martes, 30 de abril de 2019

Cinco trucos de los grandes negociadores que puedes aplicar en tu vida diaria

Rubén Montenegro



Hay tres maneras de negociar, pero solo una te dará resultados positivos si empleas estos trucos



Nos guste o no, somos seres negociadores. Diariamente nos encontramos con opiniones y deseos diferentes a los nuestros, lo que nos obliga a buscar un punto de encuentro. En casa, con nuestros amigos o con nuestros jefes: qué programa vamos a ver; dónde vamos a pasar las vacaciones; en nuestro trabajo, con la interpretación de un proyecto o con respecto a la subida del sueldo. Gran parte de los conflictos o discusiones que tenemos se deben a las dificultades que se presentan durante la negociación. Aprender a afrontar estas situaciones nos ayudará a rebajar considerablemente la tensión en nuestra vida personal y profesional.
La mayor parte de las personas se enfrentan a los problemas de dos maneras diferentes. Una de ellas es desde la posición blanda, la que consiste en ceder a la mínima de cambio a pesar de los propios intereses. Consiste en decir sí a todo para evitar el conflicto (“sí, cariño, hacemos lo que tú quieras”). Esta no es una posición sostenible en el tiempo, ya que, a la larga, acaba generando un mar de fondo de incomodidad con uno mismo. Por eso, no es de extrañar que una persona que suele tomar esta posición llegue a poner límites en algún momento. Esto es: que se enfade e, incluso, se vuelva intransigente. Algo que, por cierto, ocurre muchas veces en el mundo de la pareja.


En el otro extremo está la posición dura, aquella que vive la diferencia de intereses como una lucha en la que no se cede ni un ápice en nada (“aquí se hace lo que yo digo porque sí”). Como es de imaginar, tampoco es una situación sostenible a largo plazo, porque daña las relaciones de los participantes. Además, suele poner a los otros en una actitud defensiva. Si solo buscamos imponer nuestra voluntad, los demás, si pueden, colocarán un muro en medio de la conversación. Esta actitud ha caracterizado a muchos jefes déspotas, que solo consiguen que sus colaboradores se quemen, se desmotiven y critiquen cualquier cosa de la empresa.
Entre ambas posiciones existe una tercera manera de negociar: la negociación de principios, también conocida por el Método Harvard de Negociación. Esta fórmula fue propuesta por los autores William Ury, Roger Fisher y Bruce Patton en los años setenta. El método se asemeja a la posición blanda en las relaciones y, a la dura, en los méritos que busca. La técnica ha sido ampliamente divulgada. En sus principios se han formado miles de personas de todo el mundo, desde diplomáticos y directivos a comerciales o gente que simplemente quería mejorar en algo tan esencial. Veamos algunas de sus claves para poder aplicarlo en nuestro día a día.
Lo primero, cuando te enfrentes a un conflicto, tienes que separar los problemas de las personas. Eso significa que una buena negociación es aquella que sabe cuidar la relación con el otro (posición blanda) al tiempo que busca un buen acuerdo común. No es lo mismo decir “no estoy de acuerdo contigo” que responder “no estoy de acuerdo con lo que dices”. La primera respuesta es una crítica a la persona mientras que la segunda es al problema. Por tanto, en tu discusión has de cuidar la gestión de tus emociones y centrarte solo en el problema.
Segundo: se ha de negociar sobre los intereses, que no sobre la posición que adoptamos. Lógicamente eso nos obliga a tener muy claro cuáles son los objetivos. Si nos quedamos en las posiciones o actitudes del otro, podremos caer en discusiones para ver quién tiene el ego más grande. Algo estéril. Los autores antes citados ponen un clásico ejemplo. Dos personas quieren una naranja y no alcanzan un acuerdo, cuando en el fondo uno quiere la cáscara y el otro, la pulpa. Por tanto, ante un problema, se debe indagar en qué busca el otro, más allá de la actitud que está tomando. Ten presente lo tuyo. Esto te dará pistas.
En tercer lugar, hay que buscar las opciones de mutuo beneficio, para que las dos partes salgan ganando. A veces no se puede tomar una actitud salomónica, ni quizá sea recomendable. Tampoco se puede compensar al otro en sus exigencias (no quiero ir a la playa a veranear o no puedo subir más el salario o la paga). Pero aquí es donde entra en juego la creatividad. Quizá no se pueda ceder en una exigencia concreta, pero puedo plantear una salida. “No me apetece ir a la playa, pero si quieres vamos a la montaña e invitamos a tus amigos”, por ejemplo. O “no puedo subirte el sueldo, pero sí conseguir que tengas esta formación en la empresa”.
Cuarto: tenemos que buscar estándares objetivos. ¿Cómo sabremos que hemos conseguido un buen trato? ¿Cómo podríamos medirlo? Para evitar emociones que introducen mucho ruido, se ha de cuantificar lo máximo posible nuestros objetivos. ¿Cuántos días de vacaciones estoy dispuesto a ceder? ¿Cuánto he conseguido de porcentaje de subida salarial?, por ejemplo.
Y por último, definamos un MAPAN (Mejor Alternativa Posible a un Acuerdo No negociado). No siempre podemos alcanzar negociaciones exitosas, así que necesitamos tener definidas las alternativas o salidas posibles. Por ejemplo: si no nos ponemos de acuerdo con las vacaciones, ¿qué vamos a hacer? Si no estamos de acuerdo con la subida de sueldo o la formación, ¿qué vamos a hacer?


