lunes, 7 de octubre de 2024

Lo que nos augura el declive de las aves: son el canario en la mina



Bando de grullas en vuelo migratorio durante su paso otoñal 
(EFE/Zsolt Czegledi)



Un estudio publicado en la revista 'Science' revela que las actividades humanas están acelerando su extinción. En los próximos dos siglos podrían desaparecer más de mil trescientas especies ¿Qué consecuencias tendrá?




Los científicos denominan bioindicadores a aquellas especies de animales y plantas que, con su descenso poblacional o sus cambios de distribución y conducta, nos indican una alteración de las condiciones medioambientales de los ecosistemas que compartimos. Atender a esas señales de aviso, anotar esos cambios en la naturaleza, debería llevarnos a reaccionar para eludir el riesgo, como en la famosa metáfora del canario en la mina.

En el siglo XIX, resultaba común que las cuadrillas de mineros descendieran a las galerías de los pozos de los que extraían el carbón portando un canario enjaulado. No lo hacían para disfrutar de su canto mientras trabajaban en la profundidad de la tierra, sino para algo mucho más trascendente.

Además de las explosiones, otra de las principales amenazas a las que se exponían aquellos trabajadores eran las emanaciones de gases tóxicos que se forman en las vetas del mineral, como el monóxido de carbono o el peligroso grisú. Este gas actúa sobre el organismo, impidiendo el transporte de oxígeno a través de la sangre, y lo hace sigilosamente, sin despertar ninguna alarma, pues es inodoro e incoloro. Cuando los mineros percibían los primeros síntomas de desfallecimiento estaban en la antesala de una muerte segura.

En aquellos años, mucho antes de los modernos sistemas de detección, la alarma era el canario. Los pájaros tienen una capacidad de resistencia a la contaminación muy inferior a la nuestra, por lo que al producirse la emanación tóxica sucumbían de manera casi instantánea. Así, mientras picaban en la pared de la mina, los mineros miraban constantemente a la jaula, y si comprobaban que el pájaro yacía inerte en su interior, evacuaban la galería a toda velocidad. De modo semejante, el canario son ahora las aves en su conjunto, que con su declive nos están enviando una clara señal de alarma.


Más vale cientos volando

El año pasado, un artículo publicado en la revista científica PNAS (por el acrónimo de Proceedings of the National Academy of Sciences) demostraba hasta qué punto ese descenso estaba afectando a la avifauna europea. Tras seguir durante 37 años la evolución de 170 especies distintas de aves en más de 20.000 lugares de 28 países europeos, los investigadores comprobaron que las poblaciones habían caído de media un 25%, y que buena parte de ese descenso estaba relacionado con nuestro actual modelo de desarrollo, especialmente en el caso de las especies agrarias, afectadas por la industrialización del campo, y las vinculadas al medio urbano, debido a los altos niveles de contaminación de las ciudades.


Las aves agrarias, como el alcaudón, están especialmente amenazadas (EFE/Beldad)
Las aves agrarias, como el alcaudón, están especialmente amenazadas (EFE/Beldad)


Ahora, un estudio científico liderado por un equipo de investigadores de la Universidad de Birmingham (Reino Unido) y publicado en la revista Science no solo viene a confirmar que "las actividades humanas han sido una de las principales causas de extinción de las aves durante los últimos tiempos", sino que pronostica un acelerón de su declive que podría provocar la extinción de más de mil trescientas especies en los próximos dos siglos. Pero el estudio no se detiene en señalar ese socavón hacia el que estamos empujando a la avifauna.

En el artículo de Science los autores, con el profesor Tom Matthews al frente y entre los que también se encuentran investigadores del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF), señalan que sería un error detenernos en valorar tan solo la pérdida de especies de aves como un hecho aislado. "Cuantificar la biodiversidad más allá de este factor es importante —advierten— pues, aunque determinar la cantidad de especies es una métrica manejable que contribuye a determinar la evolución de una comunidad biológica, no informa sobre los roles y funciones ecológicas que estas realizan y de qué manera la pérdida de dichas funciones puede repercutir en el ecosistema".



Los buitres son el mayor agente sanitario de la naturaleza (EFE/R.Mira)
Los buitres son el mayor agente sanitario de la naturaleza (EFE/R.Mira)


Así, además de las conclusiones que ofrece tras analizar y revelar el impacto de las pasadas extinciones de aves, los investigadores hacen un llamamiento a "identificar las funciones ecológicas" que se perderán con la extinción de un número tan elevado de especies" y habilitar los mecanismos necesarios "para prevenir sus consecuencias", poniendo así de relieve la necesidad de reaccionar, especialmente ante el alto impacto que puede tener la pérdida de biodiversidad en los ecosistemas insulares.


Naturaleza y clima

Hace tiempo que se demostró que la crisis de biodiversidad está directamente unida a la crisis climática, de la que se ve perjudicada y a la que retroalimenta. Todos somos conscientes de que el avance del calentamiento global va a seguir alterando los equilibrios en la naturaleza: trabajos como este contribuyen a entender hasta qué punto la pérdida de especies va a tener consecuencias similares o incluso peores. Por eso es imprescindible incrementar los esfuerzos de conservación y restauración del medio natural para acompasarlos, como mínimo, al ritmo con el que estamos implementando y acelerando los mecanismos de descarbonización.

Respecto a las consecuencias del declive de las aves para nosotros, este estudio vuelve a advertir de los efectos negativos que tendrá la desaparición de un número tan elevado de especies en los servicios ecosistémicos que nos presta la naturaleza. Unos servicios de los que dependemos y que podrían verse seriamente mermados.

Estamos hablando de prestaciones tan básicas y necesarias como el control de plagas, la polinización de los cultivos o la dispersión de semillas, entre muchísimas otras. Algo que no solo amenazaría directamente al abastecimiento de alimentos o el mantenimiento de los ecosistemas de los que formamos parte y dependemos, sino que provocaría una debacle económica sin precedentes al tener que improvisar y costear unos servicios que las aves nos ofrecen de manera gratuita y segura.

“Los seres humanos hemos venido impulsando una erosión global de la riqueza de especies durante milenios”, concluye el informe. Pero apenas estamos empezando a entender la magnitud de sus consecuencias. Lo que nos señalan estos estudios es que, mientras tratamos de interpretar lo que ha ocurrido, a lo que debemos prestar mayor atención es a evitar lo que se nos anuncia: el avance hacia “una era continua de pérdida de biodiversidad” con resultados difíciles de evaluar para la humanidad. El declive las aves nos traslada un mensaje claro: el canario se tambalea en la jaula; debemos reaccionar.