Vistas del mar Tirreno desde Villa Cimbrone, en Ravello (CAHKT / Getty Images/iStockphoto)
La estrella cinematográfica se alojó en los años 30 del siglo pasado en Ravello, una de las localidades más hermosas de la Costa Amalfitana
Corren los años 30. Una atractiva actriz en la cumbre de su carrera y su amante, un importante director de orquesta que acaba de abandonar a su mujer, se esconden de las miradas del mundo -y sobre todo de la prensa- en una pequeña localidad de la costa italiana. Este podría ser, a agrandes rasgos, el argumento de una película o de alguna novela ambientada en el Hollywood dorado, sin embargo, los protagonistas de la historia son reales.Sus nombres: Greta Garbo y Leopold Stokowski, dos celebridades de carne y hueso de la época.
La pareja alquila y se refugia en Villa Cimbrone, una imponente construcción del siglo XI, rodeada de jardines y espectaculares vistas sobre el pueblo de Ravello, uno de los más hermosos de la Costa Amalfitana . Enclavado entre colinas y salpicado de palacios, parques, bosques y delicadas construcciones, Ravello no está bañado por las aguas del mar Tirreno, como Positano o Amalfi, pero su paisaje y su glamur han sido un polo de atracción de artistas, políticos e intelectuales.
Aquí Richard Wagner se inspiró a la hora de crear el jardín de Klingsor y escribió el segundo acto de Parsifal; se hospedaron en su día pintores como Joan Miró o el holandés Maurits Cornelis Escher; escritores como Virginia Wolf y D. H., que imaginó en este escenario algunos capítulos de El amante de Lady Chatterley; estadistas de la talla de J.F. Kennedy y François Mitterrand, y actores y cantantes como Peter O`Toole, Humphrey Bogart o, más recientemente, Mick Jagger.
Villa Cimbrone
Acostumbrados a una vida rodeada de ajetreo y lujo -aunque su fama de tacaña la acompañó durante toda la vida-, las semanas que la protagonista de éxitos como Ninotchka, Gran Hotel o Anna Karenina y su amante permanecieron en la localidad italiana, situada a unos 37 kilómetros de Nápoles , deberían haber sido un bálsamo en el más completo anonimato. Sin embargo, a pesar de la voluntad de discreción de los protagonistas de esta historia, los lugareños no escatimaron en contar detalles (reales o no) sobre la estancia.
Paseos por el pueblo y por los alrededores de la villa, almuerzos vegetarianos en el cercano hotel Caruso, ordeño de vacas y recogida de flores fueron, según estos improvisados relatores, algunas de las actividades que detallaron a la legión de reporteros apiñados en las inmediaciones. Para a pareja quedaron sus experiencias en el interior de Villa Cimbrone, una propiedad irrepetible, dotada de todos los lujos que sus huéspedes pudieran desear.
La finca, situada en un enclave privilegiado -una colina frente al mar acariciada por la cálida brisa que llega del Golfo de Salerno-, fue remodelada de forma exquisita a principios del siglo pasado por Lord Grimthorpe, un excéntrico noble británico que combinó estilos, elementos y recuerdos de sus viajes exóticos. Sus jardines son, sin lugar a dudas, incomparables.
Repleto de estatuas de estilo romano, pequeños templos, cuevas naturales y otras muchas obras de arte, culminan en un mirador que el escritor americano Gore Vidal, fascinado, describió como el más bonito del mundo. Las vistas desde la terraza al infinito, elevada 365 metros sobre las aguas del Tirreno, casi suspendida en el aire, cortan la respiración.
Esta sensación de inmensidad debió sentirla también la diva escandinava en 1937; la misma que pueden percibir quienes visiten en la actualidad los jardines de Villa Cimbrone, abiertos al público, previo pago de 7€.
La villa es, 83 años más tarde, un hotel de lujo de 19 habitaciones regentado por la quinta generación de la familia Vuilleumier, que ha respetado y conservado los elementos arquitectónicos y de diseño originales. En la decoración destacan los frescos, las piezas de arte y las antigüedades, que ofrecen un ambiente exquisito y acogedor.
Hoy, los más románticos pueden alojarse en la suite Greta Garbo, una lujosa estancia de techos abovedados con vistas a la costa y al mar; todo un homenaje a la estrella cinematográfica y un auténtico regalo para cinéfilos y huéspedes nostálgicos.
La finca, situada en un enclave privilegiado, fue remodelada de forma exquisita a principios del siglo pasado
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