miércoles, 23 de septiembre de 2015

Una nube de bacterias nos delata

A cada uno de nosotros nos acompaña una nube personal de microbios.



Un experimento muestra que cada uno de nosotros tiene un aura de bacterias, una firma personal microbiana que nos identifica



Los humanos dejan huella a su paso. Algunos de manera más tangible pero todos dejan su impronta allá por donde pasan. No se trata de carisma, talento o liderazgo: son bacterias. Cada persona expulsa millones cada hora hacia su entorno, pedacitos de un ecosistema formado por microbios que tiene unas características muy personales. Alrededor de cada uno de nosotros se forma un aura con estos microbios, una nube que deja marca y que puede identificar a cada persona. "Esas nubes están suficientemente diferenciadas para permitir la identificación de individuos", asegura el equipo estadounidense que acaba de publicar este hallazgo.
"Hasta ahora no se había demostrado que los humanos emitimos una nube microbiana detectable en una estancia cerrada", explican en su estudio. Para probar la existencia de ese aura microbiana individualizada, los investigadores de la Universidad de Oregón secuenciaron los microbios del aire circundante de 11 personas a las que se mantuvo por un tiempo en una habitación desinfectada. Los resultados mostraron que la mayoría de los ocupantes, sentados solos en la estancia, fueron identificados simplemente analizando las combinaciones únicas de bacterias que había en el aire que les rodeaba.
La novedad de estudio radica en la fuerte influencia de las bacterias personales en el aire, esa nube circundante que se mantiene a nuestro alrededor
"Esperábamos ser capaces de detectar el microbioma humano en el aire alrededor de una persona, pero nos sorprendió descubrir que podíamos identificar a la mayoría de los ocupantes simplemente analizando su nube", asegura el autor principal del trabajo, James F. Meadow, en una nota de la Universidad de Oregón. "Nuestros resultados demuestran por primera vez que los individuos liberan su propia nube microbiana personalizada", concluyen.
No es novedoso que las personas dejen una firma microbiana, incluso que estando inactivos (sentados en un escritorio) emitan partículas. Anteriormente, ya se había descubierto esta marca única en núcleos familiares, que dejaban una marca única de bacterias cuando se mudaban. La novedad de estudio radica en la fuerte influencia de las bacterias personales en el aire, esa nube circundante que se mantiene a nuestro alrededor. Cada vez son más estudios los que se fijan en la riqueza bacteriana que vive en nuestro cuerpo y este trabajo es un paso en el esfuerzo por identificar su valor para la investigación médica, por ejemplo.
En este estudio se mantuvo a los participantes dentro de la habitación, en pantalón y camiseta nuevas y desinfectadas, para asegurarse de que la firma microbiana provenía de sus cuerpos. Para que los ocupantes fueran perfectamente identificables debieron pasar al menos cuatro horas sentados en el interior, ya que al cabo de dos horas su marca era mucho más tenue. Al fin y al cabo, se trata de un ejercicio estadístico: una vez analizados los microbios, son las proporciones las que permiten distinguir entre individuos.
Ayudará a comprender el mecanismo de propagación de enfermedades infecciosas en lugares cerrados
Es fácil dejar volar la imaginación pensando en la aplicación que podrían tener estos resultados en equipos de investigación al estilo del CSI, capaces de identificar al asesino analizando las bacterias de una habitación. No obstante, esta investigación puede ayudar a salvar muchas más vidas arrojando luz sobre el grado de interacción de nuestro microbioma con el entorno, al mejorar la comprensión de los mecanismos implicados en la propagación de enfermedades infecciosas en lugares cerrados. Esa nube que nos acompaña, en el caso de enfermedades infecciosas, puede ser letal: por ejemplo, los científicos han observado cómo el nivel de ventilación de la estancia debilita la solidez del aura de microbios.

MÁS INFORMACIÓN



http://elpais.com/elpais/2015/09/22/ciencia/1442873692_512852.html

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