sábado, 19 de abril de 2025

¿Por qué Judas entregó a Jesús a cambio de 30 monedas? ¿Por qué lo señaló con un beso?



'El beso de Judas', de Luca Giordano. 
(Museo del Prado)



El historiador Óscar Fábrega, especializado en el estudio de las religiones, analiza en 'Judas, el Iscariote' la figura del más controvertido discípulo de Jesús. Publicamos un fragmento



Como era de esperar, algún que otro experto en numismática se ha lanzado al interesante ejercicio de averiguar qué valor tendrían esas monedas hoy en día. Claro, para ello hay que determinar de qué monedas se trataba, y eso no es fácil, ya que había un montón de tipos de dineros en aquella región, dominada en los tres siglos anteriores por los persas, los griegos y los romanos (talentos, dracmas, didracmas, tetradracmas, denarios, estateros, leptos). En los propios Evangelios se mencionan varias. Pero debemos tener en cuenta que el pago lo realizaron, según Mateo, los sacerdotes del Templo de Jerusalén, y en el Templo solo se podían atesorar siclos de Tiro (tetradracmas), ya que el pago de tributos de los habitantes de Judea debía de hacerse en esa moneda (en didracmas, medio siclo, que era el pago ordenado según la Torá). Tenían la imagen del dios Melcart por un lado y un águila en el otro, y contaban con un 92 % de plata.

De hecho, en el propio Evangelio de Mateo se menciona esto: "Llegaron a Cafarnaún, se acercaron a Pedro los recaudadores del didracma del Templo y dijeron: '¿Vuestro maestro no paga el didracma?" (Mt 17,24).

Un experto mexicano llamado Carlos Amaya Guerra plantea que, en función del grado de conversión, el precio unitario actual oscilaría entre 800 y 3.000 dólares. Sea como fuere, la paga de un trabajador cualificado era más o menos de un dracma diario. Por lo tanto, si Judas cobró 30 didracmas (dos dracmas cada uno), sería el equivalente a dos meses de trabajo. Una miseria, teniendo en cuenta el valor mercantil de lo que el supuesto traidor ofreció a cambio. Esa parece ser la idea de Mateo: mostrar que Judas entregó a Jesús por una cantidad irrisoria. Ahora bien, desde una perspectiva teológica, se podría plantear que, por esa cantidad irrisoria de dinero, Jesús se sacrificó por todos nosotros. Salió barato.

Esto vendría a estar legitimado por algo que aparece en el libro bíblico del Éxodo: "Si el buey acornea a un siervo o a una sierva, el dueño dará a su amo treinta siclos de plata, y el buey será apedreado". (Éx 21,32). ¡Era la mitad del precio de un esclavo! Es más, en el Génesis se cuenta que los hermanos de José (todos hijos de Jacob, los que encabezaron las doce tribus), lo vendieron como esclavo a unos mercaderes madianitas por "veinte piezas de plata" (Gn 37,28).

Además, según una antigua tradición babilónica, o quizás anterior (sumeria), cuando algo carecía de valor, se decía que valía tan solo treinta monedas. Esto guarda relación con el sistema sexagesimal que se usaba en la antigua Mesopotamia, un sistema que emplea como base el número 60 (se trata del número más pequeño que se puede dividir por los seis primeros), que aún empleamos para medir el tiempo y los ángulos. Pues bien, el 30, en cambio, no era útil ni necesario, ni servía para medir nada.


¿Por qué un beso?

