Las bolas ionizadas para la lavadora son utilizadas por muchas personas para no usar o usar menos detergente (Mané Espinosa)
Obsesionarse con lo natural y el terror a la química pueden llegar a ser un problema
¿Fobia a lo químico? ¿Te pasas el día estudiando las etiquetas de todos los productos para descartar los que no son completamente naturales? ¿No quieres saber nada de los detergentes tradicionales? ¿Asustado por el efecto de los fertilizantes? ¿Terror a la lejía? ¿A los campos electromagnéticos? Está bien que te cuides y quieras cuidar a los tuyos y al planeta. Pero vigila, tampoco te obsesiones. Puedes acabar convertido en u na nueva víctima de la quimifobia. Y si no te controlas lo vas a pasar realmente mal porque, tal como escribió Ralph A.Burns en el libro Fundamentos de Química, ella, la química, está en todas partes. En el agua potable que bebes. En la pantalla de los ordenadores casa y de la oficinade tu oficina. En el zumo de naranja que te tomaste esta mañana…
Así que será mejor que te relajes un poco y que te informes bien antes de rechazar de plano, por ejemplo, un producto solo porque incluye el aditivo sintético E300. Es exactamente lo mismo que la vitamina C… ¿Verdad que eso ya no suena tan mal?
Los químicos recomiendan más sentido común para que no caigamos en la histeria “antiquímica” fomentada en los últimos tiempos por una parte de la industria (que en cambio no prescinde para nada de ella) en su obsesión por crecer a costa del supuesto “poder” de la comida ecológica, de los cosméticos naturales y hasta de los detergentes sin productos químicos. “Hay una gran batería de eslóganes con los que nos bombardean cada día, y pocas veces pensamos en la enorme cantidad de química que hay en nuestro teléfono móvil o en los medios de transporte y, lo que es más importante, del poco margen tenemos para evitarlos. En fin, en lo imprescindible que es la química en la sociedad actual”, resume Julià Sempere, catedrático de Ingeniería Química en el IQS School of Engineering.
Incomprensible
El desconocimiento y los accidentes fomentan el temor
En otras palabras, se debe aceptar que “todo lo que puedes tocar, ver u oler contiene una o más sustancias químicas. Vivimos en un mundo de sustancias químicas, muchas de las cuales existen en la naturaleza y otras son sintéticas” como explica Burn en el libro antes mencionado, donde especifica que hoy en día se conocen más de 14 millones de sustancias químicas, siendo algunas de ellas letales y otras imprescindibles para salvar vidas. Y algunas útiles y peligrosas al mismo tiempo, buenas o malas.
Todo depende de cómo se usen, pero lo que está claro es que sin ellas, la vida humana sería imposible. “Está bien ser precavido, pero al mismo tiempo hay que ser razonable”, recuerda la doctora Rosa Nomen, catedrática de Ingeniería Química y secretaria general de IQS, que reconoce que los químicos tienen una reputación espantosa. Se han convertido en los “malos” de la ciencia, muchas veces ayudados por la imagen que se ha dado de sus profesionales en las películas o en las series. No hay que ir demasiado lejos. En Breaking Bad, el protagonista es precisamente un profesor de química que usa sus conocimientos para sintetizar drogas y matar y hacer desaparecer los cuerpos de sus enemigos…
Esa actitud de desconfianza total hacia todos los productos químicos va más allá de toda lógica. Por eso es bueno entender su origen. “La quimifobia forma parte de una serie de sensibilidades sociales en contra de todo lo que sea industrial que se empezó a desarrollar hacia 1970. Es el caso del efecto NIMBY (Not In My Backyard; no en el patio de mi casa), que apareció en Estados Unidos como consecuencia de que algunas empresas eléctricas intentaban construir nuevas centrales nucleares en Seabrook (New Hampshire) y Midland (Michigan)” explica el catedrático.
En su opinión, “el proceso de desarrollo de estos sentimientos es simple. Todos somos conscientes de que hay necesidades como la electricidad, por ejemplo, que nos benefician. Sin embargo, sabemos también que producirlas tiene unos costes ambientales. Por lo tanto, queremos que se fabrique, pero en un sitio donde no se vea. En cualquier caso, lejos de nuestras casas”..
Sempere advierte, además, que todas las fobias “tienen algo de peligroso”. Pero más aquellas que como la quimifobia “provocan una necesidad irracional de renunciar a algo que da beneficios claros. Por ejemplo, el incremento de la producción agrícola de principios del s. XX fue posible gracias al proceso industrial de fijación del nitrógeno atmosférico y a producir abonos nitrogenados. Si hoy renunciásemos a esas fábricas, no podríamos alimentar a la población actual”.
Invasión
La comida ecológica, los cosméticos naturales... muchos buscan sacar rédito de este miedo
Toda fobia es irracional y, para quienes no la sufren, casi siempre absurda. Se desata en forma de miedos ilógicos y desproporcionados a personas, objetos, situaciones o cosas que pueden llegar a ser paralizantes. Hay fobias bastante conocidas, como la agorafobia –que es el terror a los espacios abiertos–, o la aicmofobia –el miedo a las agujas u objetos punzantes–. Otras sorprendentes, como la ergofobia (al trabajo) o la erotofobia (al sexo por amor). Algunas “comprensibles”, como la murofobia (a los ratones) y la odynefobia (al dolor). Y otras más de lo más extrañas, como la agyrofobia (a cruzar la calle), la alektorofobia (a los pollos) o la albuminurofobia (a las enfermedades renales).
También existe la bacteriofobia (a las bacterias) o la bacilofobia (a los microbios). Visto así, la quimifobia o esta fobia a lo químico, que va al alza, es de las más complicadas de afrontar porque lo de la química viene de serie: a nuestro alrededor y en nuestro propio cuerpo no hay más que química.
