miércoles, 7 de agosto de 2024

Por qué cuesta tanto decir que Google es un monopolio (y por qué puede ser una victoria para ellos)



Foto: EFE



La histórica sentencia que acusa al buscador de abuso de posición dominante puede ser contradictoria para el común de los mortales porque los monopolios ya no son lo que eran




Probablemente, cuando te conectas y navegas por internet, tienes la sensación de que muchos de los caminos conducen a Google. Esto ocurre en parte porque la compañía de Mountain View, una de las empresas que más dinero ingresa cada trimestre en todo el mundo, invierte grandes sumas de dinero para asegurar su dominio. Ahora, la justicia estadounidense ha dictaminado que estas prácticas, que la multinacional lleva años realizando, asfixian a otros buscadores y constituyen un abuso de posición dominante en este mercado.

“Es un monopolista y ha actuado como tal para mantener su monopolio”. Esa frase se puede leer en la sentencia de casi 300 páginas que ha redactado el juez Amit Mehta, hecha pública al filo de la medianoche en España. Gran parte del fallo se dedica a cuestionar los acuerdos que la compañía dirigida por Sundar Pichai cierra con fabricantes como Apple o Samsung, para ser el buscador predeterminado en sus dispositivos. Esta es una causa diferente de la que mantiene el Gobierno de EEUU contra la compañía por su negocio publicitario.

Esto no significa que el usuario no pueda cambiarlos, pero es lo que se le va a mostrar y muchos no van a mostrar el más mínimo interés por cambiarlo. Los argumentos de cada bando son de sobra conocidos. Google sostiene que su buscador es el más utilizado porque es el más eficaz. El juez no ha aceptado este argumento y, para rebatirlo, ha presentado datos como que Bing es la opción escogida por el 80% de los usuarios de Edge, donde es la opción por defecto. Los californianos han respondido a esto en otras ocasiones: en los pleitos que en el pasado mantuvo con la UE, sus abogados llegaron a afirmar que su buscador era tan popular que el término más buscado en Bing era Google.


Una sentencia histórica

La sentencia es histórica porque es la primera vez en 20 años que una sentencia señala con tanta rotundidad que uno de los gigantes tecnológicos surgidos en la era moderna de internet es un monopolio. No ocurría algo así desde las batallas judiciales contra Microsoft hace dos décadas.

Han pasado exactamente cuatro años desde que el Congreso de Estados Unidos publicó una investigación de una comisión bipartita en la que se definía a los GAFA, ese grupo de multinacionales compuesto por Google, Amazon, Facebook y Apple, como monopolios como los que no se habían visto desde los tiempos de los “magnates de los ferrocarriles y el petróleo”. Un documento que derivó en una comparecencia insólita de cuatro pesos pesados como Sundar Pichai, Jeff Bezos, Tim Cook y Mark Zuckerberg ante los congresistas y senadores de EEUU.

Pero la principal consecuencia de aquel informe es que se derribó de una vez por todas el tabú sobre el poder que habían acumulado las grandes corporaciones tecnológicas de Silicon Valley y cómo esto podía acabar lastrando la innovación en el país.

La idea que cundió entre los legisladores, o al menos en parte de ellos, es que estas compañías tenían tanta penetración de mercado y tanto poder financiero que, cuando surgía un rival, podían fagocitarlo tirando de talonario o, si se resistía, simplemente clonar su producto o servicio y ponerlo en un lugar privilegiado. Google no es ni mucho menos la única que el Departamento de Justicia ha llevado ante los tribunales. Este órgano también ha demandado a Amazon y Apple por presuntas prácticas autoritarias.

El problema, a pesar de que estas acusaciones se sustentan en millones de archivos, documentos y argumentaciones que recogen supuestas pruebas que certifican estos abusos, es que todo esto queda muchas veces fuera del alcance de la comprensión de los usuarios comunes, ya que pueden percibir solo las bondades de los productos que les ofrecen estas compañías.

¿Cómo va a ser Google un monopolio si el buscador es gratis, los mapas también lo son y tengo un correo y una carpeta en la nube que utilizo para la universidad, el trabajo y de forma personal y no pago nada? ¿Por qué lo es Apple si puedo comprarme cualquier Android y me saldría mucho más barato? ¿Cómo va a serlo Amazon si me ofrece todo lo que necesito por diez euros al mes y además puedo irme a otras webs de comercio electrónico?

La cuestión es que los monopolios ya no son lo que eran. Para entender el origen de estas diferencias conviene fijarse en una de las figuras clave de toda esta guerra: Lina Khan. Esta joven abogada dirige desde hace tres años la FTC, el órgano que se encarga de velar por la libre competencia en la primera economía del mundo. Accedió al cargo en 2021, cuando acababa de cumplir 32 años. Desde que tomó posesión, apadrinada por Biden, Khan no ha dejado de dar que hablar por sus continuas investigaciones sobre Amazon y por haber intentado detener operaciones como la compra de Activision Blizzard por parte de Microsoft.

