Cómo afrontar la ansiedad y el estrés que nos produce la pandemia
Hallar el equilibro emocional y la serenidad en las relaciones personales es imprescindible para sobreponerse en los momentos de tensión, desánimo o incertidumbre Sònia Pulido
Psicólogos y expertos ofrecen consejos para evitar que los períodos de restricciones o el temor a ser contagiado por el virus causen estrés y preocupaciones excesivas que puedan paralizar o aumentar el sufrimiento
La incertidumbre provocada por la pandemia está alumbrando, dicen los expertos,un monstruo con varias cabezas (la salud, el trabajo, los hijos …) que anticipa amenazas reales o imaginarias. ¿Y si pierdo el trabajo?, ¿Y si la covid-19 afecta mi capacidad pulmonar? ¿Y si…? Una situación que motiva que proliferen iniciativas cada vez más efervescentes para mantener la calma. El último grito sonlos llamados consultores espirituales que comienzan a proliferar en EE.UU.y que mezclan el lenguaje de lo sagrado con el lenguaje de la consultoría de gestión para ofrecer a los teletrabajadores la posibilidad de compartir sus preocupaciones y obtener soporte espiritual.
También se están popularizando calcomanías con la llamada plegaria de la serenidad: “Dios, concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor para cambiar las cosas que puedo cambiar y la sabiduría para conocer la diferencia”. Según parece, su autor, el teólogo Reinhold Niebuhr, escribió el texto en 1943 para combatir la ansiedad que provocaba la II Guerra Mundial.
Un momento convulso
“Estamos en el momento de más ansiedad generalizada de la historia moderna”, aprecia el escritor y periodista Miralles
Pero si los consejeros espirituales norteamericanos forman parte de la parafernalia que ha traído la covid-19, es posible que la frase de Niebuhr encierre una enseñanza provechosa. “Estamos en el momento de más ansiedad generalizada de la historia moderna”, aprecia Francesc Miralles, escritor y periodista especializado en psicología, toda vez que autor de libros como Todo saldrá bien (Cúpula).
En opinión de este experto, el deseo insatisfecho de estabilidad y la dificultad de prever futuro está llevando a lo que los budistas denominan “mente de mono”, esto es, a saltar de pensamiento en pensamiento en función de lo que sucede en el exterior y a caer en la terribilitis, el término que usa el psicólogo Rafael Santandreu para nombrar la tendencia a pensar que todo irá a peor. “En cambio, hay culturas que saben que lo bueno y lo malo que sucede es temporal, por lo que perciben el presente como ver pasar nubes sobre un lienzo blanco”, ejemplifica.
Diferencias entre campo y ciudad
Las culturas urbanas son más histéricas por culpa de la inmediatez y el control, mientras las tradicionales están habituadas al cambio
Miralles se ha referido en ocasiones al “zen del asfalto” para dar a entender que es en las ciudades donde más falta hace la tranquilidad. “Lo que podría llamarse el zen del asfalto es una invitación a buscar la paz y la lucidez, en medio de una metrópoli ruidosa”, indica. “Las culturas urbanas son más histéricas, porque son culturas de la inmediatez, donde todo es más cuadriculado. En cambio, las culturas tradicionales contemplan el cambio como parte fundamental de la vida, en tanto están acostumbradas a fluir con el clima y a perder las cosechas por causas meteorológicas, a diferencia de las urbanas, que son más artificiales y, por lo tanto, tienen un deseo permanente de control y de que todo suceda de una determinada manera”, apostilla. Visto así, una posible moraleja es que, pese a la dificultad de la empresa, hay que intentar vivir con la máxima serenidad la pandemia.
Miralles pone como ejemplo al escritor Gaspar Hernández, autor de libros como El oficio de vivir bien (Aguilar) o El silencio, obra con la que ganó el Premio Josep Pla en 2009. “Cuando entrevisté a Gaspar Hernández, me dijo que la pandemia le sorprendió durante el lanzamiento de su nuevo libro, cuando ya tenía un montón de charlas programadas, presentaciones y entrevistas, y que todo se le vino debajo de repente, lo que le sumió en un estado de ansiedad que le llevó a pensar que el libro fracasaría”, relata. “Gaspar me dijo entonces algo interesante: hay que abolir el futuro cuando no lo puedes controlar. Es decir, prohibirse a uno mismo el tiempo futuro y ocuparse solamente del día en curso”, explica.
Posiblemente, alcanzar la serenidad en tiempos de coronavirus se está convirtiendo en una de las piedras filosofales del momento presente, como demuestra la gran producción editorial centrada en conseguir la ataraxia, la palabra que utilizaban los antiguos griegos para tener autodominio sobre los acontecimientos externos, fueran cuales fuesen.
