miércoles, 13 de agosto de 2025

Valentino Garavani, el último emperador de la moda: la vida íntima de un perfeccionista




“No puedo ver a una mujer mal vestida”, apunta Valentino Garavani en Valentino. A Grand Italian Epic Jean-Paul Goude


Garavani fue el último modista que creó bajo sus propias reglas hasta el final de su carrera, que ahora se documenta exhaustivamente en un libro


“Comparados contigo, los demás hacemos harapos”, susurró Karl Lagerfeld a Valentino Garavani en julio de 2007, apenas segundos después de que concluyera el majestuoso desfile de alta costura con el que el diseñador italiano celebraba 45 años en la moda. La escena, capturada en Valentino: The Last Emperor, se convirtió en uno de los momentos más icónicos del documental que dirigió Matt Tyrnauer. Más allá del halago entre colosos, aquella frase resume una época: en plena era de conglomerados, donde firmas centenarias pasaban a manos de ejecutivos y fondos de inversión, Garavani era el último emperador que seguía creando bajo sus propias reglas. Un año después, en 2008, se retiraría dejando tras de sí una idea de elegancia que parecía ya en vías de extinción.

Casi dos décadas más tarde, el propio Tyrnauer vuelve a narrar su historia. Esta vez como editor de Valentino. A Grand Italian Epic, la reedición de Taschen que consagra la vida y la obra del creador en un volumen de 576 páginas que recorre desde sus primeros bocetos en Roma hasta sus últimos grandes desfiles en París. El libro, diseñado por Armando Chitolina, ofrece una visión panorámica del genio detrás de la casa: dibujos originales, retratos íntimos, campañas de moda, archivos personales, escenas cotidianas y recuerdos públicos. A todo ello se suman ensayos de nombres clave como Suzy Menkes, John Fairchild, Ingrid Sischy o Graydon Carter, y notas publicadas en el New York Post o Women’s Wear Daily que documentan fiestas, amistades y pequeñas batallas de una época de esplendor.

Valentino

Jerry Hall lleva un traje de lana color miel con cuello y puños de marta cibelina de la colección otoño-invierno 1975-76 de Valentino 

 Gian Paolo Barbieri

Pero más allá de los archivos, lo que brilla en cada página es una forma de entender la moda como construcción de un mundo propio. Valentino no hacía ropa, creaba atmósferas. Como él mismo afirma en una de las entrevistas incluidas: “Creo que he tenido éxito porque durante todas estas décadas me preocupé por hacer ropa hermosa. Olvidémonos de la moda. A veces va en direcciones equivocadas: el look grunge, el desaliño. No me importa. No puedo ver a una mujer mal peinada, con un maquillaje estúpido o un vestido que ridiculiza el cuerpo. No soy ese tipo de creador. Siempre quise que, al entrar en un sitio, una mujer hiciera que todos se girasen y dijeran: ‘¡Estás sensacional!’”

Su devoción por la belleza absoluta atrajo desde muy pronto a una clientela igualmente legendaria. Elizabeth Taylor descubrió la etiqueta durante el rodaje de Cleopatra en Roma. Audrey Hepburn y Nan Kempner se rindieron a su clasicismo. Y Jacqueline Kennedy fue presentada a Valentino por Gloria Schiff, editora de Vogue, en un momento delicado tras el asesinato de JFK. “Me dijo: ‘Aunque quisiera salir, no tengo nada que ponerme’”, recuerda Schiff en las páginas del libro. Años después, Valentino firmaría el vestido de boda de Jackie con Aristóteles Onassis.

Valentino

Corpiños de jersey drapeados y faldas globo muaré de la colección otoño-invierno 1984-1985 de Valentino 

 David Bailey

Entre los códigos eternos de la casa destaca, por supuesto, el rojo Valentino: un pigmento inconfundible compuesto por 100% magenta, 100% amarillo y un 10% de negro. Pero también los volantes teatrales, los bordados minuciosos, el corte principesco de sus vestidos y esa forma tan italiana de convertir el exceso en virtud. En palabras de Suzy Menkes, un estilo marcado por “un glamur espumoso, sensual, goloso”.

Garavani fue, sobre todo, un diseñador de la mirada masculina idealizada: la suya. Pero a diferencia de otros creadores que asociaron el erotismo al exceso de piel, a los cortes agresivos o a la estética de club, su idea de sensualidad era más cinematográfica, más velada, más old Hollywood. El cuerpo nunca desaparecía, pero tampoco se imponía. Más bien se insinuaba, como los perfumes caros. Lo suyo no era el deseo descarado, sino el poder suave del encaje, el satén, los escotes en la espalda, los hombros caídos, las faldas que flotan pero no exponen. Era sexy sin ser sexual. Un sexy que sabía que el misterio dura más que el impacto.

Valentino

Claudia Schiffer con vestido de crepé de la colección primavera-verano 1995 de Valentino 

 Arthur Elgort

Las páginas más íntimas del libro muestran a Garavani en su château del siglo XVII en Wideville, a las afueras de París, paseando en albornoz por jardines diseñados al milímetro, sentado a la sombra con gafas oscuras incluso bajo cielos nublados, o rodeado de sus carlinos — Milton, Monty, Margot, y Maude— en Gstaad, en el Valentino yacht o en una terraza dorada por el sol mediterráneo. Son postales de una vida vivida como si fuera un desfile. Una coreografía diaria en la que no había contradicción entre el lujo desmedido y la disciplina estética. Entre la opulencia y el orden. Su mundo no era un decorado: era una construcción total de belleza.

Junto a él, en muchas de esas imágenes, aparece Giancarlo Giammetti: socio, amigo, confidente, pareja en otros tiempos y, sobre todo, arquitecto silencioso del imperio. Su relación —a medio camino entre la complicidad romántica y la sociedad empresarial— fue uno de los grandes pilares de la maison, y sigue siendo el gran sostén de su vida. 

Valentino

Valentino. A Grand Italian Epic retrata al diseñador irrepetible a través del montaje coral de textos, imágenes y recuerdos 

 Taschen

Giammetti no solo organizaba desfiles y agendas: también velaba por el equilibrio emocional de un creador que necesitaba que todo fuera perfecto. En The Last Emperor se ve cómo discuten por detalles minúsculos, cómo viajan en jet privado y cómo, al final, se entienden sin palabras. Esa intimidad, también presente en el libro, explica por qué la casa fue, durante décadas, algo más que una marca: un pequeño reino gobernado por dos personas que compartían una visión estética y vital.

Valentino. A Grand Italian Epic es, como su nombre indica, una epopeya: no solo de la moda, sino de un modo de habitar el mundo. No solo retrata a un diseñador irrepetible, sino también la última gran fantasía de la alta costura antes de que la industria cambiara para siempre.


Raquel Fernández Sobrín