Cartel de la película 'El Candidato', protagonizada por Robert Redford.
A pesar de que el refranero recuerda que rectificar es de sabios, en nuestra cultura se valora mucho el principio de coherencia. Las personas que viven de acuerdo con sus ideas, no cambian de opinión y mantienen sus principios inmutables tienen más opciones, a los ojos de los demás, para ser líderes carismáticos. Los héroes o los mártires son seres capaces de llegar al sacrificio personal por mantenerse fieles a sus convicciones. En el lado contrario están los llamados con desprecio "chaqueteros" porque cambian de bando, los volubles que un día piensan una cosa y mañana otra o los tipos agotadores que ahora se comprometen y dos horas después "si te he visto no me acuerdo".
'Ghosting' se denomina en el mundo de las relaciones al comportamiento de estos espectros especialistas en esfumarse. Sin duda, los repetitivos cambios de opinión generan una gran desconfianza aderezada con buenas dosis de enfado y decepción. Pero es igualmente cierto que la coherencia ciega, la postura inflexible, puede ser causa de conflictos e incluso de conductas atroces cuando la obstinación se convierte en fanatismo. En el delicado equilibrio entre la volubilidad y la cerrazón se halla la salud mental que requiere fortaleza para permanecer en el camino y flexibilidad para adaptarse a la realidad cambiante.
¿CUÁNDO ES NEGATIVO?
Los seres humanos oscilamos sin cesar entre lo que nos apetece, lo que deberíamos hacer y lo que finalmente podemos llevar a cabo. Cambiamos de opinión porque nos asalta la duda que ahoga grandes ideas, la culpa que bloquea la iniciativa, el miedo que frena estupendos planes o el llamado razonamiento contrafáctico que en su capacidad ilimitada de generar hipótesis "y si hago esto, y si hago lo otro" conduce a la parálisis por análisis. O simplemente cambiamos de idea por conveniencia o porque nos da la gana que para eso somos seres libres. Visto así la coherencia absoluta parece de otro mundo no humano.
Más allá de estas motivaciones existe un decálogo de perfiles que se aferran a los cambios de opinión inconsistentes:
1 El inseguro que sobrevalora a los demás e infravalora su capacidad de tomar decisiones y sus propios recursos.
2. El obsesivo-compulsivo cuya duda patológica le hace oscilar entre todas opciones esperando el espejismo de la posibilidad mejor.
3. El dependiente que va modificando su opinión en virtud de lo que le digan los otros.
4. El voluble y caprichoso cuya inestabilidad emocional le lleva a cambiar de opinión en función de lo que le apetece en cada momento.
5. El impulsivo que al no tener control de sus impulsos puede pensar poco lo que dice y hace envuelto en su turbulencia emocional.
6. El evitativo que al no comprometerse nunca del todo llega el día en que se agobia y mira hacia otro lado.
7. El perezoso que se emociona al principio, pero cuando llega el momento su lado haragán gana la batalla y deja para mañana (o para nunca) lo que puede hacer hoy.
8. El exigente o perfeccionista con sus elevadas expectativas que le llevan a abandonar sus planes imposibles por el camino.
9. El impaciente cuya dificultad para la espera le saca de pista antes de tiempo.
10. El narcisista que se considera en su derecho de cambiar de opinión cuando le da la gana porque el resto del mundo no merece su consideración.
¿Y POSITIVO?
"Es en el momento de la decisión cuando creas tu destino" ¿Te suena? Es el titular con el que arranca todo proceso de crecimiento personal. Es cierto, que según vamos madurando (si no hemos tropezado en algún perfil del decálogo de volubles) el músculo de la "coherencia flexible" se va desarrollando. Se aprende que uno de los principios humanos de asertividad (la capacidad de autoafirmación) es que todos "tenemos derecho a cambiar de opinión".
Algo que le enseñó Ana a su hija cuando le dijo que a pesar de haberle prometido que irían al parque hoy se quedaban en casa porque había surgido un imprevisto, la niña se enfadó, pero así pudo aprender a tolerar la frustración, a ser flexible pues a veces las circunstancias lo requieren y que su madre es un ser humano con sus propias necesidades y no una heroína de cuento de hadas que se esfuerza hasta el agotamiento para cumplir su deseo.
Las personas persistentes y decididas que alcanzan sus objetivos saben que todo proceso de cambio tiene sus fases y de las etapas iniciales de optimismo o pesimismo injustificado se pasa a un realismo motivador donde rectificar es lo sabio para ajustarse de manera adecuada a la realidad para alcanzar el objetivo. Cuando descubres que alguien no es lo que parece, que te tratan sin reciprocidad, que las circunstancias han cambiado o que eres tú el que lo ha hecho y lo que parecía excelente en un momento dado ahora, con otra perspectiva, es obsoleto o inadecuado, es el momento del cambio. Según un estudio publicado por Asociación Americana de psicología (APA) las personas que tienen mejor autoestima y la mente más abierta, lo que es en sí mismo un síntoma de salud mental, son mucho más receptivas a rectificar y a saber cuándo es el momento oportuno para hacerlo. Los cambios de opinión funcionan cuando los hacemos porque ya somos capaces de aprender de nuestras experiencias.
CÓMO ENTRENAR EL 'MÚSCULO' DE LA DECISIÓN
Gracias a los estudios de Daniel Kahneman (premio Nobel de economía en el 2002) y Amos Tversky sabemos que para tomar buenas decisiones de las que no tengamos que arrepentirnos hemos de buscar nuestras preferencias en dos niveles, por una parte, en base al cálculo racional coste-beneficio, pero también siguiendo otros caminos a través del llamado "pensamiento heurístico" que supone una serie de atajos cognitivos que utiliza datos que provienen de la intuición o de la creatividad, por ejemplo.
En palabras del profesor de neuroeconomía de la Universidad de Zurich, Christin Ruff cuando utilizamos dos áreas del cerebro: la corteza prefrontal (debajo de la frente) y la corteza parietal (encima de los dos oídos) que "participan en la representación de nuestras preferencias, en la orientación espacial y la planificación de acciones". Esto supone aceptar que a veces tomamos decisiones incoherentes, pero acertadas, y aprender a aceptar que siempre existe una ambivalencia inevitable en todos los cambios.
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