El término de quimifobia se admitió en 1991. Y, en concreto, explica Julià Sempere, fue a propuesta de G. B. Kauffman cuando en la revista Chemistry in Britain escribió un artículo en que detallaba lo que supone la industria química para la humanidad, contraponiendo los enormes beneficios que ha proporcionado a los inconvenientes o incluso los desastres que ha ocasionado en ciertos sectores.
El problema es que para la gran mayoría, la química sigue siendo incomprensible. “Al salir del laboratorio con la revolución industrial, el tamaño de sus retortas (recipientes) aumentó, así como la cantidad de sustancia manipulada de una sola vez, con lo que las humaredas y pequeñas explosiones de laboratorio comenzaron a devenir en accidentes –pocos, por suerte- pero cada vez más graves”, resume Nomen, que entiende que “en consecuencia, aquel miedo se convierte en realidad”. Por suerte, añade, “a mitad de los años 60del siglo pasado, la industria química tomó consciencia de que debía cambiar y lanzó el mayor programa industrial para eliminar los accidentes de sus plantas de producción, para eliminar vertidos ypreservar el medio ambiente”.
Los culpables
La educación, los accidentes, la contaminación y el secretismo han impulsado el rechazo
¿A qué se debe pues esta fobia actual? ¿De quién es la culpa? ¿Esas películas protagonizadas por malvados científicos locos? ¿Los estudios con sesgo? Podríamos decir que se debe a la suma de todas esas causas y a otras no menos importantes, explica Sempere. “En lossistemas educativos modernos, la enseñanza de la química en general se ha hecho con muy poco entusiasmo. Aprender de memoria la tabla periódica, los nombres de los ácidos minerales o la nomenclatura de la química orgánica no son aspectos especialmente motivantes”,advierte el especialista, que dice que “a todo ello, hay que sumar que muchos de los experimentos de química que se pueden encontrar en Internet están plagados de explosiones, de fogonazos o de nubes de vapores”.
Cuando se habla de química, el público siente en general que se trata de una ciencia arcana, que no comprendió cuando la estudió y que, además, puede ser muy peligrosa. La forma en que se aborda en los ámbitos educativos, esos pocos accidentes desafortunados que nadie olvida y el secretismo por parte de la industria química de mediados del s. XX son las razones que nos han llevado a esta congoja o temor ante lo químico, que además ha tenido una respuesta bastante tardía, según los especialistas de este ámbito.
“No es hasta 1985 que aparece en Canadá un convenio que se llama Responsible Care® y que ahora está extendido a 67 países.Se trata de un programa voluntario por el que las empresas adheridas se comprometen a dar de forma abierta información de todos sus procesos y productos y a colaborar con las administraciones para prevenir daños a las personas y preservar el medio ambiente. Poco a poco, iniciativas como ésta irán calando en la sociedad”, advierte Sempere.
En este sentido, Rosa Nomen advierte que eso no implica olvidar que “la ecología, el cuidado de esta casa común que es el planeta Tierra, debe ser una prioridad primaria, no ya sólo de las organizaciones internacionales, ni tan siquiera de los estados o de las administraciones, sino de las propias personas que integramos la sociedad. Primero de todo, hay que promover una educación de calidad, que incluya a la química como generador de salud, de bienestar y de riqueza. Hay que exigir a todos un buen uso de la química y prevenir todo tipo de accidentes. Debemos aprovecharnos de la química para mejorar nuestro entorno, para restaurar y preservar el medio ambiente y, por qué no, para hacernos la vida más fácil y placentera”.
Imprescindible
El jabón, el agua potable... todo eso es posible gracias a la química
Pasa por entender que la química no es más que la rama de la ciencia que estudia las características y composición de todos los materiales, y de los cambios que estos pueden sufrir. También puede ser la clave para desterrar miedos infundados aceptar que la química” es imprescindible para la sostenibilidad del planeta, hace posible el agua potable, ha combatido plagas en la agricultura, ha permitido los antibióticos y la tecnología actual. En fin, está presente en todos los ámbitos, en todas las industrias a día de hoy”, resume Nomen.
Tratamiento
Es imprescindible hacer un diagnóstico diferencial para tratar cualquier fobia
Pero si hemos caído en la trampa y en el miedo irracional a todo lo químico, ¿qué? ¿Cómo tratamos la quimifobia? Mª Victoria Sánchez, psicóloga clínica directora de GrupoLaberinto, explica que “hay que poder hacer un buen diagnóstico diferencial y no confundirlo con la preocupación sobre los posibles efectos adversos de los productos químicos sintéticos; recordemos que la fobia debe generar sufrimiento y limitaciones en la vida cotidiana”. El tratamiento más eficaz de toda fobia pasa primero por hacer una evaluación adecuada de la persona que la sufre.
Una vez hecho esto, explica Sánchez, “vamos a trabajar sobre el presente, para apaciguar los síntomas, y sobre el pasado, para abordar las cuestiones que han generado la sintomatología. Es importante hacer esto; imaginemos alguien que va a al médico por fiebre, y le recetan un medicamento, esto está bien, es necesario, pero no suficiente, el médico debe investigar qué está generando la fiebre. Si sólo trabaja sobre el síntoma es muy probable que más adelante vuelva a aparecer, ya que no hemos tratado el origen del problema. Una técnica psicoterapéutica útil en este sentido es la desensibilización y reprocesamiento por los movimientos oculares (EMDR). También se puede usar la realidad virtual como complemento”, para facilitar la exposición controlada al riesgo que se quiere evitar.
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