El inicio de la campaña de vacunación ya se asoma y pese a que se abre la puerta al progresivo control de la pandemia, no todos los ciudadanos estarían dispuestos a ponerse los primeros en la cola. Así lo reflejaba el sondeo del CIS hecho público este diciembre. Un 55% preferiría esperar, y un 8% aseguraba que no se vacunará en ningún caso. “Las reticencias son normales –explica Josep Lobera, profesor de Sociología (UAM)– la cuestión es cómo vamos a comunicar para que las personas que están indecisas, las que se mueven en el terreno de los grises y cuya decisión es fundamental, se decanten y vean que pueden vacunarse con tranquilidad”.
Este grupo de personas es amplio, y sus reticencias responden a varias y diferentes cuestiones. Por ello, Lobera, analista de la sociología de la ciencia, subraya que lo que no se debe hacer desde los poderes públicos es demonizar a este extenso colectivo, acusarlos de ser “antivacunas”. “Hay que estar receptivos a sus dudas –indica–, que son legítimas, abrir canales de comunicación, ya que es verdad que muchos ciudadanos desconocen los procesos de validación de una vacuna”.
Se observa una prevención en estos grupos ante los sistemas de la ciencia y de los expertos en su relación con la política, señala el investigador. La política se ha ido erosionando, sobre todo en países con una fuerte polarización, como España, indica Lobera, y en los últimos meses se han abierto discusiones sobre conceptos técnicos, médicos, transmitiendo a la ciudadanía poca claridad. Una confrontación de puntos de vista donde se mezcla la política y la ciencia.
Francesc Núñez, director del máster de Humanidades (UOC), enfatiza este argumento al señalar que ya hace tiempo, antes de la pandemia, que se ha ido cociendo el descrédito de los líderes políticos y de las instituciones. Hay muchos motivos para que los ciudadanos no se fíen de sus mensajes. Durante la pandemia han sacado a pasear el Sant Cristo gros de los científicos”, se ha invocado a los científicos como gran fuente de credibilidad pero incluso este referente ha perdido fuerza, explica Núñez.
Josep Lobera (UAM)
“Hay que ser receptivos a las dudas y abrir canales de comunicación para explicar la seguridad de las vacunas”
“También hay un cansancio –subraya– después de tantos meses recibiendo tantas instrucciones”. A lo que se debe sumar la desconfianza que ya se había apuntado hacia las empresas farmacéuticas y los intereses económicos, como ya se pudo observar con el interés que suscitó la monja y teóloga Teresa Forcades en el 2009.
El perfil de la ciudadanía que muestra recelo ante la vacuna de la Covid-19 es diverso. Los niveles de duda son similares a otros países, donde la gestión de la pandemia no ha sido la misma. Pero en España se partía de un nivel alto de confianza en las vacunas y, por tanto, en el sistema sanitario. El investigador de la UAM señala que el hecho de que la gente dude no es un tema menor ya que “la vacunación no es un tema individual sino colectivo”, del que depende en buena parte el éxito de la campaña.
Por ello, considera que es fundamental desde los poderes públicos explicar bien todos los procesos de validación de la vacuna, su seguridad, y sobre todo hacerlo con el personal sanitario porque tiene un efecto multiplicador. La encuesta del CIS señalaba que las dudas de muchos ciudadanos se disiparían si fuese su médico de cabecera el que les recomendase la vacuna (llegaría al 70% los que sí que lo harían).
Los ciudadanos que dudan (al margen del 8% de los totalmente contrarios) no son un grupo organizado y se reparten en función la adscripción política, la edad, el nivel de estudios y también pesa el género. En el ámbito político, los sectores más radicales de la derecha y la izquierda son los más reacios. En la derecha puede haber un negacionismo, señalan los expertos. En la izquierda, se observa una conexión con los sectores progresistas de los años setenta vinculados a los movimientos antivacunas y a la denuncia de la iatrogenia (daño en la salud causado por actos médicos), según analiza Francesc Núñez.