Cómo el "teclado qwerty" llegó a convertirse en el más popular de todos a pesar de no ser el más eficiente

Un máquina de escribir con teclado qwerty.
El qwerty se llama así por las primeras 6 letras del teclado.

No es fácil escribir "QWERTY" en un teclado qwerty (como se conoce al teclado tradicional).
Mi dedo meñique de la mano izquierda sostiene la tecla de mayúsculas y los otros dedos se arrastran torpemente de lado, cual cangrejo, a través de la fila superior de letras. Q-W-E-R-T-Y.
Este ejemplo sirve para mostrar que sí importa dónde se encuentran las teclas en tu teclado. Hay buenas combinaciones y malas.
Mucha gente piensa que el orden de las letras en el teclado qwerty es malo. Y que, de hecho, fue diseñado deliberadamente para ser lento y torpe.
¿Podría ser verdad? ¿Y por qué es algo sobre lo que discuten los economistas?
Resulta que el tema es más importante de lo que parece.
Pero comencemos por tratar de entender por qué alguien pudo haber sido lo suficientemente perverso como para querer ralentizar a los mecanógrafos.
A principios de la década de 1980, persuadí a mi madre, Deb, para que me dejara usar su máquina de escribir mecánica, un artilugio milagroso que me permitiría deshacerme de mi horrible caligrafía.
Palancas de máquina de escribirDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionSi apretabas varias teclas de una máquina de escribir al mismo tiempo, las palancas se trababan.
¿Reducir la velocidad?
Cuando presionaba una tecla, una palanca se levantaba desde detrás del teclado y golpeaba con fuerza contra una cinta entintada, apretando esa tinta contra una hoja de papel.
En el extremo de la palanca había un par de letras invertidas -una minúscula y una mayúscula- en relieve.
Descubrí que si presionaba varias teclas a la vez, las palancas se disparaban al mismo tiempo hacia el mismo lugar.
Para un niño de nueve años era algo divertido. Para un mecanógrafo profesional no tanto.
Escribir 60 palabras por minuto (ppm) -algo sencillo para un buen mecanógrafo- significa cinco o seis letras que golpean el mismo lugar cada segundo.
A esa velocidad, es posible que se deba reducir la velocidad del mecanógrafo por el bien de la máquina de escribir. Eso es lo que supuestamente hizo qwerty.
Sin embargo, si qwerty realmente fue diseñado para ser lento, ¿por qué el par de letras más usados en inglés, T y H, son contiguas y están justo debajo de los dedos índices? La trama se complica.
El padre del teclado qwerty fue Christopher Latham Sholes, un impresor de Wisconsin, en Estados Unidos, que vendió su primera máquina de escribir en 1868 al Porter's Telegraph College, en Chicago. Este dato es importante.
La hija de Christopher Latham Sholes, Lillian Sholes Fortner, con la máquina de escribir de su padre en 1939.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionLa hija de Christopher Latham Sholes, Lillian Sholes Fortner, con la máquina de escribir de su padre en 1939.

