seguimos como hasta ahora”) los resultados serán extremadamente malos para la biodiversidad, la calidad del agua y algunas dimensiones de la salud y se agravará el cambio climático.
Enfoques fragmentadas, soluciones contraproducentes
Se insiste en que es inadecuado y contraproducente poner todo el énfasis en lograr buenos resultados en solo una parte de los elementos que configuran el nexo. Si apostamos todo por la idea de que “los primero es la comida”, se priorizará la producción de alimentos; y sí, se dará resultados positivos para la salud nutricional), pero "las prácticas agrícolas insostenibles comportan la pérdida de biodiversidad, uso insostenible del agua, reducción de la diversidad y calidad de los alimentos, y aumento de la contaminación y las emisiones de gases de efecto invernadero”.
Y un ejemplo más de este endiablado bucle. Si nos centramos exclusivamente en el cambio climático (ocupando indefinidamente espacios para instalaciones energéticas) se pueden causar daños a la biodiversidad y a los cultivos, y provocar competencia por la tierra y su acaparamiento.
La energía eólica y las presas son parte de las receta contra el calentamiento, pero “pueden tener repercusiones negativas si no se aplican con cuidado”.
Soluciones
Los autores presentan más de 70 respuestas para ayudar a enfocar una respuesta integral con efectos ampliamente positivos globales.
En ese listado de soluciones subraya la necesidad de restaurar los ecosistemas ricos en carbono, como los bosques, los suelos y lo manglares, y se aboga por un buen manejo de la biodiversidad para reducir el riesgo de propagación de enfermedades de animales a las personas.
Las soluciones urbanas basadas en la naturaleza, las dietas saludables y equilibradas, y el apoyo a los sistemas alimentarios indígenas completan la receta.
Marta G. Rivera se refiere a la necesidad de introducir cambios en el manejo en el mundo agrario y ganadero para que éste siga los ritmos de la naturaleza. “Eso implica no ir en contra de la naturaleza, como está haciendo ahora la agricultura o la ganadería industrial, sino ir en beneficio de ella y de la producción”, señaló en una sesión informativa organizada por el SMC España.
El Informe de la Evaluación de las Interrelaciones entre Biodiversidad, Agua, Alimentación y Salud pone a disposición de los responsables de la toma de decisiones de todo el mundo la evaluación científica más ambiciosa jamás realizada sobre estas complejas interconexiones. A la vez ofrece más de 70 opciones de respuesta específicas para maximizar los beneficios que puede comportar un correcto manejo de la diversidad, el agua, la alimentación, salud y cambio climático. El documento se presentó el lunes en Namibia.