Un mercadillo en Pekín (Nicolas Asfouri / AFP)
La OCDE pide a Pekín que impulse un modelo de crecimiento más inclusivo
Hace tiempo que China ha dejado de ser el país comunista por antonomasia, por lo menos desde el punto de vista económico. El gigante asiático, que en plena guerra fría con Occidente promovía un desarrollo basado en la igualdad, ahora tiene que enfrentarse al reto de una expansión que está siendo poco equitativa. Con un sistema tributario poco eficiente y redistributivo.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) presentó ayer en Pekín su informe sobre la economía china, en el que se desprende la necesidad de corregir algunos desequilibrios.
Según las cifras aportadas, el 81,93% de los contribuyentes no paga impuesto sobre la renta al ser exentos. Para que se tenga una idea, los empleados de las empresas privadas sólo empiezan a pagar lo que llamaríamos aquí el IRPF a partir de un salario que representa el 250% del promedio nacional (unos 10.000 euros).
Advertencia
La organización alerta de que los estímulos pueden empeorar las distorsiones económicas
“Estos datos demuestran que el Gobierno chino no consigue controlar la economía sumergida. Hay mucho dinero que no se declara en China”, apunta a este diario un exfuncionario internacional que vivió durante años en el país. Pero es que los que deberían pagar al final tampoco lo hacen, porque por encima del nivel de exención, los tipos impositivos siguen siendo muy bajos.
El resultado es que el 12% de los ciudadanos tan sólo tributa el del 1% sobre sus ingresos, mientras que el colectivo de los más adinerados, que sí tienen que soportar una carga fiscal por encima del 20%, apenas representan unas pocas décimas de los contribuyentes. En concreto, sólo las personas que ganan 14,5 veces el salario medio nacional en las empresas públicas y 23,5 en las firmas privadas son los que están sujetos al tipo impositivo más elevado.
Ante esta situación, a nivel estatal, el agujero para las finanzas públicas es notable, porque el impuesto sobre la renta tan sólo representa el 7% del total de su recaudación fiscal, el porcentaje más bajo entre los países que forman parte de la OCDE.
El informe sostiene que el margen para intervenir es estrecho y que habría que “modificar parámetros fundamentales” de la política fiscal de China. Por ejemplo, introduciendo y reforzando otras herramientas recaudatorias sobre el inmobiliario o los derechos de sucesión, porque –afirman– “las desigualdades patrimoniales son incluso más fuerte ya que la mayor parte de la riqueza es detenida en forma de bienes inmuebles”.
No obstante, pese a estas recomendaciones, ninguna medida
de este tipo se ha puesto en marcha desde las anteriores recomendaciones de la organización. Al contrario, Pekín ha mantenido unas medidas de estímulo económico que corren el riesgo, según la OCDE, de empeorar las distorsiones económicas de China.
En efecto, el Gobierno chino ha hecho frente a la debilidad de las exportaciones con medidas de estímulo como reducción de impuestos, facilidad de acceso a créditos o inversiones en infraestructuras, pero alerta de que estas políticas corren el riesgo de incrementar la abultada deuda corporativa, más alta que en otras grandes economías. La OCDE prevé un 6,2% de crecimiento para este año y de un 6 % para el 2020, lo que supondría el avance más lento en casi 30 años. Aun así, el PIB per cápita chino para esa fecha doblará al existente en el 2010 y representará el 27% de la producción mundial en el 2030.
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