Otro tanto piensa Patricia Ramírez, “una psicóloga de la vida cotidiana” –según se define– autora de libros como Cuenta contigo (Conecta) y, anteriormente, de Educar con serenidad (Grijalbo) o Entrénate para la vida (Espasa), entre otras obras. “Sobre cómo alcanzar la serenidad y combatir la ansiedad, hay libros maravillosos como La trampa de la felicidad (Planeta), de Russ Harris, o Sal de tu mente, entra en tu vida (Desclée De Brouwer), de Steven C. Hayes”, aconseja esta psicóloga.
También a Ramírez el coronavirus le cogió con el pie cambiado. Al respecto, no deja de ser curioso observar cómo están predicando con el ejemplo los propios psicólogos a la hora de poner en práctica durante el coronavirus los consejos que posteriormente ofrecen a sus clientes en la consulta. Porque…¿hay algo bueno en no tener la vida bajo control?
“Yo, por ejemplo, me he reinventado”, contesta Ramírez. “Antes de la pandemia tenía montada mi actividad de puertas afuera, porque había dejado de ver a pacientes y me dedicaba a dar conferencias en empresas, a mis intervenciones en radio y televisión y a la obra de teatro que había montado con Silvia Congost: Diez maneras de cargarte tu relación de pareja. Pero se anuló todo…”, prosigue. “Así que decidí reinventarme y montar una plataforma para impartir talleres virtuales que ha funcionado muy bien, porque ahora llego a Latinoamérica. Asimismo, como no podía abarcar tantos pacientes, he montado una consulta virtual con ocho compañeras. A mi, la falta de control sobre cosas que tenía muy controladas, me ha dado una perspectiva de trabajo distinta”, admite.
No obstante, si se trata de aconsejar sobre cómo sortear la ansiedad anticipatoria que está provocando el coronavirus por no saber que ocurrirá mañana, los expertos proponen no perder de vista estas estrategias:
Contra el desorden exterior...
... el orden interior
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Cuando reina el desorden exterior, tener un orden interior puede atenuar el desasosiego, recuerda Ramírez. “Se trata de fomentar un orden personal basado en rutinas que den seguridad. Puede tratarse de guardar unos horarios, de tener la casa ordenada o de tirar cosas que sobren, es decir, de que el hogar no sea un caos, porque cuando hay confusión y desorden en el exterior, es necesario un orden interior”, reflexiona.
Mejor no pensar en lo que puede pasar...
... porque es probable que no pase
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“Durante mi vida, he sufrido muchas desgracias que nunca llegaron a suceder”, señaló en su día el escritor norteamericano Mark Twain, autor de libros inolvidables como El príncipe y el mendigo, Un yankee en la corte del rey Arturo, Las aventuras de Tom Sawyer o Las aventuras de Huckleberry Finn. Esta frase de Mark Twain es muy celebrada entre los expertos en psicología por prevenir del peligro de anticipar el futuro. Hay otras sentencias parecidas como, por ejemplo, “Desear lo mejor, recelar lo peor y tomar lo que viniere”, como sugería el pintor francés Eugène Delacroix. Es decir, concurren tantas variables, que aunque exista la tendencia a pensar que el problema aparecerá por un lado, lo más común es que surja por un lugar imprevisto. “Viene a ser algo parecido a lo que dicen los porteros: la pelota nunca acaba entrando por dónde uno había pensado”, recuerda Miralles esbozando un símil futbolístico.
Si insiste en pensar que le pasará algo...
... puede que al final le acabe sucediendo
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Hay que mirar de frente a la intranquilidad y cortarle las alas. En opinión de Ramírez, si una persona piensa que acabará contagiándose de coronavirus (o que le sucederá cualquier otra desgracia relacionada con la pandemia…) es más probable que suceda. “El consejo es poner distancia con las cavilaciones negativas, a ser posible con sentido del humor”, sugiere. “Mi recomendación para quienes tienen estos pensamientos es que le digan a su mente: “Qué cansina eres, todo el día anticipándome desgracias, que si pasará esto, que si pasará lo otro. Si no te importa, voy a pensar en otra cosa y luego, si tengo tiempo y me apetece, igual te escucharé otra vez. Ahora no es el momento”, propone. Como pequeña nota a pie de página, hablar solo en voz alta “es sanísimo”, tranquiliza Ramírez, “especialmente si son palabras serenas que ayudan a relacionarse con uno mismo”.
Concéntrese en lo que puede controlar...
... y olvídese de lo que no esté en sus manos
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Conviene concentrarse en las cosas que se pueden controlar y no obsesionarse con las que no. “Por ejemplo, si tu hijo va al colegio y en su clase hay un positivo, lo controlable es llevarlo al hospital a que le hagan la PCR, mientras que lo incontrolable es pasarse tres días comiéndose las uñas en espera de saber el resultado. Conviene controlar únicamente lo que está en nuestras manos”, argumenta.