Pero las respuestas no se encuentran en su actividad en la esfera pública, sino en sus tiempos en la Universidad de Columbia. Allí elaboró un paper de 100 páginas, titulado ‘La paradoja anticompetitiva de Amazon’, que removió los cimientos de Silicon Valley y se convirtió en una especie de texto sagrado para los partidarios de controlar a las fuerzas vivas de la industria tecnológica, por mucho que estas se envolviesen en la bandera de barras y estrellas. Aquel trabajo, que no tardó en hacerse viral, abogaba por regular el imperio de Jeff Bezos y dejaba claro que el problema es que las tecnológicas no encajaban en el concepto tradicional de monopolio.

La idea que existe en el imaginario popular de monopolio es una empresa que se convierte en el único actor de determinado mercado y eso lo acaban pagando directamente los consumidores de su propio bolsillo, como ocurría con las compañías estatales de telecomunicaciones. Pero aquí no ocurre eso. Los precios bajos, las tarifas planas o las ofertas son habituales, y por eso el usuario no tiene la percepción del daño, según las tesis de Khan. Estas afirman que empresas como Google, Amazon o Apple hacen valer su posición dominante en un terreno invisible para el común de los mortales, donde actúan los proveedores y empresas que quieren acceder a este negocio.

"Uno de los problemas es que no se ajustan al tradicional concepto de monopolio, en el sentido de que no fijan precios abusivos para el público, sino que muchos de los servicios cuestionados se ofrecen gratuitamente, como pueden ser los propios Google y Facebook", afirmaba a este periódico Paloma Llaneza, abogada experta en nuevas tecnologías y autora de 'Datanomics', con motivo de un análisis de estos combates legales en EE UU. "Se han juntado dos factores para llegar a esta situación: la inacción de los reguladores y esa laguna legal".


¿Una derrota agridulce?

Una vez el juez ha señalado el buscador de Google como un monopolio, se abre un largo camino por delante. La sentencia no incluye obligaciones y se da por descontado que empieza ahora un rosario de reclamaciones e impugnaciones judiciales. Cómo pueda acabar afectando al imperio de Mountain View es toda una incógnita, aunque ya empiezan a surgir algunas teorías sobre la mesa.

Una de las medidas más contundentes que se podría adoptar es exigir a Google separar su motor de búsqueda de otros productos, como Chrome o Android. Aunque es una opción posible, también es improbable por lo extremo de la medida, habiendo otras posibilidades encima de la mesa, como obligar a deshacer este tipo de acuerdos u otras restricciones u obligaciones.

Una de las que más fuerza ha cobrado en las últimas horas es que todo esto acabe siendo una victoria para la firma dirigida por Sundar Pichai. La compañía paga un auténtico dineral a diferentes empresas para que su buscador sea el predeterminado. La que más recibe es Apple, que cobra anualmente 20.000 millones por este concepto. Pero la lista es más larga: Samsung, la fundación Mozilla u Opera.

Esas partidas ahora podrían ser destinadas a otros fines y es probable que la compañía no se vea tan afectada como pueda parecer en un primer momento. Basta con echar un vistazo a lo que ha ocurrido en la Unión Europea. Para adaptarse a las exigencias de Bruselas, Google hace mucho tiempo que puso una pantalla de selección de buscador al iniciar la configuración de Android. ¿Cuál fue el resultado? Ninguno. No hubo un trasvase hacia otras opciones, porque el usuario estaba recurriendo a lo conocido. Aunque la DMA profundizó en esta estrategia y la amplió a otras cosas como los navegadores web, los efectos por ahora no se están dejando notar. Según StatCounter, la cuota de mercado de Google en Europa se sigue manteniendo por encima del 90%. La cuestión es que si al otro lado del Atlántico se aplica algo parecido, el resultado puede ser el mismo y, por tanto, sería tremendamente beneficioso para los de Mountain View.

Otra cosa muy diferente es el largo plazo. La sentencia sobre el buscador de Google llega en un momento clave en el que la inteligencia artificial generativa amenaza con cambiar la forma en la que navegamos y buscamos conocimiento por la web. Hace unos días, OpenAI lanzaba SearchGPT, un buscador en pruebas que se integrará en ChatGPT y que muchos ven como un misil al principal negocio de Google. Sin embargo, un informe de Bank of America llamaba a la calma y decía que el riesgo estaba en el matrimonio entre Apple y la empresa de Sam Altman. Y mencionaba un caso muy concreto: si la justicia tumbaba el acuerdo por el que el buscador era la opción por defecto en los iPhone y los iPads, los de Cupertino podrían profundizar en la integración de ChatGPT, haciendo que millones de usuarios lo acaben utilizando para las búsquedas dejando de lado a Google.