La siderurgia de la UE sufre un declive que los expertos achacan a sus malas políticas, mientras China gana mercado
Decir que la producción de acero en la Unión Europea ha sufrido un desplome es como decir que uno de los principales cimientos de Bruselas se tambalea. La semilla de la que hoy es la imponente maquinaria de los Veintiocho se sembró en 1951, año en el que vio la luz CECA, la Comunidad Europea del Carbón y del Acero. Pero hoy la mezcla de hierro y carbono que contribuyó a apuntalar la economía continental y a fortalecer la cooperación entre los Estados de una Europa recién salida de la Segunda Guerra Mundial, afronta una profunda crisis.
Según los datos de la Asociación mundial del acero (WSA por sus siglas en inglés), la patronal de sector, la UE produjo en 2014 poco más de 169 millones de toneladas, 41 millones menos que en 2007. Y es que este derrumbe, que los expertos achacan a políticas comunitarias equivocadas, tiene otro revés: en el mismo periodo, la producción china aumentó en 332 millones de toneladas —en 2014 rozó las 823 millones de toneladas— y consolidó la posición del gigante asiático como referencia del mercado mundial.
Las cifras de la WSA describen un 2014 que se ha cerrado con un repunte de un 1,2% de la producción global de acero. China, que dio un empujón a su industria siderúrgica para construir las infraestructuras que en 2008 albergaron las Olimpiadas de Pekín, aumentó su producción un 0,9% respecto a 2013, pero perdió el 0,2% de su cuota del mercado mundial, que pasó del 49,7% al 49,5%. Para solventar su principal problema, la sobreproducción, en octubre de 2013 el Gobierno implementó una serie de medidas cuyo objetivo es reducir la capacitad productiva en 60 millones de toneladas al año hasta el 2017.
La siderurgia del Viejo continente, sin embargo, no parece estar lista para aprovechar esta oportunidad. La Comisión Europea estima en 40.000 los puestos de trabajos perdidos en este sector a lo largo de la crisis, y aunque en 2014 registró una subida de la producción del 1,7%, “se trata de una falsa recuperación, debida solo a la necesidad de volver a almacenar las existencias agotadas en los últimos años por los bajísimos niveles de producción”, explica Bart Samyn, secretario adjunto del brazo europeo de Industriall, el sindicato mundial de los trabajadores metalúrgicos.
Éduard Martin, exobrero y exsindicalista francés de origen granadino, hoy eurodiputado con los Socialistas europeos, imputa este declive a las decisiones de Bruselas: “La Comisión Europea no tiene una política industrial, y en particular no ha dado la justa prioridad a un sector como el del acero, cuya producción de alta calidad necesita ser protegida para competir contra el acero chino, de peor calidad pero más barato”. Como sindicalista, Martin encabezó sin éxito la lucha contra la multinacional ArcelorMittal para evitar el cierre de los altos hornos de Florange, en la región francesa de Lorena, propiedad del magnate indio Lakshmi Mittal. La primera empresa siderúrgica del mundo, con sede en Luxemburgo, se ha ido progresivamente expandiendo en Europa: “Hoy controla grandes empresas en Luxemburgo, España y sobre todo, Francia. Y Mittal, que no esconde su aversión a las tutelas de las que gozan los trabajadores europeos, a menudo amenaza con deslocalizar la producción. Si no se pone en marcha una política comunitaria adecuada, dentro de 20 años los chinos se harán con todo el mercado. Pero Bruselas no actúa”, sentencia el eurodiputado. Según los datos de Eurofer, la patronal europea del sector, en 2014 las importaciones europeas aumentaron el 22% respecto al mismo periodo del año anterior.
En una nota, fuentes comunitarias explican que “para solucionar los problemas del sector la Comisión Europea propuso en 2013 el Plan de acción para el acero, y lanzó en noviembre de 2014 el ‘Plan Juncker”. Confían en que “esos planes contribuirán a la recuperación económica de aquellos sectores que pueden generar un aumento de la demanda de acero”.
Mucho de lo que se preveía en el de 2013, sin embargo, se ha quedado en papel mojado, empezando por la creación de SusSteel, una suerte de indicación de origen del acero de calidad producido en la UE de manera sostenible. Es más: el propio Centro de Estudios sobre políticos Europeos, que Bruselas financia, ha calculado en un informe que el coste de adaptación a la jungla regulatoria a la que se enfrentan las empresas siderúrgicas europeas “puede llegar a ser mayor que su EBITDA [beneficio bruto], lo cual implica poner en duda la viabilidad del sector”.
El año pasado las importaciones de la UE crecieron un 22% respecto a 2013
Rita Castellani, economista de launiversidad italiana de Perugia, identifica otras causas de esta difícil situación. Estudió de cerca un caso que considera emblemático de la mala gestión comunitaria: el de la AST de Terni, parte del grupo alemán Thyssen Krupp (TK), una planta entre las más avanzadas de la UE que producía acero inoxidable de elevada calidad y que hoy está a punto de echar el cierre. La académica explica que en 2011, tras “una serie de inversiones equivocadas en América que le costaron entre 11.000 y 13.000 millones de euros”, TK decidió vender Inoxum —la división que producía acero inoxidable y que incluía AST— a su participada finlandesa Outokumpu. La Comisión de Competencia de la UE, sin embargo, bloqueó la operación, arguyendo que generaría un abuso de posición dominante. Un año más tarde revisó su decisión, pero impuso como condición que AST volviese a manos alemanas. “Todo el mundo sabía que TK no tenía ninguna intención de invertir en Terni. Y de hecho acaba de despedir a casi 400 trabajadores”, subraya Castellani.
“Las decisiones de la Comisión Europea son todas políticas, a favor de los países que tienen más peso. Pese a que la demanda de acero inoxidable es cíclica y se prevé que vuelva a crecer en 2020, se decidió castigar a Terni, la vanguardia en este ámbito. Se ha dañado así una producción de calidad, única verdadera alternativa de mercado al barato acero chino. En plantas alemanas mucho más obsoletas, sin embargo, las inversiones no paran y los puestos de trabajo aumentan”, explica.
Y en efecto, según los datos de Eurostat, la oficina de estadística de la UE, Alemania luce con diferencia como el país europeo que inyecta más ayudas de Estado en el sector del carbón, acero y construcción naval (1.504 millones de euros en 2013, contra, por ejemplo, los 568,1 millones de España). El pasado 25 de noviembre, además, la Comisión Europea consideró que las exenciones fiscales aprobadas por Berlín a favor de las empresas que hacen un uso intensivo de energía —las siderúrgicas incluidas— respetan la regulación europea sobre ayudas de Estado. El resultado es que, según los datos de la WSA, la producción alemana ha aumentado en 2014 en un 0,7%. “Pero el mercado europeo en su conjunto sufre, y los chinos se han hecho con en 30% de él”, insiste Castellani.
Más allá de China, la pujante producción de Asia —un 1,4% más en 2014 respecto al año anterior—, puede implicar un futuro aún más negro para el acero europeo. Ferrán Brunet, profesor de Integración económica europea en la Universidad Autónoma de Barcelona, es categórico: “El abaratamiento del petróleo implica una reducción de los costes de transporte, que incrementará aún más las exportaciones asiáticas. La siderurgia europea es un sector en vías de extinción”.
http://economia.elpais.com/economia/2015/02/20/actualidad/1424434695_548626.html
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