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Incendio en A Gudiña.
(EFE/Brais Lorenzo)
Johann Goldammer, una de las personas que más sabe sobre incendios, advierte que los países se centran en la extinción, "y eso significa ir siempre detrás del problema"
Hay que imaginar medio millón de campos de fútbol en llamas para entender la magnitud de los incendios que azotan España en 2025. Un año en el que han ardido 373.000 hectáreas de territorio español, según datos de Copernicus. En especial, en las provincias de León, Orense y Zamora. "Plena solidaridad con España, golpeada por el mega incendio del siglo", escribió el presidente francés, Emmanuel Macron, el 19 de agosto, en su cuenta de X.
Francia también ha sufrido este verano el que se considera el peor incendio del país en 70 años. En apenas 48 horas, las llamas del incendio de Aude, en el sur del país, devoraron unas 17.000 hectáreas, una superficie mayor que 144 veces el parque madrileño del Retiro. El fuego sorprendió a una mujer de 65 años, que falleció en su domicilio calcinado en Saint-Laurent-de-la-Cabrerisse, en "una catástrofe de una escala inaudita", como la calificó el primer ministro francés François Bayrou. Las autoridades han prohibido el acceso al bosque hasta el 25 de agosto.
"Nos encontramos ante una combinación de factores meteorológicos y climáticos, con olas de calor y un déficit de precipitaciones", explica Christophe Chantepy, experto en Protección contra Incendios Forestales de la Organización Nacional de Bosques (ONF) de Francia, a El Confidencial. Chantepy detalla que la vegetación está muy seca "y, se vuelve muy inflamable", y, "si a esto le añadimos otro factor, que es el viento, basta una chispa para que ardan superficies muy extensas, como las que están viviendo ahora mismo en España o en Portugal, y que también hemos experimentado en Francia", añade.
Y en Italia, donde se han producido más de 700 incendios en los primeros siete meses del año, que han arrasado más de 320 km², el equivalente a tres veces la ciudad de Florencia. Una situación parecida a la de Grecia, donde tras una cierta tregua los últimos veranos, gracias a un clima más moderado y rápidos despliegues de extinción desde los devastadores incendios de 2021, que abrasaron 173.000 hectáreas y dejaron 20 muertos, la tendencia a la baja parece revertirse este año. A mediados de agosto, en solo 48 horas, ardieron 10.000 hectáreas en incendios de rápida propagación en Quíos, Zante, Acaya, Préveza y Keratea, según el Observatorio Nacional de Atenas.
Un 39% de la superficie de la Unión Europea es bosque, lo que supone unos 160 millones de hectáreas, según datos de la Comisión Europea. Con un clima cada vez más seco y cálido: ¿debemos habituarnos a los destructivos incendios cada verano? "No, porque se pueden hacer cosas", responde tajante Chantepy, quien explica que, a diferencia de las inundaciones, "el fuego no empieza solo".
"En la mayoría de casos comienza por la acción humana: por una chispa, una colilla, un trabajo con maquinaria, una barbacoa… y a veces también de manera voluntaria", advierte. Un 96% de los incendios de la UE en los que se conoce la causa –la mitad de ellos— se deben a acciones humanas, ya sean negligencias o deliberadamente y solo el 4% se deben a causas naturales como un rayo, según un estudio del Centro Común de Investigación (JRC). Por lo que, "tenemos la capacidad de disminuir el número de focos", puntualiza Chantepy.
A su vez, se puede limitar la intensidad del incendio, continúa Chantepy, y "eso implica planificación territorial: abrir vías de acceso para los bomberos, disponer de puntos de agua y desbrozar, es decir, quitar parte de la vegetación cercana a los lugares donde el fuego puede ser más destructivo o donde puede iniciarse". En Francia, por ejemplo, dice, es obligatorio desbrozar alrededor de las viviendas y a ambos lados de las carreteras.
"En francés, lo llamamos la ‘cultura del riesgo’, puntualiza Chantepy, "las personas deben comprender que viven con el riesgo de incendios forestales, que está aumentando". Dice que es crucial estar alerta y se necesitan regulaciones para limitar la construcción en zonas de alto riesgo y garantizar una gestión adecuada del territorio.
El bosque del futuro para que Europa no arda
"En casi todo el mundo, el enfoque se está centrando en ampliar la capacidad de extinción de incendios y, eso significa ir siempre detrás del problema", critica el ingeniero forestal alemán Johann Goldammer, director del Centro Mundial de Monitoreo de Incendios (GFMC) y una de las personas que más sabe sobre incendios. Goldammer explica en entrevista con Der Standard que los incendios "pueden evitarse". Y para ello, hay que preguntarse "cómo podemos diseñar nuestros paisajes para que sean menos vulnerables al fuego". "Hay que preguntarse cómo debe ser el bosque del futuro", matiza.
