Elon Musk durante un mitin de Trump.
(Reuters/Rachel Wisniewski)
El ahínco del millonario por apoyar la carrera presidencial de Donald Trump refleja que parte del éxito de sus negocios depende del resultado en las urnas. Así afectaría una posible victoria del republicano a sus empresas
Con una gorra de “Make America Great Again” y una camiseta de “Occupy Mars”, Elon Musk salta de un escenario mientras Trump pronuncia un discurso. La imagen, por ridícula, se convierte al instante en el mejor meme que han parido estas elecciones: "Si fuera el entrenador de salto de Elon, me sentiría avergonzado". También refleja la deriva política del multimillonario. Mientras en las redes publica imágenes hechas por IA atacando a Kamala Harris (tuits que su algoritmo impulsa y da más visibilidad que a las del resto de usuarios), tras bastidores financia la campaña del republicano. O entrega cheques de un millón de dólares a asistentes de mítines porque sí. Su ahínco demuestra que parte del éxito de sus negocios depende del resultado en las urnas. “Si Trump pierde, estoy jodido”, bromeaba en una conversación con Tucker Carlson. La realidad es que no lo decía tan en broma.
Su interés por mover la aguja de los comicios es mayúsculo por muchos motivos. Lo primero, estamos hablando del hombre más rico del planeta y el dueño de una de las redes sociales más influyentes de Estados Unidos. Opera como contratista de defensa del gobierno y ejerce poder sobre infraestructuras críticas de comunicaciones. Desde satélites hasta coches eléctricos, chips cerebrales y robots impulsados por IA, Musk posee una serie de negocios que beben directamente de los contratos y las leyes establecidas por el gobierno federal. Aunque las grandes fortunas muchas veces han tratado de meter mano en política, el movimiento de recursos del empresario no es baladí, sino una inversión a largo plazo que pueda beneficiar su posición en el mercado.
Aunque ambos discrepan en muchos puntos, como el de los créditos fiscales para los vehículos eléctricos (que Trump quiere eliminar), están bajo el mismo paraguas en su aversión por los reguladores. Y Musk tiene un largo historial belicoso con las oficinas gubernamentales, algo que podría cambiar a su favor bajo una administración Trump que debilite la autoridad de estas instituciones. "El país está siendo estrangulado lentamente por millones de regulaciones", decía en X. "Se suman miles de nuevas reglas cada año. Al final, todo se va a volver ilegal", añadía.
En los últimos años, Musk se ha enfrentado a investigaciones, multas y retrasos por diversas preocupaciones de seguridad pública en muchos de sus proyectos. La Administración Federal de Aviación, por ejemplo, quiere multar a SpaceX por no haber respetado las normas de lanzamiento de sus cohetes que había acordado previamente. La Agencia de Protección Ambiental también les tiene en el punto de mira por estar vertiendo cantidades peligrosas de aguas residuales en el ecosistema, mientras que la Administración de Alimentos y Medicamentos fisgonea si la empresa de implantes cerebrales Neuralink de Musk pone en peligro el bienestar animal. Tesla no se libra. Sus intentos por desarrollar coches autónomos también han sido objeto de escrutinio este año por la Administración Nacional de Seguridad del Tráfico (NHTSA). A nadie se le escapa que si Trump llega a la Casa Blanca, podría eliminar de un plumazo todos esos dolores de cabeza.
Estas pugnas con toda la retahíla de agencias coinciden en tiempos con su discurso en redes a favor de la desregulación, así como con su petición de crear una auditoría a gran escala del gobierno. Una idea que ha llegado a convencer a Trump, quien anunció que pondría en marcha una comisión dirigida por Musk que auditaría a las agencias federales para determinar dónde recortar. Musk quiere llamarlo Departamento de Eficiencia Gubernamental, o Doge, haciendo referencia a uno de sus memes favoritos. Aunque no han trascendido muchos detalles y no se ha abordado el obvio conflicto de intereses, ambos han fantaseado con la idea de que Musk tenga algún papel en la administración.
Por encima de todo van los intereses comerciales del millonario. De igual manera que ha forjado una amistad con el presidente de Argentina, Javier Milei, a quien le organiza visitas privadas a su sede de Texas. Sorpresa: Argentina tiene algunas de las mayores reservas de litio del mundo, un mineral clave en las baterías de los vehículos eléctricos y que Musk quiere que se procesen en cantidades más grandes. O lucha con uñas y dientes en Brasil para que su mimada plataforma X goce de lo que él considera “libertad de expresión”.
