El tojo o retamo espinoso es un arbusto europeo que ha proliferado en otras partes del mundo, como en este paisaje neozelandés. / PIETER PELSER
El primer mapa mundial de flora exótica muestra que Europa y América del Norte son las zonas con mayor número de vegetales alóctonos.
A pesar de sus raíces, las plantas también emigran. El primer mapa mundial de especies exóticas muestra que más de 13.000 variedades vegetales han emigrado a otras zonas de las que no son originales (alóctonas). Las zonas con mayor presencia de flora de fuera son América del Norte y Europa. Pero este viaje es de ida y vuelta: ambos continentes son también de los mayores exportadores. Aunque no todas las alóctonas son invasoras, el mapa ofrece una imagen global de los peligros para la flora autóctona.
Los botánicos son personas de orden, les gusta catalogar y clasificar. Una de sus normas preferidas es la llamada regla de los tres 10, planteada por el biólogo británico Mark Williamson: el 10% de las plantas importadas, ya sea de forma accidental o intencionada, acaba en un ecosistema diferente del original. La décima parte de ellas se establece y prospera. Por último, el 10% de estas últimas degeneran en plantas invasoras, alterando el nuevo medio y desplazando a las variedades autóctonas. A pesar de su elegancia, la regla no se había comprobado a escala mundial.
Para hacerlo, una cuarentena de científicos ha dado el primer paso y ha creado un mapa mundial de las especies alóctonas, aquellas que están donde no deberían estar. El trabajo, publicado en Nature, deja fuera las introducidas intencionadamente por su interés agrícola o comercial. Se centra en aquellas que han proliferado en ecosistemas diferentes del suyo hasta naturalizarse y formar parte del paisaje.
Europa y Asia son los mayores exportadores de plantas exóticas
Con datos de 481 áreas continentales y 362 islas, que abarcan el 83% de la tierra de este planeta, los investigadores han encontrado 13.168 especies que han medrado al menos en otra zona diferente de la originaria. Eso significa que el 3,9% de toda la flora vascular ha colonizado otros territorios. Y la abrumadora mayoría ha sido por la acción humana. Los seres humanos, por medio la colonización, del comercio, sus viajes, sus rutas marítimas o carreteras y caminos, han roto las barreras biológicas que restringían a las plantas a su nicho original.
Entre los europeos, y en particular los españoles, existe la creencia de que Europa está invadida por especies de América del Sur, África o Asia. Esto puede ser cierto para algunas variedades introducidas en la agricultura europea, como la patata, el tomate, el maíz o el tabaco. Pero la realidad es más compleja y diferente. La zona con mayor número de alóctonas naturalizadas es América del Norte, en particular Estados Unidos, con casi 6.000 especies. La segunda es el continente europeo, con unas 4.100. Pero aquí, lo que más ha habido es un trasiego de especies dentro de las fronteras europeas y menos aportación extraeuropea.
"El hecho de que tanto América del Norte como Europa tengan tantas especies naturalizadas tiene mucho que ver con que ambos continentes son los mayores actores del comercio global. El movimiento de personas y cosas probablemente haya aumentado la introducción intencionada o accidental de especies desde una parte del mundo a otra", dice el biólogo de la Universidad de Constanza (Alemania) y principal autor del estudio, Mark van Kleunen. Pero enseguida añade un dato que complica el mapa: "Estos continentes han importado muchas especies, pero también han exportado otras muchas de sus propias especies".
En efecto, su mapa mundial de plantas alóctonas muestra que Europa es el mayor donante de especies, seguida de cerca por la Asia templada (China, Japón...). En tercer lugar vuelve a aparecer América del Norte. Charles Darwin, no sin un punto de etnocentrismo de científico del Imperio británico del siglo XIX, sostenía que las especies del hemisferio norte habían tenido una historia evolutiva mas dura y competitiva, haciéndolas más fuertes y capaces de adaptarse a otros medios. Eso explicaría, según él, su éxito invasor frente a las plantas del sur. En realidad, este estudio muestra que el principal destino de la flora norteña no es el hemisferio sur, sino las áreas del norte. El naturalista inglés olvidaba también el peso del colonialismo europeo, en este caso, colonialismo vegetal.
