
Crece el interés turístico por el continente helado antes de que el cambio climático lo transforme para siempre
Voces sobre el terreno
El último refugio intacto del planeta
Maria Intxaustegi Molina, la guía de Lindblad Expeditions, ha perdido la cuenta de sus travesías antárticas. “Cuando ves un glaciar derrumbarse, los viajeros piensan en la urgencia de actuar contra el cambio climático”, cuenta. Sus charlas, entre icebergs y colonias de pingüinos, conectan a los viajeros con la fragilidad del continente. “Los turistas ya no vienen solo por aventura; quieren entender este lugar frágil y llevar su mensaje por la vida”, dice. Para ella, el turismo responsable es una herramienta de conservación que transforma.
Jorge Flies, gobernador de Magallanes y la Antártica chilena, ve en el turismo un motor para su región: “La Antártida posiciona a Chile como líder en sostenibilidad”, afirma. Subraya el éxito del Tratado Antártico: “Es un modelo de paz y ciencia que equilibra intereses globales”. Los cruceros generan empleos en logística, hotelería y guías, fortaleciendo la identidad de Magallanes como puerta al continente blanco. “La ética y la sostenibilidad son el camino”, insiste. Ambos, vasca y chileno, coinciden: visitar la Antártida cambia a las personas. Tras navegar por el pasaje Drake o caminar cerca de pingüinos y focas, los viajeros regresan con un compromiso. Sin embargo, el aumento de visitantes, una vez superados los 100.000 despierta dudas. ¿Es sostenible? María defiende las normas de la IAATO: “No todo el mundo puede navegar aquí”. Flies apuesta por la vigilancia: “Proteger este rincón prístino es un deber”. La Antártida, su silencio helado y su belleza única, exigen responsabilidad para seguir siendo el último refugio intacto del planeta.
Jorge Flies, gobernador de Magallanes y Antártida Chilena, defiende su potencial: “Antártida es clave en el clima mundial, una reserva de agua dulce y biodiversidad. El Tratado Antártico, un éxito diplomático, equilibra ciencia, paz y sostenibilidad”. Desde Punta Arenas y el minúsculo Puerto Williams, los cruceros generan grandes ingresos, impulsan empleos en hotelería, logística y guías locales. “El turismo visibiliza a Magallanes como puerta al continente blanco”, añade Flies, destacando la formación de guías y la infraestructura portuaria que posiciona a Chile como líder en la gestión sostenible.

Pingüinos en la Antártida
María, con incontables travesías en su haber, observa cambios curiosos en la región: “El año pasado tuvimos 21°C, algo inédito, aunque este año vimos más hielo que nunca”. Sus charlas sobre el krill, pilar del ecosistema, o el derrumbe de glaciares, transforman a los turistas en embajadores del continente. “Antes no sabían qué encontrarían. Ahora vienen concienciados”, asegura. Este “turismo de última oportunidad” refleja una urgencia: ver la Antártida antes de que el cambio climático la altere irreversiblemente. El Tratado Antártico de 1959 prioriza la ciencia, aunque no prohíbe el turismo. Operadores como Lindblad, con su enfoque educativo, minimizan el impacto. El equilibrio es delicado. Los científicos temen que el tráfico marítimo y las especies invasoras alteren este laboratorio del clima. La Antártida, con su belleza única, plantea una pregunta: ¿hasta cuándo podremos visitarla sin dañarla?.