¿Qué pasa con Tesla tras las elecciones?
Durante años, el empresario ha mantenido un tira y afloja con la administración Biden por su empresa automotriz. Ya en el primer año de los demócratas en el cargo, el CEO de Tesla, que también guerrea con los sindicatos, pilló un mosqueo enorme cuando no fue invitado a un evento en la Casa Blanca en el que acudieron los principales fabricantes estadounidenses de EV y el sindicato United Auto Workers. Allí, Biden elogió a Mary Barra, CEO de General Motors, que vende menos de una quinta parte de los coches eléctricos que Tesla, diciéndole: “Electricizó toda la industria. Lo digo en serio. Lideró, y eso importa”. Esa espinita a Musk se le ha quedado clavada.
No es que Trump sea un aliado de Tesla. De hecho, si gana y tiene los votos para anular los subsidios a los vehículos eléctricos, es probable que sea incluso negativo a corto plazo para la empresa. Sin embargo, el republicano es su vía de escape regulatoria, que también ha sido un lastre durante años para Tesla. La NHTSA ha abierto recientemente una nueva investigación después de que un coche de "conducción autónoma total" atropellara a un peatón. Quiere que sus robotaxis autónomos estén circulando por las carreteras en 2027, pero eso requeriría que Tesla consiga al menos la clasificación de "Nivel 4, Alta Automatización" y los permisos estatales mucho más rápido de lo que lo han hecho sus rivales.
Tampoco podemos olvidar que Musk también es consciente de que el negocio principal de Tesla está cada vez más amenazado por los vehículos eléctricos chinos baratos. Y Trump ha dicho que impondría más aranceles a todas las importaciones chinas.
Cómo cambian los resultados el panorama de SpaceX
"Nunca llegaremos a Marte si Kamala gana", ha llegado a decir el magnate. Sorprenden sus afirmaciones, sobre todo cuando Harris ha presidido el Consejo Nacional del Espacio de la Casa Blanca durante años, donde ha sido una defensora vocal de la NASA. De hecho, estuvo a punto de elegir a un exastronauta como su compañero electoral.
A Musk lo que le cabrea realmente es la idea de tener a alguien en la Casa Blanca que pueda pedirle cuentas por su comportamiento cada dos por tres. Sobre todo cuando las actividades de SpaceX penden de cientos de millones de dólares en contratos gubernamentales. La administración Trump dio luz verde a muchas de las directivas espaciales, algunas de los cuales se alinean con las ambiciones del empresario. Él mismo ha dicho que una de las razones por las que respalda al republicano es que se levanten esas barreras regulatorias que le impiden operar como él quiere: "SpaceX puede construir un cohete gigante más rápido de lo que el gobierno puede procesar la licencia, lo cual es una locura".
Aunque SpaceX ha ganado contratos multimillonarios con Biden, también le acusa de aplacar la innovación con burocracia y normas. Entre ellos se encuentran la Administración Federal de Aviación, la Junta Nacional de Relaciones Laborales y el Servicio de Pesca y Vida Silvestre de Estados Unidos por supuestas violaciones de permisos, laborales y ambientales. No solo ha pedido la dimisión del jefe de la FAA, sino que ha demandado a la NLRB y se burla alegando que necesita una licencia de pesca para lanzar un cohete. También se ha enfrentado a la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC), de quien necesita la aprobación para reducir aún más la órbita de sus satélites Gen2 y, llegado el momento, aumentar su número a 29.988 desde los 7.500 permitidos actualmente.
Sí, tanto el expresidente como el millonario coinciden en la necesidad de la expansión humana más allá de la Tierra. El primero estableció que EEUU debería volver a enviar astronautas a la Luna y ubicar bases permanentes allí, seguida de misiones humanas a Marte. Y para el segundo es un sueño húmedo colonizar el planeta rojo. No hay dudas de que si Musk asumiera un papel más importante en una posible administración, probablemente impulsaría misiones espaciales más ambiciosas y reduciría los plazos.
Incluso económicamente se vería beneficiado, ya que Trump ha dicho que reducirá la tasa impositiva corporativa al 15% desde la actual del 21%. Mientras, Harris presiona para aumentarla hasta el 28% para quienes ganan más de 400.000 dólares. De la misma manera, Trump ha hablado de una subida de aranceles generalizada del 10% al 20%, e incluso gravámenes más elevados para los productos made in China. Si Trump gana, la recompensa puede ser jugosa. Si pierde, el precio a pagar por esta deriva inesperada podría ser demasiado alto.