viernes, 1 de agosto de 2025

Las tres palabras que nunca debes decir en una llamada: así te clonan la voz y dejan la cuenta a cero

 


  • Los ciberdelincuentes están constantemente evolucionando sus trampas y engaños



Si tuviésemos que describir a los ciberdelincuentes de hoy en día, para muchos de ellos el adjetivo perfecto sería el de ingeniosos. Esto es porque están constantemente evolucionando sus trampas y engaños para hacerse con nuestra información personal y bancaria.

Como hemos mencionado en numerosas ocasiones, cada día aparece un nuevo tipo de ciberataque que combina distintos fraudes y técnicas para tratar de evitar los controles y las protecciones que cada vez más usuarios adoptan.

Pero no siempre tiene que ser una artimaña compleja en la que te hackean el teléfono o te introducen un virus a través de un enlace fraudulento, hay ocasiones en las que en la trampa es algo tan sencillo como la forma a la que contestamos a una llamada telefónica o las palabras que decimos durante una conversación.

Por desgracia suplantar la identidad de una persona, empresa o institución es mucho más sencillo de lo que podemos creer, eso significa que muchas veces cuando recibimos una llamada que parece legítima podría tratarse de un engaño. En estos casos, los "malos" buscan que digamos una palabra concreta para luego desatar un sinfín de estafas y engaños que acaba con nuestra cuenta bancaria vacía e incluso problemas legales a nuestro nombre.

¿Qué palabras no debes decir en una llamada?

Hoy en día nos enfrentamos a la amenaza de que los estafadores graben la llamada y por lo tanto guarden nuestra voz que posteriormente utilizan para autorizar transacciones financieras, contratos o incluso falsificar nuestra identidad. Esto puede ocurrir cuando nos llaman y al coger la llamada hay silencio al otro lado, o cuando nos dicen ser alguien que en realidad no son y nos hacen una serie de preguntas.

Los estafadores están esperando a que contestemos nosotros primero o que digamos alguna de estas "tres palabras prohibidas" durante la conversación:

  1. ¿Si? o Sí.
  2. De acuerdo.
  3. Acepto.

Consejos para protegerte de este fraude y otros

Para salvaguardar tu información y dinero, la prevención es fundamental. Aquí te ofrecemos una guía clara para evitar ser víctima de engaños por teléfono:

  • Nunca compartas información sensible: no des datos personales, información bancaria o contraseñas por teléfono. Ninguna entidad legítima te los pedirá de esta forma.
  • Cuelga ante señales de alarma: si hay algo que te hace dudar o pone en alerta, cuelga de inmediato sin dudarlo y bloquea el número.
  • Revisa frecuentemente tu cuenta bancaria en busca de movimientos extraños o que tú no has hecho.
  • Denuncia y bloquea números sospechosos o que parecen fraudulentos.
  • Verifica antes de actuar: antes de nada asegúrate siempre que la identidad de la persona al otro lado es de verdad la que dice ser. Si hace falta, cuelga y llama a tu banco para seguir con cualquier trámite.

Ser 'cool' o ser 'charca': por qué lo peor que puedes hacer es señalar a los demás su propia mediocridad



Charli XCX y Troye Sivan, reyes de lo 'cool'. 
(Primavera Sound/Henry Redcliffe)



Repasamos cómo surgieron estos dos términos y a qué aluden para comprender por qué proclamarte a ti mismo como 'guay' o auténtico deslegitima cualquiera de tus acciones



Había mucha expectación por ver en directo a la artista del pop del momento en el festival más importante del mundo. Hace apenas unos días, la artista Charlie XCX subía al escenario Other de Glastonbury para interpretar los mejores temas de Brat y en un instante, presa de la emoción, gritó al público: "¡Muchísimas gracias! Sois super 'cool. Pero no tan 'cool' como yo, ¡zorras!". Este gesto deíctico hacia su público, pronunciado por una persona que se sabe en la cresta de la ola, revela mucho sobre la naturaleza de lo que se considera 'cool'.