Operadores de telégrafos

El qwerty fue diseñado para la comodidad de los operadores de telégrafosque transcribían el código Morse; por eso, por ejemplo, la Z está al lado de la S y de la E, porque Z y SE no se distinguen en el código Morse estadounidense.
El receptor del telégrafo pondría sus dedos sobre esas letras, esperando que el contexto aclarara todo.
Así que el teclado qwerty no fue diseñado para ser lento. Pero tampoco fue diseñado para tu conveniencia o la mía.
Entonces, ¿por qué todavía lo usamos?
La respuesta más sencilla es que qwerty ganó una batalla por el dominio en la década de 1880.
El diseño de Sholes fue tomado por E. Remington and Sons. Ellos le dieron los últimos toques y lo empezaron a vender por US$125 (hoy unos US$ 3.000), varios meses de sueldo para las secretarias que lo habrían usado.
No era la única máquina de escribir que existía: se ha dicho que Sholes fue el "52º hombre que inventó la máquina de escribir", pero el teclado qwerty salió victorioso.
La empresa Remington astutamente proporcionó cursos de mecanografía para el teclado qwerty y cuando se fusionó con cuatro de sus principales rivales en 1893, todos adoptaron lo que pasó a conocerse como "el diseño universal".
Un aviso de una máquina de escribir de la empresa Remington.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionUn aviso de una máquina de escribir de la empresa Remington.

Diseños más lógicos

Esta breve lucha por el dominio del mercado estadounidense en la década de 1880 terminaría determinando cómo se ve el teclado en los iPads de hoy.
Nadie en esa época pensaba en nuestros intereses, pero sus acciones terminaron controlando las nuestras.
Y eso es una pena, porque existen diseños más lógicos: notablemente el Dvorak, diseñado por August Dvorak y patentado en 1932.
Favorece la mano dominante (hay diseños para diestros y zurdos) y agrupa a las teclas más utilizadas.
La Armada de EE.UU. realizó un estudio en la década de 1940 que demostró que el Dvorak era muy superior y que capacitar a los mecanógrafos para usar ese diseño bien valdría el costo.
Entonces, ¿por qué no nos cambiamos todos al teclado Dvorak? El problema fue coordinar el cambio.
Qwerty había sido el diseño universal desde antes de que existiera el Dvorak.
La mayoría de los mecanógrafos estaban entrenados para usar el qwerty. Cualquier empleador que inviertiera en una máquina de escribir costosa naturalmente elegiría el diseño que la mayoría de los mecanógrafos podrían usar, especialmente cuando las economías de escala lo convirtieron en el modelo más barato del mercado.
Los teclados Dvorak nunca tuvieron una posibilidad.
El teclado diseñado por August DvorakDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionEl teclado diseñado por August Dvorak agrupa a las teclas más utilizadas.

Tema de economistas

Y ahora podemos entender por qué este tema les interesa a los economistas. Muchos sostienen que qwerty es el ejemplo por excelencia de algo que ellos llaman "efecto cerrojo" (lock in).
No tiene que ver únicamente con máquinas de escribir.
Tiene que ver con Microsoft Office y Windows, con cómo Amazon controla el vínculo entre compradores y vendedores en el comercio minorista online y con el dominio de Facebook en las redes sociales.
Si todos tus amigos están en aplicaciones de Facebook como Instagram y WhatsApp, ¿eso no te deja encerrado como un mecanógrafo que está obligado a usar qwerty?
Esto es algo importante, El cerrojo es el amigo de los monopolistas y el enemigo de la competencia, y puede requerir una respuesta contundente de los reguladores.
Pero tal vez los estándares dominantes son dominantes no por el cerrojo, sino porque las alternativas simplemente no son tan convincentes como nos imaginamos.
Considere el famoso estudio de la Armada que demostró la superioridad del teclado Dvorak.
Dos economistas, Stan Liebowitz y Stephen Margolis, desenterraron ese estudio y concluyeron que tenía muchos defectos.
August Dvorak -visto aquí enseñando una clase de mecanografíaDerechos de autor de la imagenMUSEUM OF HISTORY & INDUSTRY, SEATTLE
Image captionAugust Dvorak -visto aquí enseñando una clase de mecanografía- fue profesor de educación en la Universidad de Washington, en Seattle.