"Creo que los trópicos son, en términos relativos, pequeños importadores y exportadores porque las regiones templadas del hemisferio norte son grandes importadores y exportadores. Como decía antes, estas últimas han sido los mayores actores de comercio mundial y, como no, los europeos colonizaron muchas partes del mundo, llevando consigo muchas de las plantas que les eran familiares", explica van Kleunen.
Si se observa el mapa, lo primero que llama la atención es el rojo, donde se acumulan muchas plantas alóctonas. Destacan zonas de EEUU, como California o Florida, Japón, Nueva Zelanda o Inglaterra. La última puede revelar el gran peso que tuvo el colonialismo británico de la época del imperio. La colonización debió ser significativa también en Nueva Zelanda, donde se produjo una intensa llegada de colonos británicos. En el caso de California y Florida, donde abundan especies de origen español, como laHypericum canariense, además del colonialismo, ambas zonas acogen bien especies de climas templados como de latitudes más tropicales. Para Japón, van Kleunen, aporta su carácter de isla, el intercambio intenso con China, su rol en el comercio mundial o la intensa urbanización que habría destruido los entornos originales, favoreciendo la llegada de las alóctonas.
España es Europa, así que sigue el patrón del continente. Los últimos datos sobre la flora ibérica y canaria estiman que en sus suelos hay 7.071 especies de plantas. El 12% son alóctonas, pero los porcentajes varían mucho: del 20,7% de Canarias al 10% de la península o el 9,7% en Baleares.
"La importancia de este mapa reside en que es la primera vez que se cubre el planeta entero", comenta el investigador del CSIC en el Real Jardín Botánico y uno de los 41 científicos que han participado en su elaboración, Francisco Cabezas. Aunque no es una sorpresa para él, el segundo dato más revelador es el principal agente causal de este mapa: "el factor humano ha moldeado el panorama de las plantas en la naturaleza", dice.
La aportación de Cabezas al estudio no se ha centrado en la situación española, de la que ya había suficiente información, sino hacer una imagen de la flora africana, en particular la de Guinea Ecuatorial, en la que lleva trabajando varios años dentro del proyecto del mismo nombre. La importancia de esta pequeña zona de África es, además de su propia condición, que se trata de un microcosmos donde estudiar toda la flora del Golfo de Guinea y el centro de África.
"Los ecosistemas tropicales no tienen tanta disponibilidad de nichos como los del hemisferio norte. El engranaje está tan bien desarrollado que es muy difícil que llegue una especie de fuera y encuentre su hueco", explica Cabezas. Eso confirma la menor aportación de los trópicos al intercambio de plantas. Sin embargo, la pequeña excolonia española también sirve para mostrar los riesgos de la acción humana. Como dice este investigador, "el desarrollo brutal de infraestructuras como las carreteras están creando espacios, huecos, para las especies alóctonas".
Habrá quien piense que un 3,9% de especies exóticas no es para preocuparse. Que de las casi 340.000 variedades de plantas vasculares que hay en el planeta solo 13.168 hayan emigrado empujadas por el hombre, es una nimiedad. Pero eso son los valores absolutos. Hay territorios como Nueva Zelanda donde hay tantas especies locales como de fuera. Además, como dice el ecólogo de la Universidad de California Davis, Marcel Rejmánek, no relacionado con el estudio, la globalización, el cambio climático o el incremento del movimiento de personas y mercancías harán que "inevitablemente este número crezca y, a menos que se tomen medidas drásticas, no hay motivos para esperar un tope al número total de especies naturalizadas en el futuro".
http://elpais.com/elpais/2015/08/26/ciencia/1440568981_806100.html
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