Más allá de su manifiesta arrogancia, podemos afirmar que, a partir de ese día, Charlie dejó de ser 'cool' para siempre. A la vista está que, durante y después de su show, las redes ardieron contra ella y su música cuando hace unos meses todo el mundo la alababa. Los argumentos esgrimidos por los críticos fueron tan manidos como su uso desmesurado del Autotune y no llevar a una banda detrás. No le sentó nada bien (era de esperar) y acusó a sus 'haters' de ser unos 'boomers'. Menos 'cool' todavía. La gente 'cool' de verdad es elegante hasta recién levantada de la cama, en sus horas peores o en su mundana mediocridad.

Porque no hay nada menos 'cool' que vociferar a gritos que tú eres la que marca tendencia. Y Charlie lo hizo. Cometió ese pecado. No supo ver a tiempo que lo que más fastidia a los demás es situarte por encima de ellos, aunque sea de colegueo. De pronto y como por arte de magia, se dieron cuenta de que sus canciones están hechas con ordenador (como la del 90% de los artistas) y su voz pasaba por un programa informático, el Autotune, que falseaba su timbre y rango vocal. Y ya les dejó de hacer gracia.

Recientemente, un estudio de la Asociación Americana de Psicología ha resuelto que hay seis atributos que cumplen todas las personas que molan: extroversión, hedonismo, poder, espíritu de aventura, apertura social y sensación de autonomía. Charlie cumplía todas hasta su concierto en Glastonbury, porque no hay nada que baje más el 'molómetro' que describirse a sí mismo como genial. Sucede a la inversa con el concepto 'charca', el cual se ha vuelto muy popular los últimos meses en redes sociales: cuanto más señalas qué es o quiénes son los 'charca', más defines tus propias inseguridades o pecados culpables.


Ver la 'charca' te exime de ella

Una de las primeras personalidades en hablar del uso del concepto 'charca' en redes sociales fue la escritora Gema del Castillo, cuando en una de sus columnas lo definió así: "esas personas básicas -sin personalidad y sin remordimiento por ello- que llevan a cabo comportamientos demasiado típicos, sin cuestionarse siquiera por qué lo hacen", añadiendo una peculiaridad bastante interesante: "se supone que si haces todas esas acciones 'charca' performándolas, entonces dejas de serlo". Es decir, "todo depende del nivel de conciencia sobre el propio comportamiento".

Se puede ser rico y disfrutar de experiencias solo al alcance de unos pocos y estar ahogado en la charca como el más pobre.

Por tanto, lo que hace que algo sea 'charca' o no, no es la acción en sí, sino el señalamiento o la ironía de alguien externo. Lo 'charca' siempre son los demás. Es el término que se usa para designar a aquellos que llegan los últimos a una moda que repiten sin cesar. Ver la 'charca' te exime de ella.

Como describe de manera brillante del Castillo: "Siento que vivimos en una batalla dialéctica infinita que resulta tal que así: surge una tendencia. El sistema la emplea tanto que consigue consumirla. Como reacción, se la desprecia. Surge la 'charca'. Ahora todo es 'charca' y 'tiaxulismo'. Los propios conceptos agonizan. Los odiamos. Somos alternativos. Los reivindicamos. Somos 'mainstream'. Le damos veinte vueltas a la tortilla. Tenemos razón. La perdemos. Nos señalan. Asumimos que nuestra ignorancia es el primer paso del conocimiento. Y vuelta a empezar".


Solo es 'cool' quien esconde su genialidad

Se piensa que el significado de 'cool' al que alude el término viene de la palabra italiana 'sprezzatura', acuñada por el noble cortesano y diplomático Baltasar de Castiglione en su tratado Il Cortegiano ("El Cortesano", 1528). Mucho antes de que llegara la época de la modernidad a Europa, y con ella el espíritu de aspiración y distinción cultural que rodea lo 'cool', fue este noble italiano quien designó la actitud de despreocupación y seguridad de alguien que se siente muy seguro de sí mismo y de sus propios medios.

Lo 'sprezzante' es traducido al italiano como "desdeñoso" o "distante", de ahí que Castiglione lo viera como una forma de "disimular el arte y mostrar lo que se hace y lo que se dice sin esfuerzo, casi sin pensar en ello". Evidentemente, hay que avanzar al siglo XX y a Estados Unidos concretamente para ubicar el despunte de la palabra 'cool'. Chloe MacDonnell, periodista de The Guardian menciona en un artículo reciente que el término empieza a usarse con la explosión del jazz en la década de 1940, cuando el músico negro Lester Young desafió las normas raciales mostrándose impertérrito y sin sonreír durante un concierto. Es él también quien usó por primera vez gafas de sol en interiores, uno de los objetos más recurrentes para generar esa impresión de ser 'guay'.

