miércoles, 6 de agosto de 2025

¿Hasta cuándo podremos visitar la Antártida?

Un barco de pasaje con casco reforzado para la navegación entre hielos, fondeado cerca de una pingüinera Propias



Crece el interés turístico por el continente helado antes de que el cambio climático lo transforme para siempre




El séptimo continente, el más remoto, fascina al mundo. Tiene 14 millones de km² cubiertos en un 98% por hielo y guarda el 70% del agua dulce del planeta. Este laboratorio natural atrae también a viajeros en busca de lo sublime. En la temporada 2023, según la IAATO, la Asociación Internacional de Operadores Turísticos de la Antártida, fue visitada por más de 100.000 personas. Este ha sido un salto notable frente a los poco más de 10.000 anuales de finales de los noventa. Ante esta situación, la pregunta es obvia: ¿puede este frágil ecosistema soportar el peso de nuestra admiración?

Desde Punta Arenas o Puerto Williams (Chile) y Ushuaia (Argentina), los cruceros desafían el célebre pasaje Drake para llegar a la península Antártica. Últimamente, también se ofrece llegar directamente allí, evitando dos días de navegación movida a cambio de un par de horas de vuelo con los aviones de aerovías DAP. Ya en el continente helado y navegando con zodiacs que llevan los barcos de expedición, los visitantes recorren canales flanqueados por icebergs azulados, observan pingüinos adelia deslizándose en el hielo y focas leopardo descansando sobre témpanos.

María Intxaustegi, historiadora y guía de Lindblad Expeditions, captura la magia: “Hay charlas que doy a bordo en las que notas que los que te escuchan llevarán el mensaje de la fragilidad de la Antártida por la vida”. Sus relatos sobre exploradores como Shackleton o el retroceso de los glaciares emocionan a los viajeros, que pagan entre 8.000 y 20.000 dólares por travesías de 10 a 20 días, o hasta 50.000 por expediciones de lujo con kayak o buceo polar. El turismo, concentrado en el verano austral (noviembre-marzo), cuando las temperaturas rondan los 0°C a -10°C, opera bajo estrictas normas.

La IAATO limita los desembarcos a 100 personas, exige desinfección de botas y prohíbe tocar la fauna. “Nunca va a ser un destino masivo”, dice María. “Los comités polares son exigentes. No es un patio de recreo”. Sin embargo, el aumento de visitantes provoca debate. Los cruceros, con su huella de carbono y el riesgo de contaminación preocupan a los científicos de las diferentes bases, como la chilena Frei, que ven en el turismo una amenaza a su trabajo, aunque también una vía para divulgar la ciencia.

Jorge Flies, gobernador de Magallanes y Antártida Chilena, defiende su potencial: “Antártida es clave en el clima mundial, una reserva de agua dulce y biodiversidad. El Tratado Antártico, un éxito diplomático, equilibra ciencia, paz y sostenibilidad”. Desde Punta Arenas y el minúsculo Puerto Williams, los cruceros generan grandes ingresos, impulsan empleos en hotelería, logística y guías locales. “El turismo visibiliza a Magallanes como puerta al continente blanco”, añade Flies, destacando la formación de guías y la infraestructura portuaria que posiciona a Chile como líder en la gestión sostenible.

Pingüinos en la Antártida

Pingüinos en la Antártida 

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María, con incontables travesías en su haber, observa cambios curiosos en la región: “El año pasado tuvimos 21°C, algo inédito, aunque este año vimos más hielo que nunca”. Sus charlas sobre el krill, pilar del ecosistema, o el derrumbe de glaciares, transforman a los turistas en embajadores del continente. “Antes no sabían qué encontrarían. Ahora vienen concienciados”, asegura. Este “turismo de última oportunidad” refleja una urgencia: ver la Antártida antes de que el cambio climático la altere irreversiblemente. El Tratado Antártico de 1959 prioriza la ciencia, aunque no prohíbe el turismo. Operadores como Lindblad, con su enfoque educativo, minimizan el impacto. El equilibrio es delicado. Los científicos temen que el tráfico marítimo y las especies invasoras alteren este laboratorio del clima. La Antártida, con su belleza única, plantea una pregunta: ¿hasta cuándo podremos visitarla sin dañarla?.


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