El experto precisa que el bosque del futuro debe ser "un bosque que pueda vivir en un clima como el que ya tenemos en el norte de África". Para ello, "lo ideal es la agroforestería: una combinación de agricultura y pastoreo con bosque". Puesto que, si parte de la tierra se cultiva, no habrá tanto material combustible como en un bosque densamente poblado. "Además, las cabras y las ovejas pueden reducir constantemente el material combustible", añade.
Hay varios motivos que hacen que la región mediterránea sea tan propensa a los incendios, explica Goldammer, y parte tiene que ver con que el paisaje está cambiado. Por ejemplo, en Turquía un motivo es la reforestación a gran escala, "con plantaciones de pino que son extremadamente inflamables". A esto se suma que, tradicionalmente, el Mediterráneo ha estado densamente poblado, pero eso ha cambiado.
"Los jóvenes se van del campo a las ciudades y ya no queda nadie para trabajar la tierra", continúa Goldammer. En su lugar, dice, se reforesta o simplemente, la tierra queda en barbecho y entonces, ocurre la sucesión ecológica: "La naturaleza recupera el espacio, lo que significa que el fuego encuentra combustible porque hay mucha madera". "Así que el éxodo rural favorece los incendios forestales, y a esto se suma el cambio climático", matiza.
La política forestal es competencia de cada Estado miembro de la UE. Frente a un ciclo cortoplacista de "apagar fuegos", "es importante favorecer las actividades preventivas", asevera una reciente auditoría del Tribunal de Cuentas Europeo, que critica que las autoridades "no han aprovechado la oportunidad de mejorar el impacto de la financiación de la UE" y constata que existe "poca información sobre los resultados de los proyectos financiados por la UE y su sostenibilidad a largo plazo" así como "deficiencias en la selección de los proyectos".
Herbívoros, planificación y agroforestería
Cada vez son más las investigaciones que defienden el papel de grandes herbívoros para reducir el tipo de vegetación que incrementa el riesgo de incendio, un concepto conocido en inglés como "rewilding" (renaturalizar). Los proyecto que defienden la renaturalización apuestas por tres enfoques: primero, introducir o eliminar de manera controlada ciertos animales para recuperar las plantas autóctonas; segundo, pueden usar quemas prescritas para reducir un mayor riesgo de incendios y tercero, facilitar la conexión entre hábitats, "como un parque natural con zonas agrícolas para facilitar la dispersión de semillas", explica el centro de investigaciones CREAF.
Esfuerzos similares de la llamada "renaturalización" también se están llevan a cabo en el sureste de Bulgaria a través del proyecto ‘Del Telón de Acero al Cinturón Verde’ que tiene el objetivo de reemplazar plantaciones inflamables de coníferas no nativas por especies caducifolias más resilientes y establecer cortafuegos de 100 metros para interrumpir la continuidad del combustible.
Más superficie quemada pero menos muertos
Un dato alentador es que, a pesar del aumento de superficie quemada, las muertes han disminuido, "posiblemente una señal de que las evacuaciones rápidas, las alertas públicas y las lecciones de desastres pasados están dando frutos", explica en conversación con OBCT/El Confidencial Marina Gavrilaki, Embajadora del Pacto Climático de la UE para Grecia y cofundadora de la startup Physisorg. Sin embargo, subraya que el impacto ecológico sigue siendo grave: "Más del 55% de las áreas quemadas se encuentran dentro de sitios Natura 2000", alade.
La situación es compleja, "y debe abordarse en ese nivel de complejidad, porque a veces se dan soluciones puntuales o análisis superficiales", advierte Giulia Casamento, responsable de Biodiversidad y Ceas de Legambiente Sicilia, quien cree que, a su vez, hay un problema cultural de fondo: "se subestima la gravedad de los incendios, sobre todo en el ámbito agrícola" y "no se sanciona adecuadamente".
Alcornoques y encinas en Portugal
La restauración de ecosistemas y gestión forestal basada en la naturaleza; la planificación del paisaje; la protección de humedales, turberas y bosques de montaña y el rehumedecimiento de turberas –cuando se secan, se vuelven altamente inflamables— son algunas recomendaciones de WWF y BirdLife para prevenir incendios. Otra de las recomendaciones implica la sustitución de especies exóticas de árboles inflamables por especies nativas más resistentes, algo que están poniendo en marcha algunos países europeos. Por ejemplo, en el municipio portugués de Alenquer, el pino carrasco está siendo reemplazado por alcornoques y encinas.
Pero para transformar un paisaje, se necesita tiempo y recursos: "Hacen falta muchos años, a veces incluso décadas", advierte Goldammer. Y, "eso es una tarea difícil para los políticos", concluye.