Las casas prefabricadas, las tiny houses, los hogares parásito, las ciudades verticales y las cooperativas de viviendas podrían ser el futuro inmobiliario.
Construir una vivienda en seis meses, lograr edificar en pleno centro de la ciudad, vivir por gusto en 40 metros cuadrados, tener un rascacielos por casa o hallar una alternativa a la compra y al alquiler. El tiempo pasa y el mercado inmobiliario no es inmune a ello. En la última década han surgido una serie de iniciativas que podrían revolucionar el sector de la vivienda.
¿El objetivo? Superar las dificultades que hallan los consumidores al tiempo que se avanza hacia un futuro más eficiente y sostenible. Entre las tendencias emergentes, podríamos destacar cinco casos que están tomando importancia en algunos puntos del planeta, de Europa y de nuestro país.
Casas prefabricadas: rapidez y eficiencia
Las casas prefabricadas, o de construcción industrializada, constituyen uno de los grandes cambios que el sector inmobiliario ya está viviendo en nuestro país. Según los datos publicados por Habitíssimo, en 2017 se solicitaron 7.000 viviendas de este tipo, mientras en 2015 la cifra ascendía solamente a 2.000. Una tendencia que sigue al alza.
¿La razón? Principalmente, el ahorro de tiempo. Mientras las viviendas tradicionales requieren un tiempo de obra que oscila entre los nueve y los 18 meses, este nuevo modelo de edificios pueden estar listos entre los cuatro y los seis, reduciendo a la mitad la espera para disponer de un hogar acabado.
“Hacíamos buenas casas, pero había tantos problemas que las obras acababan siendo faraónicas y con demasiadas variables a controlar”, recuerda la gerente de Prêt-à-porter Cases, Montserrat Pujol, quien antes de emprender camino en el sector de las viviendas industrializadas había trabajado 17 años en la promoción de viviendas convencionales. Por este motivo, prosigue, “queríamos encontrar una nueva manera de construir en la que el control de costes, la calidad del producto y el tiempo de ejecución fueran las metas a mejorar.
Las casas prefabricadas, disociadas por Pujol de los hogares tipo bungalow, tienen otra ventaja importante. La destaca Ivet Selva, arquitecta de Roansa Habitat: “el impacto ambiental de estas viviendas es muy menor a lo largo de todo su ciclo de vida, sobretodo en la fase de uso, algo que se traduce para el cliente final en un ahorro económico”.
Destaca, por lo tanto, “la eficiencia energética, con niveles muy superiores a los inmuebles tradicionales”. Por todo ello, Selva no duda en afirmar que las casas industriales “en nuestro país son claramente el futuro”, siguiendo los pasos de los países nórdicos, Estados Unidos y Canadá, donde la mayoría de casas unifamiliares se construyen mediante módulos prefabricados.
Tiny Houses: minimalismo puro
Justamente al otro lado del Atlántico ha surgido una corriente que cada vez cuenta con más adeptos. Se trata del small house movement y consiste en vivir en casas de pocos metros cuadrados. ¿Sus principales ventajas? Precios bajos y más sostenibilidad.
Así lo apunta uno de sus impulsores, Jay Shafer, quien identifica como principales factores de dicho creciente interes “las condiciones económicas, la preocupación por el medio ambiente y el deseo de una vida más simple y efectiva”. E insiste: “nunca me propuse diseñar casas pequeñas sino construir una vivienda eficiente; cuando saqué todas las partes innecesarias de un hogar, acabó convirtiéndose en una mini casa”.
En Estados Unidos, puede encontrarse las tiny houses en dos realidades. Por un lado, las mini casas están sirviendo como remedio contra la precariedad. Ejemplo de ello es el Quixote Village, una comunidad creada en 2013 y formada por una treintena de cabañas de 40 metros cuadrados asequibles para los más desfavorecidos. Y es que el precio por unidad ronda los 19.000 dólares —equivalente a unos 16.000 euros.
Esta corriente no solo facilita el acceso a una vivienda a los más favorecidos. El público al que llega este movimiento, según Shafer, también incluye “estrellas de cine que orgullosamente han reducido sus viviendas a 900 metros cuadrados, familias de cinco miembros que residen en un bungalow, hogares multifamiliares en una variedad de formas y ejemplos más extremos como residencias en casas flotantes o en remolques de tráiler de menos de 30 metros cuadrados.
Aunque el small house movement, todavía no tiene una influencia considerable en España, sí que podrían convertirse en las casas del futuro. Y es que conformarían una oferta de viviendas asequibles, cuyo precio rondaría los 1.200 euros por metro cuadrados en nuestro país, una ganga frente a los 3.100 euros que se pagan en Barcelona o los 2.600 que cuesta en Madrid. Teniendo en cuenta que las dimensiones de las mini casas suelen situarse por debajo de los 20 o 30 metros cuadrados, estaríamos hablando de un precio final de 30.000 euros por vivienda.
Casas parásito: el futuro en las ciudades
La dificultad de encontrar vivienda en las principales capitales del mundo ha alzado otra tendencia inmobiliaria: las casas parásito. Se trata de viviendas añadidas a una construcción ya existente, por lo que no requieren un solar disponible. Un hecho que, además, reduciría considerablemente los costes de acceso a la vivienda. De esta manera, en ciudades como Sydney, Varsovia, Atenas, París o Nueva York puede encontrarse viviendas colgantes en paredes medianeras, cabañas instaladas en las azoteas o casas encajadas en el hueco minúsculo entre dos edificios.