Pero a la hora de la verdad, hay muy poco consenso sobre lo que de verdad es 'cool'. No son elementos concretos lo que hacen que una persona sea 'cool' de verdad, sino más bien una actitud. MacDonnell cita a Chris Black, un consultor y experto en moda, quien asegura que al final alguien 'cool' es simplemente una persona que "se siente cómoda con su identidad, es muy bueno en lo que hace o demuestra un nivel de dedicación y autoestima que es genial".


La 'charca' no entiende de clases

Volviendo al concepto de 'charca', merece la pena rescatar una lectura que hace Carmen S. en cuando ve el acto de señalar algo como 'charca' como un prejuicio elitista. "Siendo estrictos el término comprende a esas personas de bajas aspiraciones tanto culturales como económicas, cutres -o con poco sentido del gusto- y tacaños", asegura. "Es decir, un término clasista o elitista". Y sintetiza de una manera genial: "'Charca' se ha convertido en todo aquello que despreciamos cuando creemos estar mirando hacia abajo".

Esta tesis más tarde la compartió la quinqui del programa de podcast La pija y la quinqui: "Hay un clasismo intrínseco que dice: 'os ha llegado una cosa que a nosotros ya nos había llegado y ya la hemos quemado. Disfrutáis de las migajas que os hemos dejado'". Sin embargo, ciertos usuarios muy populares en X (anteriormente Twitter, que es la red social en la que empezó a despuntar el término), como Ma Wukong o Alex Chiner, respondieron a esta visión clasista del término argumentando que se puede ser rico y disfrutar de experiencias solo al alcance de unos pocos y estar ahogado en la charca como el más pobre.

Es muy interesante esta refutación de la 'charca' como prejuicio elitista, pues pone por delante el valor de una experiencia que se da por auténtica antes que por exclusiva o por lo mucho que te puede llegar a costar. Es decir, en la 'charca' no hay clases sociales, es la propia experiencia (no su coste o el nivel adquisitivo de los implicados) lo que hace de ella algo poco auténtico o real. En resumidas cuentas, como lo 'cool', es un fenómeno social que no tiene categorías firmes ni establecidas, simplemente se basa en una especie de sensibilidad que emerge aupada por lo social (generalmente la envidia o arrogancia) que hace que veamos la paja siempre en el ojo ajeno.


Cristiano Ronaldo y su baja 'Big Dick Energy'

Vale. Todos podemos ponernos unas gafas de sol aunque sea de noche, tener un perfil en Instagram de lo más envidiado o grabar un disco de pop irresistible a pesar de abusar del Autotune. Todos podemos pretender ser 'cool' en ciertos momentos de nuestra vida. Incluso, podemos hacer como Charlie y echarlo todo a perder a causa de nuestra propia arrogancia. Pero hay una 'energía' opuesta totalmente a la 'charca', una sensibilidad mucho más grande y auténtica: la 'Big Dick Energy' (BDE).

Si lo 'cool' y lo 'charca' no poseen una serie de categorías bien definidas, la 'big dick energy' ya es el colmo de la indefinición.

La 'BDE' nació con un malentendido de otra estrella de pop, esta vez Ariana Grande, en 2018, como explica la revista . En este caso, hablaba de una canción que había compuesto pensando en su novio, el cómico Pete Davidson, y una tuitera muy famosa se hizo eco del malentendido que asociaba centímetros con los minutos de la canción y el adjetivo "long". Así nació el siguiente peldaño del molómetro.

Aunque tiene una connotación cien por cien masculina (que podríamos traducir como "energía de pene grande"), en realidad sirve para designar a todo lo contrario: hombres (o mujeres también) que no necesitan hacer uso del canon masculino de fuerza, resistencia, poder o ambición para resultar fuertes, resistentes, poderosos o ambiciosos. Si lo 'cool' y lo 'charca' no poseen una serie de categorías bien definidas, la 'big dick energy' ya es el colmo de la indefinición. Existe un gran debate sobre qué personalidades públicas poseen esta cualidad (desde el actor Ryan Gosling hasta Rihanna, Cate Blanchett u Obama), pero lo cierto es que sí que se sabe muy bien quién carece de ella; esto es, aquellos que van de triunfadores por la vida, que presumen de músculo y que siempre están alardeando de lo mucho que les ha costado llegar hasta donde están.

