
Sam Altman, CEO de OpenAI, arrastra a las grandes tecnológicas. PV
Una reciente encuesta entre gestores bursátiles realizada por elEconomista, señalaba que el 80% es partidario de mantenerse invertidos en bolsa. Sin embargo, los sucesivos récord están despertando el temor de los inversores a una severa corrección en cualquier momento. El principal riesgo está en las empresas de Inteligencia Artificial (IA), cuyas valoraciones se han multiplicado varias veces sólo en doce meses.
El último susto fue la semana pasada, cuando las acciones de algunas empresas de IA como Nvidia comenzaron a caer, dejando lejos la capitalización de cinco billones alcanzada recientemente. También sorprendió como Palantir, empresa dedicada a la fabricación de software de IA para proveedores de defensa del Gobierno americano, se dejara el 17% en una semana, aunque aún suba el 180% en el año. Sociedades más tradicionales como Google, Amazon o Meta sufren la presión de los mercados.
Las inversiones multimillonarias en infraestructuras como centros de datos, chips o centros de computación de algunas de estas empresas superan ampliamente sus expectativas de ingresos y despiertan inquietud. ¿Hay una burbuja y está a punto de pincharse? Es la pregunta más corriente.
El detonante de las preocupaciones crecientes está en OpenAI, que planea invertir 1,4 billones de dólares en los próximos ocho años. Sin embargo, solo prevé unos ingresos de 20.000 millones de dólares de media anual, una cifra muy inferior a sus necesidades de inversión. De hecho, la empresa reconoce que tendrá pérdidas de 74.000 millones en 2028. El padre de ChatGPT preveía perder el año pasado la friolera de 5.000 millones de dólares, pero el resultado final se duplicó, con números rojos de 10.000 millones.
OpenAI tiene unas pérdidas gigantes, ingresos muy bajos y productos que no se sabe si funcionan
Su director ejecutivo, Sam Altman, se vio obligado a dar explicaciones en la red social X sobre algunos de sus planes para mejorar los ingresos, como el lanzamiento de dispositivos, servicios de computación en la nube y de robótica. Todo ello, de manera demasiado inconcreta para generar confianza. El problema que tiene es que sus productos aún están en desarrollo, los clientes potenciales todavía exploran cómo utilizarlos (si es que lo hacen), los precios finales ni siquiera están estimados, la competencia evoluciona rápidamente y, en definitiva, nadie sabe con certeza cómo acabará esto.
Las pérdidas de OpenAI en el trimestre equivalen al 65% del incremento del ebitda de Microsoft, Nvidia, Alphabet, Amazon y Meta juntos. Por decirlo claramente, OpenAI no tiene ingresos suficientes para cubrir sus gastos en los próximos años.
Según las cifras facilitadas a los accionistas, los ingresos de 13.000 millones de dólares de este año, se duplicarán hasta 30.000 millones el próximo y volverán a doblarse en 2027. Sin embargo, los costes triplicarán las pérdidas hasta superar los 40.000 millones en 2027. La propia OpenAI reconoce que los primeros beneficios no llegarán hasta finales de la década. Su competidor, Anthropic tampoco espera ser rentable hasta 2028 .
Otra fuente de preocupación es la deuda. Las tecnológicas siguen cosechando flujos de caja impresionantes con crecimientos sostenibles, pero han comenzado a endeudarse para financiar estas elevadas inversiones. Un reciente informe de Goldman Sachs señalaba que las emisiones de deuda alcanzan 139.000 millones, el 23% más que el año anterior. Un acelerón considerable teniendo en cuenta que han pasado de dar la espalda al crédito a endeudarse por 1,35 billones, el cuádruple de hace una década.
La compañía de Mark Zuckerberg, por ejemplo, anunció una inversión de 27.300 millones en un complejo de centros de datos en Luisiana, la mayor operación de deuda de la historia. Oracle cerró un acuerdo con OpenAI por 300.0000 millones y emitió de inmediato 18.000 millones en bonos. Alphabet realiza una colocación de 3.000 millones, con unos gastos de capital previstos entre 91.000 millones y 93.000 millones.
