Una fuerte sequía en Campillos, cerca de Málaga.
( REUTERS - Jon Nazca)
Un nuevo informe asegura que ya no se puede asegurar que las lluvias continúen siendo la fuente principal de agua dulce, poniendo en peligro la mitad de la producción global de alimentos para 2050
Un nuevo informe de la Comisión Global sobre la Economía del Agua, un grupo de líderes políticos y expertos internacionales de prestigio, asegura que el ciclo del agua que hace que se convierta en lluvia se ha desequilibrado “por primera vez en la historia”. La razón, argumentan, es la "presión sin precedentes" que los humanos hemos provocado tras décadas de uso negligente del suelo y la mala gestión del agua. Las consecuencias de este desequilibrio tendrán efectos desastrosos en las economías, la producción de alimentos y las vidas humanas, indica el informe.
El ciclo del agua es vital para la vida en nuestro planeta. El agua se evapora de la superficie terrestre y sube hacia la atmósfera, formando nubes que viajan largas distancias y descargan agua o nieve en otro lugar cuando se enfrían. Este ciclo permite que el agua se mueva alrededor de la Tierra y nutra nuestros campos y nuestros acuíferos. Pero ahora, según el informe titulado The Economics of Water: Valuing the Hydrological Cycle as a Global Common Good (La economía del agua: La valoración del ciclo hidrológico como bien común mundial), ese proceso está en grave desequilibrio.
"Por primera vez en la historia de la humanidad, estamos desequilibrando el ciclo global del agua", afirma Johan Rockström, copresidente de la Comisión Mundial sobre la Economía del Agua y autor del informe. "Ya no se puede confiar en las precipitaciones, fuente de toda el agua dulce". Esta crisis del agua tiene repercusiones en todo el globo y pone en peligro la mitad de la producción mundial de alimentos para los próximos 25 años.
Qué ha pasado
Cerca de la mitad de las precipitaciones no vienen de la evaporación de ríos, lagos o mares (agua azul), sino de la vegetación y la humedad de la tierra (agua verde). El informe apunta a que el agua se desplaza por el mundo en "ríos atmosféricos" que transportan la humedad de una región a otra, aunque su incidencia beneficia más a unos países que a otros. Brasil e India son los mayores exportadores de agua verde, ya que su masa continental favorece el flujo hacia otras regiones, fundamentalmente China y Rusia.
"La economía china depende de la gestión sostenible de los bosques en Ucrania, Kazajstán y la región del Báltico", afirma el profesor Johan Rockström, director del Instituto de Potsdam para la Investigación del Impacto Climático y uno de los copresidentes de la comisión. "Lo mismo puede decirse de Brasil, que suministra agua dulce a Argentina. Esta interconexión solo demuestra que tenemos que situar el agua dulce en la economía mundial como un bien común global".
El informe asegura que el suministro de agua verde se ha infravalorado enormemente y que los datos apuntan a que es igual de importante para el ciclo del agua que la que viene de los grandes cuerpos acuosos.
Además, la comisión ha descubierto que los gobiernos han subestimado la cantidad de agua necesaria para que la gente tenga una vida digna. Según los cálculos de Naciones Unidas, se necesitan entre 50 y 100 litros al día por persona para mantener la salud y la higiene correctas.
Sin embargo, el informe advierte que esa cantidad tiene que ser mucho mayor y marca los 4.000 litros diarios como límite para obtener una nutrición adecuada y una vida digna. Estas cantidades de agua, aseguran, no se consiguen de manera natural en la mayoría de las regiones, que tienen que recurrir al comercio de alimentos, ropa y bienes de consumo para satisfacer sus necesidades.
Una crisis global
El informe relaciona directamente las alteraciones del ciclo del agua con el cambio climático. Un suministro estable de agua verde, dicen, es vital para mantener la vegetación que puede almacenar el carbono que se acumula en el planeta. Además, la incidencia de la actividad humana —como la destrucción de humedales y la tala de bosques— y el aumento de temperaturas está secando la tierra, reduciendo la humedad y aumentando el riesgo de incendios.
Estas alteraciones se suman a la escasez de agua que ya sufren casi 3.000 millones de personas en el mundo. Según el informe, la crisis del agua amenaza la producción de alimentos y puede reducir el PIB de los países en un 8% de aquí a 2050. Esas pérdidas, aseguran, pueden llegar hasta el 15%, en los países más pobres.
"Tenemos que pensar radicalmente en cómo vamos a preservar las fuentes de agua dulce, cómo vamos a utilizarla de forma mucho más eficiente y cómo vamos a poder tener acceso al agua dulce a disposición de todas las comunidades, incluidas las vulnerables. En otras palabras, cómo preservamos la equidad [entre ricos y pobres]", explica Tharman Shanmugaratnam, presidente de Singapur y copresidente de la Comisión.
Cómo lo solucionamos
Los autores del informe han planteado una serie de recomendaciones para revertir esta situación. En el texto instan a replantearse la forma de considerar el agua y tratarla no como una fuente renovable sin fin, sino como un recurso indispensable y un bien común mundial. La comisión sugiere a los gobiernos alcanzar un pacto mundial que garantice las fuentes de agua y cree una economía circular en la que se reutilice y se limpie el agua de la contaminación.
El pacto debería incluir también que las naciones en desarrollo puedan tener acceso a financiación que les ayude a poner fin a la destrucción de los ecosistemas naturales que son una parte clave del ciclo hidrológico. De la misma manera, deberá garantizar que ningún niño muera por beber agua insalubre para 2030. A día de hoy, apuntan, más de 1.000 niños mueren diariamente a causa de no tener acceso a agua potable.
"Debemos ir más allá de un enfoque reactivo de fijación del mercado y adoptar un enfoque proactivo de configuración del mercado que catalice la innovación orientada a la misión y establezca asociaciones simbióticas en torno a nuestros mayores retos en materia de agua”, asegura Mariana Mazzucato, profesora del University College de Londres y una de las copresidentas de la comisión. “Solo con una nueva mentalidad económica podrán los gobiernos valorar, gobernar y financiar el agua de una manera que impulse la transformación que necesitamos".