Podríamos pensar que el máximo exponente de una baja BDE es el futbolista Cristiano Ronaldo, quien frente a las cámaras dijo en 2018 que los árbitros iban a por él porque el resto le tenían envidia al ser "rico y guapo". En un vídeo de apenas diez segundos, podríamos extrapolar estas declaraciones a la inversión de los valores morales sobre la que teorizó el filósofo Friedrich Nietzsche, cuando criticaba que el cristianismo vino a recompensar a los débiles y castigar a los fuertes.

Si Cristiano fue un pionero a la hora de encarnar esta especie de victimismo del matón de la clase, personajes de hoy en día como Llados o cualquier 'gymbro' de tres al cuarto que te ofrecen una vida plena, cargada de éxito económico y social, a cambio de sacrificio, ejercicio físico y vida ascética... se llevan la palma. Pero a ojos de los demás, eso será 'charca'; porque a fin de cuentas todo el mundo quiere aspirar a conseguir la mejor versión de sí mismo, y en ese viaje, mal que nos pese, estamos todos.


Sam Altman avisa del peligro de contarle tu vida a ChatGPT: puede ser una prueba contra ti


Sam Altman, co-fundador de OpenAI



El CEO de OpenAI ha alertado de que las conversaciones y datos de los usuarios no están protegidos ante las exigencias judiciales y pueden utilizarse como pruebas en investigaciones criminales.




Preguntarle a ChatGPT cómo enterrar un cadáver quizás no sea buena idea. Los asistentes de inteligencia artificial se han convertido en consejeros virtuales para muchos usuarios, hasta el punto de guardar secretos que podrían llevarlos a la cárcel. Pero cuidado: ChatGPT no tiene secreto de confesión. Un mensaje del propio Sam Altman, director ejecutivo de OpenAI, quien ha alertado de que los usuarios no son conscientes de que todo lo que digan puede convertirse en una prueba contra ellos si un juez lo considera necesario. El directivo compartió su preocupación en el pódcast This Past Weekend, de Theo Von, donde insistió en que si hablas sobre “tus cosas más sensibles” con el chat y luego hay una demanda, “podríamos estar obligados a entregar eso”. Y, desde luego, lo están.

La compañía, que atiende más de 2.500 millones de consultas diarias, explica en su política de privacidad que uno de los motivos por los que acumula todo tipo de información de los usuarios —como las conversaciones o los datos de registro— es “cumplir con nuestras obligaciones legales”. Estas responsabilidades son comunes a todas las empresas de telecomunicaciones, y no sería extraño que la información que guardan fuera útil para resolver un crimen.


Otros casos de testigos virtuales

Aunque todavía no ha ocurrido con ningún invento del estilo de ChatGPT, en Estados Unidos ya existen casos en los que un asistente virutal se convirtió en testigo de un crimen. El primero fue en 2015. Victor Collins, un vecino de Arkansas, fue encontrado muerto en la bañera de hidromasaje de su amigo James Bates. La policía lo encontró flotando boca abajo tras ser estrangulado. En el registro de la casa encontraron varios asistentes de voz inteligentes, entre ellos un Amazon Echo.

Este dispositivo cuenta con siete micrófonos y necesita una palabra clave para activarse. Una vez que su dueño lo llama, la conversación queda grabada. Los fiscales solicitaron a Amazon acceder a los registros de audio para comprobar si se había captado el sonido de la escena del crimen, argumentando que el dispositivo podría haberse activado por error y haber grabado información relevante para la investigación.

La compañía inicialmente se negó a entregar los datos, citando preocupaciones de privacidad y argumentando que los registros estaban protegidos por la Primera Enmienda. Finalmente, James Bates, dueño del dispositivo, consintió en compartir las grabaciones, y Amazon accedió a entregarlas. Tras examinar los registros del Echo, el caso fue desestimado en 2017 por falta de pruebas, pero sentó un precedente sobre el papel de los dispositivos inteligentes en las investigaciones policiales.