Efecto cerrojo

También levantaron una ceja al ver el nombre del hombre que supervisaba el estudio: el principal experto en tiempo y movimiento de la Marina, un teniente comandante... August Dvorak.
Liebowitz y Margolis no niegan que el diseño de Dvorak pueda ser mejor: los mecanógrafos alfanuméricos más rápidos del mundo utilizan el diseño de Dvorak.
En 2008, Barbara Bradford logró mantener una velocidad de 150 palabras por minuto durante 50 minutos, y alcanzó una velocidad máxima de 212 ppm mediante el uso de dicho teclado.
Pero los expertos no estaban convencidos de que este fuera un ejemplo para una sociedad desesperada por cambiar a un estándar muy superior pero era incapaz de coordinar el cambio.
Y, de hecho, en estos días, la mayoría de nosotros tecleamos mensajes en dispositivos electrónicos que te permiten cambiar la distribución del teclado. Windows, iOS y Android ofrecen diseños Dvorak.
Ya no necesitas persuadir a tus compañeros de trabajo, a otros empleadores y a las escuelas de secretaría para que hagan el cambio contigo. Si quieres, puedes usar otro teclado. Nadie más se dará cuenta.
Sin embargo, la mayoría de nosotros nos quedamos con el qwerty. La puerta ya no tiene cerrojo, pero no nos molestamos en escaparnos.
El efecto cerrojo parece estar consolidando la posición de algunas de las compañías más poderosas y valiosas del mundo hoy en día, como Apple, Facebook y Microsoft.
Así se ve el teclado Dvorak en un iPhone.
Image captionAsí se ve el teclado Dvorak en un iPhone.
Tal vez esas cerraduras sean tan irrompibles como parecía ser el qwerty.
O tal vez esas empresas corren el riesgo de que los consumidores inquietos se vean tentados por algo mejor y fuercen el cerrojo.
Después de todo, no fue hace tanto que a muchos les preocupaba que los usuarios quedaran encerrados en MySpace.

Tim Harford escribe la columna "Economista clandestino" en el diario británico Financial Times. El Servicio Mundial de la BBC transmite la serie 50 Things That Made the Modern Economy. Puedes encontrar más información sobre las fuentes del programa y escuchar todos los episodios o suscribirte al podcast de la serie.

Por qué tantas personas piensan que son de clase media aunque no lo sean

Foto: Foto: iStock.
Foto: iStock.


Según los estudios, la clase media está dirigiéndose hacia la extinción, pero buena parte de la población considera que forma parte de ella. Te explicamos los motivos


Yo soy de clase media. Tú eres de clase media. Él es de clase media. Poca gente se considera "pobre", por mal que suene, y tampoco millonaria, a menos que se codé con la élite financiera. Si nos acercamos a algún extraño por la calle y le abordamos, preguntándole qué es, es muy probable que diga estas dos palabras que conforman un estatus. Por ello los políticos en los mitines suelen dirigirse a este grupo heterogéneo.
En realidad hay poco consenso sobre lo que significa realmente pertenecer a la clase media. Sabemos que es un concepto engañoso, pues aunque tengas los mismos ingresos no vivirás igual en Madrid que en Huelva. Sucede lo mismo en Estados Unidos, donde casi el 70% de la sociedad se denomina clase media, aunque luego algunas declaraciones descoloquen, como la del ingeniero de software Marvin Chan, que vive en Palo Alto (California) y a pesar de ganar 400.000 dólares al año (unos 354.000 euros) aseguró recientemente que se considera de clase media por la cantidad de gastos mensuales que tiene que afrontar.
La clase alta no se considera como tal, debido a que los ingresos están relacionados con el nivel de vida que llevemos y la ciudad en la que vivimos