Francesc Núñez (UOC)
“La sociedad está cansada de recibir tantas órdenes, hay desconfianza hacia la política y las farmacéuticas”
La polarización política era citada en el editorial de la revista científica The Lancet de este noviembre como una de las cuestiones que ha impactado en la respuesta a la Covid-19 en España; “La polarización y descentralización han afectado a una respuesta rápida y eficiente”, se señalaba. Pero en España la polarización política no ha contagiado de forma total y contundente la toma de posiciones con respecto a la ciencia como sí ha sucedido en Estados Unidos.
Asimismo, un porcentaje alto de mujeres expresaban sus dudas ante la vacunación en la encuesta del CIS. Lobera apunta que puede deberse a una “socialización de género diferente entre hombres y mujeres frente al riesgo, y en este caso frente a los riesgos de la tecnología”,
Los recelos de las mujeres sorprenden, señala el profesor de la UOC, pero hay que tener en cuenta que son ellas las que están encima de los procesos de vacunación de sus hijos y esto implica que se informan. Ante una vacuna nueva que aparece en una situación nueva y con un periodo de pruebas más corto es lógico que se paren a reflexionar.
También las encuestas hacen aflorar las reticencias de las personas con un nivel de estudios más alto, un dato que según el análisis de Lobera, se debe a que es un colectivo tiene recursos para buscar información y configurar sus argumentos en contra en caso de que tengan dudas. Son personas más acostumbradas a informarse que los demás, aunque informarse no sea sinónimo de encontrar siempre la verdad en estas cuestione tan complejas.
El recelo de las mujeres
Ellas se informan de las vacunas de los niños y es lógico que quieran más información, dicen los expertos
Por ello, considera fundamental transmitir con claridad la información sobre el proceso de validación de las vacunas, explicar que no se ha eliminado ningún paso, sino que se han solapado, dejar hablar a las personas expertas en vacunas y crear con la sociedad un canal de ida y vuelta. Un canal básico en un mundo en el que la comunicación y la desinformación circulan a toda velocidad por las redes sociales, que tienen un papel fundamental en el ruido en el que vive la sociedad.
Una sociedad cansada, descreída en los políticos, que ha recibido muchas instrucciones. “Hay reticencias pese a la enorme campaña de presión para que nos vacunemos –indica Francesc Núñez– una amenaza en la que señalan a las personas como eventuales portadores de la muerte de los otros y desde donde se observa una voluntad de control”.
Pero las encuestas se basan en preguntas a futuro, y las opiniones pueden cambiar en el momento de tomar la decisión. “Las decisiones no solo son personales ni se toman en solitario, siempre pesa el contexto y jugarán muchas variables emocionales, de presión social, de no querer quedar señalado…”, explica el profesor de la UOC.
Y en cuanto vaya avanzando el proceso de vacunación también será lógico –si todo funciona- que los recelos se vayan disipando y esta zona de grises, los que no querían ser los primeros, puedan ir disipando sus reticencias.
Los adultos jóvenes
La franja de 25 a 44 años, más reacia, refleja a personas emancipadas con menos miedo a la enfermedad
Las encuestas reflejan también recelos en un considerable porcentaje de la población joven, especialmente de los 25 a los 44 años. Una franja de edad en la que los adultos están emancipados, son jóvenes y, por tanto, tienen menos miedo a la enfermedad.
Los expertos hacen notar que en la franja de los jóvenes menores 25 años la aceptación de la vacuna es mayor ya que normalmente conviven aún con sus padres y no quieren ponerlos en riesgo.
No hay así un único hilo conductor al analizar sociológicamente los perfiles de los ciudadanos que dudan ante la vacuna de la Covid-19. Es el reflejo de un momento complejo y lleno de incertidumbres. En situaciones estables, explica el sociólogo Lobera, la ciencia, las directrices, el consenso funcionan razonablemente bien. Pero en golpes como el que ha asestado el coronavirus la ciencia también necesita de debates para llegar a un consenso y comunicarlo. Ahora se trata de hacerlo con claridad y dejar que la gente pregunte libremente sus dudas.