Este no ha sido el único caso en el que la multinacional estadounidense se ha enfrentado a un dilema similar. Cuando el caso Collins estaba a punto de concluir, un nuevo asesinato en New Hampshire volvió a señalar a la compañía. En esta ocasión, las víctimas fueron dos jóvenes que murieron apuñaladas. De nuevo, un asistente Amazon Echo estaba presente en el lugar del homicidio.

El juez instructor del caso determinó que existía causa probable para pensar que había grabaciones pertinentes en los servidores de Amazon que pudieran ayudar a resolver el crimen. Como en el primer caso, la posición inicial de Amazon fue resistirse en defensa del derecho a la privacidad de sus usuarios. Finalmente, tuvo que ceder ante la orden judicial.
El deber de colaborar

Ante una orden de un juez, ya sea Amazon, OpenAI o cualquier otra compañía, no tienen nada que hacer. Samuel Parra, abogado experto en derecho tecnológico, afirma que el deber de colaboración con la administración está por encima de la política de privacidad de las empresas: “Una conversación con ChatGPT puede ser objeto de solicitud por parte de la autoridad judicial, al igual que puede serlo una conversación en Instagram o un correo electrónico”, añade.

Estos casos parecen chocar con el derecho a la protección de datos, pero cuando hay una orden judicial, el conflicto se resuelve rápidamente. “No hay ningún derecho en nuestro ordenamiento que esté por encima de los demás. Si la autoridad judicial requiere información, aunque contenga datos sensibles y personales, ese ciudadano tiene que transigir, porque hay otro bien jurídico protegido, como puede ser la persecución de un delincuente”, explica Parra.

El contexto es determinante para establecer el procedimiento para solicitar la información. En el caso de España, la protección de datos se regula conforme a las directrices comunes de la Unión Europea, y es más estricta que en Estados Unidos.

Mientras que en España una orden para confiscar información de los usuarios solo puede venir de un juez, en Estados Unidos los propios funcionarios pueden realizar las solicitudes. En el caso de empresas extranjeras como OpenAI, si tienen sede en un país de la UE o tratan datos de ciudadanos europeos, también deben someterse a la normativa comunitaria.

Pero no solo los asesinos deberían estar preocupados: hay otros delitos menos graves que podrían ser investigados navegando por las confesiones hechas a ChatGPT. “No hay ninguna ley que establezca para qué delitos se puede o no pedir información. Depende de la convicción del juez, del contexto y de los indicios que existan”, dice Parra. Por ejemplo, si le has pedido a ChatGPT que te ayude a defraudar a Hacienda y un juez considera que revisar tu historial con el chat puede ser útil para la investigación, la compañía no podrá negarse a entregar esa información.

Sam Altman ha mostrado su preocupación ante el exceso de confianza de los usuarios, aunque parece tener esperanza en que la confidencialidad de estas conversaciones pueda reforzarse: “Ahora mismo, si hablas con un terapeuta, un abogado o un médico sobre esos problemas, existe una especie de privilegio legal... Y aún no hemos resuelto eso para las conversaciones con ChatGPT”, afirmaba en el pódcast de Theo Von.

Ese “privilegio legal” del que habla se regula en España bajo la figura del secreto profesional. Samuel Parra aclara que, al menos en nuestro país, hasta que ChatGPT no lleve sotana o estetoscopio, es un beneficio que en ningún caso podría alcanzar: “Es un derecho que tienen algunos profesionales, como los curas o los terapeutas, por el que no se les puede obligar a revelar la información que conocen. Una empresa, aunque tenga algún deber de confidencialidad, siempre podrá ser obligada a facilitar información a un juez”.

Las preocupaciones del directivo con respecto a las relaciones de confianza de los usuarios con ChatGPT no se limitan a las cuestiones relativas a la protección de datos. En una entrevista en la Conferencia de la Reserva Federal advertía de la peligrosa dependencia que los jóvenes están desarrollando para tomar decisiones:"Hay gente joven que reconoce que no es capaz de tomar decisiones por sí mismo sin contarle a ChatGPT, me conoce a mí, a mis amigos, hago lo que me diga, eso me hace sentir mal.".