Desde nuestra perspectiva actual, que Judas decidiese entregar a Jesús identificándolo con un beso tiene un claro sentido simbólico no exento de ironía ni de sarcasmo. El beso es un gesto de amistad y cariño, claro está. Pero ¿era así en tiempos de Jesús? Sí, entre los judíos era un símbolo muy común de amor, respeto y lealtad, aunque también de paz. Podemos encontrar muchos ejemplos en el Antiguo Testamento. Tras muchos años de enemistad —y tras venderle sus derechos como primogénito por un plato de lentejas—, Esaú, el hijo mayor de Isaac, hermano de Jacob, corrió a su encuentro, lo abrazó, se echó sobre su cuello "y le besó, y los dos lloraron" (Gn 33,4-5). Lo mismo pasó entre Jacob y su hijo José: después de estar separados durante años, cuando se vieron en Gosén, José besó a su padre y "lloró sobre su cuello largamente" (Gn 46,29). Es más, al describir la escena de la unción de Saúl como rey, el profeta Samuel tomó "una redoma de aceite, lo derramó sobre su cabeza y lo besó" (1 Samuel 10,1). En ese mismo libro se describe a Jonatán y al rey David, que mantenían una amistad muy especial, "besándose el uno al otro" (1 Samuel 20,41).

Al entrar o salir de una casa, era y es común entre los judíos tocar con los dedos la mezuzá, un pequeño estuche que contiene unos cuantos pergaminos con versículos de la Torá, que se fija en los marcos de las puertas, y luego besárselos. Lo mismo se hace con el talit (el manto que cubre el rollo de la Torá) durante los servicios religiosos, como muestra de respeto y amor hacia la ley judía, o con los tefilín, unas pequeñas cajas que también contienen pasajes de las Escrituras y que los varones judíos se atan al brazo.

Por supuesto, también era y es habitual besar la mano de los rabinos. Y en las principales celebraciones judías, como la Brit Milá (la circuncisión) o el Bar Mitzvá, los besos abundan.

Y también entre los primeros cristianos era común. Pablo de Tarso, en varias de sus cartas, incitaba a sus discípulos a que se saludasen con algo que llamaba "beso santo"(Rom 16,16; 1 Cor 16,20; 2 Cor 13,12; 1 Tes 5,26). En la Primera Carta de Pedro se dice también: "Saludaos unos a otros con un beso de amor fraternal"(1 Pedro 5,14).

Es más, en muchos movimientos religiosos de la época, sobre todo en los cultos mistéricos, el acto de besarse entre iniciados era de lo más habitual. Entre los cristianos gnósticos era habitual besarse en la boca como símbolo de la transmisión de la gnosis, del conocimiento del verdadero camino hacia la salvación.

En el Evangelio de Felipe, del siglo II, podemos ver un polémico ejemplo: La sabiduría denominada "estéril" es la madre [de los] ángeles, y la compañera del [Salvador es] María Magdalena. El [Salvador] la amaba más que a todos los discípulos y la besaba frecuentemente en [¿la boca? ¿La mejilla? ¿La frente?]. [63,30].

Muchos atrevidos han interpretado esto como una evidencia de que Jesús y la Magdalena estaban liados. Ni de lejos. El propio Evangelio de Felipe explicaba su verdadero significado: [El que ...] por la boca; [si] el Logos hubiera salido de allí, se alimentaría por la boca y sería perfecto. Los perfectos conciben mediante un beso y engendran. Por ello nos besamos unos a otros, recibiendo la concepción por la gracia mutua que hay entre nosotros. [59,1-5].

Sin embargo, en los Evangelios canónicos, si exceptuamos las escenas de la traición, no hay besos, excepto en una ocasión..., y no podía ser más significativa, pues se trata de la versión de Lucas de la unción de Jesús a manos de una pecadora pública, que, además de ungir sus pies con perfume, los besó (Lc 7,37-38). Lo interesante es que, a continuación, en ese mismo episodio, Jesús reprende a Simón el fariseo por criticar a la pecadora en estos términos: "¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua para los pies, pero ella regó mis pies con sus lágrimas y los enjugó con sus cabellos; no me diste un beso, pero ella desde que entró no cesó de besarme los pies". [Lc 7,44-45].

No sé a ustedes, pero a mí me parece significativo que los dos únicos besos presentes en estos textos procedan de la pecadora pública y de Judas.