martes, 26 de agosto de 2025

Fordlândia En 1927, Henry Ford construyó una ciudad 'a lo Elon Musk' en el Amazonas: fue una idea pésima



Una de las instalaciones de Fordlândia en la actualidad 
(Wikimedia Commons)



Henry Ford quería eliminar la dependencia de su marca del caucho asiático. Para ello, eligió un enclave en el corazón de la selva, pero no contó con los riesgos que eso implicaba




Mucho antes de que Elon Musk impulsara su ciudad privada en Texas, Henry Ford ya había intentado levantar su propia urbe industrial en un rincón remoto del Amazonas. Aquella experiencia, conocida como Fordlândia, terminó convertida en uno de los fracasos más costosos e impactantes de la historia empresarial del siglo XX.

El objetivo de Ford era abastecer de caucho a su emporio automovilístico sin depender del mercado asiático. Para ello, compró una vasta extensión de selva brasileña en 1927 y proyectó una ciudad que replicara el estilo de vida estadounidense, con hospitales, escuelas, viviendas prefabricadas y una estricta normativa laboral.

La localización, elegida por estar a cierta altura para evitar inundaciones, resultó un obstáculo logístico. Durante la estación seca, los barcos no podían acceder con facilidad, ralentizando la llegada de materiales. Además, el entorno natural impuso sus propias reglas desde el inicio: la densa vegetación, las enfermedades tropicales y la fauna local representaban un desafío permanente.

Los trabajadores contratados, en su mayoría brasileños, se enfrentaron a condiciones extremas. La imposición de normas estadounidenses, como una dieta cerrada o la prohibición de alcohol, provocó descontento generalizado. La desconexión cultural y la falta de adaptación al entorno marcaron el principio del fin del proyecto.


El monocultivo y su efecto devastador


Fordlândia apostó por un modelo agrícola basado en la plantación intensiva de árboles de caucho en hileras uniformes, sin considerar los conocimientos locales sobre la biodiversidad amazónica. Como advirtieron expertos y comunidades indígenas, esa estructura favorecía la aparición de plagas. El resultado fue una devastadora infestación de hongos y orugas que arruinó la producción.



La presión por cumplir objetivos llevó a prácticas agresivas de deforestación, incluida la quema masiva de hectáreas de cultivo. Este proceso provocó uno de los mayores incendios provocados de la región y agravó la degradación del ecosistema. El impacto ambiental fue tan profundo como el fracaso económico que generó.


Un proyecto abandonado desde la distancia

Henry Ford jamás pisó Fordlândia, a pesar de que la ciudad llevaba su nombre. La administración del enclave quedó en manos de intermediarios que nunca lograron domar las complejidades del Amazonas. Finalmente, en 1945, su nieto decidió clausurar la ciudad y vender las tierras, asumiendo pérdidas estimadas en el equivalente a entre 350 y 400 millones de dólares actuales.

Con el paso de los años, la selva recuperó parte del terreno, pero los restos de aquella urbe persisten. Las ruinas de viviendas, hospitales y fábricas recuerdan el intento fallido de imponer un modelo externo sobre un entorno que no lo toleraba. Hoy viven en el lugar unas 2.000 personas, en medio de una infraestructura decadente.