Todo esto anticipa, según los analistas, un creciente volumen de deuda vinculada a los centros de datos. El gasto de capital de las grandes empresas tecnológicas en IA se incrementará en más de 400.000 millones sólo en este año.
La comparación con la burbuja de las telecomunicaciones de principios de la década de 2000 es inevitable. En aquel entonces, la inversión anual de 121.000 millones de dólares en fibra óptica provocó una sobrecapacidad masiva y el colapso empresarial. El gasto de capital en IA ya triplica esa cifra. La diferencia radica en la solidez de sus balances; Microsoft, Alphabet y Amazon cuentan con ingresos diversificados y consistentes.
Además, las valoraciones de las grandes tecnológicas no parecen desorbitadas en empresas como Nvidia, que proyecta un alza de ingresos del 56% interanual para el tercer trimestre. La ratio precio-beneficio (PER) a futuro del Nasdaq Composite ronda los 29 puntos; una cifra elevada, sin duda, pero nada astronómica teniendo en cuenta que son empresas en crecimiento. En 2021, durante la anterior etapa de auge de la IA, superó los 32 puntos.
Quizá por eso hasta ahora, la fiebre de la IA no ha tenido un impacto en la rentabilidad de los bonos. La última emisión de Meta, por ejemplo, con vencimiento a 10 años se colocó el 3 de noviembre con un cupón del 4,87%, algo por encima del 4,75% pagado en agosto del año pasado. En el caso de Oracle, el cupón del 5,2% está ligeramente por encima del 4,9% de 2023. Los índices de referencia de deuda corporativa de Bloomberg no han parado de caer en los dos últimos años, al pasar del 6,43% al 4,81% en la actualidad.
Una parte considerable del gasto que generó las pérdidas de OpenAI se destina a ingenieros con salarios elevados, pero otra gran parte proviene del alquiler de chips de Nvidia del servicio de la nube de Microsoft, y se prevé que éstas aumenten considerablemente. Los productores de chips y servicios en la nube, los grandes beneficiados de esta situación, se han puesto a invertir también grandes sumas de dinero para expandirse, por lo que si un día estalla la burbuja, la onda expansiva también los alcanzará, aunque su supervivencia no esté en riesgo.
OpenAI se comprometió a destinar 250.000 millones de dólares adicionales a la nube de Microsoft y ha firmado un acuerdo de 300.000 millones con Oracle, 22.000 millones con CoreWeave y 38.000 millones con Amazon, importante inversor en su rival Anthropic. Esta demanda de capacidad informática es una de las razones por las que la construcción de centros de datos está a toda marcha.
Para que esto continúe, deben darse dos condiciones. Primero, los desarrolladores de IA deben crear productos exitosos, que cubran sus enormes costos de investigación y computación. Segundo, los inversores deben aportar el capital suficiente para financiar las pérdidas, que OpenAI estimó en más de 150.000 millones en total.
Si el entusiasmo por la IA disminuye, si OpenAI tiene dificultades para generar ventas o si la captación de fondos se complica por otros motivos, como una recesión o un repentino encarecimiento del dinero, se podrían generar enormes pérdidas, que se extiendan a la compleja telaraña de inversiones e intereses cruzados creados con las tecnológicas, con balances sólidos. Tras tres años de inversión desmesurada y sin un modelo financiero claro es inevitable que surjan temores y fatiga entre los señores del dinero.
La fuerte división de la Fed hace improbable que los tipos bajen otra vez en diciembre
DeepSeek, un sofisticado modelo chino de código abierto creado con relativamente pocos chips de IA, causó alarma a principios de este año. La fuerte división interna en la Fed americana sobre la rebaja de los tipos de interés prevista para diciembre está volviendo a poner la carne de gallina entre los inversores porque probablemente no se ejecute, ante el apagón de datos del Gobierno.
En principio se trata sólo de una parálisis temporal, ya que los recortes deberían tener continuidad el próximo año ante la debilidad de los datos de empleo. Los analistas prevén que los tipos bajen en torno al 3%, un punto menos que el nivel actual. Pero el nerviosismo de los inversores es inevitable hasta que no se despejen las incertidumbres sobre el precio del dinero, un dato clave para repagar la montaña de deuda que está generando la Inteligencia Artificial.