El boom de las casas parásito podría situarse en 2008. Mientras la ONU calculaba que, por primera vez en la historia de la humanidad, había más gente viviendo en las ciudades que en las zonas rurales, el estudio Calder Flower completó en Sydney la construcción del Parásito Prefabricado. ¿Con qué propósito? “Poblar los espacios no utilizados que encontramos en las ciudades”, pues “las casas parásito se aferran a fachadas viejas, rocas e incluso puentes resultando una buena fórmula para lograr una densidad urbana sostenible”.
¿Y cómo se lleva a caso este proceso de construcción? Se coloca una placa de montaje a la pared anfitriona, o cualquier otro espacio fijo, donde se integrará la casa parásito. A partir de ahí, se va añadiendo los diferentes paneles prefabricados que conformarán el inmueble y, finalmente, se coloca la fachada estructural “para proporcionar refuerzos laterales al conjunto”.
Al tratarse de una vivienda colgante, situada a tres o cuatro metros por encima de la calle, se accederá a ella por medio de una escalera retráctil, desplegándola y recogiéndola cada vez que se quiera salir. El resultado final es una vivienda de 36 metros cuadrados y distintas plantas, que puede adaptarse a los gustos e intereses de los compradores y que tiene un carácter duradero.
Ciudades verticales: vivir en rascacielos
El acceso a la vivienda y las posibilidades de construcción en las grandes urbes ha hecho surgir otra tendencia que influenciará las casas del futuro. Se trata de las ciudades verticales. La idea, reservada hasta el momento a películas de ciencia ficción, se propone que la mayoría de la población resida en rascacielos de 500 metros de altura. En el mismo edificio habrá viviendas, oficinas, escuelas y universidades, centros comerciales, polideportivos y hasta parques. Todo lo que marca nuestra vida diaria, pero organizado de manera vertical, al contrario de cómo estamos acostumbrados a verlo, repartido horizontalmente.
¿Por qué es necesario este cambio arquitectónico? Esta inquietud nace de la certeza de que expandirse horizontalmente no es sostenible, ya que la población está creciendo a un ritmo imparable. Mientras en el 1900 convivían 1.250 millones de personas en el planeta, en el 2000 pasó a haber 6.000 millones, actualmente se superan los 7.000 millones y se prevé que en el 2050 se traspasen los 9.000 millones. En este punto, toma importancia el cambio de mentalidad.
Si la población se expande de manera horizontal, se acabará con las zonas verdes y habrá un problema ambiental más serio. Por eso se descarta crecer a lo ancho y se apuesta hacerlo a hacia arriba. Si las ciudades convencionales de 100.000 habitantes ocupan unos 4 quilómetros de diámetro, las ciudades verticales tendrán solo uno. Serán núcleos de rascacielos que reunirán todo lo que necesitas en tu día a día.
De este modo, se reducirán las distancias y se favorecerá llegar andando a cualquier sitio; no se usarán coches y habrá menos tráfico; se facilitará el uso de las energías renovables y se devolverá más espacio a la naturaleza. Como consecuencia, se prevé un ahorro de energía de hasta un 75% y la reducción en un 90% de las emisiones contaminantes. Hasta el momento, han surgido varios proyectos en el mundo que reman en esta dirección. ¿Un ejemplo? La Shanghai Tower en China, de 632 metros y 128 pisos.
Cohousing: alternativa a comprar y alquilar
Más allá de los aspectos arquitectónicos, las casas del futuro también vivirán cambios en cuanto a la propiedad. Y es que en la actualidad, a parte de la compraventa y el alquiler, han surgido alternativas. Una de las tendencias que están emergiendo con más fuerza son las cooperativas de viviendas, identificadas con el anglicismo cohousing, surgida para combatir los altos precios del alquiler que azotan el mercado inmobiliario y el miedo persistente en hipotecarse.
Según Helena Trias, técnica de difusión y divulgación de Sostre Cívic, “la vivienda cooperativa en cesión de uso es un modelo alternativo que se fundamenta en la propiedad colectiva”. Dicho de otro modo: “las socias son propietarias de forma colectiva a través de la cooperativa y tienen derecho de uso del hogar”.
“La clave del modelo es la respuesta colectiva a una necesidad básica a través de la autoorganización y la promoción de viviendas asequibles y autogestionadas”, insiste Trias. Por lo tanto, el cohousing tiene dos pilares esenciales: la propiedad colectiva y el derecho de uso. Propiedad colectiva porque las viviendas pertenecen a la cooperativa al tiempo que sus miembros pueden hacer un uso indefinido y transferible de ellas a cambio de una entrada inicial retornable, de 9.000 euros, y una cuota de mensual asequible, de entre 450 y 500 euros.
“Actualmente, hemos acabado el primer proyecto de vivienda cooperativa en cesión de uso en Barcelona, Princesa 49, donde ya residen las socias usuarias”, cuenta la representante de Sostre Cívic. Aunque no es el único con el que la entidad trabaja: “el año pasado cooperativizamos, compramos, un terreno en Cardedeu donde impulsaremos el proyecto de La Serreta con un grupo de socias. También estamos trabajando con el grupo impulsor de Sant Cugat para diseñar el proyecto de las Casas dels Mestres que ya tiene una larga trayectoria para recuperar un patrimonio municipal en desuso”, destaca.
Asimismo, Sostre Cívic también impulsa proyectos orientados a jóvenes y personas mayores. “La clave del modelo es dar una respuesta colectiva a la necesidad compartida de vivienda en base a los valores de la economía social y solidaria y la gestión colectiva y participativa”, concluye Trias.
Todas estas tendencias, en definitiva, abren la puerta a una nueva realidad para los consumidores. Un futuro que podría facilitar los procesos de construcción, impulsar una mayor eficiencia y sostenibilidad y facilitar el acceso a la vivienda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.