Ponerse en lo peor podría servir...
... pero es mejor dejar vivir el presente
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Pensar ocasionalmente en lo peor puede ayudar a amortiguar los miedos. Imaginar alguna vez el peor de los escenarios puede contribuir a que, llegado el momento, no coja por sorpresa y servir para preparar un plan alternativo. Sin embargo, el consejo de Ramírez es no imaginarse ni lo peor ni lo mejor, sino fluir por el presente.
La mente no puede cargar con todo...
...el cuerpo también debe ayudar
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Las grandes victorias siempre son psicológicas pero no hay que poner todos los huevos en el cesto de la mente. “Aunque la actitud es muy importante, no hay que volcar todo el peso en la mente, porque no todo el mundo tiene las mismas circunstancias socio-económicas o culturales”, advierte Ramírez. “Creo que es meter mucha presión a la gente decirle que todo se puede solucionar con una actitud positiva”, opina. En resumidas cuentas: no centrarlo todo en la cabeza, sino también ocuparse del cuerpo. Por ejemplo, “llevar una alimentación saludable, practicar actividad física y tener un sueño reparador para que los neurotransmisores relacionados con la relajación y el bienestar puedan regularse”, sugiere esta experta.
Mejor que luchar contra las emociones...
... es dejar que fluyan
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Hay que evitar luchar contra aquello que nos irrita. Los psicólogos llaman meta-emoción a la idea de que cada vez que luchamos contra una emoción emanamos otras emociones posteriores. Es decir, “al enfadarnos por la situación que vivimos nos enfadamos al mismo tiempo por estar enfadados, lo que propicia un segundo nivel de malestar”, explica Miralles. En opinión de este experto, no se trata de luchar contra una emoción, sino de dejarla fluir sin aferrarse a ella, para no entrar en un bucle negativo.
Observe sus pensamientos con distancia...
... porque puede que no sean 'la realidad'
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Practicar la meditación formal o…informal. Porque…¿hay otros caminos para mantener la calma que no pasen por la ortodoxia espiritual? Según indica Miralles, un profesor de yoga de Los Angeles, Arthur Jeon, abordó este tema en “Dharma urbano” (Ediciones B). He aquí uno de los consejos de este californiano: “observe sus pensamientos con distancia y no los confunda con la realidad. Así será capaz de distinguir lo neurótico de lo útil”. Otro consejo: “Sea consciente de que cualquier cosa que suceda, buena o mala, cambiará”. Un tercero: “Huya de la idea de que en la ciudad vive amenazado por las personas y las situaciones”. Puesto que la serenidad es un estado mental, Jeon sostiene que “el sufrimiento no lo generan las personas que nos rodean ni el lugar en el que nos encontramos, sino la lectura que hacemos de lo que nos sucede”, anota en su libro. Respecto a la posibilidad de meditar informalmente, Ramírez propone poner los cinco sentidos en una única tarea (y pone de ejemplo “cortar verdura” o “darse una ducha sin pensar en otra cosa que no sea la temperatura del agua y la sensación que produce”) para experimentar el aquí y ahora y no proyectarse hacia el pasado o el futuro.
Es mejor adaptarse a una situación adversa...
... que enfrentarse a ella y “romperse”
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Ser resiliente. El término está de moda desde hace tiempo. Luis Rojas Marcos, profesor de Psiquiatría en la Universidad de Nueva York, dedicó en su día un libro (Superar la adversidad: el poder de la resiliencia) a este concepto proveniente de la metalurgia que nombra la capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o situación adversa. La segunda acepción del término, según la Real Academia Española, es la capacidad de un material, mecanismo o sistema para recuperar su estado inicial cuando ha cesado la perturbación a la que había estado sometido. Así pues, se trata de adaptarse lo mejor posible a una situación complicada, en lugar de “romperse”.
La serenidad no se halla en ninguna parte...
... pero se encuentra en la búsqueda
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Inspirarse en culturas más serenas. La cultura asiática enseña que la mayor o menor gravedad de un acontecimiento reside en la manera de filtrarlo a través la mente, lo que podría explicar que algunas personas se ahoguen en un vaso de agua, mientras otras se sobreponen ante las mismas adversidades. Hace unos años, Lonely Planet impulsó un libro titulado Calm. Secretos para la serenidad a través de las culturas del mundo (GeoPlaneta). Según puede leerse en esta obra, “la serenidad no está en ninguna parte y está en todas. No está en un lugar, está en la búsqueda” y tanto puede encontrarse “renunciando al control del entorno seguro, como cuando uno baila hacia atrás en un tango argentino”, como “dándole un masaje shiatsu a un gato”.
ANTONIO ORTÍ 19/10/2020 06:00Actualizado a 19/10/2020 08:18