Desde 1980, en el país de las oportunidades, solo la clase alta ha mantenido el nivel de sus ingresos en línea con la economía del país. En el caso de la clase media, se ha quedado muy estancada con respecto al crecimiento económico general. En España ha sucedido algo parecido. Entre mediados de los ochenta y los noventa ingresaron un 1% más, pero en los últimos 10 años el porcentaje se ha reducido al 0,3%, y a lo largo de los últimos 30 años el aumento de sus ingresos fue un 33% menor que el de la clase alta.
Si es una clase social que parece estar al borde del colapso y la desaparición, quizá lo que verdaderamente deberíamos cuestionarnos es por qué tantas personas que encajan en otras clases (como el caso de Chan, recientemente, u otra historia que salió recientemente en la 'CNBC' sobre una pareja que gana 500.000 dólares al año -unos 448.000 euros-) se siguen identificando con la clase media.
Vayamos a la clase alta. Es innegable que, cuanto más tienes, más gastas. El planificador financiero Robinson Crawford tiene una teoría, que comparte en 'Fast Company': "Mi opinión es que las personas que tienen que trabajar para mantener su nivel de vida se consideran de clase media". Sobre todo si, conforme vas ganando dinero, cambias de estilo de vida. Aquello que considerabas producto de lujo cuando eras de clase media pasa a convertirse en algo fundamental cuando tienes una posición más elevada, te acostumbras a ello y vuelves al punto de partida. "La trampa es el estilo de vida", añade Crawford. "La idea de que tu familia debe continuar gastando auténticas millonadas para mantenerse saludable y feliz es el error".
Los proletarios sabían lo que eran. En España buena parte de la clase media ha pasado a ser clase baja sin identificarse con ello

Por supuesto, como apuntábamos antes, tampoco es lo mismo vivir en una ciudad que crece y se gentrifica, como podrían ser Londres, Nueva York o San Francisco, a vivir en un pueblo. Pese a que los ingresos son los mismos, son los gastos los que realmente dicen si formas parte de una clase u otra. El capitalismo acérrimo y la idea adoptada de Estados Unidos del Sueño Americano han calado hondo, pero en un mercado cambiante y fluctuante esto no augura nada bueno: "A medida que aumentan los costes de la vivienda, te sientes más pobre pero no sabes cómo atajar el siguiente paso". Comida, hipoteca, vacaciones, niños, coche, ocio... a ver quién paga todo eso.

¿Dónde quedamos nosotros?

La siguiente pregunta es irremediable: si alguien que gana 400.000 dólares al año piensa que tiene gastos suficientes como para considerarse de clase media, ¿dónde nos coloca eso a nosotros? España es, según los estudios, el único país junto con Suecia donde casi toda la población que ha abandonado la clase media (un 3,7%) ha pasado a ser de clase baja (3,6%). El fenómeno es curioso, igual que Chan se siente de clase media pese a ser de clase alta debido a sus gastos, también sucede al contrario: la clase baja continúa considerándose de clase media por méritos propios en nuestro país.
Es un peligro. Muchas personas de clase alta no pueden considerarse como tal porque tienen una visión distorsionada de la realidad. Por un lado, ¿cómo vas a ser de clase alta si conoces a alguien que puede permitirse más vacaciones que tú? Por otro, muchas personas sienten cierta ira hacia las clases acomodadas por lo que no quieren formar parte de ese grupo que desprecian. Por otro lado, la clase baja tiene el mismo estigma social, y si consideramos que solamente las personas en auténtica situación precaria pertenecen a ella es normal que tampoco nos sintamos identificados. La clase proletaria tradicional tenía muy claro a qué pertenecía y luchaba en consecuencia.
Esta amalgama de personas que equivocadamente se consideran de una clase que está en franca decadencia no puede traer nada nuevo. En un mundo que tiende hacia la automatización, donde se encargan de recordarnos continuamente que para 2025 muchos de nuestros empleos habrán desaparecido, con creciente desilusión, sentimientos nacionalistas y antiglobalización no parece que las cosas vayan a mejorar, con la OCDE advirtiendo sobre el declive de esta clase a la que, se supone, todos pertenecemos. Quizá tengamos que dejar de mentirnos a nosotros mismos o redefinir el concepto en un mundo que tiende más y más hacia la polaridad. Un enorme barco donde viajan juntas la clase de lujo y la tercera clasepensando que sus camarotes y literas son enormemente parecidos.


AUTOR
ADA NUÑO      29/04/2019